Seis principios exegéticos que nos ayudan a comprender la Escritura

E n el año 1675 Sir Christopher Wren puso la piedra fundamental de la Catedral de San Pablo en Londres. Treinta y cinco años más tarde la reina Ana hizo una visita de inspección a la magnífica estructura e hizo su real pronunciamiento: “It is awful. It is amusing. It is artificial” (Es horrible. Es divertida. Es artificial).

Es posible que hoy muchos consideren esas palabras humillantes, pero Sir Christopher no las consideró así. En sus días aquellas palabras querían decir: “Awesome, pleasing, y masterful. (Imponente, agradable, magistral.) Sin una comprensión del significado que tenían las palabras cuando fueron usadas, corremos el riesgo de interpretarlas erróneamente y malentender su propósito original. Esto resume las razones por las cuales se necesita una hermenéutica bíblica responsable.

Significado de la hermenéutica

Hermenéutica es la ciencia de interpretar las “producciones literarias del pasado”. Su tarea principal consiste en “señalar las formas en que pueden eliminarse las diferencias o la distancia entre el autor y sus lectores”. Y “eso sólo puede lograrse apropiadamente cuando los lectores se trasladen al tiempo y al espíritu del autor”.[1]

La hermenéutica bíblica es la ciencia de la interpretación bíblica. Un estudio de la Escritura debiera “seguir una hermenéutica, un sistema sólido de principios que permitan al texto hablar por sí mismo a través de la exégesis, un procedimiento que logra extraer consistentemente la verdad del texto bíblico”.[2]

A pesar de los siglos de interpretación bíblica, la comunidad cristiana está experimentando actualmente una crisis exegética. Un cambio en las presuposiciones ha generado una profunda insatisfacción con respecto a los principios largo tiempo venerados de la interpretación bíblica. “En el corazón de la mayor parte del debate… está la forma en que el intérprete puede relacionar ‘lo que el texto quería decir en su contexto histórico original, con lo que el texto significa hoy’”.[3]

Algunos han expresado la idea de que el texto debería entenderse en el contexto de lo que significa para mí, el lector, y no en lo que significaba para el autor. Hans Georg Gadamer, padre de esta “nueva hermenéutica”, notó que sólo la fusión de dos horizontes -el del texto y el del lector- podrían producir la verdadera interpretación.[4] Sin embargo, para hacer esto, uno tiene que modificar o hacer a un lado todas las estrategias hermenéuticas convencionales y usar métodos que generalmente limitan a la Biblia en autoridad y en esfera de acción.[5]

Principios de una exégesis sólida

Pero, ¿qué es una exégesis sólida? La exégesis es un proceso más bien que un catálogo de técnicas. Consta de una serie de análisis que son tanto acumulativos como progresivos, cada paso se construye a partir del anterior y conduce al siguiente. Este procedimiento de prueba y comprobación, si se instrumenta en su totalidad, llegará efectivamente a la verdad. Cualquier intento de evitar el proceso con seguridad producirá resultados inexactos.

La exégesis es también “un proceso en el cual Dios habla y el hombre escucha”.[6] Ya sea que Dios suministre o supervise sus escritos, el Espíritu Santo es el responsable final de toda la Santa Escritura (2 Ped. 1:21). De modo que toda interpretación bíblica debe tomar en cuenta tanto la dimensión humana como la dimensión divina de la Escritura. Berkhof lo dice bien: “En el estudio de la Biblia, no es suficiente que entendamos el significado de los autores secundarios (Moisés, Isaías, Pablo, Juan, etc.); hemos de aprender a conocer la mente del Espíritu”.[7]

¿Cómo podemos estar seguros de estar haciendo una exégesis correcta? He aquí seis principios que debemos tomar en cuenta.

1. Comience con el contexto. El contexto es ese cuerpo de material que rodea al texto. El contexto general incluye al autor, el tiempo, el lugar y sus razones para escribir, su audiencia, su tema y sus declaraciones claves. El contexto traza en seguida el flujo de pensamiento del autor, enfocando las soluciones de continuidad natural del texto y divide el libro en secciones, aislando al mismo tiempo trozos de pensamiento relacionados. El contexto inmediato define la cercanía de un texto, fija su lugar en el plan del autor, y descubre sus conexiones con el resto del libro. Algunos creen que esto es todo el contexto que necesitan. Pero una limitación tal los obliga a adoptar metodologías histórico-críticas o histórico-gramaticales que no les permiten poner los factores socio-histórico-culturales de un texto en una perspectiva apropiada que sólo un análisis contextual completo puede hacer.

