Los calendarios hebreos anteriores al cautiverio

Puesto que el calendario judío de Esdras 7 es una continuación del que se empleaba antes del cautiverio babilónico, es necesario estudiar el calendario hebreo, tal como se lo puede reconstruir en base a los informes anteriores al cautiverio, para poder analizar el sistema del calendario posterior al cautiverio.

Nos encontramos sobre un fundamento mucho menos seguro para tratar de lograr esta reconstrucción, que con respecto a los calendarios empleados por los egipcios y los babilonios. La razón de esta incertidumbre se debe a la pobreza de las fuentes de investigación. En Mesopotamia, cientos de miles de tablillas cuneiformes nos dan toda la información necesaria para reconstruir el calendario babilonio de manera que se pueda obtener de él un conocimiento comparativamente amplio. Es igualmente completa nuestra comprensión del calendario egipcio; pero para investigar los hechos relacionados con el antiguo calendario hebreo, virtualmente la única fuente de información antes del siglo V de la era precristiana es la Biblia. Además, las declaraciones relativas a este tema son escasas e inconexas, y en algunos casos no claras del todo.

El calendario de Noé

El primer calendario acerca del cual podemos tener evidencias bíblicas debe haber sido solar, de acuerdo con los informes del Diluvio (Gen. 7:11, 24, y 8:4). La lluvia comenzó el 17° día del segundo mes y las aguas prevalecieron durante 150 días, después de lo cual el arca descansó sobre el Monte Ararat el 17° día del séptimo mes. Puesto que este lapso abarca exactamente cinco meses, haciendo un total de 150 días, que se extienden entre el 17° del segundo mes al 17° del séptimo, se puede deducir entonces que cada mes estaba formado por treinta días; de allí que no pueden haber existido en ese calendario meses de 29 días. Esta observación ha inducido a muchos eruditos a creer que el calendario de Noé era solar y estaba constituido por doce meses de 30 días cada uno, con algunos días intercalares al fin de los doce meses, como en el caso del calendario egipcio[1].

Otros han creído que la evidencia indicaba un año lunar. El razonamiento que se emplea para llegar a esta conclusión es el siguiente: el diluvio comenzó el 17° día del segundo mes en el año 600 de Noé (Gén. 7:11), y duró hasta el 27° día del segundo mes del año 601 de ese patriarca (Gén. 8:13, 14), totalizando un año y diez días. Puesto que un año lunar es unos diez días más corto que el año solar, se piensa que el diluvio debe haber durado por lo tanto un año lunar más diez días, vale decir un año solar. Esta última opinión, o sea que el período total del diluvio fue un año solar, parece encontrar apoyo en la traducción del Antiguo Testamento conocida por Septuaginta. Sus traductores, que vivían en Egipto, donde estaban familiarizados con el año solar egipcio, parecen reflejar la tradición de que el Diluvio duró un año, puesto que fijan como fecha inicial de ese evento el día 27° del segundo mes en lugar del 17°[2].

Debido a la escasez de evidencias con respecto a este período primitivo, es imposible decir más acerca del calendario empleado en tiempos de Noé que las pocas reflexiones que acabamos de anotar. Pero debemos señalar que no existe la más mínima evidencia de que Noé o los judíos de cualquier época hayan tenido un calendario de 360 días, que pudiera servir de base al año profético de esta longitud[3].

Es posible que la base del año profético de doce meses de treinta días sea la misma que la del calendario esquemático babilonio que se empleaba con propósitos comerciales y burocráticos. Este año burocrático de 360 días existía paralelamente con el verdadero calendario lunar con su secuencia irregular de 29 y 30 días. Este calendario simplificado con propósitos burocráticos resultó muy útil tanto para computar el pasado como el futuro, puesto que eliminaba la necesidad de guardar un registro exacto de la longitud real de cada mes. Es posible verificar la longitud de los meses con respecto al pasado, pero no con relación al futuro, sino hasta mucho más tarde en el desarrollo de la astronomía babilónica. Por lo tanto durante muchos siglos se redactaron contratos y se calcularon rentas e intereses con respecto al futuro, sin tomar en cuenta la longitud real de cada año en particular, sino en base al calendario burocrático de 360 días y de meses de 30 días cada uno[4]. Se lo empleó meramente como un sistema uniforme para expresar en forma ordenada fechas relacionadas con el futuro. Cuando llegaba el momento de cumplir el contrato, naturalmente se lo ajustaba a la fecha verdadera del calendario lunar.

