Estudios sobre el Santuario – I

La purificación del santuario fijada para el Día de la Expiación presupone ya una contaminación: las impurezas (tm’), las transgresiones (ps’) y los pecados (btt’t) del pueblo de Israel (Lev. 16:16, 19, 33; cf. 21:22 – ’wn). El problema consiste sin embargo en saber cómo estos pecados contaminaban el santuario, la naturaleza misma de los pecados y el papel del ritual de sacrificios encomendado para su purificación.

Los autores no han podido estar siempre de acuerdo en estos aspectos. Así, algunos encuentran que los israelitas contaminaban el santuario con sus pecados cuando ellos venían al templo.[1]

Otros creen que la contaminación del santuario estaba implícita en los textos que hablan de la contaminación de la tierra o del campamento de los israelitas, pues el santuario se encontraba “en medio de ellos”.[2] Por consiguiente, el santuario podía ser contaminado sin que haya una presencia física del pueblo en el santuario. Se ha hablado de una contaminación “aérea”, “dinámica”, que contaminaba el santuario “de una manera magnética”,[3] o aun demoníaca.[4] Hay también quienes estiman que los sacrificios[5] o la condición ritual de los israelitas[6] tenían un papel a desarrollar.

En lo que concierne a la categoría de los pecados que debían ser eliminados del santuario el Día de la Expiación, algunos piensan que se trataba de pecados deliberados,[7] de pecados de ignorancia,[8] o de los dos.[9] Hay también quienes creen además que en Kippur -en contraste con la purificación individual a través del año- eran los pecados de la nación o de la asamblea entera los que debían ser expiados.[10] En cuanto a los pecados anuales, hay que destacar que según cierto número de autores, los pecados expiados en el Día de la Expiación no habían sido purificados durante el año,[11] aunque eran acumulados en el santuario.[12] Según otros, el santuario era purificado de los pecados perdonados durante el año.[13] El papel del ritual en el Día de la Expiación es interpretado, pues, diferentemente según la posición tomada en los puntos que acabamos de mencionar, y de acuerdo también con la comprensión que se tiene del significado del sacrificio.

Uno puede admirarse al constatar el poco lugar que ocupa el tema de la contaminación del santuario entre los eruditos. A veces no hablan de ello en absoluto. Si tenemos en cuenta por otro lado la diversidad de posiciones tomadas sobre este punto por quienes mencionan el hecho al menos de vez en cuando, la razón de esta falta de interés nos parece así evidente: se prefiere ser prudente y no extenderse sobre lo que no parece claro, o contrariamente se recurre al método de la crítica histérico-literaria para despejar lo que se estima confuso y mal comprendido por los autores bíblicos.[14]

Aunque creemos que este tema en sus aspectos esenciales es bien claro en la Biblia, debemos admitir que una respuesta a cada posición asumida no puede ser tratada ligeramente. En efecto, para no caer en la parcialidad será necesario tener en cuenta los múltiples aspectos que intervenían en la contaminación y en la purificación del santuario.

Descubrimos así que la vida nacional e individual y la vida religiosa se encuentran en la Biblia estrechamente entrelazadas. Por esta razón, el estado del pueblo frente al templo y el estado del templo frente al pueblo repercutía en cada aspecto de las actividades de los hombres. Esta relación entre pueblo y templo, y viceversa, hacía que la actividad cúltica de los israelitas no pudiese ser comprendida sino bajo un verdadero sistema paradójico, algo normal y corriente en la mente oriental. Mientras que del pueblo provenía una corriente de pecado y de contaminación hacia el santuario, del santuario provenía una corriente de purificación y de santificación hacia el pueblo.[15] Más aun, un pueblo impuro debía cuidarse de mantener la pureza del templo, y al mismo tiempo, sólo del templo debía obtener su completa purificación.

¿Cómo podía ocurrir todo esto? ¿Cuáles eran los elementos rituales que alimentaban esta paradoja, salvaguardando así el mantenimiento del culto y la existencia nacional? Siempre teniendo en cuenta esta realidad, nos consagraremos pues ahora a la búsqueda de elementos bíblicos que nos permitirán aprehender mejor el fundamento ideológico sobre el cual Levítico 16 y el Día de la Expiación estaban ubicados en general.

I. La contaminación del santuario

No podemos detenernos aquí a considerar las diferentes expresiones y palabras utilizadas en el AT para describir la impureza.[16] Digamos simplemente que el lenguaje cúltico usado en la Biblia para expresar tanto la noción de contaminación como la de purificación es verdaderamente rico y significativo.[17] Cuando ello sea necesario, pues, destacaremos el valor del término empleado en la lengua original.