Un análisis contextual es incompleto mientras no relacione el texto con el resto de la Biblia. Más allá del contexto local está el contexto canónico, un tema bíblico único y omniabarcante que “unifica cada momento de la historia en un solo plan divino que opera uniendo cada versículo bíblico en un mensaje singular y poderoso. Este motivo omniincluyente podría ser en consecuencia el marco principal para todo estudio bíblico: el contexto final para todo versículo individual”.[8]

La autorrevelación de Dios “no se completa en un solo acto exhaustivo, sino que se desarrolla en una larga serie de actos sucesivos”.[9] Y como esta autorevelación divina está ligada con la actividad divina de la redención, la revelación no ocurre solamente en la historia; la historia misma es revelación. Y siendo que “la revelación es la interpretación de la redención, debe, por tanto, desarrollarse a sí misma poco a poco, del mismo modo en que lo hace la redención”[10]: histórica y progresivamente.

De manera que, si bien el contexto histórico es importante, es igualmente crucial que tomemos en cuenta el desenvolvimiento del plan de Dios como aparece a través de toda la Escritura. Toda Palabra de Dios es para todo el pueblo de Dios, sin importar a qué nacionalidad o era pertenezca.

2. Comprenda el estilo singular de cada libro. Todo escritor tiene un sistema y un estilo personal. Identificar las particulares características del autor, los rasgos literario-gramaticales, cómo organiza sus puntos de vista y sus argumentos.

El análisis de la estructura del texto ayuda a enfocar las ideas del autor desde el principio hasta el final a medida que afectan el tema principal. Tome, por ejemplo, Judas 3, 4. Los dos versículos son en realidad una sola oración compleja, con tres cláusulas subordinadas conectadas a la cláusula principal. La preocupación de Judas cae dentro de tres áreas: (1) ocasión (vers. 3a); (2) efecto (vers. 3b); y (3) causa (vers. 4). Pero todas estas preocupaciones son en realidad bloques que construyen un sólo pensamiento.

3. Enfoque las palabras y los detalles particulares. Después de identificar el tema general del autor y el contexto, estamos listos para enfocar los detalles particulares. Aunque ciertas palabras juegan un papel clave en el pasaje, la exégesis requiere una cuidadosa atención de cada palabra; comenzando con su significado etimológico y siguiendo con sus relaciones en el pasaje, el tema del libro, y sus relaciones con el resto del panorama bíblico. Por ejemplo, compárese el uso de la raíz aei (“siempre”, “ininterrumpido”) en Judas 7 y 2 Pedro 1:11. Judas usa la palabra para describir el fuego que destruyó a Sodoma y Gomorra como eterno. Pero como el fuego ya no está activo, es eterno en el sentido de que sus resultados son irreversibles, no que el fuego mismo sea inextinguible. Por otra parte, Pedro aplica la palabra al eterno “reino… de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”, porque el reino es indestructible y no tendrá fin.

Por supuesto, el lenguaje de la Biblia “debería explicarse de acuerdo con su significado obvio, a menos que se emplee un símbolo o figura [de lenguaje]”.[11] Los símbolos, como signos, señales o muestras, que sugieren más que declaran un significado, requieren muchas veces una aclaración —incluso para los escritores mismos. Por ejemplo, Dios usó la comida en Hechos 10:11—13, no para recomendar un cambio en la dieta, sino para mostrarle a Pedro que “a ningún hombre llame común o inmundo” (vers. 28). La visión simplemente abrió los ojos de Pedro al completo significado de lo que Jesús había realizado en la cruz y le dio una clara conciencia de la misión a los gentiles.

