La parte final de la oración modelo que comprende la expresión: “Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén”, se denomina la doxología del Padrenuestro y se la omite en muchas versiones. En una versión reciente de la Sociedad Bíblica del Brasil esa doxología aparece entre corchetes y en una nota de pie de página la explicación: “No figura en el texto griego adoptado”.
Existen problemas de traducción que deben ser encarados de manera muy real. Por años venimos repitiendo la oración del Señor con la brillante doxología final que le da más realce, solemnidad e imponencia. Y la doxología se encuentra prácticamente en todas las biblias evangélicas anteriores a la revisión como también en las más antiguas. Y la fuerza del hábito se estratifica. Casi automáticamente concluimos la recitación del Padrenuestro diciendo: “Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén”. No obstante, las versiones católicas jamás registran esas palabras. Tampoco las consigna el Padrenuestro modernizado. No aparecen en la vieja Vulgata del siglo IV ni en las demás versiones de la iglesia romana. Sin embargo, las versiones evangélicas, aun las más antiguas, registran la doxología. Las portuguesas Trinitarias y Almeida antigua la tienen. No obstante, en los últimos tiempos se nota una tendencia a suprimirla, como en la American Standard Versión (1901), que la elimina del texto y la coloca al pie de la página, la Francesa Sinodal y la Almeida Revisada y Actualizada que la pone entre corchetes. Creemos que en las futuras ediciones de la Biblia simplemente la suprimirán, sin ninguna observación de orden crítico.
¿Cuál es la razón? Bien, comencemos por los textos griegos. Llámanse “textos griegos” los que sirven de base para las traducciones. Los antiguos textos, como el elaborado por Erasmo, y el “Receptus” mencionaban la doxología y de ellos se valieron los antiguos traductores, tales como Almeida, la Trinitarian Bible Society de Londres, que produjo una versión en portugués en 1893. Las sucesivas reediciones
de esas Biblias reproducen la doxología del Padrenuestro. Lo mismo el texto griego que sirvió de base a la Inglesa Revisada de 1881, lo traía en el margen.
La crítica textual, sin embargo, a través de investigaciones y exámenes de manuscritos fue expurgando mucha cosa espuria o no auténtica, interpolaciones y agregados hechos, aquí y allá, a lo largo de los siglos, en el texto sagrado. O mejor, probando la autenticidad de ciertos textos.
Los textos griegos más depurados y modernos como el de Westcott y Hort, el “He Kainé Día theke” no contiene la doxología, aunque este último menciona en el aparato crítico que aquella figura en el margen de la Inglesa Revisada. El actual texto de Eberhard Nestle la omite, como también el más actualizado “texto UBS” que, por el momento, puede decirse que es el mejor que hay y se destaca por la limpidez, exactitud e indicaciones críticas.
Otro punto de suma importancia son los llamados documentos. En crítica textual se denomina así al acervo de manuscritos y otras fuentes antiguas que contengan el texto sagrado. Comprenden los unciales (caracteres en mayúscula), los cursivos o minúsculos, los papiros, las citas patrísticas, los leccionarios, las antiguas versiones, los ostracas, etc. Todo este material fechado por los expertos, en conjunto y comparativamente, ofrece datos preciosos sobre la exactitud de su texto.
La doxología (en griego: “hóti soú estín he basiléia kái hé dínamis kái he doxa éis tous aiónas amén”) NO CONSTA en los manuscritos más confiables. No se halla registrada en los principales unciales y papiros y esto es de mucha importancia.
Las palabras “porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén”, esto es, la doxología completa, se encuentra en los siguientes documentos:
K (018), París, fechado en el siglo IX.
L (019), París, fechado en el siglo VIII. W (032), Washington, siglo V.
DELTA (037), St. Gall, siglo IX. THETA (038), Coridetti, siglo IX. PI (041), Leningrado, siglo IX.
Como se observa, apenas seis unciales la registran de entre los 42 existentes. Los 36 considerados más antiguos y de gran peso crítico no la contienen. Lo mismo puede decirse de los cursivos. De entre 2.650, sólo 19 de ellos la consignan. Es mucha diferencia.
De entre la centena de “versiones” antiguas (siríaca, copta, armenia, etíope, gótica, georgiana y el famoso Diatessaron) apenas siete la traen. De procedencia patrística hay sólo dos escasas referencias: una en la Constitución Apostólica y otra de Crisóstomo, de los siglos IV y V respectivamente. Nada más.
