El propósito del siguiente estudio es descubrir lo que enseña el libro de Apocalipsis con respecto al Santuario-templo del cielo, a su estructura y al ministerio de Cristo en ese lugar.

El Santuario-templo celestial

Esta sección de nuestro estudio se dividirá en dos partes. El Tabernáculo (skene) celestial, y el Santuario (naós) celestial.

El Tabernáculo (skene) celestial

El vocablo skene (tabernáculo) aparece veinte veces en el NT.[1] Involucra tres ideas fundamentales: la morada escatológica con Cristo (Mar. 9:5), la comunidad de los creyentes (Hech. 7:48-51; 15:15, 16), y el lugar donde Cristo intercede con su sangre (Apoc. y Heb. 8: 1; 9:12, 15). [2] En las tres referencias que existen en el Apocalipsis, Juan afirma la existencia de un tabernáculo en el cielo (Apoc. 13: 6),[3] identifica al tabernáculo del testimonio con el templo (naós, Apoc. 15:5) [4]y con el lugar de la reunión final de Dios y el hombre (Apoc. 21:3).

El Templo (naós) celestial. En el libro de Apocalipsis hay catorce referencias al templo.[5]

Estos textos utilizan las siguientes denominaciones para referirse al Templo: Templo[6] Templo de Dios, [7] el Templo que está en el cielo (Apoc. 14:17) y el Templo del tabernáculo del testimonio (Apoc. 15:5). Naós es el vocablo griego que se emplea en todos estos pasajes.

1. El significado y el uso de la voz naós en el NT. El idioma griego tiene cuatro palabras para referirse al templo: Tómenos, ierón, ta hagía, y naós. El vocablo tómenos se refiere al recinto sagrado y no se utiliza en el Nuevo Testamento. [8] Ierón, se utiliza cuando se hace referencia a todo el complejo del templo[9]  incluyendo la colina del templo (Mat. 21:14, 15), y el atrio de las mujeres (Luc. 2:37; Mar. 12:41- 44), el atrio interior (Luc. 18:10, 11, 24, 53), el altar y el propio templo. [10]Ta hagía, se usa como referencia a todo el tabernáculo, incluyendo el muro (Heb. 8:2),[11] aunque a veces a esta expresión se la tradujo insuficientemente como “lugar santo”. ’[12]

Naós viene del verbo naio, que significa “morar” y es el mismo lugar en el que habita Dios, donde se encuentra con el hombre. [13] En el NT se lo utiliza para referirse al lugar santo (Luc. 1:9, 21, 22) y al santísimo (Mat. 27:51; Mar. 15:38; Luc. 23:45). Hay frecuentes referencias a Cristo enseñando en el templo (ierón, Mat. 26:55; Luc. 21:37; Juan 8:20), pero no hay una sola referencia a Cristo entrando al naos (templo). Esto nos recuerda que sólo los sacerdotes tenían derecho de entrar en los lugares santo y santísimo. El NT también presenta casos en que la palabra naos (templo) se usa en un sentido metafórico. En estos casos, a la comunidad cristiana se la llama “templo (naos) de Dios” (1 Cor. 3:16; 6:19; 2 Cor. 6:16).

El lugar santísimo era el sitio especial del santuario donde Dios se encontraba con el hombre, y el NT utiliza el vocablo templo para designar este lugar. Aunque a veces se lo usa para referirse al lugar santo y a la iglesia, especialmente se enfatiza la realidad del encuentro de Dios con el hombre.

2. Apocalipsis enseña la existencia de un Templo en el cielo. La existencia del Santuario celestial aparece claramente revelada en los textos relacionados con el juicio. Esta idea se presenta en once versículos, en tres secciones de este libro. En la sección de las trompetas, [14] (Apoc. 11:1, 2) se refiere a las medidas del templo; en la sección de la agresión de las fuerzas del mal (Apoc. 14:15, 17) se refiere al tiempo de la cosecha. Finalmente, en la sección de las plagas punitivas se anuncia: 1) la apertura del templo (Apoc. 15:5); 2) la salida del templo de los siete ángeles con las siete plagas (Apoc. 15: 6); 3) se llena el templo con la gloria de Dios (Apoc. 15:8); y 4) la gran voz que sale del Templo ordena el derramamiento de las plagas (Apoc. 16:1), y proclama: “Hecho está” (Apoc. 16:17).

Después de la sexta trompeta, aparece enseguida Apocalipsis 11:1 y 2, y su contenido tiene dos partes: en la primera hay una orden para medir el templo, y en la segunda se ordena no medirlo.

La orden positiva: “Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él”.

La orden negativa. “Pero el patio que estaba fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses”.

La orden positiva es que se mida (métreson) el altar[15], es el templo y los adoradores (toús pros kúnountas én auto). El vocablo metréo, medir, cuando se emplea en el NT y se aplica a las personas, tiene el significado de “evaluar”, “juzgar” (Mat. 7:2; Mar. 4:24; Luc. 6:38). [16]Los pasajes que caracterizan este uso se refieren a “la labor judicial de Dios en el Juicio Final y el don de la gracia que se nos otorgó”, [17] Cuando se aplica al templo tiene el sentido de “preservar”. [18]

La medición del templo es un mensaje de preservación. Este es el significado de la medición de Jerusalén en Zacarías 2:2-13, donde el Señor habla acerca de que Jerusalén sería nuevamente habitada, sería objeto del interés de Dios, el lugar de morada del Señor y nuevamente elegida por Él. La misma idea se presenta en la medición del templo en Ezequiel 40:3. Ambos pasajes influyeron en la escritura de Juan.

¿En qué sentido el templo de Dios debía ser preservado al fin de la sexta trompeta? Su preservación significa el gran interés de Dios en él, por la actividad especial que el Señor desarrolla en su templo. Esto debe referirse al Santuario celestial, porque ocurre después de la sexta trompeta, cuando el templo de Jerusalén ya no existe.

O. Michel [19] dice que en el caso de Apocalipsis 11:1, 2 debemos pensar en el marco del templo terrenal en Jerusalén. Pero él refuta su propio argumento cuando, al hablar contra las ideas de J. Behm  que sostiene que Apocalipsis 11:1, 2 se refiere al templo espiritual y a la comunidad de los cristianos,[20]dice: “En una tradición apocalíptica diferente, el Apocalipsis supone la existencia de un templo celestial, aunque apartándose de la primitiva metáfora cristiana de que el templo es la unidad del nuevo pacto”. [21] Es a este Santuario celestial y literal al que se refiere Apocalipsis 11:1,2.

La orden negativa que el poderoso ángel, Jesucristo, [22] le da a Juan es: “Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas” (Apoc. 11:2). El atrio del templo estaba fuera de los lugares santo y santísimo donde se realizaban los sacrificios (Lev. 1:3, 11, 17; 2:8; 1 Rey. 8: 64). Apocalipsis 11:1 dice que Cristo tenía que realizar un ministerio en el templo (naós) y en el lugar donde estaba ubicado el altar.[23] En el Santuario celestial no hay atrio porque allí no se realizan sacrificios. Cristo nos ofreció el sacrificio de su propia vida en el Calvario. Puesto que el sacrificio expiatorio ya fue ofrecido, la obra de Cristo ya no debiera concentrarse en el atrio. El servicio anual del día de la expiación atraía la atención de todos hacia el lugar santo y especialmente al santísimo. Ya que lo mismo ocurre después de la sexta trompeta, el atrio debía ser excluido y la orden de no medirlo era correcta.

Tanto las órdenes positivas y negativas de Cristo a Juan en Apocalipsis 11:1, 2 señalan hacia la obra de juicio que el Señor está por comenzar en el Santuario celestial. En este Templo, el juicio comienza (Apoc. 11:1, 2), se efectúa (Apoc. 15:5-16:1) y concluye (Apoc. 14: 15-17).

3. El vocablo naós se utiliza en Apocalipsis para significar la comunidad divina. Dos de los 17 versículos que contienen el vocablo templo (naós), obviamente están dentro del marco del uso metafórico de la palabra. Estos versículos son Apocalipsis 3:12; 21: 22.

El primero, Apocalipsis 3:12, enseña la unidad de Dios y el hombre. Esta es la primera vez que la palabra templo aparece en el Apocalipsis y se incluye como una promesa a la iglesia de Filadelfia.

