La intervención compasiva y proactiva del pastor puede ser una parte importante en la ministración de quienes sufren depresión 

Cuando Socorro Ruiz se sienta, mira al pastor, sin poder ocultar una sombra de tristeza J en sus ojos. No está segura de la forma de comenzar esta entrevista, ni de cómo terminará. Siempre asistió a la iglesia y tomó parte en todas las actividades, especialmente en su trabajo como efectiva maestra de Biblia. 

Socorro tiene un poco más de 40 años y concertó esta cita para discutir algunos de los problemas que la afligen. Cuando comienza a hablar, el pastor le pregunta cómo van las cosas en su matrimonio. 

-Nuestro matrimonio es bastante estable -dice Socorro-. Por supuesto, ningún matrimonio es perfecto, y puede ser que no hagamos muchas cosas juntos, pero tenemos una buena relación y un compromiso firme el uno con el otro. 

“Parece que mi vida simplemente ha tenido poco gozo y satisfacción últimamente – continúa. Mi vida devocional y de estudio ha sido buena. De hecho, siento que he madurado espiritualmente. Pero siento que me falta energía. No sé si se deba a una menopausia prematura o a la falta de sueño. Tengo problemas con mi hija adolescente, y creo que eso me ha molestado mucho”. 

Después de conversar un momento, el pastor se da cuenta de que ha estado hablando con la mujer abierta y agradable que siempre ha sido, pero siente que hay una especie de cansancio persistente en ella. Al seguir observándola, se forma en su mente el cuadro de una mujer que vive constantemente al borde del desaliento a causa de irritaciones sencillas y que de otra manera serían insignificantes. 

El dilema de la depresión 

Si usted fuera el pastor de Socorro, ¿cómo trabajaría con ella? ¿Es normal y físico su problema? ¿Es una depresión? ¿Discordias maritales ocultas? ¿Soledad emocional? Todos estos y otros pensamientos podrían pasar por su mente mientras escucha a la señora Ruiz y trata de decidir si debiera programarla para otra visita 

La condición psiquiátrica más común en todo el mundo es la depresión. Es posible que haya una tendencia, de parte de los profesionales de la salud mental, a sobre diagnosticar esta enfermedad y prescribir una cantidad excesiva de medicinas para tratarla. De todas maneras, es el problema clínico número uno que tienen que tratar los psiquiatras y los psicólogos. Siendo éste el caso, los pastores necesitan comprender los factores involucrados en la depresión. 

Los ministros varían ampliamente cuando se trata de su interés y habilidad para tratar con las personas que tienen dificultades emocionales. Hay quienes temen encontrarse con angustias emocionales de cualquier tipo, porque no pueden comprenderlas o porque puede implicar la necesidad de “aconsejamiento”, con lo cual no se sienten cómodos. Este artículo está diseñado para ayudar a los pastores a reconocer los síntomas de la depresión, dar forma a una tentativa de diagnóstico, y por lo tanto estar mejor equipados, ya sea para tratar ellos mismos con un problema dado, o referir al paciente a otro profesional. Sin embargo, toca primero al pastor en su función de consejero. 

El pastor y el aconsejamiento 

Algunos pastores afrontan el aconsejamiento temblando. Temen que éste domine su ministerio, gobierne su tiempo, y drene sus energías. Algunos pastores resisten el aconsejamiento por causa de las experiencias negativas que han tenido en sus vidas profesionales, personales y maritales. De hecho, sus propias vidas pueden estar tan desarregladas, que temen asumir el papel de consejeros. 

Otra posible razón por la que los pastores se sienten incómodos como consejeros, es que lo han hecho antes y han terminado con una sensación de fracaso, impotencia o de haber quedado agotados por la interacción. Quizá su experiencia de aconsejamiento tuvo un resultado obviamente negativo. Quizá se volvió emocionalmente intenso o muy cercano a las preocupaciones personales del pastor, o tuvo un impacto negativo en su vida. Ciertamente la mayoría de los pastores están mejor equipados para lidiar con asuntos teológicos. Se sienten más seguros cuando mantienen todo dentro de los límites de la arena “religiosa” y lejos de las emociones y preocupaciones personales. Para muchos pastores, conducir un buen seminario de Apocalipsis o un estudio bíblico, les produce más satisfacción cuando lo comparan con las arenas movedizas del aconsejamiento. No queremos decir con esto que los pastores se dejan distraer de su función central, que es la proclamación de Cristo y su verdad. Pero también es verdad si decimos que los pastores, junto con ese quehacer, e incluso como parte de él, debieran tener una comprensión práctica de los elementos básicos para reconocer la congoja emocional y tratar con las personas en un nivel emocional. 

