Promediaban los años treinta cuando comenzó lo que ahora conocemos como el Movimiento Bíblico Católico. Según el sacerdote brasileño Guillermo Baraúna, esta nueva orientación tuvo su origen en las relaciones que trabaron sacerdotes católicos y pastores protestantes alemanes cuando compartieron los campos de concentración donde los recluyeron los nazis.[1] Debido a ese ambiente de intolerancia, el prelado alemán Mons. Dr. Juan Straubinger, uno de los propulsores del movimiento en favor de la divulgación de las Escrituras (conocido en alemán como Bibelwerk), tuvo que salir de su patria en 1938 para dirigirse a la Argentina en busca de libertad religiosa. Esta circunstancia permitió que la versión Straubinger se preparara y publicara en Sudamérica.

 Aunque no conozcamos todas las raíces del Movimiento Bíblico Católico, hay un hecho que podemos comprobar fácilmente: es innegable que en los países donde predomina el catolicismo -o por lo menos en buen número de ellos- ahora existe una atmósfera favorable para la difusión de la Biblia y su lectura pública y privada; algo muy diferente de lo que sucedía hace tres cuartos de siglo o más.

 De acuerdo con la autorizada información que nos proporciona el sacerdote Baraúna, la nueva tendencia dio como una de sus primicias la preparación, en francés, de la Biblia de Mardesous,[2] la primera en editarse en ese idioma después de la Segunda Guerra Mundial. Esta traducción fue seguida por otras tres versiones importantes. Asimismo, ese expositor afirma que muchos de los círculos bíblicos católicos también reconocen su origen en la obligada convivencia de sacerdotes y pastores dentro de las alambradas de varios campos de concentración.[3]

 En nuestro idioma, la nueva corriente ha provocado en las esferas católicas la preparación, traducción, impresión y distribución de varias nuevas versiones de la Biblia.

 Enumeraremos las más conocidas. En 1944 apareció la primera edición de la Biblia de Nácar-Colunga. En 1947 se publicó la versión Bover-Cantera que, hasta que comenzó a circular la Biblia de Jerusalén, fue la única Biblia de estudio en nuestro idioma. Entre 1948 y 1951, se editó en la Argentina, en cuatro tomos, la versión del Dr. Straubinger, cuyas notas exegéticas -muy diferentes de las que usualmente podían encontrarse en Biblias de origen católico, despertaron una viva simpatía en muchísimos evangélicos e, indudablemente, determinaron que esas notas fueran suprimidas en ediciones posteriores. En 1964 comenzó a circular la traducción de la Biblia del escriturista español Serafín de Ausejo y colaboradores: meritorio esfuerzo por trasladar al lenguaje popular de España el texto de las Escrituras. También en 1964 se editó la versión de Evaristo Martín Nieto y colaboradores. Entre 1964 y 1967, la Editorial Códex puso en circulación, en forma de fascículo y con muchas y costosas ilustraciones, la versión presidida por el Dr. Alejandro Diez Macho, prestigioso escriturista español. En 1966, comenzó a difundirse un Nuevo Testamento, traducido por el poeta español José María Valverde y revisado por el erudito, también español, Luis Alfonso Schokel. En 1967 apareció en España otra traducción del Nuevo Testamento realizada por el sacerdote Carlos de Villapadierna. También en 1967 se publicó en España la primera edición de la Biblia de Jerusalén (dirigió el equipo de doce traductores José Angel Ubieta), cuyos valores y amplia influencia son apreciados por muchísimos lectores. En 1968 se editó en la madre patria un Nuevo Testamento llamado “ecuménico”, por haber participado en su preparación eruditos católicos y protestantes presididos por Serafín de Ausejo. También en 1968 se publicó en la Argentina la primera edición de un Nuevo Testamento que lleva el nombre de Libro de la Nueva Alianza.[4] Son responsables de esta traducción los presbíteros Levoratti, Perdía y Trusso, secundados por varios colaboradores. En 1971, sin nombre de traductor, comenzó a circular en España un Nuevo Testamento llamado Versión Moderna. También en 1971 se editó en España el Nuevo Testamento traducido por Felipe de Fuenterrabía. En 1972 se publicó en Chile la primera edición de la Biblia para Latinoamérica, cuya traducción y notas dependieron del sacerdote Ramón Ricciardi. En 1973 comenzó a circular el Nuevo Testamento de la Biblia de las Américas. En 1975 se publicó en España la Nueva Biblia Española. También en 1975, apareció en la madre patria la versión Cantera-Iglesias. En 1976 se editó la adaptación para Hispanoamérica de la Nueva Biblia Española, versión que es obra de los escrituristas Luis Alfonso Schokel y Juan Mateos, acompañados por doce colaboradores. En 1980 empezó a circular en la Argentina la Biblia titulada El Libro del pueblo de Dios, traducción de los escrituristas Levoratti y Trusso secundados por nueve colaboradores. También en 1980 se publicó La Nueva Biblia para Latinoamérica (quizá por error de impresión su título reza: “La Nueva Biblia Latinoamérica’’), que es obra de los sacerdotes Ramón Ricciardi y Bernardo Hurault, además de un grupo de colaboradores que han preferido que no se divulguen sus nombres. Es la misma versión que vio la luz en 1972 -a cuyo título se le ha añadido el adjetivo “nueva”-, pero se le han suprimido algunas ilustraciones que, en su momento, provocaron gran revuelo en la Argentina y quizá en otros países hispanoamericanos.

