Ya se ha visto que los sacrificios por el pecado no siempre purificaban. Sin embargo, había ocasiones bien definidas cuando la sangre del sacrificio se asociaba con la purificación (Exo. 29: 36, 37; Lev. 8: 15; 14: 14; 16: 16, etc.). En la tipología neotestamentaria se presenta además que la sangre de Cristo puede limpiarnos de todo pecado (1 Juan 1: 7; Apoc. 1: 5). ¿Cómo puede entenderse ésto a la luz de las evidencias opuestas -ya menudo pasadas por alto por los eruditos que hemos visto en el artículo precedente?

IV. La paradoja del sacrificio

Resulta cada vez más claro que la vida cúltica de los israelitas sólo puede comprenderse mediante un enfoque paradójico. Mientras que del pueblo surgía una corriente de pecado y de contaminación hacia el santuario, de éste dimanaba una corriente de purificación y de santificación hacia el pueblo, [1] Más aún, un pueblo pecador debía mantener la pureza del templo, y al mismo tiempo sólo del templo podía obtener su completa purificación.[2]

Sin embargo esta lógica oriental no parece encajar fácilmente en la estructura de la mente occidental.[3] Esto se ve claramente en las discusiones relativas a cómo traducir ciertas palabras clave del sacrificio israelita.[4] Por ejemplo, la palabra jata’th, “pecado”, cuando es usada en relación con el sacrificio (Lev. 4; Núm. 19: 9) es traducida por algunos como “sacrificio por el pecado”,[5] y por otros “sacrificio de purificación”,[6] o simplemente “expiación”.[7] El vocablo asham, “culpa”, es traducido en el mismo contexto, tanto “sacrificio por la culpa”[8] como “sacrificio de reparación” (Lev. 5).[9] Algo semejante ocurre con la expresión nasa’ áwon, ‘ llevar (cargar) la iniquidad” y “quitar (sacar) la iniquidad” (Lev. 10: 17),[10] o simplemente “perdonar. . .” (Exo. 34: 7). Finalmente, nidah también es traducido de dos maneras diferentes: una como “impureza (menstruación)’’ [11] y otra como “purificación” (Núm. 19:9).[12]

Hay autores que por utilizar siempre una lógica occidental, sustentan un aspecto del problema, y dejan sin resolver el otro, o hablan de diferentes corrientes teológicas contradictorias que se reflejan en el texto bíblico. [13] Por ejemplo, como el sacrificio por el pecado “es cosa santísima” (Lev. 6: 18 (25)), algunos no pueden aceptar que la carne de tales sacrificios lleve el pecado (Lev. 10: 17).[14] Así se llegó al extremo de decir que lo que entra en contacto con la santidad queda “infectado con santidad”, razón por la cual esta presunta infección debía ser limpiada con agua (cf. Lev. 6: 20, 21 (27, 28); 16: 24). [15] Pero, como se verá más en detalle, la santidad nunca es purificada o sacada por lavamiento de agua.[16]

  1. La contaminación de la sangre

Una de las soluciones que se ha sugerido, para explicar la paradoja del sacrificio israelita, es la siguiente: la paradoja, manifiesta especialmente en los sacrificios por el pecado, podría ser aclarada por una distinción entre los diferentes elementos que la componen.[17] La sangre era, según esta opinión, el elemento purificador, y el resto de la víctima,, como, por ejemplo, la carne, lo que contamina.[18] Esta solución no sólo resulta artificial, sino que no puede mantenerse dentro del contexto total del sacrificio israelita, donde la contaminación de la sangre no se distingue de la contaminación de la carne del animal sacrificado (Lev. 6: 20, 21 (27, 28)).