Este versículo tiene una idea principal con una cuádruple explicación, cada una de ellas comienza con la conjunción kaí (y).

La idea principal: “Al que venciere, yo le haré columna (stúlon) en el templo (naós) de mi Dios”.

La explicación: “Y (kai) nunca más saldrá de allí; y (kaí) escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y (kaí) el nombre de la ciudad de mi Dios… y (kaí) mi nombre nuevo”.

La columna es una metáfora ampliamente utilizada en el AT. [24] Tiene un significado arquitectónico y cosmológico. [25] También se la utiliza como un signo prominente de la presencia directriz de Dios entre los hombres. [26]En el NT esta presencia de Dios entre su pueblo llega a ser una realidad en la iglesia (1 Tim. 3:15). [27] La iglesia es la manifestación terrenal de la comunidad divina.

Así como Juan explica la idea de la columna en el templo de Dios, encontramos un creciente énfasis en la unidad del cristiano victorioso con Cristo y Dios. La frase “nunca más saldrá de allí” implica la idea de que el hombre se ha alejado de la presencia inmediata de Dios, pero esta condición culminará, y la separación entre Dios y el hombre ya no existirá más. El hecho de que Cristo escriba “sobre él el nombre de mi Dios”, significa que él tiene acceso a la vida y a la naturaleza divina.[28]Recibir “el nombre de la ciudad de mi Dios” le otorga derecho a participar en la presencia de Dios.[29] Y el acto de escribir el nuevo nombre de Cristo en él significa su unidad con Cristo.[30] Esta unidad con Dios se manifiesta en el desarrollo de un carácter semejante a Cristo.

En segundo lugar, Apocalipsis 21:22 muestra que no hay nada entre Dios y el hombre. Este versículo se encuentra en la sección del libro que habla acerca de la iglesia triunfante (Apoc. 21:5-22: 5), y es parte de la descripción de la nueva Jerusalén. Dice: “Y no vi en ella templo, porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero”.[31]

Según H. Wenschkewitz el hecho de que Dios mismo se presente como el templo de la nueva Jerusalén “significa que las representaciones imperfectas de la presencia de Dios en el templo son reemplazadas por Dios y el Cordero en persona, de tal modo que sea posible una relación irrestricta con Dios”.[32]

La unión del hombre con Dios aparece junto con la unidad entre Dios el Padre, llamado “el Señor Dios Todopoderoso”, y Dios el Hijo o “el Cordero”, a ellos se los presenta como “siendo uno”[33], porque ambos “son el templo”. Con la presencia de ellos, la ciudad no necesita templo ni luz; la relación que mantienen con el pueblo es personal y directa. La gloria de Dios (Dóxa toú Théou) ilumina la ciudad (ephotisen), y el Cordero es su lumbrera (luchnós, Apoc. 21: 23). Aunque la lumbrera siempre necesita del suministro del aceite, [34] el Cordero es el phoster, el dador de la luz, de la ciudad (Apoc. 21:11). De este modo, la ciudad tiene dos fuentes de luz. La gloria de Dios y la del Cordero. Pero, en relación con el pueblo, la dóxa de Dios y el phoster, que es el Cordero, se combinan en una sola luz (photos). Juan dice: “Y las naciones que hubieran sido salvas andarán a la luz” de la ciudad (Apoc. 21:24).

Los salvados, Dios, y el Cordero andarán juntos. En el templo terrenal, la presencia de Dios se evidenciaba mediante la luz en la Shekinah, pero allí, y por causa del pecado, había un velo que se interponía entre Dios y el hombre. Cuando los salvados se encuentren en la Nueva Jerusalén, el pecado será quitado totalmente y la unidad del hombre con Dios será completa. Hacia este objetivo se orientan todos los servicios del templo, y éste era el propósito del sacrificio expiatorio de Cristo.

La palabra naós utilizada en Apocalipsis para significar Lugar Santísimo. Hemos considerado dos pasajes en los que Juan emplea el vocablo naós (templo) metafóricamente, pero este no es el uso general de la palabra. Consideraremos ahora los pasajes que señalan un significado particular.

Primero, Apocalipsis 7:15 indica que naós (templo) y el trono de Dios son el mismo lugar. Ante el trono, en la presencia de Dios (Apoc. 7:10), están todos los ángeles, los ancianos y los cuatro seres vivientes (Apoc. 7:11), la gran multitud vestida con ropas blancas (Apoc. 7:9), y los 144.000 (Apoc. 14:1-3; 15:2-4). Con respecto a estos 144.000, Juan dice: “Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos” (Apoc. 7:15).

En este versículo hay dos ideas que igualan a naós (templo) con el Lugar Santísimo. La primera, los 144.000 sirven delante del trono de Dios en su templo. La segunda, Dios está sentado en su trono y mora entre ellos. El sitio donde Dios mora en el santuario es el Lugar Santísimo.

Esta sección comienza en Apocalipsis 4:1, diciendo: “Después de esto miré y he aquí una puerta abierta”. El siguiente versículo dice: “Y he aquí, un trono establecido en el cielo y en el trono uno sentado”. Según Helmut Traub, “aquí el cielo es un templo en el que se ha abierto una puerta (Apoc. 4:1; cf. 8:1; 11:19; 12:10; 19:1)”.[35] La apertura del templo posibilita que Juan vea el trono de Dios. Esta apertura de la puerta está vinculada con la apertura del Santuario mencionada en Apocalipsis 11:19,[36] que ocurre al principio de la obra del juicio; esta labor es tradicionalmente denominada en la teología adventista “el juicio investigador”, y se refiere a la entrada de Cristo en el Lugar Santísimo. Concluyó una parte del ministerio de Cristo en el cielo, para comenzar su labor intercesora, esta vez en el Lugar Santo. [37]

Apocalipsis 4:5 dice que había siete lámparas, “delante (enopion) del trono”. El adverbio enopion (delante), establece la ubicación del lugar  “inmediatamente antes”[38] del trono. Era en el “primer compartimento”, el lugar santo, donde estaban ubicadas las siete lámparas.[39] Si el Lugar Santo es el compartimento cercano al trono, entonces es evidente que cualquier trono descripto en el Templo, está ubicado en el Lugar Santo. En Apocalipsis este lugar se denomina naós (templo).

Según Apocalipsis 7:15, se ubica el trono de Dios en el Santuario celestial, y se lo describe como formando parte del naós (templo). En este lugar se lleva a cabo el juicio investigador; y ese sitio precede inmediatamente al Lugar Santo. Se lo refiere como el lugar de habitación de Dios en el Santuario; por lo tanto, es el Lugar Santísimo.

En segundo lugar, Apocalipsis 11:19 dice que naós (templo) es el lugar donde está ubicada el arca. Luego de la séptima trompeta, que concluye con el anuncio de la ira venidera (Apoc. 11:18) -es decir, las siete plagas-, Juan comienza una nueva serie de visiones referentes a la agresión de las fuerzas malignas. Estas comienzan en el momento en que se inicia el juicio investigador. El autor dice: “Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo” (vers. 19). El arca está ubicada en el Santuario de Dios (en to nao autou). La voz naós (templo) equivale a Lugar Santísimo, porque el “arca de su pacto” estaba ubicada en este lugar (Heb. 9:3, 4).

El tercer lugar, según Apocalipsis 15:5-8, naós (templo) es el tabernáculo del testimonio. En este texto hay dos elementos que señalan a naós como significando el Lugar Santísimo 1) naós es el tabernáculo del testimonio y, 2) es el lugar donde se manifiesta la gloria de Dios.

En relación con el primer elemento, dice: “He aquí fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio’’ (Apoc. 15:5). En Números 17:4, 7, el tabernáculo del testimonio es el Lugar Santísimo. Apocalipsis 15:5 dice hó naos tés skénes toú marturion (el templo del tabernáculo del testimonio). La frase “el tabernáculo del testimonio” es un genitivo en aposición. Cuando un genitivo está en caso nominativo, designa a un objeto en un sentido general, y el genitivo, en aposición a él, designa al mismo objeto en un sentido individual y particular.[40] Por lo tanto, podríamos traducir esta frase como el templo “que es”[41] el tabernáculo del testimonio. Esto es lo mismo que decir “el templo que es el Lugar Santísimo”.

