Los modales del predicador

Es indudable que el propósito de toda disertación es la comunicación a otros de lo que se siente o se sabe. Demóstenes, al responder a la pregunta: “¿Qué es lo más importante en la oratoria?” dijo: “La acción.” Como ejemplo de lo que queremos decir presentaremos el caso de una persona que, sin sonreír, con el rostro inmutable, nos da unos secos “¡Buenos días!” ¡Cuán diferente hubiera sido este saludo si hubiera estado acompañado de una voz agradable y de la adecuada expresión del rostro!

Quintiliano, el gran orador y gramático romano, afirmó: “Un discurso mediocre, apoyado con todo el poder de la expresión, es más impresionante que un discurso superior pero no acompañado de él.” De hecho, al hablar no es antinatural usar gestos o ademanes; antes bien, lo antinatural sería hablar no empleándolos.

Ellos son en realidad un método de comunicación por medio de símbolos. La atención del oyente se ve cautivada y retenida en gran medida por su empleo acertado. Los ademanes y demás movimientos expresivos benefician de paso al orador, pues le sirven de desahogo nervioso al par que estimulan su fluidez de pensamiento y de expresión. Por otra parte favorecen también al auditorio, ayudándole a comprender el significado del discurso y permitiéndole medir la magnitud de las convicciones del que habla.

La postura conveniente

La buena voz y la correcta postura van unidas, porque una oratoria eficaz es el resultado de un completo gobierno del cuerpo, y la conveniente coordinación de los movimientos no sólo impresiona bien al auditorio, sino que inspira confianza en la dignidad e importancia de las palabras.

Es importante que el orador comience bien su discurso. Un detalle valioso es que al dirigirse al lugar desde el cual ha de hablar, camine con serena confianza, deteniéndose por unos instantes para hacerse cargo de la situación y tomar una profunda inspiración, tras lo cual puede empezar a hablar, empleando para ello una voz natural y sincera. De igual manera, antes de retirarse de la plataforma, tras una ligera pausa acompañada de un: “Muchas gracias.” puede encaminarse con toda naturalidad hacia la puerta.

En que consiste la buena postura

Los pies deben estar en tal posición que permitan al cuerpo moverse elásticamente, tanto hacia adelante como hacia los costados. El peso del cuerpo debería descansar principalmente sobre el talón de un pie. manteniéndose el otro pie ligeramente adelantado y más bien en posición de descanso, pero sosteniendo también parte del cuerpo y en condiciones de moverse libremente.

El cuerpo de una persona de temperamento vigilante y de movimientos libres va cambiando de posición constantemente. Al principio el cuerpo descansa sobre el pie que está más atrás, pero al avanzar la exposición, el peso del cuerpo se irá desplazando hacia la parte anterior sobre el pie adelantado.

Como sentarse

Quien está bien sentado, nota que el extremo inferior de la espina dorsal coincide con el ángulo interior de la silla y tiene la espalda naturalmente derecha. Al ponerse de pie no necesita sino inclinarse ligeramente hacia adelante, apoyar los antebrazos en la mesa, si la hay, pero cuidando de que la línea naturalmente vertical de la espalda continúe en su posición.

Como estar de pie

Colóquese un pie ligeramente más adelante que el otro. Si se expresa en forma positiva algún pensamiento o se hace un ademán vigoroso, desplácese el peso del cuerpo sobre el pie que está delante, y si se quiere expresar pensamientos de meditación o reflexión, échese el peso sobre el pie que está más atrás.

Lo que debería evitarse

Ante todo, húyase de toda rigidez, que es el peor enemigo del orador.

Evítese asimismo toda postura defectuosa, y artificial, ya se esté con las piernas demasiado abiertas, demasiado rígidas o totalmente unidas. Algunos se encorvan o doblan de tal suerte que parecen una serpiente o dan la impresión de estar formados de dos piezas.

Evítese asimismo la postura sacerdotal. Igualmente es de mal gusto el movimiento constante en el cual pareciera que el cuerpo nunca hallara descanso. También debe evitarse la posición pomposa, propia del orador joven recién salido de un seminario.

Gestos

Los movimientos de la cara y la voz están íntimamente unidos. El rostro generalmente anticipa el vigor de lo que se ha de decir. Las expresiones del rostro tienen su lenguaje, así como lo tienen las manos, los brazos, la cabeza, los hombros, los movimientos del cuerpo.

Los oyentes juzgan la personalidad de quien habla y su sinceridad y le tienen confianza en la medida en que lo justifican sus gestos. Estos podrán prestar vigor a las palabras y rubricar con énfasis lo que las palabras no alcanzan a explicar.

Principios generales acerca de los gestos y demás movimientos

Los gestos, lo mismo que los ademanes y los movimientos del cuerpo, nacen de los impulsos e implican coordinaciones. Los gestos se hacen con el rostro, y los ademanes, con las manos; pero hay además movimientos que se realizan con todo el cuerpo. Todos ellos deberían ser visibles, adecuados a los pensamientos o situaciones, sincronizados, y debieran producirse antes o en el momento mismo de emitirse la palabra o la sílaba que ha de recibir énfasis. Deberán ser comunicativos, y no apagados.

Defectos

Debiera evitarse la repetición cansadora de determinado gesto. Evítense tanto el ceño constantemente fruncido como la sonrisa uniforme. Depónganse los gestos y ademanes faltos de naturalidad y también la monotonía de ellos.

Ademanes correctos

Uso del índice para señalar un objeto o dirección.

De la mano cerrada para denotar vigoroso énfasis o para lanzar un desafío.

De la mano con la palma vuelta hacia arriba para dar una bienvenida, para rogar o para hacer una exposición simple.

De la mano con la palma hacia abajo para expresar desaprobación, desagrado y otros sentimientos análogos.

Perfeccionamiento de ademanes, gestos y demás

Lo más importante para ser eficaz en los movimientos, es la liberación de todo sentimiento inhibitorio y el aprender a usar todo el cuerpo para una mejor expresión. Esfuércese el orador por hacer que el ademán y el movimiento del cuerpo precedan a la palabra, en vez de seguirla. evitando con cuidado toda repetición que caiga en monotonía. Empléese tal vigor enfático que lo que se diga resulte convincente.

No se crea que porque la tendencia actual en los discursos se inclina al estilo de conversación, debemos olvidar del todo los gestos, ademanes y demás movimientos del orador clásico, pues ha de recordarse que del mismo modo como un exceso de ellos distrae a los oyentes, su ausencia completa adormece al auditorio. Cuanto mayor énfasis presten los ademanes y gestos a la palabra expresada, tanto más eficaz será nuestra presentación de lo que sabemos y de lo que sentimos.

Sobre el autor: Presidente de la Unión Antillana.