No todos los pastores debieran aconsejar. Cada ministro tiene diferentes fortalezas y talentos, y puede ser que no esté bien equipado para ser un buen consejero, ya sea por temperamento o preparación. Sin embargo, todos los pastores pueden ser entrenados, o al menos conocer los principios esenciales involucrados en el reconocimiento oportuno de los asuntos que atañen al aconsejamiento emocional entre sus miembros. Así podrán decidir apropiadamente cómo tratar con ellos. 

Cómo reconocer los síntomas de la depresión 

Tememos y evitamos las cosas que no comprendemos. Por lo tanto, mientras más conozca el pastor los síntomas de los problemas emocionales y comience a clasificarlos en categorías discretas, como desórdenes depresivos, desórdenes de ansiedad, desórdenes en la comida, para mencionar sólo tres de ellos, más fácil y efectivamente los manejará en su ministerio. 

Reconocer los síntomas de la depresión es la clave para alcanzar una comprensión tentativa y la decisión subsecuente acerca del tratamiento. Los síntomas de la depresión son sutiles. Muchas veces quien está deprimido trata de enmascarar los síntomas. La depresión clínica no es un simple mal humor. Los cambios de humor son parte de la vida. Las emociones cambian del mismo modo que las estaciones vienen y van. 

Lo que diferencia un caso de melancolía o mal humor de otro con depresión clínica, es la intensidad, duración y severidad de los síntomas. Las personas que sufren depresión clínica sienten que sus síntomas nunca los abandonan. Se despiertan con ellos en la mañana. Quieren abandonarlos. Anhelan volver a dormirse (lo que “parece” a veces darles el único alivio de sus síntomas). Las personas que están clínicamente deprimidas no desean ver a nadie, ni que los vean. Hay una retirada emocional correspondiente y una falta de expresión en el rostro. La faz está, como si dijéramos, obtusa. Los ojos no tienen chispa. 

Otro síntoma es la falta de energía. Los deprimidos parecen cansados y decaídos. Carecen de motivación para hacer algo. Carecen de creatividad, de interés en los pasatiempos favoritos o en las amistades. Como en el caso de Socorro, no sienten el gozo de vivir. Con frecuencia el patrón de la voz carece de inflexión. El ritmo de su discurso es lento y su pensamiento parece laborioso y doloroso. Sus mentes parecen preocupadas con lo que los terapeutas llaman pensamiento doloroso, i.e. pensamientos de fracaso, temor, culpabilidad y desaliento. 

Si estos síntomas no se tratan, pueden persistir y conducir a un pensamiento suicida. Quince por ciento de los pacientes que tienen depresión clínica intentarán el suicidio. Así, una depresión seria puede ser una condición letal y debiera tratarse tan pronto como sea posible. Esta es una razón por la cual los pastores debieran tener entrenamiento en cuanto a la forma de reconocer a tiempo la depresión y ayudar así a los miembros que estén sufriendo por esta causa. 

Los orígenes de la depresión pueden variar, pero los síntomas son notablemente consistentes. Los individuos deprimidos sienten baja estima propia. Se fastidian fácilmente. Se sienten inútiles y culpables. Son indecisos. No pueden concentrarse. Pueden experimentar fatiga, tensión e intranquilidad. Un síntoma adicional puede ser un cambio en el peso, ya sea ganancia o pérdida. 

Depresión: factores de riesgo y causas 

Cinco factores de riesgo básicos se relacionan con la depresión. 

Género. Las mujeres son mucho más propensas a deprimirse o a buscar tratamiento que los hombres. Es posible que dos tercios de los pacientes clínicamente deprimidos sean mujeres. 

Edad. Es más probable que se vean afectados los hombres y las mujeres de más edad, de la adolescencia a los 40 años. 

Raza. Las mujeres negras registran la mayor incidencia de depresión que cualquier otro grupo de control. 

La historia de la familia muchas veces tiene influencia en la vulnerabilidad individual a la depresión. 

El estado civil también es un poderoso predictor de la probabilidad de sufrir depresión. Las personas divorciadas, separadas, viudas o nunca casadas, tienen mayores incidencias de depresión. Un matrimonio feliz estabiliza el equilibrio emocional de un individuo. 

A pesar de que se ha hablado mucho de la influencia del “desequilibrio químico” como una de las mayores causas de depresión, en realidad la causa principal, aunque no se ha reconocido, tiene que ver mucho más con las relaciones rotas, pérdidas significativas o desilusiones. De las causas más predecibles de depresión, las que se citan con más frecuencia en las investigaciones son las discordias maritales y el divorcio. Cualquier estrés que dure demasiado puede conducir a la erosión de la salud emocional, la fatiga y la tristeza crónica. Esta clase de estrés, si no se trata, puede convertirse con el tiempo en depresión clínica. 