En relación con el segundo elemento del texto, Juan informa que el templo estaba lleno “de la gloria de Dios” (Apoc. 15: 8). Aunque a veces la gloria de Dios estaba presente tanto en el Lugar Santo como en el Lugar Santísimo, y regularmente se manifestaba a través del Shekinah en el Lugar Santísimo (Apoc. 16:2; Exo. 25: 22).

Ya que naós (templo), el tabernáculo del testimonio, y el Lugar Santísimo parecen ser el mismo lugar, donde se manifiesta la gloria de Dios, puede inferirse que naós y Lugar Santísimo son términos equivalentes.

En cuarto lugar, Apocalipsis 11:1, 2 tiene naós (templo) como una de las tres partes del tabernáculo. Basados en que la palabra naós (templo) en Apocalipsis se refiere al Lugar Santísimo cuando no se utiliza como una metáfora para representar a la comunidad de los creyentes, podemos entender muy claramente la distinción que se presenta en estos dos versículos. Juan recibe la orden de medir el templo y el altar, pero no el atrio “que está fuera del templo” (Apoc. 11:2). Aquí tenemos las tres partes del templo -el aule (el atrio), el thusiasterion (el altar, equivalente al Lugar Santo), y el naós (templo, o Lugar Santísimo).

En resumen, el libro de Apocalipsis enseña la existencia de un templo en el cielo, utiliza el vocablo naós (templo) en dos ocasiones en un sentido metafórico para referirse a la comunidad cristiana (Apoc. 3:12; 21:22), y en las otras referencias a naós (templo) este libro lo iguala con el Lugar Santísimo.

Estos hechos indican que la teología del santuario sustentada por los adventistas del séptimo día tiene un fundamento bíblico. Estas evidencias demuestran que la experiencia cristiana personal, así como la unidad de la iglesia como un todo, está relacionada con la obra que Cristo está realizando en el Santuario-templo celestial, particularmente la que se realiza en el Lugar Santísimo.

La estructura del Santuario-templo

La estructura del Santuario-templo, como se refleja en el Libro de Apocalipsis, tiene tres partes: el atrio, el Lugar Santo y el Lugar Santísimo.

El atrio (aule)

Existe solo una referencia al atrio en todo el libro (Apoc. 11:1, 2). Se encuentra en una visión entre la sexta y la séptima trompeta. Detrás de la metáfora de la medición, Dios le está hablando a Juan de la existencia del templo en el cielo y de la importantísima labor que se realiza en la obra de Cristo específicamente en la medición de los adoradores, que es el juicio y la preservación del templo y del altar. Pero al atrio (aule) debía dejarlo de lado, porque Cristo no está realizando ninguna actividad en ese lugar (Apoc. 11:1, 2).

El Lugar Santo (thusiastérion)

En el Apocalipsis hay seis referencias a las partes del Lugar Santo. Todas se ubican en la porción histórica del libro.

La primera referencia es con respecto a los siete candelabros (Apoc. 1:12, 13). Aunque el símbolo se extrae del templo, el candelabro representa a las siete iglesias (Apoc. 1:11, 18- 20), describe la obra continua y permanente de la iglesia de iluminar al mundo, y se refiere a la constante mediación de Cristo en favor de ella mientras el Señor camina en medio de los candelabros.

En la segunda ocasión se refiere a la aparición sumo sacerdotal de Cristo (Apoc. 1:12, 13). El nombre de Cristo en este lugar y la descripción de su vestimenta señalan hacia su obra como Sumo Sacerdote. La designación Hijo del Hombre se fundamenta en el Hijo de Hombre de Daniel (Dan. 7:13), el rey mesiánico,[42] y presenta a Cristo en su actividad como juez.[43] El sumo sacerdote del santuario terrenal realizaba esa misma actividad en el Día de la Expiación. El Hijo del Hombre está vestido con un largo manto (poderes) y ceñido por el pecho con un cinto de oro puro. Tanto el largo manto como el cinto formaban parte de la vestimenta sumo sacerdotal.[44]

Las últimas cuatro referencias a las cosas que están en el Lugar Santo involucran la referencia a las siete lámparas (Apoc. 4: 5), el altar de oro (thusiasterion, Apoc. 8:3, 5; 11:1; 14:18; 16: 7), el humo del incienso (Apoc. 8:4), y el incensario lleno con el fuego del altar (Apoc. 8: 5).

El Lugar Santísimo (naós)

El libro de Apocalipsis cuando se refiere al Lugar Santísimo emplea el vocablo naós (templo), y le asigna la presencia del arca del pacto (Apoc. 11:19) y el trono de Dios[45] (Apoc. 7:15; 16:17; cf. 5:1,13; 6:16; 7:8,10; 12:5; 14:3,5; 19:4, 5; 20: 11; 21:5; 22:3).

El ministerio de Cristo en el Santuario-templo celestial

De acuerdo con la estructura del Santuario- templo presentada en el libro de Apocalipsis, el ministerio de Cristo en él se relaciona con el candelabro, con el altar de oro en el Lugar Santo, con el arca del pacto y con el trono de Dios en el Lugar Santísimo. Por lo tanto, primero estudiaremos el ministerio de Cristo en el Lugar Santo y luego su ministerio en el Lugar Santísimo.

El ministerio de Cristo en el Lugar Santo

Al tratar este tema consideraremos tres tópicos importantes: el Cordero-sacerdote, su ministerio en medio de las siete lámparas, y el significado de su ministerio en el altar de oro.

1 El Cordero-sacerdote. En el NT, fuera del Apocalipsis, la palabra cordero (amnós) se utiliza en cuatro ocasiones (Juan 1:29, 36 Hech. 8: 32; 1 Ped. 1:19). Siempre se aplica a Cristo para describir al que sufre inocentemente y muere vicariamente para expiar el pecado del hombre. Este poder expiatorio encuentra su referencia en la figura del cordero.[46]

La cristología del Apocalipsis[47] demuestra que Cristo es el tema central del libro.[48] Entre los títulos, los nombres, y las figuras empleadas por Juan para identificar a Cristo, la más importante es la figura del Cordero.[49]Aparece 28 veces para describir a Cristo.[50] El Cordero (ar- nión), describe a Cristo como Redentor (Apoc. 7:10; 21:27; 13: 8; 14:4),[51] como Juez (Apoc. 6:16; 15:3; 19:11),[52] como Rey (Apoc. 17:14; 5:13; 7:17; 22:1, 3),[53] y como Sacerdote (Apoc. 5:6, 9, 12; 7:14; 12:11).

La figura del Cordero-sacerdote une en sí misma a la víctima sacrificial y al sacerdote que la ofrece.[54] Esto puede ser así porque en Apocalipsis el Cordero sacrificial, que lleva las marcas de la inmolación (Apoc. 5:6, 9, 12; 13:8), y que derrama su sangre en expiación por el pecado (Apoc. 5: 9; 7:14; 12:11), ha “vencido” (Apoc. 5: 5) con una “victoria final e ilimitada’’.[55] De este modo, es una víctima viviente que se ofrece adelante de Dios[56] en beneficio de los pecadores arrepentidos. En él se unen el sacerdote y, también, la víctima.

Cristo ministra “con su sangre”.[57] El murió y llegó a ser “el primogénito de los muertos” (Apoc. 1:5): el que vive por “los siglos de los siglos” (Apoc. 1:18). Él tiene gloria y dominio (Apoc. 1:6), es el Alfa y la Omega (Apoc. 1:8). Al igual que Dios el Padre (Apoc. 1: 8), Él es el Todopoderoso que es, que era, y que ha de venir (Apoc. 1:8). Cristo cumplió totalmente su misión en la tierra, y sobre esta base está sentado sobre el trono (Apoc. 3:21) y recibió poder para actuar[58] como Mediador y Sumo Sacerdote.[59] La sessio Christi aparece al principio del Apocalipsis porque el contenido de todo el libro se relacionará con el ministerio de Cristo en el Santuario celestial.