4. Reconstruya el fondo histórico del pasaje. La exégesis auténtica implica una honesta reconstrucción del fondo histórico del pasaje a partir de la información provista por el pasaje mismo y de fuentes externas confiables como la literatura extrabíblica y los hallazgos arqueológicos. La Biblia es la autorrevelación de Dios, pero “la comunicación separada de la influencia cultural es imposible. Cuando Dios habló a los hombres, usó la situación cultural como ayuda para comunicarles lo que quería que supieran”.[12] Pero al estudiar las costumbres bíblicas y su relevancia frente al pasaje en cuestión, debemos estar conscientes de dos extremos: “Uno tiende a nivelar todos los aspectos de la Biblia, incluyendo sus términos e instituciones culturales, y hacerlos enseñanza normativa, a la par de todos los otros preceptos de la Biblia. El otro extremo tiende a pasar por alto cualquier descripción bíblica que sea sospechosa de estar culturalmente condicionada como una excusa para reducir la enseñanza conectada con ese texto a un mero informe de una situación que ahora ya no existe”.[13]

Cuando manejamos factores socio-culturales-históricos, debemos recordar: (1) Dios es la fuente última del mensaje (2Tim. 3:16a); (2) Dios es el autor de toda la Biblia (2 Tim. 3:16b); y (3) el contexto es el árbitro final.

Consideremos 1 Corintios 14:34. ¿Dice Pablo aquí que las mujeres no deberían hablar en la iglesia? La respuesta parece ser sí, pero una inspección más profunda del contexto nos ayuda a descubrir el tema. Pablo ya había aconsejado a los que hablaban lenguas (vers. 27, 28) y a los profetas dados a largas peroratas (vers. 30-32), a guardar silencio también. Y el verso 35 especifica que son las conversaciones en voz alta con sus maridos, y no el hablar en público, de lo que las mujeres deberían abstenerse durante los servicios. ¿Qué está diciendo Pablo realmente aquí?

Primero, tenía un propósito más elevado en mente que sólo singularizar a estos tres grupos: terminar con la confusión reinante en las reuniones públicas (vers. 33). Segundo, hace una aplicación inspirada de una norma divina a la situación que prevalecía en Corinto, es decir, “Pero hágase todo decentemente y con orden” (vers. 40).

De modo que el consejo de Pablo a las mujeres de guardar silencio no es una norma perpetua, sino un ejemplo inspirado de la forma en que se debe aplicar una norma divinamente establecida a las situaciones de la vida real. Para distinguir la verdad intemporal de lo que es temporal y contingente, Kaiser sugiere las siguientes pruebas:

* ¿Está el autor describiendo algo, estableciendo el marco para un principio permanente, o

prescribiendo algo para su tiempo y para siempre?

* ¿Está el autor usando una ilustración de la cultura de su tiempo para impartir un principio teológico?

* ¿Hay un equivalente cultural actual para el mismo principio teológico?

* ¿Aplica la Escritura una forma diferente en una situación histórica posterior al mismo contenido?

* ¿Está la base de la norma o práctica enraizada en la naturaleza inmutable de Dios?

* ¿Es éste un ejemplo en el cual las circunstancias pueden alterar la aplicación de una ley inmutable?”[14]

5. Aplique el contexto más amplio del plan de la redención. Para desarrollar la historia completa, un exégeta analiza teológicamente el pasaje para aprovechar el contexto local así como el canónico. Al situar el pasaje en el contexto más amplio del plan de redención, el intérprete puede trazar la senda que conduce de la promesa al cumplimiento: para ver de dónde viene y a dónde va. Al considerar las raíces vetero y/o neo testamentarias, se le hace imposible usar los primeros pasajes para comprender los postreros, y éstos últimos para captar el sentido total de los anteriores.

6. Extraiga lo que el autor quiere decir. El análisis homilético busca modos de presentar lo que ha aprendido de la exégesis a fin de que los oyentes del momento puedan hallar el significado del texto y hacer una decisión con respecto al pasaje.