Algunos tienen una susceptibilidad genética a la depresión, con una historia de miembros de la familia que han padecido el problema. A estos casos se les llama “depresiones biológicas” o “desequilibrio químico”. Ningún examen de la sangre y ningún instrumento de diagnóstico puede definir el desequilibrio químico. En realidad, cuando se diagnostica “desequilibrio químico”, es que un terapeuta o un psicólogo hace un juicio al sentir que los síntomas corrientes de un paciente están más allá de las variaciones de temperamentos cotidianos normales. 

A veces, ciertas condiciones físicas pueden mimetizar los síntomas de la depresión. El desequilibrio de la tiroides u otra hormona pueden causar la depresión o síntomas similares a la depresión. Las personas que tienen tales síntomas necesitan un reconocimiento médico completo para descartar cualquier posibilidad de depresión. 

De vez en cuando algunos pueden desarrollar síntomas depresivos por causas no muy claras. Sus vidas parecen razonablemente bien equilibradas, se encuentran en buena salud física, y sus matrimonios parecen estables. Tales ejemplos se llaman “depresiones endógenas”, para dar a entender que vienen del interior y que no resultan de un claro estresor causal. Tales casos tienen una historia típica de depresión familiar. Por lo general tales pacientes responden favorablemente al tratamiento médico. 

Tratamientos sugerentes 

En casos severos de depresión lo más importante que se tiene que hacer es alentar a la persona a buscar ayuda. Sea proactivo y anime a su feligrés o a su ser amado a obtener ayuda profesional adecuada. 

Refiera a la persona a un profesional que tenga entrenamiento apropiado en salud mental o a un psicoterapeuta practicante. Un terapeuta cristiano es claramente preferible; pero si no existe uno disponible, refiera al paciente al profesional más competente que pueda encontrar. Es posible que el psicoterapeuta no comparta los puntos de vista religiosos específicos de su feligrés, pero en la mayoría de los casos será lo suficientemente profesional como para respetar estos puntos de vista y no verlos como engañosos o patológicos. Es bueno hacer alguna investigación con tiempo en cuanto a quiénes son los mejores profesionales de salud mental; así, el pastor confecciona una lista completa y al día para referir a sus miembros de iglesia con seguridad. 

Si el paciente ha tratado de mejorar por sí mismo utilizando diversos métodos y sus síntomas persisten, refiéralo a su médico o a un psiquiatra para una consulta médica. Soy un psiquiatra conservador cuando se trata de la medicación y, sin embargo, he encontrado que la mayoría de los antidepresivos nuevos, incluyendo las prescripciones del tipo Prozac, pueden ser benéficos al tratar estos síntomas desalentadores y frustrantes. 

Estas prescripciones ayudan al cerebro a metabolizar su propia serotonina. La serotonina es un neurotransmisor muy importante que ayuda al sistema nervioso central con la regulación del estado de ánimo y las emociones. Estos medicamentos son diferentes de las anfetaminas o estimulantes. Son mucho más seguros, no son adictivos y tienen mucho menos efectos colaterales. El feligrés debe discutir esto con su médico. Tomar estos medicamentos no tiene nada que ver con falta de fe o madurez espiritual. 

Anime a las personas que sufren depresión a mantenerse activas. Recomiéndeles que elijan una actividad que les guste y disfruten y que la hagan parte de su rutina regular. Dígales que se nieguen a estar solos. Asegúrese de que busquen a la familia o a los amigos con quienes puedan hablar y escuchar. Aconséjeles que no hagan durante este tiempo las grandes decisiones de la vida, como comprar una casa nueva. 

La depresión tiende a ser autocrítica. Aconseje a las personas deprimidas a sentirse bien consigo mismas, no esperar demasiado de sí mismas y a tratarse a sí mismas con bondad y respeto. Si están recibiendo un tratamiento con medicinas, anímelas a seguir las instrucciones de su médico y a tomar las medicinas como las prescribió. 

Junto con el tratamiento médico, la dimensión espiritual es importante. El pastor puede animar a la persona deprimida a que mantenga su vida devocional regular. Y mientras le anima a continuar su vida espiritual, el paciente mismo debe seguir una nutrición sabia, así como la necesidad de asistir a las citas con los consejeros profesionales. Si bien las personas deprimidas pueden carecer tanto de energía emocional como de interés espiritual para mantener estas actividades, los pastores pueden ayudarlos gentilmente a volverse a Dios y echar sus cargas sobre él. 

Dios es todavía la reserva primaria de fortaleza y salud física, mental, emocional y espiritual. Él nos promete que nunca nos dejará ni nos abandonará, aun cuando pasemos por el valle de sombra de muerte. Una promesa como ésta es digna de confianza, especialmente cuando uno está contendiendo con sentimientos de desaliento y depresión. 

Su intervención compasiva y proactiva puede ser una parte importante de la sanidad de su feligrés. 

Sobre el autor: Alan A. Nelson es psiquiatra en Carbondale, Colorado, EE. UU.