2. Las siete lámparas. El candelabro de siete brazos con sus siete lámparas estaba ubicado en el sector sur del lugar santo (Exo. 25: 31-40; 37:23; 40:24). Aunque no haya absoluta certeza de que las siete lámparas del Apocalipsis puedan equivaler a este candelabro de siete brazos del templo, su uso simbólico bien puede inspirarse en él. En Apocalipsis hay dos referencias a las siete lámparas en relación con el ministerio de Cristo: Apocalipsis 1:12,13 y 4: 5.

Apocalipsis 1:12, 13, afirma que Cristo sustenta a su iglesia. De tal modo que su pueblo pueda desarrollar una vida ordenada y devocional, a fin de mantener su luz encendida ante el mundo.[60] Esto es parte de la obra de Cristo en la casa del Señor y en su templo.

Apocalipsis 4:5 describe la continua obra del Espíritu de Dios. Los capítulos 4 y 5 describen el ingreso de Cristo, como Cordero y Sacerdote, en el Lugar Santísimo, y el inicio de la obra del juicio. En este momento, hay una referencia a las siete lámparas que están en el Lugar Santo. El texto dice que “ardían” (kaiomenai). El verbo kaio, utilizado aquí en el participio presente pasivo, denota que se hizo que ardieran y que se causará que continuaran ardiendo.[61] La obra de Cristo en el Lugar Santo es la causa de que las lámparas ardan hasta este momento, y desde ahora en más, esta obra en el Lugar Santísimo es la que ocasiona que las lámparas continúen ardiendo. Las siete lámparas son los siete espíritus de Dios el ministerio perfecto del Espíritu Santo (Apoc. 4: 6). El Sumo sacerdote e Hijo del hombre (Apoc. 1: 13) es el Sustentador (ho echón) del Espíritu (Apoc. 3:1) y el que lo envía a toda la tierra (Apoc. 5: 6).

Esta obra sumo sacerdotal de Cristo se refleja en la promesa que se comunica al vencedor en el mensaje a la iglesia de Sardis. El cristiano victorioso recibirá ropas blancas, (Apoc. 3:5) que representan la justicia (Apoc. 19:8). Su nombre permanecerá en el libro de la vida (Apoc. 3: 5) del Cordero y Sacerdote (Apoc. 21:27), y Cristo confesará su nombre delante del Padre (Apoc. 3: 5).

En resumen, el ministerio de Cristo, en relación con las siete lámparas, parece ser una constante actividad sustentadora de la iglesia, un permanente envío del Espíritu Santo a los creyentes y una confesión del nombre del creyente delante del Padre, para que éste pueda tener acceso permanente a su gracia.

3. El altar de oro. Hay sólo una referencia en el libro de Apocalipsis que describe el ministerio de Cristo en el altar de oro del Lugar Santo. Es Apocalipsis 8: 3-5.

Siete ángeles recibieron las siete trompetas (Apoc. 8:2). Entonces otro ángel aparece con un incensario de oro y se para ante el altar, “y se le dio (edothe) mucho incienso” (Apoc. 8:3). La voz pasiva del verbo dídomi (dar) indica que alguien le entrega el incensario al ángel. Sin duda era Cristo. Hay otro detalle importante en este verbo que no podemos pasar por alto: el aoristo, que señala una acción puntual. Esto significa que no era una práctica usual de Cristo dar el incensario a un asistente, pues él mismo generalmente lo ofrecía delante del Padre.

La única forma en que el cristiano accede a Dios es mediante la oración. Sin embargo, aún por este medio, no puede presentarse delante de Dios en su condición pecaminosa. Él es injusto; está contaminado por el pecado; es imperfecto y no tiene mérito en sí mismo. Puede orar, pero su oración tampoco tendrá mérito, será imperfecta, contaminada e injusta. Por lo tanto, no podrá acceder a Dios, a menos que el ministerio de Cristo en el Santuario celestial le abra el camino. Esto se logra cuando el Señor añade “el humo del incienso” a “las oraciones de los santos”. De este modo, las oraciones suben a la “presencia de Dios” (Apoc. 8:4).

La intercesión de Cristo ante el altar de oro abre el camino para que el hombre llegue a la presencia de Dios. Por medio del perdón, se quita el pecado de él, y el humo del incienso aparece delante de Dios en lugar de sus pecados. Este incienso representa los méritos de Cristo y la justicia que el hombre de fe recibe. De este modo, el pecador alcanza la justificación y llega a ser acepto delante de Dios. Sus oraciones sustentan su comunión con Dios. La comunión con la divinidad comienza y se mantiene por la fe y la oración del hombre, y por la constante intercesión que Cristo realiza en su beneficio.

La teología adventista del séptimo día ha enseñado que el ministerio de Cristo en el Lugar Santo del Santuario celestial comenzó con la ascensión del Señor. Esto armoniza con la descripción que se encuentra en Apocalipsis y que muestra a Cristo como primogénito de los muertos, ministrando luego de su entronización en medio de los siete candelabros y ante el altar de oro.

Además, la iglesia adventista del séptimo día enseña que, como sacerdote en la ministración diaria, Cristo presentó ante Dios la sangre de la ofrenda por el pecado con el incienso que ascendió con las oraciones de Israel; de este modo, Jesucristo, por medio de su sangre, suplica delante del Padre en beneficio de los pecadores, y presenta con su propia justicia las oraciones de los creyentes arrepentidos. Esto armoniza con la enseñanza de Juan en el Apocalipsis por la cual Cristo, por medio de su propia sangre, cubre a los pecadores arrepentidos con los blancos mantos de su justicia y añade incienso a sus oraciones en su ministerio intercesor ante el altar de oro.

El ministerio de Cristo en el Lugar Santísimo

Las referencias al ministerio de Cristo en el Lugar Santísimo aparecen en varios pasajes del libro de Apocalipsis en los que se enfatiza la actividad judicial que se realiza.

1 . La apertura: la Ley y los Registros. El inicio del ministerio de Cristo en el Lugar Santísimo del Santuario celestial se presenta en Apocalipsis 11:19 como la apertura del templo de Dios. “Y el arca de su pacto se veía en el templo”. En el santuario terrenal, el arca contenía los Diez Mandamientos (Exo. 25:16; Heb. 9: 4). Si ha de realizarse un juicio, es indispensable la presencia de la ley. La ley de Dios se utilizará para medir el templo, el altar y los adoradores al fin de los 1.260 años (Apoc. 11:1-3).

Este mismo momento se describe como la apertura de una puerta. Cuando Juan habla a la iglesia de Filadelfia, etapa que se fecha antes del comienzo de la obra de juicio de Cristo o antes del juicio investigador, escribe en nombre del Señor “que tiene la llave de la vida, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre” (Apoc. 3: 7). Su mensaje es: “He puesto delante de ti una puerta abierta” (Apoc. 3:8). Jesús cerró la puerta del Lugar Santo y abrió la puerta del Lugar Santísimo. Este es el momento cuando se tornan visibles los mandamientos de Dios.

La visión del arca del pacto se amplía en los capítulos cuatro y cinco. Comienza con la misma idea: “He aquí una puerta abierta en el cielo” (Apoc. 4:1). Luego, surge una descripción del trono de Dios (Apoc. 4:2-5:1) y del Cordero y Sacerdote que es digno de abrir el libro y también sus sellos (Apoc. 5:2-14).

A la diestra del Señor Dios Todopoderoso (Apoc. 4: 8), el Creador (Apoc. 4:11), había un libro sellado con siete sellos (Apoc. 5:1). El libro y los sellos parecían ser diferentes, aunque estaban relacionados. La diferencia aparece cuando el ángel poderoso pregunta: “¿Quién es digno de abrir el libro y de soltar sus sellos?” (Apoc. 5:2). Si los sellos son los juicios de Dios, el libro puede representar alguna clase de registros utilizados en la obra judicial.[62]

Se registran los pecados de los hombres. Juan identifica a estos registros como “los libros” (biblia, Apoc. 20:12), y “el libro de la vida” (Tó bíblion tés zóes, Apoc. 13:8; 17:8; 20:12; 21: 27). El libro de la vida es uno de los documentos que se utiliza en esta obra de juicio (el juicio investigador), porque “los libros” se abren durante el milenio (Apoc. 20:12).