Tampoco existe esta diferenciación en las cenizas obtenidas para la purificación de los impuros (Núm. 19); la sangre, la carne, la piel y el resto del animal -inclusive el excremento-, formaban parte de las cenizas que servían para preparar el agua nidah, “impura”. Fuera de este contexto, esta palabra siempre está relacionada con la impureza, en particular de la mujer en su menstruación, o en otras ocasiones de pérdida de sangre (Lev. 12: 2; 15: 19, 24-26,33, etc.).[19] Es evidente que las cenizas revueltas en el agua no podían evitar la asociación con la impureza de sangre. Más aún, el color rojo de la vaca es también significativo. Su asociación con la sangre “se encuentra ampliamente testificada en las costumbres primitivas. Así, el cuero rojo de la vaca se agrega a la cantidad de sangre en la mezcla de las cenizas (como el carmesí y el cedro rojo, vers. 6), y acrecienta su poder”.[20] No podemos, pues, evitar evocar el pasaje de Isaías 1:18: “Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí (‘im ya’edimu katowia), vendrán a ser como blanca lana” (cf. Isa. 63: 2, 3).[21]

Otro rito diferente, pero compuesto por los mismos elementos que se utilizaban para obtener las cenizas de la vaca alazana -sangre, madera de cedro, hisopo, carmesí, agua- está indicado también en la purificación de la lepra (Lev. 14: 6, 49, 50).[22] A pesar de las semejanzas, hay que reconocer que en este caso no aparece el término jata’th, tal vez porque la sangre no es asperjada hacia el tabernáculo,[23] y tanto el sacrificio como los ritos son efectuados fuera del santuario. El procedimiento tiene además cierto paralelismo con el rito de los dos machos cabríos del Día de la Expiación. Aunque Levítico 14:2-8 no sea tan explícito como para ser utilizado como factor decisivo en lo que tiene que ver con el rito de sangre, su analogía con el macho cabrío por Azazel (Lev. 16: 20-22) ha sido suficientemente clara como para convencer a un erudito de que el pájaro vivo era contaminado con la sangre del pájaro muerto.[24]

A esto pueden añadirse varias expresiones en las que el pecado está relacionado con la sangre. “Vuestras manos están contaminadas de sangre, y vuestros dedos de iniquidad” (Isa. 59: 3; cf. 1:15). También: “Su sangre será (caerá) sobre él” (Lev. 20: 9, 11-13, 16, 27, etc.), y “su pecado llevará (cargará)” (Lev. 20: 17, 19, 20, etc.).[25] La primera de estas expresiones podía ser empleada en dos contextos semejantes: con la idea de que la sangre inocente caiga sobre el asesino, o que la propia sangre del culpable caiga sobre sí mismo (Jos. 2: 19). Por ello la expresión entera es bien significativa: “su sangre será sobre su cabeza, y nosotros (seremos) sin culpa”.[26]

  • Intercambio sustitutivo

Resulta claro que la sangre del sacrificio por el pecado no puede ser considerada sólo como elemento purificador. En efecto, la paradoja del sacrificio israelita es más fácil de explicar -y con mayor fundamento- por un principio de intercambio sustitutivo (Isa 53: 11; cf. vers. 10).[27] La pureza del animal del sacrificio (Núm. 19: 2) era transmitida mediante la sangre o el cuerpo entero -como en el caso de las cenizas-, al impuro; y la impureza del que era contaminado era transferida al animal, que contaminaba los objetos puros que tocaba, ya sea por su contacto con la sangre como también por la carne (Núm. 19). Por esta razón se vuelve innecesario discutir si me nidah, “agua impura/de purificación”, debe ser traducida en un solo sentido, como casi todas las versiones lo han hecho. El contexto revela que para la mente hebrea esta palabra podía ser captada, al mismo tiempo y paradójicamente, con los dos significados. Pero lo que es más interesante, es que esas aguas (nidah) constituían también un jata,th, es decir, un “sacrificio por el pecado” que llevaba consigo este contenido paradójico (Núm. 19: 9).[28]

Cuando se considera el caso del leproso que debía ser purificado fuera del campamento, se capta nuevamente este principio de intercambio sustitutivo. El leproso transmite su impureza al ave sacrificada, y a su vez recibe de ella la pureza que necesitaba, mediante la aspersión de su sangre y del agua mezcladas. Sin embargo, la otra avecilla viva cargaba la impureza por su contacto con los mismos elementos que purificaban al leproso (Lev. 14:6, 7; cf. vers. 51-53).