 No sería provechoso tratar de continuar con esta enumeración pues, además de ser incompleta, resultaría demasiado larga y deficiente, ya que, con relativa frecuencia, en nuestro idioma siguen publicándose nuevas versiones de las Escrituras, o del Nuevo Testamento, y a veces nuevas ediciones que implican revisiones considerables y ampliaciones.

 Además de todas estas Biblias y estos Nuevos Testamentos, obra de autores católicos que, por lo tanto, responden a su ambiente y sus modalidades, en 1966 apareció el Nuevo Testamento de las Sociedades Bíblicas Unidas titulado Dios llega al hombre, del tipo de las versiones llamadas “populares”. En 1979 se editó la Biblia completa en “versión popular” con el nombre de Dios habla hoy. Debe aclararse que el texto del Nuevo Testamento de esta Biblia no es el de Dios llega al hombre. Son parecidos por su estilo, pero están lejos de ser ¡guales. También en 1979 -para sorpresa y contrariedad de muchos evangélicos- ha comenzado a circular una edición de Dios habla hoy que contiene los siete libros tradicionalmente llamados “apócrifos” en el ambiente protestante. En esta edición, los libros controvertidos han sido colocados bajo el epígrafe de “deuterocanónicos” en una sección aparte entre los dos Testamentos, precedidos por una nota introductoria. Es necesario destacar que las Sociedades Bíblicas Unidas siguen publicando Biblias sin “apócrifos”, tal es su regla general. La edición en que están incluidos, en nuestro idioma, es una excepción. Se los ha publicado por pedido especial y en condiciones también especiales, largas de enumerar ahora.

 Al margen de todo este material bíblico, han comenzado a editarse algunas paráfrasis de las Escrituras. Sin duda tienen buena intención quienes así proceden, pero es evidente que esas paráfrasis son peligrosas pues pueden provocar desviaciones pronunciadas -al distorsionar la exactitud- del mensaje divino que se pretende hacer llegar así a los lectores quizá menos versados. En castellano, una de esas ediciones es la de un Nuevo Testamento, impreso por la editorial española Logoi, que comenzó a difundirse en 1973 y es una adaptación de la Living Bible (“Biblia viviente”). Esta paráfrasis puede llevar algún buen mensaje a quienes nunca han leído la Palabra divina; pero sería injusto que ocupara el lugar que sólo corresponde a la límpida Escritura que Dios inspiró a los instrumentos humanos elegidos por él.

Otro tipo de publicaciones

 Dentro del ambiente católico, esta nueva tendencia ha hecho posible la preparación y publicación, en 1963, de la Enciclopedia Bíblica de Ediciones Garriga, de Barcelona. Su dirección técnica estuvo a cargo del escriturista español Alejandro Diez Macho, asociado con Sebastián Bartina. Esta obra, en seis tomos, es fruto de la colaboración de 289 autores; entre ellos el Dr. Sigfried H. Horn, profesor adventista, erudito en arqueología y en lenguas bíblicas.