Una mirada a los textos del AT que hablan de la contaminación del santuario nos permite hacer una clasificación rápida e importante, en relación a tres consecuencias posibles: la supresión del culto y la eventual destrucción del templo, la pena de muerte de los responsables, y la purificación del pueblo y del santuario. Estos tres resultados de la contaminación del templo israelita tenían causas que revelaban una situación diferente del pueblo en relación con el santuario. Por consiguiente, el grado de contaminación del santuario, la naturaleza de los pecados cometidos no podían ser considerados al mismo nivel en cada una de estas circunstancias.

1. La profanación del templo y la supresión del culto

La vida del templo dependía del deseo y de la necesidad del pueblo de acercarse a él, ya sea para pedir el perdón divino, ya sea para agradecer a Dios por las bendiciones acordadas, en fin, para adorarlo, etc. La apostasía podía desembocar, entre otras cosas, en el descrédito total del templo de Jehová, y por consiguiente en la supresión de los servicios religiosos (2 Crón. 29:6, 7; cf. vers. 3). Más aun, el abandono del culto de Jehová y la consiguiente pérdida de percepción de la santidad divina, podían llevar al extremo de introducir objetos de culto paganos en el templo, haciendo así abominable la casa divina a los ojos de Dios (Jer. 7:30; 32:34).

En estas ocasiones, la presencia divina encontrada en su santuario, y que sería de garantía, de bendición y de protección para el pueblo, quedaba como adormecida o escondida de Israel (Sal. 44:23, 24).[18] Dios parecía así no reaccionar desde su santuario frente a las abominaciones de su pueblo por un lado (Sal. 10:1, 4-7, 11-13), y no intervenía para salvarlo de los males resultantes por otro lado (Deut. 31:17, 18; Isa. 54:7, 8; 64:7; Jer. 33:5; Eze. 39:23, 24). Si Israel se arrepentía en tales circunstancias de apostasía general, la casa de Dios debía ser reparada (2 Crón. 29:3, 5, 14-19), y el culto de Dios restablecido mediante ritos practicados sólo en el altar exterior, el de los holocaustos.[19] Si esto no ocurría, Dios terminaría abandonando a su pueblo y su santuario en manos enemigas (2 Crón. 36:14-19; Eze. 7:21, 22, 24; 25:3; Sal. 74:10).

La descripción de este estado insoportable en el cual cayó en determinado momento Israel, se encuentra bien explícita en los libros proféticos e históricos (cf. Esd. 9:11-15; Deut. 9:3-5; 12:29-31; 18:9-14; Lev. 18:24-30, etc.). Lo que contamina entonces a Jerusalén y profana las cosas santas (hilleleu-qodesh, Sof. 3:1-4), es un estado de rebelión donde Dios no puede hacer nada más. Dios aborrece, abandona la generación que no escucha su voz, que no admite “corrección” (Jer. 7:28-30), y que contamina su casa aun poniendo allí sus abominaciones (nisikkusyhm) en su seno (vers. 30; Jer. 32:34). La multiplicación de las transgresiones (Imi’aylma ’al) y de las abominaciones (to ’abot) contaminaron pues (wayetamme’o) la casa de Jehová (2 Crón. 36:14), “hasta que subió la ira de Jehová contra su pueblo, y no hubo ya remedio” (ad-le’en mareppe’, vers. 16).

Siempre bajo este aspecto, pues, retengamos los hechos siguientes:

a) La contaminación del santuario estaba en estos casos relacionada con situaciones irremediables de apostasía que exigían el castigo divino (2 Crón. 36:14, 16; Jer. 7:30, cf. vers. 32-34; Jer. 32:34, cf. 28, 29; Eze. 5:11; 23:38, 39. cf. vers. 46-49; implícitamente también en 2 Crón. 29, cf. vers. 8, 9).

b) Este castigo divino podía alcanzar no sólo a los rebeldes, sino en un caso extremo al templo mismo. Así, el santuario contaminado primeramente por los israelitas, era doblemente profanado por sus enemigos en una invasión (Sal. 74:7; 79:1; Eze. 7:21, 22, 24; 24:21; 25:3; Lam. 2:2; Dan. 11:31).

c) El culto interrumpido por una apostasía o por la destrucción del templo caído en manos de extranjeros, podía sin embargo ser restablecido luego de arrepentimiento y de reparaciones (reconstrucción) del templo (2 Crón. 29; Esd. 6).[20]

d) El restablecimiento de los servicios del culto que habían sido de esta manera interrumpidos, no se hacía jamás en el interior del tabernáculo. Constatamos solamente ritos de sangre que eran practicados en estas ocasiones en el altar del patio (2 Crón. 29:22, 24), como en los casos registrados en el Pentateuco en la consagración o inauguración del santuario (Exo. 29:12, 36, 37; Lev. 8:15; 9:9, 15; cf. Eze. 43:18, 20, 22, 26; 2 Crón. 29:21, 22, 24, etc.)