Por esta razón, el juicio investigador se realiza sólo para aquellos nombres que están escritos en el libro de la vida. Los que no tienen sus nombres escritos en el libro de la vida, serán juzgados durante el milenio (Apoc. 20:12). Antes de la segunda venida de Cristo se los llama “todos los moradores de la tierra” (Apoc. 13: 8; 17:8), y durante el milenio, Juan los denomina “los muertos” (hoi nekroi). En ese tiempo, hoi nekroi son juzgados “por las cosas que están escritas en los libros, según sean sus obras” (Apoc. 20:12).

En resumen, al principio del juicio investigador se muestra a Juan la ley de Dios y el libro de registros, porque ellos desempeñan un papel muy importante en esta fase del ministerio de Cristo. El libro de la vida se utiliza durante el juicio investigador, y los otros registros, a los que Juan denomina “los libros”, serán utilizados en el juicio a los impíos durante el milenio.

2. La expiación, la vindicación, la purificación y el juicio. En los capítulos 5,14 y 15, Juan desarrolla los temas más importantes referentes a la segunda fase del ministerio de Cristo en el Santuario celestial. Este comenzó en 1844 después de la terminación de los 1.260 años (Apoc. 11:1-3, 18, 19).

El énfasis de Apocalipsis 5 se manifiesta en la expiación y la vindicación.

Este capítulo es parte de la unidad que comienza con Apocalipsis 4:1 y concluye en 8:1. Contiene la visión del trono de Dios y del Cordero que es digno de abrir el libro (Apoc. 4: 5), los seis sellos (Apoc. 6), el sellamiento (Apoc. 7), y el séptimo sello (Apoc. 8:1).

En los capítulos cuatro y cinco, Juan describe la apertura de la segunda fase del ministerio de Cristo en el Santuario celestial. Su primera actividad en el Lugar Santísimo es vindicatoria. Consiste en la proclamación de la dignidad y la victoria del Cordero inmolado (Apoc. 5: 4-6).

Después de esto, el capítulo cinco presenta tres himnos: El himno de los cuatro seres vivientes y de los veinticuatro ancianos (Apoc. 5:8-10); el himno de muchos ángeles, de los seres vivientes, de los ancianos (Apoc. 5:11, 12); y el himno de toda criatura (pan ktisma, Apoc. 5:13).

En el himno de los cuatro seres vivientes y de los veinticuatro ancianos, encontramos la obra vindicatoria y expiatoria de Cristo, una vindicación posibilitada por su propia expiación:

“Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque [hoti] tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes; y reinaremos sobre la tierra” (Apoc. 5: 9, 10)

En primer lugar, digamos que el himno proclama la vindicación de Cristo,[63] cuando dice que es digno pues por su sangre proporcionó una expiación para los redimidos.[64] También proclama la vindicación de los redimidos, y estos llegan a ser reyes y sacerdotes para Dios,[65] y reinarán sobre la tierra.

En los otros dos himnos del capítulo cinco, se repite el tema de la vindicación del Cordero: él es digno porque fue inmolado para la redención de los santos (Apoc. 5: 9), y por lo tanto es digno de recibir el poder, el honor y la gloria (Apoc. 5: 12). El mismo tema se evidencia en el himno entonado por la gran multitud vestida con los blancos mantos de justicia, que está parada ante el trono y ante el Cordero (Apoc. 7:9-13) diciendo: “la salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero” (Apoc. 7:10, 12).

En estos tres himnos se presenta el tema de la gloria del Cordero (Apoc. 5:12, 13; 7:12). Zacarías ofrece la idea de la gloria de Cristo al mismo tiempo que describe el señorío y el sacerdocio del Mesías (Zac. 6: 3). La gloria de Cristo es la redención de la raza caída, y el Señor se sienta junto al Padre en su trono como sacerdote para unir al hombre con Dios.

La vindicación del Cordero (Apoc. 5:9, 12, 13), “del que está sentado en el trono” (Apoc. 5:13), y de los redimidos (Apoc. 5: 9), junto con la expiación realizada por la sangre del Cordero inmolado (Apoc. 5:9, 12), son las ideas principales que se presentan al comienzo del ministerio de Cristo en el Lugar Santísimo. Estrechamente vinculadas están las ideas de la purificación (Apoc. 5: 9; 7:14) y del juicio (Apoc. 11:18).

Apocalipsis 14 y 15 enfatizan en la purificación y en el juicio. Apocalipsis 14 comienza con la visión de los 144.000 (Apoc. 14:1-5), continúa con la descripción de lo que todos los creyentes debieran hacer durante el tiempo del juicio investigador (Apoc. 14:6-13), y concluye describiendo los eventos finales de este juicio (Apoc. 14:14-20). Su tiempo se extiende inmediatamente después de la hora del juicio, momento que según el texto ya comenzó (elthen, Apoc. 14: 7), hasta el momento cuando se pisa el lagar de la ira de Dios “fuera de la ciudad” (Apoc. 14: 19, 20).

Parece apropiado presentar lo que los creyentes debieran estar haciendo durante el juicio investigador, con la visión de los 144.000 parados en el Monte de Sión (Apoc. 14:1), porque ellos forman parte del grupo sellado durante este tiempo (Apoc. 14: 4) y además lavaron sus mantos y los emblanquecieron en la sangre del Cordero (Apoc. 7:14, 15).

Los 144.000 entonan un “cántico nuevo” (Apoc. 14: 3), que está relacionado con el canto del capítulo 15. En el capítulo 14 no se menciona la letra del himno, pero se la ofrece en el capítulo 15 donde se describe a la compañía como “los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen, y su marca, y el número de su nombre” (Apoc. 15:2). Juan utiliza este himno en el capítulo 15 para introducir las siete plagas que serán derramadas inmediatamente después de la culminación del ministerio de Cristo en el Lugar Santísimo.

En el nuevo canto (Apoc. 14: 3), el canto de Moisés y el canto del Cordero (Apoc. 15:3) -un canto de liberación-, y en la descripción de los 144.000, se repite que la actividad de Cristo es vindicatoria y expiatoria. A quienes forman este grupo se los denomina los redimidos, o los que fueron comprados (hoi egorasmenoi, Apoc. 14:3). Como se demuestra en el capítulo cinco, ésta es la expresión que se utiliza para indicar la obra expiatoria de Cristo. Los 144.000 son sellados mientras Cristo está trabajando en el Lugar Santísimo. En ese momento, la expiación se aplica a ellos, lo que significa que Cristo está realizando la obra expiatoria.

La vindicación de los 144.000 se manifiesta por múltiples expresiones. Siguen al Cordero dondequiera que va (Apoc. 14:4), son los primeros frutos para Dios y para el Cordero (Apoc. 14: 4), y en su boca no se halló engaño (Apoc. 14:5), están sin mancha delante del trono (Apoc. 14: 5) y lograron la victoria sobre la bestia y su imagen (Apoc. 15:2).

El Señor Dios Todopoderoso, Rey de los santos, también es vindicado plenamente: “Grandes y maravillosas son tus obras… justos y verdaderos son tus caminos” (Apoc. 15: 3), “¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? pues sólo tú eres santo”, y “tus juicios se han manifestado” (Apoc. 15: 4). “Justo eres tú, oh Señor, el que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas” (Apoc. 16: 5).[66] Esta vindicación es posible porque el Cordero les dio su propio cántico, la experiencia de liberación y la victoria (Apoc. 15: 3). Les trasmitió esta experiencia mientras realizaba su obra en el Lugar Santísimo.

En este tiempo, el pueblo de Dios debiera seguir al Cordero en cada una de las actividades de su vida. Debieran ser impolutos (Apoc. 14: 4) y lavar sus vestiduras y emblanquecerlas en la sangre del Cordero (Apoc. 7:14). Debieran predicar el Evangelio eterno “a los moradores de la tierra” (Apoc. 14:6). Debieran anunciar la hora del juicio que ha venido (Apoc. 14: 7) y vivir en armonía con este acontecimiento. Debieran proclamar la caída de Babilonia (Apoc. 14: 8) y obtener la victoria sobre la bestia, sobre su imagen, y sobre su marca, no adorando a la bestia (Apoc. 14:9), sino preparándose para el tiempo en que la ira de Dios sea derramada cuando se ejecute el juicio divino (Apoc. 14:10). Debieran tener la paciencia de los santos y guardar los mandamientos de Dios (Apoc. 14:12). La fe en Jesús es el único modo de desarrollar esta clase de vida (Apoc. 14:12), fe en la sangre del Cordero para vencer al gran dragón (Apoc. 12:11), porque en la victoria del Cordero sólo los fieles, los escogidos y los llamados estarán “con él” (Apoc. 17:14).