Así también la carne o la sangre del sacrificio por el pecado contaminaba todo lo que tocaba en un “lugar santo” del patio del santuario (Lev. 6: 19-21 (27-29)), lo que, por consiguiente, debía ser santificado por el lavamiento indicado.[29] El sacerdote, estando limpio, debía comer la carne del sacrificio “en un lugar santo”, para llevar sobre sí el pecado del pueblo (Lev. 10: 17; Núm. 18: 1; cf. Lev. 7: 7). Y a pesar de eso la carne es “santísima” (6: 21 (29)), apartada con un propósito muy sagrado, razón por la cual todo lo que entraba en contacto con ella debía ser santificado primeramente.[30] El resultado, de esta sustitución por intercambio, era que el leproso (Lev. 14: 13, 14), o el pecador (Lev. 4: 20-26, etc.), era purificado o perdonado, mientras que el santuario, que había sido santificado en su inauguración, era contaminado (cf. Lev. 6: 22 (30); 16: 16, 33).

A esta paradoja tampoco escapaba la idea de la contaminación por la sangre de asesinato. Se lo encuentra expresado en un mismo versículo. La sangre derramada contamina la tierra, y la del culpable debía ser vertida para purificarla (kpr: Núm. 35: 33). Los que salían a la guerra también debían santificarse (Deut. 23: 9-14); al regresar tenían que purificar sus ropas y sus instrumentos de guerra con las aguas nidah (“impuras/de purificación”) (Núm. 31: 21-24). También se consideraba como un sacrificio a la venganza divina contra los pueblos que contaminaban la tierra (Isa. 34: 6; Jer. 46: 10). Esto expiaba (kpr: Deut. 32:41-43). La sangre derramada en esta venganza contamina también figurativamente la espada y los vestidos puros y santos de Dios (Isa. 63: 2, 3, 6; cf. Apoc. 19: 13).[31]

Por otro lado, los justos difamados pueden figurativamente lavar sus pies (no sus cabezas) en la sangre de los asesinos (Sal. 58. 10 (11)). La sangre del criminal purifica así no sólo la tierra, sino también a los justos muertos (cf. Apoc. 6: 9, 10) y vivos de toda difamación o responsabilidad en el crimen (Joel 3 (4): 21).

Conclusión: La sangre del sacrificio por el pecado no poseía un poder mágico para purificar, su valor purificador o contaminador dependía del lugar o de la circunstancia en que era aplicada. Cuando se trataba de cosas no consagradas, las purificaba. Por ‘el contrario, cuando era aplicada sobre objetos o personas ya santificadas, los contaminaba. Durante el año, la sangre era depositada en el lugar que Dios había santificado con su gloria: su santuario (Exo. 29: 43). De esta manera el pecado era transferido al santuario. Al fin del año, en el Día de la Expiación, la sangre era, pues, el elemento que purificaba el santuario de todos los pecados que lo habían contaminado hasta esa fecha límite. Así el pecado era erradicado totalmente de Israel.

V. El lavamiento después del ritual en el Día de la Expiación

Una de las características notables del Día de la Expiación puede ser apreciado en las indicaciones relativas a la ablución del cuerpo. En este día, el sumo sacerdote debía lavarse tanto antes de ponerse los vestidos indicados para la ocasión (Lev. 16: 4),[32] como después de haber cumplido los ritos, y de haberse cambiado de nuevo las ropas (vers. 23, 24). Esta segunda indicación ha sido objeto de discusión aun entre los mismos judíos, quienes hasta se han preguntado sobre el lugar que debía ocupar el texto indicado, si antes o después de donde está.[33] No se ve, entre otras cosas, la razón por la que se exige un lavamiento tal después del ritual, y justamente después de haber comparecido delante de Dios en el Lugar Santísimo.[34]

Algunos autores piensan que tanto la impureza como la santidad eran contagiosas,[35] y que el lavamiento era exigido después del rito en Levítico 16:24, para purificar al sacerdote; que se había ¡‘infectado con santidad’![36] Sin embargo, nunca la santidad era extraída por lavamiento de agua.[37] Sin embargo, ella podía ser obtenida por el lavamiento (Exo. 19: 10, 14; Lev. 11: 44, 45; cf. vers. 40; 22. 6). Además, si el contagio de la santidad existía realmente, no era automático.[38] Así lo entendieron al menos, los sacerdotes en la época de Hageo (2. 12). El lavamiento exigido en Levítico 16:24 era entonces del mismo tipo que el que se exigía a los que habían contraído la impureza en la manipulación del sacrificio por el pecado (Lev. 6. 20. 21 (27, 28); 16:27, 28 (cf. vers. 26); Núm. 19: 7-10, 19-21).[39]