Aun en la actualidad se emplean meses teóricos de treinta días cada uno para calcular intereses, y es posible que los judíos, dotados de sentido práctico, tuvieran un calendario burocrático ideal, semejante a éste, completamente separado de su calendario real. No obstante, no existe ninguna evidencia de un calendario tal entre los judíos, a menos que el calendario profético de 360 días se tome como evidencia de la existencia de un sistema tal entre ellos.

Moisés reforma el calendario

No se sabe qué tipo de calendario empleaban los hebreos en Egipto antes del Éxodo. Es posible que hayan empleado el calendario egipcio con su día de año nuevo que pasaba por todas las estaciones con el correr del tiempo, o que hayan preservado el calendario cananeo que parece haber sido lunar, y que debe haber comenzado en el otoño. Solamente sabemos por Éxodo 12:2 que Moisés recibió un mandato divino en el sentido de fijar el comienzo del año en el mes en que debía tener lugar el Éxodo (Núm. 33: 3) al cual se le da el nombre de Abib en el capítulo 13:4. Abib significa “el mes de las espigas.” porque el trigo estaba granando en esa época del año. Este mes (mejor conocido por el nombre que recibió después del cautiverio, a saber, Nisán) caía mayormente a fines de marzo o comienzos de abril, puesto que la cosecha de la cebada no comenzaba antes de abril en Palestina.

De varias declaraciones bíblicas podemos deducir que el año en el período mosaico y posmosaico era lunar. Las leyes mosaicas hacían provisión para presentar ofrendas en la época del comienzo del “mes” o “nueva luna”[5], dándole especial significado a este día (Núm. 28:11-14; 10:10). Que el día de la luna nueva era el primer día del mes en tiempos de Saúl resulta evidente al leer 1 Samuel 20:24, 27, donde se nos dice que el día después de la “nueva luna” cuando se estaba celebrando un banquete real, recibió el nombre de “el segundo día de la nueva luna.” De modo que el calendario hebreo, a partir de Moisés en adelante, fué sin duda lunar.

De la ley relativa a la fiesta de la Pascua deducimos que los judíos deben haber empleado un sistema de intercalación mediante el cual ponían su año lunar en armonía con el año solar natural, lo que resulta evidente al estudiar la ley relativa a la Pascua. Esta ley requería que esa fiesta se mantuviera inmutable a mediados del primer mes (Lev. 23:5), pero también se la relacionaba con la cosecha de la cebada, puesto que se requerían ofrendas de gavillas de las primicias (Lev. 23:10, 11). De este modo probablemente se corregía el calendario por la inserción de meses embolismales cuandoquiera se necesitaba que la Pascua ocurriera a comienzos de la cosecha de la cebada.

El año civil

La nueva orden, que fijaba el comienzo del año en la primavera, implica el hecho de que el año de los israelitas debe haber comenzado antes de eso en otra época, probablemente en el otoño. Si bien es cierto que desde ese entonces el año “eclesiástico” o “sagrado” comenzó siempre en la primavera, a través de toda la historia de la nación hebrea, se puede demostrar la existencia de otro tipo de calendario, llamado aquí “año civil,” en base a una cantidad de evidencias bíblicas y extrabíblicas. Esto resulta confirmado por el historiador Josefo quien registra la tradición judaica acerca de este punto, tal como existía en el primer siglo de la era cristiana. Después de hablar de un antiguo sistema de cómputo para empezar el año en el otoño, continúa:

“Moisés, sin embargo, señaló al mes de Nisán, a saber Xanticus[6], como el primer mes de las festividades, porque en ese mes sacó a los hebreos de Egipto; también señaló este mes como el comienzo del año para todo lo que se relacionara con el culto divino, pero para comprar y vender y otros asuntos ordinarios reservó el antiguo calendario”[7].