La interpretación debe tener como propósito comprender el texto a partir de la situación de los días del escritor bíblico hasta lo que está ocurriendo en nuestro tiempo. Para lograrlo, tenemos que poner a un lado las diferencias a fin de que nuestros oyentes puedan identificarse con los personajes del texto. Por ejemplo, el primer capítulo de Daniel presenta las difíciles circunstancias de cuatro jóvenes hebreos cautivos, lejos de su templo y sus hogares, y sujetos a los caprichos del rey Nabucodonosor. En términos modernos, sin embargo, sería la historia de cuatro adolescentes que han sido separados de sus familias, amigos, e iglesias y colocados en una Escuela Secundaria llamada Babilonia, una escuela con internado, con un currículo babilónico, diseñado para manipular graduados babilónicos.

Mediante una aplicación contemporánea, como ésta, es posible destacar lo que se necesita “aquí” y “ahora”. La audiencia debe ver cada punto como un consejo fresco del día y no como algo rancio, fabricado con elementos fuera de época. ¡Debemos hacer todo lo posible por llamar la atención de aquel entonces a fin de que la audiencia no pierda nada de lo que está ocurriendo ahora!

Principios hermenéuticos

Finalmente llegamos a donde comenzamos. La exégesis y la hermenéutica están entrelazadas. Los principios hermenéuticos de Dios son esenciales para realizar una exégesis sólida. El finado Gerhard Hasel, profesor de Antiguo Testamento en el Seminario Teológico Adventista del Séptimo Día, propuso algunos principios hermenéuticos generales que haríamos bien en considerar a fin de comprender el verdadero significado de la Biblia.[15]

1. La Biblia es su propio y su mejor expositor.

2. La Biblia no debe ser interpretada sobre la base de un principio derivado de una parte seleccionada de la Escritura y a expensas del mensaje total de ella.

3. Cada pasaje debe ser estudiado dentro de su contexto inmediato y también del contexto más amplio.

4. Los textos (versículos) deben ser comparados con otros textos (versículos) del mismo autor.

5. Los textos difíciles de un tema dado deben ser explicados sobre la base de aquellos referentes al mismo tema que son sencillos o claros, y no viceversa.

6. La unidad de la Biblia debe ser conservada.

7. Las posibilidades exegéticas no debieran ser usadas para establecer enseñanzas bíblicas o doctrinas y prácticas eclesiásticas.

8. Los versículos bíblicos que son circunstanciales o culturalmente condicionados y ligados a una norma o mandato no son necesariamente de limitada o temporal aplicación.

9. Algunos textos del Nuevo Testamento son tanto mandatos contextúales como principios normativos, expresados por (a) la creación, (b) la ley, (c) el argumento de la caída.

La crisis de la exégesis puede resolverse adoptando una hermenéutica sana y sólida.

Sobre el autor: Lee Gugliotto es pastor titular de la Iglesia College Heights en el Canadian Union College en Alberta, Canadá. Escribió hace poco el libro Handbook for Bible Study (Review and Herald Publishing Association, Hagerstown, MD).


Referencias:

[1] Berkhof, Principles of Biblical Interpretation (Grand Rapids: Baker Book House), pág. 11.

[2] Lee Gugliotto, Handbook for Bible Study (Hagerstown, Md.: Review and Herald Pub. Assn., 1995), pág. 20.

[3] Walter C. Kaiser, Toward an Exegetical Theology (Grand Rapids: Baker Book House, 1981), pág. 23.

[4] Hans Georg Gadamer, en David M. Scholer, “1 Timoteo 2:9 – 15 and the Place of Women in the Church’s Ministry” in A. Berkley Mickelsen, ed. Women, Authority, and the Bible (Downers Grove, 111.: InterVarsity Press, 1986), pág. 202.

[5] Gerhard Hasel, “Biblical Authority, Hermeneutics, and the Role of Women, General Conference of Seventh-day Adventists, Silver Spring, Md., marzo de 1988), pág. 47.

[6] Gerhard Voss, Biblical Theology: Old and New Testaments (Grand Rapids: Eerdmans), pág. 4.

[7] Berkhof, págs. 11, 12.

[8] Gugliotto, pág. 26.

[9] Vos, pág. 5.

[10] Ibid.

[11] Elena G. de White, El conflicto de los siglos, pág. 599.

[12] A. Berkley Mickelsen, Interpreting the Bible (Grand Rapids: Eerdmans, 1963), pág. 170.

[13] Kaiser, pág. 114.

[14] Ibid., págs. 116-118.

[15] Hasel, págs. 51-54.