 También es digno de mención el Diccionario de la Biblia, de Serafín de Ausejo, cuya primera edición fue publicada en 1963 por Herder S. A., de Barcelona.

 En nuestro idioma, actualmente hay dos obras de origen católico que son a manera de comentarios bíblicos. La primera tiene por título: Biblia comentada Profesores de Salamanca, cuyo texto es el de la versión Nácar-Colunga. Son once tomos de formato pequeño, publicados por la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC) de Madrid. Los autores de los comentarios son especialistas que gozan de gran prestigio en los círculos católicos españoles. Su primera edición se publicó entre 1960 y 1965.

 La segunda se titula La Sagrada Escritura, texto y comentario por profesores de la Compañía de Jesús; son nueve tomos, de formato pequeño, editados por la BAC, de Madrid, bajo la dirección de los sacerdotes Rafael Criado (el Antiguo Testamento) y Juan Leal (el Nuevo Testamento). Su primera edición comenzó a publicarse en 1961 y terminó en 1971.

 Otra obra que muestra la importancia que ahora se quiere dar a la enseñanza de la religión mediante la Biblia en los ambientes católicos, es el libro publicado en 1976 por la Editorial Mundo Hispano con el título de La Biblia al día, Santa Biblia en paráfrasis. Su autor es Benjamín Martín Sánchez. Como lo expresa el mismo Sánchez, no se trata de toda la Sagrada Escritura, sino de una “antología de la Biblia” una “Biblia comprendida”, una “síntesis vital de la Palabra de la sabiduría”. Claro está que este “compendio” ha sido hecho con un criterio netamente católico.

 En lo que atañe al sector evangélico, debemos mencionar la Biblia de estudio, publicada en 1977 también por la Editorial Mundo Hispano. Tiene todo el texto de la RVR con la añadidura de artículos introductorios que tratan de temas escriturísticos; hay en esta obra numerosas notas explicativas y proemios que acompañan a los 66 libros canónicos.

Motivos y razones

 Los autores de las versiones enumeradas y del material que las acompaña, así como de las obras de temas bíblicos, han demostrado una jerarquía intelectual que, en ocasiones, es respetable. Además está presente en común denominador: el deseo de difundir y poner al alcance de los lectores las verdades bíblicas de acuerdo con el concepto que tienen de ellas quienes han preparado las traducciones y las explicaciones.

 La razón principal -o por lo menos la que más se ha divulgado- muchas veces ha sido la de emplear un lenguaje bien comprensible para el público en general; y no sólo comprensible sino también familiar. Por ejemplo, en la Nueva Biblia Española, Edición Latinoamericana, los escrituristas Luis Alfonso Schókel y Juan Mateos, en un proemio titulado “Presentación”, dicen lo siguiente: “El lector hispanoamericano no tendrá que aprender un ‘castellano bíblico’ para leer y estudiar esta Biblia, sino que la leerá en el castellano real, vivo, de nuestros días, adaptado en cada caso al nivel estilístico del original: épico, narrativo, coloquial, retórico, poético, sentencioso, didáctico… Porque la Biblia es una colección de obras, múltiple en géneros y estilos, aunque unitaria en el mensaje”. El empleo del pronombre “ustedes” (a la manera hispanoamericana) y las formas verbales que lo acompañan, en vez de “vosotros” y sus naturales inflexiones verbales (a la manera española) ha sido quizás el principal recurso empleado en esta Biblia para facilitar su lectura y comprensión.

 Tal vez con este fin -el de hacer que el texto se entienda con más facilidad- se lee en esta versión: “Un domingo me arrebató el Espíritu” (Apoc. 1: 10); “los domingos pongan aparte” (1 Cor. 16:2); “el domingo nos reunimos” (Hech. 20: 7). En realidad, en estos pasajes, el texto griego dice: “Un día del Señor”; “cada primer día de la semana”; “el primer día de la semana”. Nuestra palabra “domingo” -de origen latino y con su significado de “señorial”- es completamente ajena al lenguaje de los autores del Nuevo Testamento; para ellos, las 24 horas de ese día eran sólo las del primer día de la semana, sin ningún significado de preeminencia especial.