Durante el ministerio de Cristo en el Lugar Santísimo, como se presenta en Apocalipsis 5, 14 y 15, se vindica totalmente a Dios como el hacedor de obras maravillosas, y como justo y verdadero. Los 144.000, como los primeros frutos de la redención de Cristo, también son vindicados por la sangre del Cordero que los purifica. También se evidencia la obra de limpieza del pecado, de purificación, de expiación, y, especialmente, de juicio, porque los juicios de Dios se manifiestan y la hora de su juicio ha llegado.

3. El fin: la justicia y la vindicación total. El fin del juicio investigador aparece en diferentes pasajes. Hacia el fin del sexto sello, los pecadores de todos los estratos de la sociedad ven en el terremoto escatológico[67] un anuncio del día de la ira del Cordero (Apoc. 6:15-17). Hacia el fin de la séptima trompeta llega (elthen) el día de su ira, al que se describe como “el tiempo de juzgar a los muertos”, y para que los siervos de Dios -los profetas y los santos- sean galardonados (Apoc. 11: 18). Es decir, que se ejecute el juicio. Sin embargo, antes de que esto ocurra y antes de la declaración final de Cristo culminan la purificación del santuario en su esfera celestial y la expiación. “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo sea inmundo todavía, y el que es justo practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía” (Apoc. 22:11). En este momento concluye el juicio investigador, y la humanidad queda dividida radical y permanentemente en dos grupos: los justos y los impíos.

Este es el momento en que se derraman las siete plagas (Apoc. 15: 5-16:17) con la ira de Dios (Apoc. 15: 7). Mientras Cristo abandona el Santuario (Apoc. 15:5), tres ángeles, obedeciendo a una voz que sale del Lugar Santísimo (Apoc. 16:1), derraman las plagas. Un ángel proclama la justicia de los juicios divinos (Apoc. 16:5), y mientras Cristo abandona el Lugar Santo, una voz sale del altar afirmando que los juicios del Señor Todopoderoso son verdaderos y justos (Apoc. 16:7). Los últimos cuatro ángeles derraman las plagas (Apoc. 16: 8-17) en el tiempo en que se juzga a la gran Babilonia (Apoc. 18:8, 10).

En el cielo hay mucha alabanza al Señor nuestro Dios -porque verdaderos y justos son sus juicios-, porque juzgó (ekrinen) a la ramera (Apoc. 19: 2). Los cielos se abren y el Fiel y Verdadero, juzga y guerrea en justicia. Monta un corcel blanco y sale del cielo (Apoc. 19:11). Es el Rey de reyes y Señor de señores (Apoc. 19: 16).

La segunda venida de Cristo tiene el propósito de ejecutar juicio. Este tendrá dos partes. En la primera, Cristo vendrá en una nube blanca, con una corona de oro en su frente y una hoz aguda en su mano (Apoc. 14: 14). Viene para cosechar el fruto del verano, representado por quienes aceptaron la mediación de Cristo en el Santuario celestial (Apoc. 14:15). En el servicio típico, el sumo sacerdote, luego de haber hecho expiación por Israel, salía y bendecía a la congregación. Así también Cristo, al concluir su obra mediadora, aparecerá “sin relación con el pecado” (Apoc. 9: 28), para bendecir con la vida eterna al pueblo que lo espera.

La segunda parte de la ejecución del juicio se describe simbólicamente por medio de la “vendimia” de “los racimos de la tierra” (Apoc. 14: 18), que se realizaba en otoño. Este juicio cae sobre los impíos que son echados en el lagar de la ira de Dios (Apoc. 14:19). Esta segunda parte del juicio ejecutivo ocurrirá al fin de los mil años (Apoc. 20: 13, 15). Entonces los impíos resucitarán de los muertos (Apoc. 20: 5) y aparecerán delante de Dios para la ejecución del juicio.

La vindicación de Dios es total porque Él “recompensará” a cada uno según sus obras” (Apoc. 22:12). Los justos ya han sido totalmente vindicados porque ellos, luego de ser reconciliados con Dios por Cristo, “guardan sus mandamientos”, y tienen derecho “al árbol de la vida” y pueden entrar en la ciudad (Apoc. 22:14).

Finalmente, el tiempo ha llegado para que el pueblo de Dios manifieste una comunión abierta con el Padre y el Hijo. Este era el objetivo de la muerte expiatoria de Cristo y el propósito de su ministerio tanto en el Lugar Santo como en el Lugar Santísimo, del Santuario celestial. Este propósito se cumplió totalmente pues “ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios” (Apoc. 21: 3).

El ministerio de Cristo en el Lugar Santísimo presentado en el Apocalipsis como la obra que El realiza en el naós (templo), introduce su obra de juicio. La teología adventista del séptimo día ha descripto esta obra como el juicio investigador. Esta actividad comienza con la demostración del arca del pacto. El “libro de la vida” y “los libros” aparecen como los registros. Esto establece el marco del juicio para la obra intercesora de Cristo en la segunda fase de su ministerio.

El libro de Apocalipsis muestra específicamente que esta segunda fase de la obra de Cristo es expiatoria, vindicatoria, purificatoria y judicial, todo lo cual ha sido claramente enseñado por la teología adventista del séptimo día. Esta teología armoniza con las referencias al Santuario y a la obra de Cristo, como se presenta en el libro de Apocalipsis.

Conclusión

Nuestro estudio del Santuario-templo en el libro de Apocalipsis demuestra que su existencia en el cielo es una realidad claramente evidenciada a través del libro. Hay dos secciones donde Cristo ministra: el thusiasterion (altar) y el naós (templo).

Su ministerio en el thusiasterion (altar) era una labor intercesora y de aplicación de sus méritos y carácter a los que aceptaban por la fe el sacrificio del Cordero que ahora es el sacerdote. Esta primera fase del ministerio de Cristo iniciada en su sessio -su entronización luego de la resurrección (Apoc. 1:5, 18)-, culmina después de la sexta trompeta (Apoc. 11:1-3, 18, 19) y en la época del surgimiento de la séptima iglesia (Apoc. 3: 8; 4:1; 11:19).

El ministerio de Cristo en el naós (templo) es una labor expiatoria, purificatoria, vindicatoria, y especialmente judicial. Esta segunda fase de su ministerio no conduce hacia el fin de su actividad intercesora, ni concluye con la aplicación de sus méritos en beneficio del pecador arrepentido, ni termina con el envío del Espíritu Santo a su iglesia en la tierra, porque ahora hay una puerta abierta para los hombres, lo que involucra la operación total de todas estas actividades. Cuando Cristo concluya el juicio investigador, entonces se producirá la ejecución de este juicio: sobre los cristianos victoriosos durante la segunda venida de Cristo, y sobre los impíos al final del milenio.

El ministerio de Cristo en el Santuario celestial debiera tomarse en consideración cuando se estudie el contenido total del libro de Apocalipsis, porque cada una de estas secciones aparece vinculada a una parte específica del Santuario.


Referencias

[1] Mateo 17:4; Marcos 9:5; Lucas 9:33; 16:9; Hechos 7: 43, 44; 15:16; Hebreos 8: 2, 5; 9:2, 3, 6, 8, 11, 21; 13:10; Apocalipsis 13: 6; 15: 5; 21: 3

[2] A. Feuillet, dice: “La Epístola a los Hebreos y el Apocalipsis tienen una indudable y conocida similitud”, en “Les Chrétiens pretres et rois d’aprés ’Apocalypse”, Revue Thomiste 75 (1975): 41. C. Spicq expresa la misma idea en L’Epitre aux Hebreux (París, 1952), t. 1, 114-116, 120, 136-138.

[3] James Moffat, “The Revelation of  St. John the Divine”, en W. Robertson Nicoll, The Expositor’s Greek Testament (Grand Rapids, Mich., 1976, t. 5, págs. 431. Wilhelm Michaelis, “Skene”, Theological Dictionary of the New Testament (Grand Rapids, Mich., 1971). Pág. 378. (De aquí en adelante nos referiremos a esta obra con TDNT.)

