En la Gran Comisión, Jesús dio uno de los mandatos más emblemáticos sobre la misión: “Por tanto, vayan a todas las naciones, hagan discípulos bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado. Y yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat. 28:19, 20). En esta afirmación se destacan dos expresiones: hacer discípulos y ensenar. Ambas están relacionadas y tienen que ver con la educación, porque el concepto de discipulado no se limita, evidentemente, a transmitir información, sino también a practicarla.

La enseñanza, a su vez, es un concepto intrínsecamente ligado a la comunicación del mensaje. Estos términos van de la mano cuando se trata de cumplir con la predicación del evangelio. Elena de White advirtió: “Si la verdad fuera enseñada como es en Jesús, habría cien veces más poder, y ese poder convertiría los corazones humanos”.[1]

La pregunta es: ¿cómo podemos desarrollar una comunicación que enseñe en un entorno digital extremadamente hostil e impregnado de intereses alejados de la idea de enseñar? Al fin y al cabo, la comunicación educativa pretende inculcar un pensamiento reflexivo y transformador en su público. Sin embargo, este tipo de comunicación no siempre impacta a una multitud y, probablemente, no ofrece contenidos capaces de “hacerse virales” entre millones de seguidores. Entonces, ¿cómo podemos comunicar eficazmente en el entorno digital?

La lógica de las plataformas digitales

Los pastores deberían entender un poco la lógica que guía las plataformas digitales, especialmente las redes sociales. No se puede negar el valor y la oportunidad que abren para que los ministros del evangelio compartan mensajes bíblicos con audiencias que buscan contenidos edificantes. Algunos pastores incluso utilizan su influencia y producen materiales de alta calidad en la evangelización digital.

Este movimiento es excelente y ha generado resultados que dignifican el nombre de Dios. Sin embargo, es necesario que los ministros adventistas vean y comprendan todo el alcance de la operación de las redes sociales. La periodista Madeleine Lacsko explica un poco el concepto de las plataformas digitales y sus intereses: “El negocio de las redes es mostrar a las personas posteos hechos a su medida para que pasen el mayor tiempo posible utilizando los productos de la plataforma. Por eso los posteos que tienen animadversión hacia el grupo contrario tienen más difusión que otros”.[2]

Un vistazo rápido a redes sociales como X (antes Twitter), Instagram e incluso el área de chat de YouTube demuestra lo que dice Lacsko: predominan las discusiones llenas de comentarios agresivos, ofensivos, discriminatorios, prejuiciosos y raramente educativos. Este es el tipo de comunicación que ha atraído a millones de personas a estos entornos, lo que se traduce en un largo tiempo de permanencia y exposición a contenidos apoyados estratégicamente por marcas y grupos con importantes intereses financieros.

Dos tipos de comunicación

Estar en esos espacios es necesario, pues proporciona la oportunidad de un eventual contacto con personas que quieren entender el evangelio desde la perspectiva de un pastor adventista. Pero es posible percibir la existencia de dos naturalezas opuestas con relación al tipo de comunicación emprendida en las redes sociales.

En primer lugar, está la comunicación agresiva y ofensiva, caracterizada por el intercambio de acusaciones, ataques a la reputación, el uso de palabras duras, información parcial o totalmente falsa, motivada por un sentimiento de venganza o ira desenfrenada. Suele ir acompañada de sarcasmo y a menudo es recordada más por la atmósfera de animosidad que por el contenido compartido.

Sobre este tipo de comportamiento, Elena de White, allá por el siglo XIX, hizo un comentario que no suena anacrónico: “Para fabricar estas calumnias se necesita a los que han educado sus mentes para luchar contra la verdad. No somos sabios si las tomamos de sus manos y las distribuimos a miles que nunca habrían pensado en ellas si no las hubiéramos publicado y diseminado por el mundo. Esto es lo que los opositores hubiesen querido; ellos pretenden que se les preste atención y que publiquemos esas calumnias”.[3]

Si quieres apoyo bíblico para este

tipo de comportamiento tan común en las redes sociales o en cualquier entorno público, puedes recurrir al sabio Salomón: “La blanda respuesta calma la ira, pero la palabra áspera aumenta el furor. La lengua de los sabios adorna la sabiduría, pero la boca de los necios habla sandeces” (Prov. 15:1, 2). Al evitar la ira, podemos “adornar la sabiduría”. Se trata de una bella expresión poética que también puede entenderse como “educar con respeto”.