Este calendario de otoño a otoño probablemente armonizaba con los que estaban en uso entre los habitantes de Palestina antes de que llegaran los israelitas, y es posible que lo hayan adoptado los patriarcas o los judíos después de la conquista de Canaán[8].

Se ha observado que el clima y las estaciones en Palestina contribuyen a que el comienzo del año en otoño resulte natural. Este es el fin del verano seco y cálido, cuando durante varios meses todo ha estado muerto y estéril. Al caer las primeras lluvias, surge nueva vida, y es natural comenzar el año en ese momento[9].

Una cantidad de expresiones hebreas apoyan este aserto. La palabra tequpha se usa tres veces como término cronológico en el Antiguo Testamento. Significa “rotación” y se deriva del verbo naqoph, que significa “hacer un círculo,” o “rodear.” En 1 Samuel 1:20 la palabra denota la finalización de la preñez de Ana y dice literalmente “con la rotación de los días.” expresión traducida en la Versión de Valera: “Y fue que corrido el tiempo,” para indicar que el número regular de los días de su embarazo se había completado. En Éxodo 34:22 y 2 Crónicas 24:23 la palabra tequpha ha sido traducida correctamente en ambos lugares “a la vuelta del año,” puesto que todo el año había hecho una rotación completa y comenzaba un nuevo año. El pasaje paralelo de Éxodo 34:22 se encuentra en el capítulo 23:16, donde la palabra “salida” ha sido traducida de la palabra hebrea se’th (infinitivo de y asa en modo constructivo) que significa “la salida” o “el surgimiento.” Estos versículos hablan de las fiestas que habían de celebrarse en el séptimo mes del año eclesiástico y nos revelan claramente que acontecían al fin del año, lo que no puede significar el año eclesiástico, cuyo comienzo caía en la primavera.

Los versículos mencionados deben referirse sin duda al comienzo del año civil[10].

Otro término cronológico hebreo es la palabra teshubah, que significa literalmente el “regreso.” Se emplea esa expresión en 2 Samuel 11:1; 1 Reyes 20:22. 26:1 Crónicas 20:1, y 2 Crónicas 36:10. Se puede traducir correctamente 1 Reyes 20:22. 26 como “al regreso del año.” La traducción dada en los otros tres pasajes, tal como la encontramos en 2 Samuel 11:1 “y aconteció a la vuelta de un año,” son más bien interpretaciones que traducciones. La nota marginal indica en algunas versiones de la Biblia que esos versículos dicen en hebreo “al retornar el año.” A pesar de que los eruditos no están acordes en la interpretación de esta palabra cuando se refiere al año[11], la explicación más plausible consiste en considerarla una expresión que indica un punto especial del año que se encontraba situado a mitad de camino, por así decirlo, entre su comienzo y su fin. La palabra teshubah deriva de la palabra hebrea shub, que significa “tornar” de la misma manera como la palabra castellana “retornar” deriva del verbo “tornar.” Esto no significa ni el comienzo ni el fin de un determinado período o viaje, sino el punto de retorno. Las campañas militares a las cuales se refieren estos versículos generalmente comenzaban en la primavera, según nos lo enseñan muchos antiguos documentos. Esto nos revela que se consideraba la primavera como el punto culminante, que se encontraba entre el comienzo y el fin del año, lo que nos indica que el otoño era el comienzo del año civil.

El calendario civil de Salomón

De la época de Salomón nos llega otra evidencia de que el año civil comenzaba en otoño y terminaba al otoño siguiente. En 1 Reyes 6:1, 37, 38 se dice que la obra del templo de Salomón comenzó el 2° mes del 4° año del rey y se completó en el 8° mes del ll° año de Salomón, habiéndose empleado siete años en la construcción.