[4] Apocalipsis 3:12; 7:15; 11:1, 2, 19; 14:15; 17; 15:5, 6, 8 (dos veces); 16: 1, 17; 21:22.

[5] Apocalipsis 11:2; 14: 15; 15: 6, 8; 16: 1, 17; 21: 22.

[6] * Apocalipsis 11:2; 14:15; 15:6, 8; 16:1, 17; 21:22.

[7] Apocalipsis 11:1; 3:12; 7:15; 11:19.

[8] 8O. Michel, “Naós”, TDNT, t. 4, pág. 882.

[9] Marcos 13:3; Mateo 12:6; Hechos 24:6; 25:8; 1 Corintios 9:13.

[10] Gottlob Schrenk, “Hieros, to hieron”, TDNT, t. 3, págs. 235-237

[11] Ibid, pág. 234.

[12] Hebreos 9: 12, 24, 25; A. P. Salom, “Ta Hagia in the Epistole to the Hebrews”, Andrews University Seminary Studies 5: 1 (1967): 59-70

[13] Richard C. Trench, Synonyms of the New Testament (Grand Rapids, Mich., 1966), pág. 11.

[14] La división más tradicional del Apocalipsis en dos partes ubica a la división del libro hacia el fin del capítulo 11. Los capítulos 1-11 son históricos y 12-22 son escatológicas. H. B. Sweete llama a la primera división el “Primer Apocalipsis”, y a la segunda parte el “Segundo Apocalipsis”. The Apocalypse of John (Londres, 1907), ff.  La misma división se encuentra en E. B. Alio, Saint Jean, L’Apocalypse (París, 1921) y Andró Feuillet, L’Apocalypse: Etat de la question (Paris, 1963). R. L. Thomas divide al libro en tres partes la visión del Cristo glorificado, el capítulo 1; la condición actual de la iglesia, los capítulos 2 y 3; y una revelación del futuro, los capítulos 4-22, en “John’s Apocalyptic Outline”, Biblioteca Sacra 123 (1966): 334-341. Elisabeth Schüssler Fiorenza, publicó dos artículos sobre este tema, el primero, “The Eschatology and Composition of the Apocalypse”, CBQ 30 (1968): 537-569; y el segundo, “Composition and Structure in the Book of Revelation”, CBQ 39 (1977): 344-366. Estableció que el punto de vista metahistórico de Juan trasciende el de la historia de la salvación porque se concentra específicamente en el breve lapso del tiempo del fin. Ella propone una estructura concéntrica-simétrica, siendo el sector central Apocalipsis 10:1-15:4. A. 1:1-8; B. 1:9- 3:22; C. 4:1-9: 21; 11:15-19: D. 10:1-15: 4; C 15:1, 5-19:10; B’ 19:11-22:9; A’ 22:10-22:21. U. Vanni, La Struttura Letteraria dell’ Apocalisse (Roma, 1971), dice que la perspectiva escatológica del libro es metahistórica; no se trata de una cuenta regresiva fundamentada en “un reloj y en tiempo calendario”, sino que es una visión integrada y profética del Día del Señor (véase especialmente las págs. 243, 244, 250, 251). Charles H. Giblin en “Structural and thematic correlation in the theology on Revelation 16-22”, Biblica 55 (1974): 487- 504, dice que el interés de Juan se concentra desde el mismo comienzo del libro, en la revelación que recibe antes que en el modo de comunicación angélico. Favorece un enfoque teológico-literario que lo fundamenta en Apocalipsis 22: 6. Descubre dos revelaciones angélicas. La primera en Apocalipsis 17:1-19:9, 10 que describe los aspectos negativos del juicio divino, la segunda en 21:9-22:6-9, expresa una trascendencia supra angélica, y por lo tanto divina, un testimonio, es decir una revelación de Jesús mismo, El que pronto vendrá para galardonar o pagar según fuere la obra de cada uno. Compartimos el criterio de Kenneth Strand, “Chiastic Structure and Some Motifs in the Book of Revelation”, AUSS 16 (1978): 401-408, porque la forma en que estructura el libro parece estar más en armonía con el contenido. Divide al Apocalipsis en dos secciones, además de un prólogo y un epílogo: A. Prólogo (1:1-11); primera sección (serie histórica); B. Iglesia Militante (1:12-2:22), C. El progreso de la obra salvadora de Dios (4:1-8:1), Da. Las trompetas advierten (8; 2-11: 18), Db. La agresión de las fuerzas del mal (11:19- 14:20); Segunda sección (serie de juicios escatológicos), Da’ Los castigos por medio de las plagas (15:1-16:21), Db’ El juicio a las fuerzas del mal (17:1-18:24), C Se completa la obra salvadora de Dios (19:1-21:4), B’ La iglesia triunfante (21:5-22: 5); A Epílogo (22:6-21).

[15] Robert Jamieson, A. R. Fausset, David Brown, A Commentary Critical and Explanatony of the Whole Bible -(de aquí en adelante lo denominaremos CCEONT)- (Grand Rapids, Mich., s.f.), pág. 575, dice: “El altar del incienso, por sí solo estaba en el santuario (griego, naós)”.

[16] K. Deissner, “Metron, ametros, metreo”, TDNT, t. 4, pág. 632.

[17] Ibid. pág. 633.

[18] Ibid., pág 634

[19]O  Michel, “Naos”. TDNT, t. 4, págs. 880-890; cf. Iván Barchuk, Explicación del Libro del Apocalipsis (Barcelona, 1978), pág. 114.

[20] J. Behm, Die Offenbarung des Johannes, NT Deutsch (1935), pág. 58

[21] O. Michel, TDNT, t. 4, pág. 888.

[22] Charles H. Giblin, “Structural and thematic correlation in the theology of Revelation 16-22”, Biblica 55 (1974): 409.

[23] 23A. R. Fausset, “Revelation”, CCEONT, t. 2, pág. 575.

[24] En la LXX, se traduce 101 veces la palabra mud como stulos. Si desea considerar algunas pocas excepciones, vea D. W. Gooding, The Account of the Tabernacle, Translation and Textual Problema ofthe Greek Exodos (1959), págs. 20, 21.

[25] Job 9: 6; 28:6; 26:11.

[26] Éxodo 14:19, 20; 19:9; Números 14:14; Nehemías 9:12, 19.

[27] El vocablo ‘‘columna” aparece en cuatro versículos del NT: Gálatas 2: 9; 1 Timoteo 3:15; Apocalipsis 3:12; 10:1. Con respecto al empleo rabínico del vocablo, véase Strack, Billerbeck, Kommentar, t. 3, pág. 537.

[28] Lucien Cerfaux, Jules Cambier, El Apocalipsis de Juan leído a los cristianos (Madrid, 1972), pág. 42.

[29] Ezequiel 48: 35; Herbert G. May, “The Book of Ezekiel”, The Interpreter’ Bible (Nueva York, 1956), t. 6, pág. 338: Isa. 62:2, 4, James Muilenburg, “The Book of Isaiah”, The Interpreter’s Bible (Nueva York, 1956), t. 5, pág. 718.

[30] Strack, Billerbeck, Kommentar, t. 2, pág. 797; C. H. Dodd, The Interpretation of the Fourth Gospel (Cambridge, 1968), pág. 350; Juan 4:26; 8:24, 28, 58; 12: 19; R. E. Brown, The Gospel according to John (Garden City, Nueva York, 1970), págs. 533-538; J. H. Bernard, “Gospel according to St. John”, The International Critical Commentary (Edinburgo, 1976), t. 1, cxvii- cxxi; H. Simmermann, “Das absolute ‘Ego Eimi’ ais die neu testamentliche Offenbarungsformer”, Biblische Zietschrift 4 (1960): 54-69; A. Feuillet, “Les ‘Egó eimi’ christologique du quatrieme Evangile”, Recherches de Science Religieuse 54 (1966): 5-22; 213-240; M. Veloso, El compromiso cristiano (Florida, Argentina, 1975), págs. 186-191.