En una edición de las Biblias llamadas “vieja latina” y “N° 1 bobiense”, del siglo V, hay una doxología con variante: “Porque tuyo es el poder por los siglos de los siglos”.
Con la redacción alterada, “pues tuyo es el poder y la gloria para siempre. Amén”, consta en dos documentos: 1) una edición copta saídica, dialecto faunímico, siglo VI; 2) Didajé, en el cual se omite la palabra “Amén”.
Con una redacción modificada, “tuyo es el reino y el poder para siempre. Amén”, consta en la versión Siríaca Curetoniana, que se supone es del siglo VI.
Con la redacción “pues tuyo es el reino del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, para siempre. Amén”, consta en un cursivo, el número 1.253, que data del siglo XV.
Deben tenerse en cuenta estas fechas. La diversidad de redacción constituye para la crítica textual indicio de que el original no debía contener la doxología. Se supone que alguien la agregó, en algún tiempo remoto, por su cuenta y riesgo, y aún otros se dieron el lujo de alterarla.
Nuestro SDA Bible Commentary dice: “Esta cláusula presenta la doxología del Padrenuestro. Se puede citar importante evidencia textual en favor de la omisión de esa doxología. En la versión de S. Lucas de esta oración no aparece (Luc. 11:4). Con todo, el sentimiento que ella expresa es escriturístico, en estilo paralelo con 1 Crónicas 29:11-13”.
De todo se deduce que hay base para la supresión de la doxología.[1]
“No nos versiones en metas en tentación”. Algunas versiones en portugués todavía rinden: “No nos induzcas a la tentación”, cuando se entiende mejor entre nosotros “no nos dejes caer en la tentación”. En rigor, vernáculamente, el “no nos induzcas” no está errado, porque el sentido del verbo inducir es amplio. El Pequeño Diccionario de la Lengua Portuguesa le da no menos de 15 acepciones, entre ellas: “causar”, “inspirar”, “sugerir”, “instigar”. Y también “hacer caer” (en error). Con todo, no es el lenguaje usual del pueblo. Y el verbo griego “eisénenkeis” que literalmente quiere decir conducir “hacia adentro” queda excelentemente traducido por “no dejar sucumbir”. Tendríamos entonces: “No nos dejes sucumbir a la tentación”. Ese verbo se empleaba en una antigua oración vespertina de los judíos, que algunos suponen que Jesús conoció y que dice:
“No coloques mi pie bajo el poder del pecado, no me arrojes bajo el poder de la falta, ni bajo el poder de la tentación, ni bajo el poder de la infamia”.
Este es el sentido exacto.
[1] Aunque el autor se inclina por la supresión de la doxología del Padrenuestro, es necesario subrayar que también menciona varios documentos y versiones antiguos y modernos en los que figura la frase en cuestión. Por ejemplo, una de las antiguas versiones que la incluye es la famosa Peshito, versión siríaca que data del siglo II d.C. En efecto, la doxología no está omitida en todos los manuscritos más antiguos ni en todas las antiguas versiones. Resulta significativo que en la versión Moderna ese pasaje no figura entre corchetes como es el caso de otros que también son problema de traducción. En cuanto a las versiones populares, un ejemplo de su inclusión lo tenemos en la versión Dios Llega al Hombre, la cual además circula en el ambiente católico y lleva una recomendación del Departamento de Diálogo del CELAM. Por otra parte, no hay que olvidar que se trata de un pasaje el cual está comentado en los escritos del espíritu de profecía. En el libro El Discurso Maestro de Jesucristo, leemos:
“La última frase del Padrenuestro, así como la primera, señala a nuestro Padre como superior a todo poder y autoridad y a todo nombre que so mencione… El poder y la gloria pertenecen a Aquel cuyos grandes propósitos se irán cumpliendo sin impedimento hasta su consumación. En la oración que expresa sus necesidades diarias, se dirige la mirada de los discípulos de Cristo, por encima de todo el poder y el dominio del mal (citado en la cláusula precedente] hacia el Señor su Dios, cuyo reino gobierna a todos, y quien es Padre y Amigo eterno” (pág. 97).— N. de la R.
Sobre el autor: Miembro de la Comisión Permanente de Revisión y Consulta de la Sociedad Bíblica del Brasil.