Teniendo en cuenta estas leyes, sobre la impureza y la santidad, se ha sugerido otra solución para explicar el lavamiento posterior. El sumo sacerdote se habría contaminado con la sangre del sacrificio por el pecado que absorbió las pesa’im, “transgresiones”[40] del santuario. Pero la delimitación a los pecados de rebelión” es forzada, y se debe a que no se descubrió aún la diferencia entre los ritos del año (Lev. 4) y los del Día de la Expiación (Lev. 16). En otras palabras, se ha percibido el valor sustitutivo de la sangre en la purificación del santuario, y no en la purificación del pueblo durante el año. No hay razón, pues, para no admitir que el santuario era purificado de todos los pecados que lo habían contaminado mediante la transferencia expuesta en la sangre de un animal sustitutivo.

De esta manera, luego de haberse purificado a sí mismo y al sacerdocio, al pueblo y el santuario, el sumo sacerdote cargaba con tales pecados al extraerlos del santuario, quedando así levemente contaminado.[41] Sus manos, aun ensangrentadas,[42] eran puestas sobre la cabeza del macho cabrío vivo que pertenecía a Azazel, de este modo todos los pecados eran transferidos al desierto y erradicados totalmente del pueblo y del santuario. Luego se dirigía hacia el tabernáculo de reunión, se despojaba de sus ropas de lino, y lavaba sólo su cuerpo en el “lugar apartado” del patio destinado para esto,[43] a menos que un contacto casual con los elementos básicos del sacrificio también hubiera contaminado sus vestidos (cf. Lev. 6: 20 (27)).

A esta altura puede preguntarse: ¿por qué en Levítico 4-15 no se dice nada referente a un lavamiento posterior de los sacerdotes que oficiaban en el templo, ni de un lavamiento por llevar los restos del animal para quemarlos fuera del campamento?[44] La respuesta es sencilla. En los dos primeros casos de Levítico 4, el sacerdote estaba incluido en la purificación Esto se ve: por el tipo de animal ofrecido, típico de los sacerdotes; porque los sacerdotes sólo podían comer los sacrificios por los pecados que no les concernían; y por la explicación resumida en Levítico 4: 20, válida para los dos sacrificios.[45] Siendo, pues el objeto de la expiación, ni la carne ni la sangre del sacrificio lo contaminaban.[46]

En los otros casos mencionados por la ley, el sacerdote llevaba sobre sí el pecado del pueblo (Lev. 10: 17). Quien comía un animal impuro o tocaba su cadáver era igualmente contaminado, y para purificarse debía únicamente lavarse (Lev. 11: 39, 40; 17: 15). Si no se hacía esto, debía llevar la iniquidad (Lev. 17: 16) y ofrecer un sacrificio por la culpa (Lev. 5: 6; cf. vers. 2). Cuando el sacrificio por el pecado era comido por el sacerdocio en un “lugar santo” (Lev. 6: 19 (26)), no se habla de un lavamiento del cuerpo ni de una impureza que persiste hasta la tarde, pues éste era el medio legal por el cual el sacerdocio cargaba sobre sí el pecado del pueblo. Este aspecto se encuentra en la base de la declaración: “Tú y tus hijos, y la casa de tu padre contigo, llevaréis el pecado del santuario” (Núm. 18: 1). El Día de la Expiación debía, por lo tanto, comenzar con la purificación del sumo sacerdote y “de su casa” (Lev. 16: 6, 11, 17), es decir, “por los sacerdotes” (vers. 33).[47]

Esta ablución final exigida al sumo sacerdote y a quienes llevaban los animales fuera del campamento es entonces una prueba adicional sumamente valiosa para demostrar que en el Día de la Expiación concluía el año litúrgico de Israel.[48] Así como el calendario que le seguía (Lev. 23: 5-14); así también se concluía el año con este tipo de sacrificio especial, que era seguido por la cosecha final (Lev. 23: 27- 43). Por el lavamiento con agua del sumo sacerdote y de todos los que entraban en contacto con los animales después que habían sido purificados, se mostraba que todo Israel estaba limpio; nadie cargaba con la impureza de nadie. Los pecados y las impurezas habían sido erradicados del templo y del reino. Un simple lavamiento posterior de los que habían estado en contacto con los sacrificios después de haber sido purificados, era suficiente para librarse de ese tipo de impureza.-Continuará.