[31] En Apocalipsis 21:3, Juan afirma que una voz anunció la existencia del tabernáculo de Dios en la ciudad de la Nueva Jerusalén. ¿Cómo se puede resolver esta aparente contradicción? Apocalipsis 21:3, se refiere a la presencia de Dios en la tierra nueva, y a la ciudad como el lugar de morada porque el skene (tabernáculo) es la habitación de Dios. Por otra parte, Apocalipsis 21: 22, forma parte de una descripción de la Nueva Jerusalén cuando ya el pecado no exista. Por lo tanto, en ese tiempo, el templo (naos) ya no existe como elemento vinculado a la eliminación del pecado

[32] H. Wenschkewits, “Die Spiritualisierung der Kultusbegnffe Tempel, Priester und Opfer im NT”, Angelos 4 (1932): 219.

[33] Cerfaux, Cambier, El Apocalipsis, pág. 234.

[34] Trench, Synonyms, pág. 165.

[35] Helmuth Traub, “Ouranos”, TDNT, t. 5, pág. 530.

[36] Charles H. Giblin, “Correlation”, pág. 491

[37] Iván Barchuk, Explicación del Libro del Apocalipsis (Tarrasa, Barcelona, 1978), pág. 107: “La salvación aún no está concluida”.

[38] Zondervan, The Analytical Greek Lexicon (Grand Rapids, Mich., 1967), pág. 143.

[39] Iván Barchuk, Explicación, pág. 114

[40] Dana Mantey, Grammar, pág. 79.

[41] Blass, Debrunner, Grammar, pág. 167.

[42] Arthur Jeffery, “The Book of Daniel”. The Interpreter’s Bible (Nueva York, 1956), t. 6, pág 461.

[43] Cerfaux, Cambier, El Apocalipsis, pág. 31; Joseph Comblin, Cristo en el Apocalipsis (Barcelona, 1969), págs. 89, 93, 96.

[44] Comblin, Cristo, pág. 264; Trench, Synonyms, pág. 187, Thayer, Lexicón, pág. 254.

[45] Iván Barchuk, Explicación, pág 114; “El trono en el cielo corresponde al arca en el tabernáculo”.

[46] J. Jeremías, “Amno”, TDNT, t. 1, págs. 338-340

[47] Algunas de las obras publicadas antes de 1960 son: A Briggs, The Messiah of the Apostles (Edimburgo, 1985), págs. 284- 308; A. Schlatter, Das Alte Testament in der johanneischen Apokalipse (Gútersloh, 1912), págs. 32-56, H. W. Tribble, “The Christ of the Apocalypse”, Review and Expositor 4 (1943): 167-173; R. B. Y. Scott, “Behold He Cometh with Clouds”, New Testament Studies 5 (1958): 127-132; E. Schmitt, “Die Christologische Interpretation aus das Grundlengende derApokalypse”, Theologische Quartalschrift 140 (1960): 257- 290. En la década del sesenta se hicieron estudios más completos acerca de la Cristología del Apocalipsis: Traugott Holz, Die Christologie der apokalypse des Johannes (Berlín, 1962); Joseph Comblin, Le Christ dans Apocalypse (Tournai, 1965), Cristo en el Apocalipsis (Barcelona, 1969); R. L. Thomas, “The Glorified Christ on Patmos”, Bibliotheca Sacra 122 (1965): 228-236; N. Hillyer, “ ‘The Lamb in the Apocalypse”, Evangelical Quarterly 39 (1967): 228-236; V. B. Miller, Messias und Menshensohn in jüdischen Apocalypsen und in der Offenbarung des Johannes (Gútersloh, 1972); Francois Bovon, “Le Christ del’Apocalypse”, Revue de Théologie et de Philosophie 21 (1972): 65-80; S. Sabugal, “El título Christos en el Apocalipsis”, Augustinianum 12 (1972): 319-340; J. C. Leardi, “El Cristo total en el Apocalipsis”, Revista Biblica 39 (1977): 253-281.

[48] F. Bovon, “Le Christ”, pág. 66; S. Sabugal, “Christos”, pág. 319; Charles H. Giblin, “Correlation”, pág. 409; J. Comblin, Cristo, pág. 24.

[49] J. Comblin, Cristo, pág. 42; F. Bovon, “Le Christ”, pág. 67; T. Holtz, Christologie, págs. 27-54; H. Hillyer, “The Lamb”, pág. 228; V. B. Müller, Messia, págs. 162-165.

[50] Apocalipsis 5:6, 8, 12, 13; 6:1, 16; 7:9, 10, 14, 17; 12:11; 13:8; 14:1, 4, 10; 15:3; 17:14; 17:7, 9; 21:9, 14, 22, 23, 27; 22:1, 3, 14.

[51] . Jeremías, “Amnos, aren, arnion”, TDNT, t. 1, pág. 341.

[52] J. Comblin, Cristo, pág.65

[53] J. Massyngberde Ford, “For the testimony of Jesús is the Spirit of Prophecy”, The Irish Theological Quarterly 42 (1975): 290; Elizabeth Schüssler Fiorenza, “Redemption as liberation: Rev. 1: 5 and 5: 9”, The Catholic Biblical Quarterly 36 (1974): 228.

[54] Con la idea de que los títulos de Apocalipsis 1: 5 representan la pasión, la resurrección y la ascensión de Cristo, Feuillet concluye diciendo que el Apocalipsis representa a Cristo como sacerdote y como víctima, para liberar al hombre del pecado por medio de su sangre. A. Feuillet, “Les chrétiens pretes et rois d’apres L’Apocalypse”, Revue Thomiste 75 (1975): pág. 46. Véase también E. Lohmeyer, Die Offenbarung des Johannes (Gotinga, 1966), pág. 15; A. Wikenhauser, Die Offenbarung des Johannes (Ratisbona, 1959), pág. 29; A. Farrer, The Revelation of John the Divine (Oxford, 1964), pág. 62.

[55] O. Bauernfemd, “Nikao “, TDNT, t. 4, pág. 944.

[56] Comblin, Cristo, pág. 264-266.

[57] “al que nos amó, y nos lavó (lysanti) de nuestros pecados con su sangre” (Apoc. 1:5). Elizabeth Schüssler Fiorenza, “Redemption”, pág. 220. “Lysanti se utiliza sólo aquí en el NT. Sin embargo, comparte su raíz con expresiones como lytron, lytrousthai o apolytrosi. Estas palabras se emplean en conexión con haima para denotar la redención (Rom. 3: 24-26; Efe. 1:7; Heb. 9: 12; 1 Ped. 1: 19)” (pág. 225). Pero esta redención, según E. S. Fiorenza, tiene que ser comprendida “en términos políticos y en categorías socio-económicas” (pág. 220). André Feuillet, en armonía con Alio, Lohmeyer, Cerfaux, Cambier, C. B. Caird, T. Holz y J. Comblin, se oponen a este enfoque. Véase A. Feuillet, “Les chrétiens pretres et rois d’apres l’Apocalypse”, Revue Thomiste 75 (1975): 56.

[58] MG C. Berkouwer, The Work of Christ (Grand Rapids, Mich., 1965), págs. 224-226.

[59] John Calvin, Institutions of the Christian Religion (Grand Rapids, Mich., 1966), t. 2, pág. 619.

[60] 80 Adam Clarke, Commentary (Nueva York, 1832), t. 6, pág. 973.

[61] Blass, Debrunner, Grammar, págs. 318-339.

[62] En el servicio religioso diario, el sacerdote tomaba fuego del altar en el incensario de plata, pero en el Día de la Expiación, lo hacía con el incensario de oro. Clarke, Commentary, t. 6, pág. 999.

[63] Otto Michel, “Sfrazo, sfagé”, TDNT, t. 7, pág. 934.

[64] Friedrich Büchsel, “Agorazo, exagorazo”, TDNT, t. 1, pág. 125; S. Sabugal. “Christos”, pág. 330.

[65] Herbert Braun, “Poieo”, TDNT, t. 6, pág. 464.

[66] Peter Staples, “Rev. XVI 4-6 and its Vindication Formula”, Novum Testamentum 14 (1972): 283, 285.

[67] Richard Bauckham, “The eschatological earthquake in the Apocalypse of John”, Novum Testamentum 19 (1977): 226. En el Apocalipsis de Juan los terremotos son heraldos de “la venida de Dios en juicio”.