Cuando en el Antiguo Testamento se enumeran los meses, siempre se lo hace a partir de Abib, o Nisán, sin tomar en consideración si el cómputo del año comienza con la primavera o con el otoño. Si un año comenzaba con Ethanim (más tarde Tishri), este 7° mes del año eclesiástico nunca era numerado como el primer mes del año civil, aunque lo era, sino que siempre conservaba su número siete. Un año civil que comenzaba en el otoño, se iniciaba pues con el séptimo mes, y tenía su 12° mes hacia mediados del año, y terminaba con el 7°[12]. De allí que si dos acontecimientos sucesivos eran fechados en el 6° y el 7° mes del mismo año regio, significa que el año comenzaba con el último mes como entre los babilonios y que el 7° mes seguía al 6° en el mismo año calendario. Si no obstante, dos acontecimientos sucesivos eran fechados en el 9° y el último mes del mismo año regio, como sucede por ejemplo en Nehemías 1, y 2, en el calendario que se emplea en este caso no se usa el último mes como comienzo del año nuevo.

Los intervalos que comienzan con un acontecimiento. generalmente se computan por medio del aniversario de ese suceso, y no por el año calendario, tal como sucede con los años regios[13]. Por lo tanto, los siete años que se emplearon en la edificación del templo deben computarse a partir de la fecha del comienzo de la construcción, y no del comienzo del año.

Al computar el tiempo se incluían generalmente la primera y la última unidad del período fueran éstas completas o no. Este método es conocido por el nombre de “cómputo inclusivo.” Un ejemplo de entre varios de su empleo en la Biblia lo encontramos en 2 Crónicas 10:5, 12. Aunque Roboam había pedido al pueblo que volviera “de aquí a tres días” “vino Jeroboam con todo el pueblo a Roboam al tercer día”. Para nosotros, tal manera de computar el tiempo nos resultaría tan extraña como si le pidiéramos a alguien el lunes que regresara después de tres días, y lo viéramos comparecer ante nosotros el miércoles en lugar del jueves como lo esperábamos. Para los antiguos hebreos, el “cómputo inclusivo” era un método que se empleaba comúnmente para calcular el tiempo[14], como asimismo para muchos otros pueblos de la antigüedad [15].

Si los años regios de Salomón comenzaban en la primavera (con Nisán), y coincidían con el año eclesiástico, entonces la construcción del templo debe haber durado ocho años en lugar de siete, tal como lo demuestra la figura 2. Solamente si deducimos que su año regio comenzó en el otoño (con Tishri) y que el mes segundo de su 4° año regio caía más o menos a mitad del año a partir del año nuevo civil, podemos armonizar las fechas diferentes que se nos dan en los versículos mencionados[16].

En la página 13, al frente, encontrará el lector dos diagramas que nos permiten ver, con toda claridad, qué clase de calendario empleaban los hebreos, a la luz de los datos cronológicos de la Biblia, con respecto a la construcción del templo salomónico. Resulta evidente que los hebreos tenían dos calendarios, uno religioso, de primavera a primavera, y otro civil, de otoño a otoño.

El calendario de Gezer

Del mismo siglo X a. de J. C. en el cual reinó Salomón, tenemos evidencias arqueológicas de la existencia de un calendario de otoño a otoño que habría estado en vigencia en Palestina. Nos llega bajo la forma de una plaquita de greda descubierta por Macalister durante las excavaciones que practicó en la ciudad palestina de Gezer[17]. Su texto ha sido admirablemente explicado por W. F. Albright[18] en el sentido de que abarcaría todo el calendario palestino, y presentamos aquí su traducción con algunas consideraciones adicionales[19]:

“Sus dos meses son la cosecha (del olivo) (sept.-nov.); sus dos meses son los de sembrar el grano (nov.-ene.); sus dos meses son los de la plantación tardía (ene.-mar.); su mes es el de carpir el lino (mar.-abr.); su mes es el de la cosecha de la cebada (abr.-may.); su mes es el de la cosecha y festividad (del trigo) (may.-jun.); sus dos meses son los de cuidar las viñas (jun.-ago.); su mes el de las frutas del verano (ago.-sept.).