Este último aspecto de la vida de Israel es significativo, pues nos lleva a distinguir entre dos tipos de ceremonias relacionadas con el santuario. Uno que proyecta la santificación y la consagración de los hombres y del templo en el contexto de una inauguración o restauración del culto; otro que constituía la conclusión de un ritual y de un culto que no había sido necesariamente interrumpido durante el año litúrgico.[21]

Tenemos que tener en cuenta sin embargo que esta relación entre la profanación del templo y la supresión del culto que acabamos de considerar, corresponde a un estado de rebelión y de apostasía general en Israel. Será necesario considerar también cómo el Antiguo Testamento proyecta la contaminación individual o minoritaria del santuario, y las consecuencias que ella tenía sobre el culto y el resto fiel del pueblo de Dios. (Continuará.)

Sobre el autor: Alberto Treiyer, doctor en Ciencias Religiosas, es profesor del Seminario Adventista de Collonges, Francia.


Referencias

[1] A. A. Bonar, A Commentary on the Book of Leviticus, London, 1875, pág. 308; C. F. Keil, Leviticus, Leipzig, 1878, pág. 117; A. Cohén, The Five Books of Moses with Haphtaroth, 40 London, 1977, pág. 708; J. H. Hertz, The Pentateuch and Haftorahs, 2 London, 1978, pág. 482; A. B. Levine, In the Presence of the Lord, Leiden, 1974, pág. 74; G. J. Wenham, The Book of Leviticus, Eerdmans Publishing Company, 1979, pág. 228.

[2] L. Moraldi, Espiazione sacrifícale e riti espiatori nell’ ambiente bíblico e nell’ Antico Testamento, AB, 5, Roma, 1956, pág. 235; J. Milgrom, “Two Kinds of HATTA’T”, en VT26 (1976), págs. 334, 335.

[3] J. Milgrom, “Israel’s Sanctuary: The Priestly Picture of Dorian Gray”, en RB 48 (1976), pág. 393; cf. H. Ch. Brichto, “On Slaughter and Sacrifice, Blood and Atonement”, en HUCA 47 (1976), pág. 29.

[4] A. B. Levine, op. cit., págs. 77-91.

[5] G. F. Hasel, “Studies in Biblical Atonement I: Continual Sacrifice, Defilement/Cleansing and Sanctuary ‘, en The Sanctuary and the Atonement…, Washington, 1981, pág. 93.

[6] K. Hruby, “Le Yom Ha-Kippurim ou Jour de l’Expiation”, en OS 10 (1965), pág. 57. Este autor llega a esta conclusión más bien de Zacarías 5 que de Levítico 16, y confunde seguidamente de J. Morgensten, “Two Prophecies from 530-516 B.C.”, en HUCA 22 (1949), la purificación del templo en el Día de la Expiación con su purificación en ocasión de su dedicación; M. Noth, Das dritte Buch Mose, Leviticus, Góttingen, 1978 (primera edición en 1962), pág. 106; K. Elliger, Leviticus, Tübingen, 1966, pág. 215; N. H. Snaith, Leviticus and Numbers, London 1967, pág. 114; K. Aartun, “Studien zum Gesetz über den grossen Versóhnungstag Lev. 16 mit Varíanten Ein ritualgeschichtlicher Beitrag”, StTH 34 (1980), pág. 103: “der allgemeinen kultischen Unreinheit…”

[7]  L. Ligier, Peché d’ Adam et Péché du Monde, Aubier, 1960, pág. 95. Algunas declaraciones talmúdicas van ya en esta misma dirección: Yoma 86b. Ver también J. Milgrom, Cult and Conscience..Leiden, 1976, págs. 118, 127, 128; “Sacrifices and Offerings, OT”, en IDBS (1976), pág. 767; “Atonement, Day of,” en IDBS (1976), pág. 83; “Atonement in the OT”, en IDBS, (1976), págs. 78, 79.

[8] S. G. Gayford, “Leviticus”, en A New Commentary on Holy Scripture, Society for Promoting Christian Knowledge, 1937, págs. 114, 115; O. T. Allis, Leviticus, London, 1972, pág. 154; D. Hoffmann, Das Buch Leviticus, Berlín, 1905, pág. 448; P. H. Schaff, “Day of Atonement”, en A Religious Encyclopaedia, New York, 1891, pág. 167.

[9] Mischna, Sebuot I: 6; ver citas de Cohén, Herts y Ligier ya citadas.