En segundo lugar, está la comunicación

que enseña, cuyos efectos

pueden ser más duraderos, además de dejar huellas que producirán un círculo virtuoso de discípulos y formadores de discípulos. Esto se debe a que la enseñanza transformadora requiere que el agente activo tenga una postura compatible con el mensaje. Lo que lleva a las personas a aprender es un conjunto de comportamientos y una forma de comunicar agradables. Como resumió Howard Hendricks: “Enseñar, por lo tanto, trata de un balance y una relación delicada entre el contenido y la comunicación, entre los hechos y la forma, entre lo que usted enseña y cómo lo enseña”.[4]

La neurociencia ha avanzado mucho en la comprensión de cómo se desarrolla el aprendizaje. Ahora se sabe mucho más sobre las funciones ejecutivas del cerebro vinculadas al funcionamiento del córtex prefrontal, la zona responsable de la atención, la memoria de trabajo, la flexibilidad cognitiva, la planificación y otras habilidades. Todo ello puede mejorarse haciendo un buen uso de las capacidades del cerebro, desde la infancia hasta la edad adulta. Y la educación sistemática es la clave para ello, como afirma la neurocientífica Carla Tieppo: “Después de todo lo que hemos aprendido sobre el cerebro, hemos visto que es plástico y siempre puede aprender y cambiar. Además, conviene subrayar que las funciones ejecutivas también mejoran con la práctica”.[5]

Un ministerio digital relevante

Es interesante darse cuenta de cómo, en los escritos de Elena de White, la enseñanza bíblica está entrelazada con la actividad pastoral, incluida la forma de tratar el error. Ella dijo: “La mejor forma de tratar con el error es presentar la verdad, y permitir que las ideas descabelladas mueran por falta de atención. Contrastada con la verdad, la debilidad del error resulta clara para toda persona inteligente”.[6]

He aquí algunos consejos prácticos sobre comunicación educativa:

El ministerio pastoral es una oportunidad para enseñar a la gente la Biblia y el estilo de vida cristiano, no para tratar de destruirlos, ofenderlos o atacarlos en las redes sociales, enzarzándose en interminables discusiones infructíferas. A través de tus perfiles en las redes sociales, usa la palabra con sabiduría, respeto y con el propósito de enseñar.

Crea formas de comunicar mejor las enseñanzas bíblicas en la congregación local, escuela o lugar donde tengas algún tipo de influencia. Considera la posibilidad de crear un programa con charlas y seminarios sobre cómo enseñar la Biblia de forma creativa en el entorno digital. Forma a miembros, alumnos y colaboradores en este sentido.

Haz que el centro de tu ministerio digital sea el mensaje bíblico, y no tú, tus preferencias personales o tus propias ideas. Aunque la gente conecta con las personas en las redes sociales y le gusta seguir la vida de los demás, ayúdales a ver algo más profundo: tu testimonio como fiel transmisor de la Palabra de Dios. Como dice el apóstol Pablo: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que expone bien la palabra de verdad” (2 Tim. 2:15).

Sobre el autor: Asesor de comunicación de la División Sudamericana


Referencias

[1] Elena de White, El otro poder (ACES, 2013), p. 70.

[2] Madeleine Lacsko, Cancelando o Cancelamento: Como o Identitarismo da Militância Tabajara Ameaça a Democracia (LVM Editora, 2023), p. 60.

[3] White, El otro poder, p. 47.

[4] Howard Hendricks, Ensenando para cambiar vidas (Unilit, 2003), p. 85.

[5] Carla Tieppo, Uma Viagem Pelo Cérebro: A Via Rápida Para Entender Neurociencia (Conectomus, 2021), p. 246.

[6] Elena de White, El ministerio pastoral (ACES, 2015), p. 163.