El calendario del Reino de Judá

Que el calendario de otoño a otoño permaneció en uso en el reino de Judá después del tiempo de Salomón a través de sus tres siglos y medio de existencia, lo demuestra un cuidadoso análisis de todos los documentos cronológicos relacionados con este período. Los años regios y los sincronismos contenidos en los libros de Reyes y Crónicas, sólo se puede lograr que armonicen si se toma en consideración un calendario de otoño a otoño como la base de todo el cómputo civil en el reino de Judá[20].

La existencia de tal calendario durante la época del rey Josías puede demostrarse sin discutir mucho. 2 Reyes 22:3 nos dice que este rey comenzó su obra de reparaciones en el templo en el año 18° de su reinado. Descubrimos entonces que se cumplió ese mandato, y se entregaron fondos a los obreros que hacían las reparaciones. Durante esas actividades se encontró el libro de la ley en el templo. Después que se lo hubo leído ante el rey, y más tarde en presencia de los ancianos, se tomaron medidas para poner en práctica las instrucciones que se encontraban en ese libro. Josías destruyó todos los lugares dedicados a la idolatría, primeramente en Jerusalén y sus alrededores, y más tarde en el resto de su reino, desde Geba hasta Beerseba, y finalmente extendió sus actividades reformadoras hacia la provincia asiria vecina de Samaría. Después de realizar todo lo que mencionamos aquí brevemente, se celebró la Pascua en el año 18° de su reinado. (2 Rey. 23:23.) Se celebró la Pascua en el 14° día del mes primaveral (Lev. 23:5) llamado Nisán, que era el primero del año eclesiástico. Si Josías hubiera comenzado el cómputo de su año 18° a partir de Nisán, sólo le hubieran quedado dos semanas entre el comienzo de la reparación del templo y la celebración de la Pascua para cumplir todas las actividades descritas en 2 Reyes 22 y 23. Puesto que es claro que resulta absolutamente imposible hacer tantas cosas en tan poco tiempo, se puede deducir que el año 18° comenzó antes que el l° de Nisán, vale decir, en el l° de Tishri. Esto le daba más de seis meses al rey para llevar a cabo las actividades mencionadas más arriba. Los eruditos desde hace mucho tiempo reconocen que las declaraciones encontradas en 2 Reyes 22 y 23 indican la existencia de un año que partía del otoño para terminar en el otoño siguiente[21].

El estudio de los registros anteriores al cautiverio nos demuestra que además de un posible calendario solar usado en el tiempo de Noé, los hebreos deben haber empleado un calendario lunar. También es evidente que Moisés introdujo un año religioso que comenzaba con la primavera, pero que no abolió el año civil existente que comenzaba en el otoño, y que los años regios de los reyes de Judá se computaron de acuerdo con el calendario civil de otoño a otoño, desde el tiempo de Salomón hasta el fin del reino de Judá.


Referencias

[1] Por ejemplo, véanse varios comentarios de Génesis 7 y 8, como “The Pulpit Commentary,” que cita a Ewald, “The International Critical Commentary,’’ y Keil y Delitzsch.