[10]  A. R. Fausset, Day of Atonement”, en Bible Dictionary, Michigan, 1975, pág. 62; cf. Hoffmann, op, cit., pág. 448; Noth, op. cit., pág. 106.

[11] T. K. Cheyne, “Day of Atonement”, en Encyclopaedia Biblica…, I, London, 1899, col. 385; S. H. Kellog, The Book of Leviticus, London 1891, pag. 257; F. Meyrick, The Book of Leviticus, New York, s/f, pág. 237; J. Milgrom, “Sacrifices…”, en IDBS (1976), pág. 766.

[12] R. Song 1: 5, cité par J. Milgrom, “Day of Atonement” en EJ, V (1971), col. 1382; Cult and Conscience…, pág. 128.

[13] G. F. Oehler, Theologie des Alten Testaments 2, Stuttgart, 1891, pág. 498; W. Müller, “Day of Atonement”, en The International Standard Bible Encyclopaedia, I, Eerdmans Publishing, 1980 (Copyright 1939), G. F. Hasel, “Studies in Biblical Atonement II: The Day of Atonement , en The Sanctuary and the Atonement…, 1981, pág. 119.

[14] Este es el caso de la mayor parte de los trabajos que se han hecho desde la segunda mitad del siglo pasado sobre el tema del Día de la Expiación. Hablando del problema de determinar la naturaleza -voluntaria o involuntaria de algunos pecados posibles de ser expiados -de hatta’t y asam-, un autor concluye: “ces confusions et ces incertitudes peuvent étre partiellement resolues para une critique littéraire qui les attribue á des remaniements du texte”, R. de Vaux. Les Institutions de l’AT, París, II, 1967, pág. 299. Una explicación semejante es dada con respecto al Día de la Expiación: ‘ Tous les détails rituels décrits dans Lévitique 16 sont d ailleurs loin d’etre clairs. Les procédés rédactionnels successifs ayant passablement brouilié les cartes”, K. Hruby, loe. cit., pág. 60. Podemos ver así que el espíritu histórico-crítico ha desalentado toda iniciativa por buscar o comprender la significación teológica de conjunto de la contaminación y de la purificación del santuario, a la luz de los textos bíblicos en cuestión.

[15]  Sin hablar de paradoja. A. A. Ibañez, El Levítico, Vitoria, 1974, págs. 139, 140 dice: “Yahvé comunica su santidad al santuario y los ritos celebrados en él santifican a los sacerdotes y al pueblo. Pero otra concepción (cf. también Lev. 15:31; Núm. 19: 13, 20; Eze. 45:18) supone que la impureza de los sacerdotes y del pueblo se comunica al santuario…”

[16] Distintos autores han hecho ya un estudio sobre los diferentes matices etimológicos que tiene la lengua hebrea sobre este tema; por ejemplo, W. Paschen, Rein und Unrein. Untersuchung zur biblischen Wortgeschichte, München, 1970, págs. 27, 28; G F Hasel, loe. cit., pág. 92; A. Treiyer, Le Jour des Expiations et la Purification du Sanctuaire, These de doctoral en theologie, Strasbourg, 1982, págs. 114-118.

[17] Podemos aquí mencionar simplemente los términos principales: tm, sqs, niddah, g’l II, hanepah (hanep), piggul, hll.

[18] Aunque la presencia divina estaba siempre escondida a los ojos del pueblo (cf. 1 Rey. 8: 12) detrás del velo del lugar santísimo del templo, ella se escondía aun más cuando no respondía a los clamores del pueblo (Eze. 39:23).

[19] En estos casos, los ritos de sangre son siempre efectuados fuera de los lugares santo y santísimo (Exo. 29:12, 36, 37; Lev. 8; 15; 9: 9, 15; Eze. 43:18, 20, 22, 26; 2 Crón. 29:21, 22, 24). Véase además 1 Reyes 8:62-64; 2 Crónicas 7:7, 9, donde la transferencia del culto del tabernáculo al templo, y la dedicación de este último, son efectuados también mediante ritos de sacrificios en el altar del patio.

[20] Reparación o reconstrucción: 2 Crónicas 29:3-19; Esdras 6:15; Ezequiel 43:18; restablecimiento de los servicios del culto o dedicación. 2 Crón. 29:21-35; Esdras 6:17; Ezequiel 43:19-26. Estos ritos de reconsagración o restablecimiento del culto deben ser relacionados así más bien a Números 7:28, 29; Levítico 8, 9, que a Levítico 16, pues las semejanzas son más estrechas no solamente en razón del propósito y de las circunstancias, sino también por el lugar donde son efectuadas.

[21] En nuestro trabajo de tesis ya citado, hemos consagrado gran parte de dos capítulos para destacar en detalle estas dos diferencias fundamentales.