Referencias

[1] Véase A. Ibañez Arana, El Levítico. Introducción y comentario, en Bíblica Victonensia2 (Victoria. Ed. Eset. 1974), págs. 139, 140.

[2] B. A. Levine, In the Presence of the Lord. A Study of Cult and some Cultic Terms in Ancient Israel (Leiden, ed. E. J. Brill, 1974), pág. 69, nota 37: “The substitution of a victim and the transfer to it of the impurity and sins of the worshippers creates the apparent paradox of an impure victim serving as atonement. as the instrumentality for purification. On the other hand, the victim had to be pure and without blemish to qualify, in the first instance. And yet, this apparent Paradox is built into the entire system of Israelite purificatory rituals “; G. F. Hasel, “Studies in Biblical Atonement I. Continual Sacrifice, Defilement Cleansing and Sanctuary”. en The Sanctuary and the Atonement (Washington. D.C., Review and Herald, 1981), pág. 102; J. Milgrom, “The Paradox of the Red Cow (Num. XIX)”, en VT 31 (1981), pág. 63; etc.

[3] La cultura silogístico-especulativa griega también afectó la comprensión judía posterior de los ritos sacrificiales (cf. ibid., págs. 62, 63). Este autor muestra, al mismo tiempo, que muchos rabinos no dejaron de ver en los ritos de sacrificios “its paradoxical effect”.

[4] Para ilustrar esto, el autor de este trabajo pide o lleva diferentes versiones de la Biblia en sus disertaciones. que son comparadas por los concurrentes.

[5] Esta es la traducción tradicional y aceptada aún hoy por la mayoría de los autores. R. de Vaux, Les Institutions de l’Ancient Testament (París, ed. du CERF, 1967), t. 2, pág. 296. N. H. Snaith cree que, en un principio, traer un animal para el sacrificio significaba simplemente traer el pecado, en The Sin-Offering and the Guilt”, en VT 15 (1965), pág. 74. Una comparación además entre Levítico 4:3. 4 y 5: 6. 7 prueba que el último pasaje debe ser traducido; “Y traerá su culpa a Jehová por el pecado que peco (cometió)…”, esto es. el animal del sacrificio en sacrificio por el pecado” (véase también Lev. 5: 25 (6: 6)).

[6] Milgrom, “Sin-Offering or Purification- Offering?”, en VT 21 (1971). págs. 237, quien mantiene aun la misma interpretación en su trabajo más reciente. “The Paradox”, pág. 63.

[7] Esta traducción es. a nuestro juicio, la peor, pues no permite distinguirla fácilmente de la palabra más específica para “expiación (kpr), ni tampoco del asham, efectuado también para obtener la expiación. Esta confusión es realmente penosa, por ejemplo, la que se produce en la versión castellana Reina-Valera, revisión de 1960, en Levítico 4-5 y en otros pasajes en los libros históricos (cf. Isa. 53: 10. etc ).

[8]  Esta es la traducción de la mayoría de las versiones. Cf. R. J. Faley, “Leviticus”, en The Jerome Biblical Commentary (New Jersey, Prentice-Hall, 1968), t. 1, págs. 67-85. Este autor destaca también que la expresión significa tanto “culpa” como “ofrenda por la culpa.

[9] L. Moraldi, Espiazione Sacrifícale et Riti Espiatori, en Analecta Biblica 5 (Roma, Instituto Pontificio, 1956), págs. 168-170, 179, 180, 266; Milgrom, Cult and Conscience. The asham and the Priestly Doctrine of Repentance (Leiden. ed. E. J. Brill. 1976), págs. 3-7 Véase nota 13 del artículo anterior en esta serie.