[2] Esta fecha que encontramos en la Septuaginta es una de las numerosas variaciones que se encuentran en esa traducción con respecto al texto hebreo. Tienen cierta consistencia y parece que fueron usadas como base de la suposición que el calendario de Noé era solar. Las fechas de acuerdo con la Septuaginta son las siguientes:

1. Comienzo del diluvio – Día 27º 2º mes año 600º

2. El arca reposa en el Monte Ararat – Día 27º 7º mes año 600º

3. Se divisan las cimas las montañas – Día 1º 11º mes año 601º

4. Se secan las aguas – Día 1º 1er mes año 601º

5. La tierra completamente seca – Día 27º 2º mes año 601º

Los puntos principales son estos: primero la duración del Diluvio, de (1) a (5) es exactamente de un año. Segundo, la duración del comienzo del Diluvio y su culminación (1) y (2) es de 150 días (Gén. 7:24), y los dos meses de duración entre (3) y (4) resultan explicados en el capítulo 8:6-12 como 40 más tres veces siete días, o sea un total de 61 días. Si, sin embargo, el calendario solar egipcio fuera la base de las fechas dadas por los traductores alejandrinos del relato diluviano, ellos deben haber tomado en consideración los cinco días epagomenales incluidos entre el 129 y los primeros meses, y su intervalo entre (3) y (4) debe haber sido 65 ó (si ambas fechas están incluidas) 66 días en vez de 61. Esto nos muestra, como en muchos otros casos, que las diferencias de cómputo de la Septuaginta no significan de ninguna manera variantes esenciales del texto hebreo.

Varios comentarios mencionan en relación con la historia del Diluvio el hecho de que 12 meses lunares más 10 días son aproximadamente equivalentes al año solar. Véase, por ejemplo, Lange, “The Pulpit Commentary’’ (con citas de Knobel); Kalisch, Skinner, en el “International Critical Commentary.’’ Los eruditos judíos medioevales diferían en este punto; Abrahán Ibn Ezra dice que era un año solar y diez días, mientras que Rashi dice que era un año lunar y diez días que dan en total un año solar. Véase la nota sobre Génesis 8: 14 en el “Soncio Books of the Bible.”

[3] Los 3 1/2 “tiempos’’ proféticos de Daniel y Apocalipsis (Dan. 7:25; 12:7; Apoc. 12:12) han sido considerados desde hace mucho 3 1/24 años, generalmente computados como 360 días, equivalentes a los 1.260 días (Apoc. 11:3; 12:6) y a los 42 meses (Apoc. 11:2; 13:5) de treinta días cada uno. Por esta razón, como derivación de los períodos proféticos, a estos meses muchos expositores los llaman apropiadamente proféticos. Algunos de nuestros primitivos autores, sin embargo, no familiarizados con el calendario lunar judío, explicaron que el año de 360 días era el año calendario judío. Pero no podemos culparlos por eso, porque muchos otros autores que trataron los asuntos proféticos hicieron lo mismo antes que ellos. Muchos notables expositores tenían conocimiento del año lunar judío con sus meses de 29 y 30 días, y por eso sin duda no derivaron el cómputo profético de 360 días de ningún año calendario, sino de la obvia equivalencia de los períodos proféticos de 3 1/2 años con 1.260 días (Apoc. 12:6, 14) y los 42 meses con 1.260 días (Apoc. 11:2, 3). Pero otros autores que conocían bien esos datos se desviaron lo mismo. G. S. Faber, en 1806, llama al año de 360 días “el antiguo cómputo” (“A Dissertation on the Prophecy… of 1.260 Years,” tomo 1, pág. 4), y las autoridades subsiguientes de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, consideraron los meses de 30 días y los años de 360 días como el cómputo judío: Tomás Newton, “Dissertations on the Prophccies,” disertación 14, pág 192; Eduardo Bickersteth, “A Practical Guide to the Prophecies,” pág. 135; George Croly. “The Apocalypse,” pág. 161; William Cuninghame, “A Dissertation on the Seals and Trumpets… and the Twelve Hundred and Sixty Years,” pág. 115; “Fessenden and Co.’s Encyclopedia of Religious Knowledge”. La última obra mencionada dice que los judíos tenían un año de 365 días como los egipcios, con un mes intercalar cada 120 años. La idea de un año calendario judío de 365 días y 1/4 refleja la opinión de antiguos eruditos, tales como Scaliger (1583) y Funck (1570), que actuaron en una época en que el conocimiento de la cronología antigua y los calendarios era aún muy rudimentario. Ussher (1650) conserva esta opinión, mientras Prideaux (1719) disiente, sosteniendo que los judíos cambiaron este tipo de calendario (que él atribuye en forma errónea igualmente a los caldeos y persas) por un calendario lunar con un mes intercalar.