 La Biblia denominada Para Latinoamérica parece haber tenido como uno de sus principales propósitos -mediante sus notas explicativas de diversos pasajes bíblicos- la difusión de ideas capaces de provocar un cambio violento y drástico de las estructuras sociales de los países latinoamericanos a fin de usufructuar los recursos naturales en una forma más colectiva. EW1976, estas notas provocaron la reacción de un obispo argentino que acusó de “comunista” a esa versión de la Biblia. Después de extensas deliberaciones, el episcopado argentino llegó a la conclusión de que el texto de la Biblia para Latinoamérica es aceptable pero no sus notas e ilustraciones, por lo cual se prohibió su circulación. En la Nueva Biblia para Latinoamérica (1980) se ha tratado de atenuar esa impresión adversa, pero siempre dentro de la misma tendencia de la primera edición (1972) y otras posteriores.

 En cambio, en el Nuevo Testamento llamado “Versión Moderna”, de 1971, se lee en el prólogo: “Ten este Libro como uno de los objetos más entrañables de tu hogar. Pero no lo tengas como un adorno más. Este Libro es para verlo por dentro, no por fuera”. Hay un marcado contraste entre la difusión de ideas -valiéndose de las Escrituras- de subido color político (cualquiera fuera su tendencia), y una exhortación a la piedad y a la comunión con Dios a las que se puede llegar mediante la bendita influencia de las páginas sagradas.

 Sería larguísima la tarea de seguir analizando los posibles propósitos que han impulsado, en las últimas décadas, la preparación de tantas nuevas versiones castellanas de la Biblia completa o del Nuevo Testamento. Baste mencionar, a manera de ejemplo de absoluto desinterés material, que la primera edición, en 1965, de un millón de ejemplares del Nuevo Testamento Ecuménico fue costeada íntegramente para su distribución gratuita en Hispanoamérica por la comunidad de Taizé (integrada por religiosos protestantes franceses que practican una forma de vida comunitaria). Por eso, a manera de prefacio, en ese volumen se lee: “La Comunidad de Taizé desearía que quien reciba el obsequio de este ejemplar difunda su mensaje, dando a conocer a otros la Palabra de Dios. En términos más concretos: los donantes piden que cada beneficiario lo lea a otras diez personas que no saben leer”.

 En cambio -fuera del ámbito de las Sociedades Bíblicas Unidas que jamás persiguen ningún afán de lucro- ha habido otros casos en los cuales se han vendido centenares de miles (o quizá más de un millón) de ejemplares del Nuevo Testamento, o de toda la Biblia, con una abultada ganancia monetaria (por lo menos, en apariencia).

 Sea el Señor quien juzgue los móviles de cada uno. Nosotros -que “vemos por espejo, oscuramente”- sólo podemos apreciar hechos y factores externos. En este amplio panorama de divulgación de verdades bíblicas, y particularmente del Nuevo Testamento (aunque a veces esas verdades sean algo fragmentarias o nos parezcan, quizás, un tanto desfiguradas), ojalá se apliquen las palabras de Pablo: “Los unos anuncian a Cristo por contención… pero los otros por amor… ¿Qué, pues? Que no obstante de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo y me gozaré aún” (Fil. 1: 16-18).

Sobre el autor: Probablemente este haya sido el último artículo escrito por el pastor y Dr. Víctor Ampuero Matta, cuyo fallecimiento entristece a la iglesia y la priva de uno de sus siervos más capaces.


Referencias:

[1] Juan Flors, ed. La iglesia del Vaticano II, Barcelona 1966, pág. 127

[2] Mardesous es un monasterio de la orden de San Benito y la Congregación Beuronense, en el obispado de Namur, Bélgica. Fue construido entre 1873 y 1876, y se ha caracterizado por la erudición de las producciones de índole religiosa fruto de los monjes benedictinos y beuronenses que allí moran

[3] Op. cit., pág. 128.

[4] En nuestro idioma, los autores católicos prefieren usar la palabra “alianza” cuando los protestantes usarían el término “testamento”, o “pacto” en otras ocasiones.