[10] Moraldi, ibid., pág. 119: “L espressione… puo avere due sensi: 1) portare, caricarsi di una colpa… et quindi scontarla…; 2) toghere. cancellare, perdonare una colpa…” Este autor brinda, además, referencias al Código de Hamurabi que sustentan el primer sentido. Milgrom cree que en los códigos leviticos, esta palabra “always mean bear responsability’… and it never means remove the guilt sin’…”, lo que podría, según él, ser el caso en otra parte, “Two Kinds of Hatta’t”, en VT 26 (1976), pág. 333.

[11] Esta palabra aparece treinta veces en el Antiguo Testamento; W. L. Paschen. Rein und Unrein, (Munich, Kósel-Verlag, 1970), pág. 27. De estas casi la mitad aparece en Levítico (13 veces), y siempre, ya sea real o figuradamente, está relacionada con la contaminación por sangre. P. P. Saydon. “Numbers”, en A New Catholic Commentary on Holy Scripture (T Nelson and Sons, LTD, Catholic Biblical Association, 1969), pág. 249: “…the water of impurity’, i.e. destined to remove sin” (cf. 2 Rey. 5: 10, 12-14).

[12] W. Gesenius, Hebráische und Aramaiches Handworterbuch (Berlín, Spnnger-Verlag, 1962), pág. 487: “Wasser ais Reinigungsmittel gegen Unreinheit”.

[13] A. Ibañez Arana, ibid., págs. 139, 140.

[14] R. de Vaux, Les Institutions…, pág. 297. E. Feldman, Biblical and Post-Biblical Defilement and Mourning (New York, Yeshiva University Press, 1977), pág. 63, llama a este fenómeno bíblico “patterns of paradox”.

[15] J. R. Porter Leviticus, en The Cambridge Bible Commentary en la New English Bible (Cambridge, Cambridge University Press. 1976), pág. 131.

[16] M. Haran, Temple and Temple Service in Ancient Israel (Oxford, Clarendon Press. 1978). pág. 176. “We are told of no activity or rite which can deprive a person or object of it”.

[17] Milgrom, “The Paradox…”, págs. 63, 67.

[18] Entre los autores que piensan que la carne de los sacrificios por el pecado cargaba con el pecado, se encuentran P. Voltz, “Die Hananflegung beim Opfer”, en ZAW 21 (1901). pags 95. 96. T. H. Gaster. “Sacrifices and Offerings. OT”, en IDB, 1962. IV, págs. 147 b, 152 a. Entre los autores del siglo pasado, que son citados de acuerdo con esta opinión en una tesis reciente, se encuentran Hasenkamp, Thalhofer. Kurtz. etc Cf. A. Marx, Le sacrifice israelite de 1750 á nos jours. Histoire de la recherche (tesis, Estrasburgo. 1977). pag. 302 Gaster ve en la carne de la víctima un aspecto negativo del ritual que recibe la impureza, y en la sangre un aspecto positivo que conduce a la regeneración del pecador.

[19] Otros pasajes Levitico 18: 19; Ezequiel 18: 6; 22: 10; 36: 17. Véase la nota 11.

[20] Milgrom, “The Paradox…”, págs. 62, 63.

[21] Cf Números 19: 6: towla ath. En Isaías 1: 18, el término rojo contiene las raíces del término dam, “sangre”. Kedar-Kopftein ve otros símbolos de la sangre, “dam”, en TWAT II, pág. 254.

[22] Milgrom, “The Paradox…”, pág. 67.

[23] Ibid, pág 66

[24] J D. Prince, “Scapegoat (Semitic)”, en Enciclopaedia of Religion and Ethics (Edinburgo, 1974). t. 11, pág. 222.