La confusión del año profético con un calendario judío no existente ilustra el peligro de seguir a autoridades arcaicas.

[4] O. Neugebauer, “The Origin of the Egyptian Calendar,” FNES, 1 (1942), págs. 400-401.

[5] La palabra chodesh, deriva de la raíz chadash, que significa “renovar,” teniendo como primera acepción “nueva luna,” y en segundo término “mes.” (Véase la edición del diccionario hebreo de Gesenio por Brown, Driver, y Briggs.) Chodesh tiene el mismo significado en fenicio y en hebreo. (Véase Zellig Harris, “A Grammar of the Phoenician Language,” pág. 100.)

[6] Xanthicus es uno de los nombres que los macedonios daban a uno de sus meses, y que se usó más ampliamente en el mundo oriental durante los períodos griego y romano.

[7] Josefo, “Antigüedades,” 1. 3. 3 (Ed. Loe)

[8] Que el calendario civil hebreo correspondía al cananeo se puede demostrar primeramente por el hecho de que ambos comenzaban en el otoño (Langdon, op. cit., pág. 24), y que dos de los cuatro nombres de meses anteriores al cautiverio mencionados en el Antiguo Testamento se los encuentra en inscripciones fenicias donde se dice que son cananeos.

Abib: 1er. mes. (Exo. 13:4; 23:15; 34:18; Deut. 16:1.)

Zif: 2º mes. (1 Rey. 6:37.)

Ethanim: 7º mes. (1 Rey. 8:2.)

Bul: 8º mes. (1 Rey. 6:38.)

Para encontrar las referencias a las inscripciones fenicias en que se mencionan los meses Ethanim y Bul, véase Harris, op. cit., págs. 84, 87.

[9] Franz M. Th. BÓhl, libro revisado por Gustaf Dalman, “Arbeit und Sitte in Palestina.” tomos 1 2, en “Archiv für Orientforschung,” tomo 8, pág. 245 (1.932.033).

[10] Brown. Driver y Briggs explican la palabra tequpha como diciéndonos que significa en el circuito (rotación completa) del año.” La 17° edición de Sesenio la traduce como “la rotación del año,” v.g  el equinoccio vernal. La edición Tregelles del mismo “Diccionario” la interpreta como “después del curso de un año,” mientras que el “Diccionario Hebreo,” de Fuerst la da como el “lapso del año.” Los comentadores tienen la misma explicación, de las cuales se puede dar como ejemplo la nota textual de Madsen en “The International Critical Commentary,” sobre 2 Crónicas 24:23, donde dice “al redondear, circuir, v. g., al completar el año.”

[11] Brown, Driver y Briggs traducen el término teshubah como “el regreso del año, es decir, la primavera,” sin decir que coincidía con el fin del año. Curtís y Madsen no se comprometen en “The International Critical Commentary,” sobre 2 Crónicas 36:10; pero Lange dice en su comentario sobre 1 Crónicas 20:1: “Cuando el año había terminado, en la época cuando los reyes salen, en la primavera, como el momento más adecuado para reinaugurar la campaña,” y sobre 1 Reyes 20:22 se dice que significa “con el comienzo del año siguiente.”

[12] A primera vista parece extraño que los judíos pudieran haber dado el nombre del primer mes de un determinado calendario al “séptimo,” pero una práctica semejante siguen en la actualidad muchas firmas comerciales que usan el año fiscal, el cual en muchos casos comienza con nuestro séptimo mes, a saber, el 19 de julio, y termina el 30 de junio. También los judíos de la actualidad siguen empleando un calendario que comienza con su séptimo mes, Tishri, así como lo han estado usando durante muchos siglos. Además, esta aparente costumbre contradictoria de dar el nombre del primer mes al “séptimo” encuentra su paralelo en un procedimiento similar que se ha seguido desde el tiempo de los romanos hasta la actualidad, a saber, el de designar el mes noveno de los calendarios juliano y gregoriano por el nombre de “septiembre,” que significa literalmente, “séptimo mes,” el décimo mes “octubre,” que significa “octavo mes,” etc.

[13] El ejemplo de la construcción del templo de Salomón que presentamos aquí proporciona la evidencia más poderosa en favor de la corrección de esta declaración, puesto que no se conoce otro sistema de cómputo que conduzca a la solución armoniosa de las fechas citadas aquí como en el texto mencionado. Otra evidencia para la existencia de un cómputo basado en los aniversarios se puede ver en el hecho de que ciertas fiestas eran días recordativos o aniversarios de días notables, como la Pascua por ejemplo, que se celebraba cada año en el día que había ocurrido el Éxodo (Exo. 13:3-8), o la fiesta del Purim en los dos días de liberación de los judíos de los planes siniestros de destrucción de Amán (Est. 9: 27).

[14] Otros ejemplos bíblicos de cómputo inclusivo son: 2 Reyes 18:9, 10; compárese Lev. 12:3 con Gén 17:12; Mat. 16:21 ( también 17; 23; 20:19) con Mat. 26:61; 27:63, y 12:40, a las cuales el mismo autor se refiere al mismo intervalo como “el tercer día,” “en el tercer día,” “después de tres días,” y “tres días y tres noches” (véanse también los versículos en otros Evangelios relativos al período de la crucifixión y la resurrección). En cuanto al cómputo inclusivo véase Thiele, op. cit., pág. 31.

[15] Para encontrar ejemplos griegos y romanos véase H. J. Rose, “Calendar: Greek Roman.” “Encyclopaedia Britannica” (1945), tomo 4, págs. 578, 579; véanse las definiciones de derivados tales como pentetérico, octava, terciana, en un diccionario enciclopédico.

[16] Thiele, op. cit., págs. 30,

[17] El último examen y el más completo del problema relacionado con el calendario de Gezer fué hecho por Albright, “The Gezer Calendar,” BASOR, 92 (diciembre de 1943), págs. 16-26.

[18] Albright sigue a eruditos tales como Vincent. Macalister, Dalman, y otros. (Id., pág. 24.)

[19] Albright da las traducciones de las páginas 22 y 23 con notas referentes a qué meses se aplica en las notas 30, 32, 37, 38.

[20] Thiele, op. cit., págs. 32, 33. Se puede mencionar aquí que un calendario civil de primavera a primavera fué implantado aparentemente en el reino de Israel por Jeroboam I cuando las diez tribus se separaron de Judá. Al deducir la existencia de un calendario en Israel diferente del de Judá, se puede obtener armonía entre las diversas fechas proporcionadas por los libros de los Reyes y Crónicas. (Véase Thiele, op. cit, pág. 33.) La costumbre de los habitantes del reino del norte no tiene relación con el tema que estamos estudiando sin embargo, porque la cronología de los judíos posterior al cautiverio continuó con la costumbre de los habitantes del reino del sur, a saber, Judá. Por lo tanto, el mero reconocimiento de la existencia de un calendario distinto en Israel, es suficiente.

[21] Thiele, op. cit., pág. 32. Se cita esta Pascua como una evidencia de un calendario hebreo anterior al cautiverio que comenzaría en la primavera; la cita la hace Julio Wellhausen, en “Prolegomena to the History of Israel,” traducción de J. S. Black y Alian Menzies, tomo 1, pág. 108. Muchos otros eruditos alegan en favor de un año de otoño a otoño que habría predominado antes del cautiverio; véase W. O. E. Oesterley y Teodoro H. Robinson, “A History of Israel,” tomo 2. pág. 20; Adolfo Lods. “Israel From Its Beginnings to the Middle of the Eighth Century,” traducción de S. H. Hooke, pág. 436.