[25] Vanos trabajos han sido consagrados exclusivamente a la sangre bajo esta expresión. E. Merz, “Die Blutrache bei den Israeliten , en BWAT 20, Leipzig, 1616; P. Nober, “Sein Blut komme úber uns unre Kinder “, en Freiburger Rundbrief II (1958-59), 41- 44, Sene, págs. 73-77; H. Kosmala. His Blood on us and our Children (The Background of Mat 27: 24, 25)”, en ASTI 7 (1970), págs. 94-126; K. Koch, Der spruch sein Blutbleibe auf semem Haupt und die israelitische Aufflassung vom ver- gossenen Blut. en VT 12 (1962), págs 396-416. H Christ. Blutvergiessen im Alten Testament (Disertación teológica Basilea, 1977)

[26] Sobre el uso de la expresión dam naki. “sangre inocente”, véase entre otros pasajes, 1 Samuel 19: 5; 2 Samuel 3: 28; 14: 9; Salmos 94: 21; 106: 38; Proverbios 1; 11; Jeremías 7: 6; 19: 2-6, 12-15 (Tofet, Moloc); 22: 3; 26: 15; cf. Éxodo 23: 7; Números 32: 22. 23. También existe un paralelismo semántico-analógico entre la situación proscripta de los leprosos, y la de quienes se habían contaminado con sangre (Lam. 4: 13-15). Cf. Hasel, “Studies in Biblical Atonement…”, págs. 94, 95.

[27] La mayoría de los autores toma la idea de sustitución en un solo sentido. Sin embargo, E. Jacob hace la siguiente observación: “Thomme donne une chose pour recevoir autre chose á sa place: lorsqu’il ságit du péché, l.homme echange le péché contre une vie nouvelle”, Theologie de l’Ancien Testament (Neuchátel, Delachaux & Niestlé, 1968), pág. 236.

[28] En Números 8: 7 el agua que debe purificar a los levitas se llama mey jata’th, “agua de pecado”.

[29] qodesh y tahowr, “santo” y “puro”, son usados en contraste con jol y tame’, “profano” e “impuro” en Levítico 10: 10. La santificación podía ser obtenida en ciertos casos sólo por un lavamiento con agua (Lev. 11: 43, 44; cf. Exo. 19: 11-14).

[30] Gramaticalmente, el texto da lugar a dos posibilidades: que todo lo que entraba en contacto con el sacrificio debía ser santificado antes, o que se santificaba por su contacto. Véase O. T. Allis, “Levitique”, en Nouveau Commentaire Biblique (traducido de la New Bible Commentary Revised, Londres, 1970; St. Legier, 1978), pág. 154; véase también la versión católica española de F. Torres Amat. Sin embargo, el contexto revela aquí que la purificación es anterior. No se trata pues de una santidad contagiosa. Véase la nota 16. Esta misma forma verbal se encuentra en Éxodo 29: 37; 30: 29; Levítico 6: 11, 20; 1 Samuel 21: 6; Hageo 2: 12. En 1 Samuel 16: 5 se ve de nuevo que era necesario obtener el estado de santidad antes de entrar en contacto con el sacrificio. Lo mismo en 1 Samuel 21:6 (cf. Lev. 21:8; 22:6), donde se da cuenta de un estado de santidad anterior, E. Dhorme, “Leviticus”, en La Bible. L’Ancien Testament (París, Bibliotheque de la Pléiade, 1956), t. 1. Cf. Números 18; 11, 13. H. A. Perret-Gentil, La Sainte Bible (Sociedad Bíblica Protestante de París, 1866), sobre Levítico 6: 20 dice: “Pour en goúter la chair, il faut étre consacré”.

[31] La palabra ga’al, traducida aquí como “manchar”, no es la palabra corrientemente utilizada para describir la contaminación del santuario, ni es usada en Levítico. Sin embargo, se la usa en relación con la sangre humana derramada (Isa. 59:3; Lam. 4: 14; Sof. 3: 1).

[32] Esto debía hacer el sacerdote siempre antes de entrar al tabernáculo, y antes de ofrecer los sacrificios (Exo. 30: 19-21; 40: 31, 32). Véase la nota 30.

[33] Snaith, “Leviticus and Numbers”, en The Century Bible-New Edition (Londres, Nelson and Sons, LTD, 1967), pág 110.

[34] Para un estudio detenido de todos los problemas implicados en Levítico 16: 23. 24 véase A Treiyer, Le Jour des Expiations et la Purification du Sanctuaire (tesis doctoral, Estrasburgo, 1982), págs. 42. 43.

[35] De Vaux, Les Institutions…, pág. 354, etc.

[36] Porter, Leviticus, pág. 131.

[37] Haran, Temple and Temple-Service… , pág 176.

[38] Jacob, Théologie.., pág. 74, nota 1.

[39] C. F. Keil, Leviticus, en Biblisher Commentar über die Bucher Mose’s (Leipzig, 1878), pag. 405: “. . .they had been defiled by the animals laden with sin”; A Bonar, A Commentary on the Book of Leviticus, (Londres. James Nisbet Be. Co., 1875), pág. 314.

[40] Milgrom, “Sacrifices…”, pág. 767; “The Paradox…”, pág. 64: “…since the hatt’at blood now bears the impurity it has absorbed, it contaminates anything it touches (Lev. 6: 20b). Henee the laws of impurities prevail in regard to objeets touched by the hatta’t: earthen ware must be broken (cf. Lev. 6:21a with Lev. 11: 33. 35; 15: 12a) and metal ware scoured (cf. Lev. 6: 21b with Núm. 31:22, 23)”.

[41] Véase nuestro artículo anterior, bajo “Criterios de contaminación”.

[42] Milgrom, “The Paradox…”, pag. 64. nota 5: “… the sectaries of the Dead Sea prescribe that the high priest must wash inmediately after the blood manipulations and not after the Azazel rite, as in the MT (11 Q Temple 26: 10)”; cf. Two kinds of HATTA’T ‘, pág. 336. nota 14.

[43] Véase la nota 34. Levítico 16:23, 24 bien puede ser traducido así: “Y vendrá Aarón al tabernáculo de reunión, y se quitará los vestidos de lino, que se puso cuando entro en el santuario, y los depositará allí. Y lavará su cuerpo (carne) con agua en un lugar santo (del patio), y retomará sus vestidos, y saldrá y ofrecerá su holocausto…”

[44] Milgrom, ibid., pág. 64; nota 5: “The high priest uniquely on the Day of Atonement must bathe after the ritual (Lev. 16:23. 24)”. Fuera del libro de Levítico hay dos ritos que exigen un lavamiento después del ritual (Núm. 19; Deut. 21). En ambos casos eran realizados fuera del santuario, y en favor de personas que originalmente no habían sido contaminadas (cf. Núm. 19:9. 19. 21). ni eran culpables. En Deuteronomio 21 se trata solo de un lavamiento de manos, como prueba de que no se había participado en el crimen (Deut. 21: 6. 7). En Números 19 se incluye la ablución del cuerpo (vers. 7: 8, 19) como en Levi- tico 16. El sacerdote no debe llevar esta impureza del pueblo, puesto que ella había sido virtual y figurativamente transferida al santuario cuando las cenizas jata’th habían sido preparadas (vers. 4). No debe olvidarse que la sangre del sacrificio por el pecado era asperjada siete veces sólo cuando el sacerdote’ no comía el sacrificio, ni llevaba, por consiguiente, ’los pecados del pueblo. Compare estos detalles en Levítico 4.

[45] Snaith, ibid., pág. 56; “If the priest was not involved in the sin he ate the flesh… If the priest was involved… he could not eat it, so it had to be taken outside to a clean place and destroyed by fire”.

[46] Véase en este articulo bajo La paradoja del sacrificio”.

[47] Esta es la única vez en que aparece la expiación asociada con la expresión “y su casa”. Los “sacrificios por el pecado” y por la culpa” eran comidos sólo por los sacerdotes (Núm. 18 9, 10).

[48] Entre los autores que hablan del Día de la Expiación como un día final, puede mencionarse a G. F. Oehler, Theologie des Alten Testaments (Stuttgart, J. F. Stemko, 1891), pág. 498; B. Baentsch, “Exodus, Leviticus, und Numeri”, en Hand Kommentar zun Alten Testament (Góttingen, Vandenhoech und Ruprecht. 1903), pág. 381: S. R. Driver y H. A. White, “Day of Atonement”, en Dictionary of the Bible (New York, H. Hastings, 1908), t. 1, pág. 201; G. B Gray, Sacrifice in the Old Testament (Oxford. Clarendon Press, 1925), pág. 321.