Según afirma el profeta Joel en el capítulo 3 de su libro, la humanidad de hoy, que vive en el umbral del cumplimiento de nuestra esperanza más acariciada, la segunda venida de Cristo nuestro Señor, se encuentra “en el valle de la decisión.”
Nuestro deber, como ministros de Dios, no consiste solamente en predicar el Evangelio con miras a informar a la gente sobre los portentosos eventos próximos a suceder y de hacerle conocer el plan de salvación, sino en ayudarle a decidirse en favor de la verdad, a fin de ser salvos. Con razón dijo el apóstol Pablo: No me avergüenzo del Evangelio, porque es potencia de Dios para salud (salvación) a todo aquel que cree.”
En Mateo 28:19 y 20 encontramos las siguientes palabras: “Por tanto, id, y doctrinad a todos los gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo: enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado: y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”
Pero antes de que la gente pueda ser bautizada en nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, debe hacer una decisión. El asunto de conseguir las decisiones es tal vez el punto más débil de nuestro ministerio. Es fácil dar estudios bíblicos sobre Daniel 2, exponer las profecías del libro del Apocalipsis, predicar sermones y dar conferencias, pero toda esta noble obra de nada vale si no se consigue que las almas se decidan en favor de la verdad.
Ser ganador de almas es ser sabio
El rey Salomón escribió, 950 años antes de la era cristiana: “El que prende almas, es sabio” (Prov. 11:30), y el espíritu de profecía se expresó de la siguiente manera sobre este mismo asunto:
“La más alta de todas las ciencias es la de salvar almas. La obra más grande a que puedan aspirar los seres humanos es la de ganar a los hombres, del pecado a la santidad. Para realizar tamaña obra hay que echar amplios cimientos.”—“El Ministerio de Curación” pág. 379.
Ambas declaraciones inspiradas implican dedicación al estudio de la ciencia de las decisiones. Así como el que quiere ser médico debe estudiar durante varios años la ciencia de curar, hasta dominarla por completo, y aun después tiene que ir perfeccionándose durante toda la vida, el que quiere salvar almas tiene que estudiar la ciencia de las decisiones y luego perfeccionarse en la misma. El ministro de Dios debería dar mayor importancia al estudio de la ciencia de las decisiones, con el fin de hacerse sabio en esta disciplina.
La obra de Satanás: impedir las decisiones
Pablo, en su segunda epístola a los corintios, capítulo 4 y versículo 4, nos da la clave de por qué la gente falla en decidirse a favor del Evangelio: “En los cuales el dios de este siglo cegó los entendimientos de los incrédulos, para que no les resplandezca la lumbre del Evangelio de la gloria de Cristo el cual es la imagen de Dios.”
Aquí se afirma que Satanás toma posesión del entendimiento o sea de la mente del hombre, y lo oscurece para impedir la aceptación del Evangelio de “la gloria de Cristo.”
El mismo apóstol nos muestra, en 2 Timoteo 3:2-8 y 13, con qué elementos ha conseguido oscurecer Satanás la mente de la humanidad: son los 21 pecados allí descritos los que trastornan y corrompen el sano discernimiento entre el bien y el mal, la verdad y el error.
El pecado, o sea la transgresión de la ley de Dios, confunde de tal manera la mente, que impide que los hombres vean con claridad, y así carecen de poder intelectual para llegar al conocimiento de la verdad. Como dice el apóstol: “Así también éstos resisten a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos acerca de la fe.”
¿Cuál es, en resumidas cuentas, la causa de la indecisión de la gente y su consiguiente rechazamiento de la verdad? La debemos buscar en los pensamientos corruptos con que Satanás ha llenado la mente humana.
La mente y la ciencia de la salvación
Teniendo en vista lo que antecede, el espíritu de profecía dice que el principal trabajo del ministro consiste en lo siguiente: “El tratar con mentes humanas es la tarea más hermosa que jamás fuera confiada al hombre mortal.”—“Evangelismo” pág. 253.
Si queremos ver almas ganadas para el reino de Dios, debemos siempre tener presente lo que Satanás ha hecho con la menta humana para estorbar este propósito. Por lo tanto, para alumbrar el entendimiento humano con la luz del Evangelio, necesitamos de una fuerza más poderosa que la de Satanás. ¿Cuál es este poder? La sierva del Señor nos lo dice: “Existe un poder vivo en la verdad, y el Espíritu Santo es el agente que abre las mentes humanas a la verdad.”—“Evangelismo,” pág. 124.
Este poder sólo existe en el Espíritu Santo, quien demostró su poder sobre Satanás en muchas oportunidades, especialmente cuando resucitó a Cristo de los muertos, hecho que el enemigo de las almas quiso impedir a toda costa. (Rom. 8:11.)
En Juan 16:13 al hablar del Espíritu Santo, el apóstol declara: “Él os guiará a toda verdad.” Este pasaje nos indica claramente que el Espíritu Santo impresiona la mente del pecador para guiarlo a la verdad.
Somos vehementes admiradores de Pablo, el más poderoso ganador de almas después de Cristo. Veamos con qué ciencia predicaba el Evangelio a los corintios este gran apóstol: “Y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, más con demostración del Espíritu y de poder.” (1 Cor. 2:4.)
Veamos también con qué arma predicó Pablo a los tesalonicenses: “Por cuanto nuestro Evangelio no fue a vosotros en palabra solamente, mas también en potencia, y en Espíritu Santo.” (1 Tes. 1:5.)
El apóstol reconoció la capital importancia de la dirección del Espíritu Santo en la gran obra de la salvación de los perdidos.
Pedro también menciona la forma cómo predicaban los santos varones de la antigüedad: “De los que os han predicado el Evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo.” (1 Ped. 1:12.)
Todo esto nos muestra claramente que si queremos tener éxito en la ciencia de ganar almas, en primer lugar nuestra vida debe ser guiada por el Espíritu Santo. El ministro y la instructora bíblica deben orar diariamente por el derramamiento del Espíritu en su vida. El Señor quiere que oremos por este don más que por ningún otro. “Cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que lo pidieren de él.” (Luc. 11:13.) “Más vosotros, oh amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando por el Espíritu Santo.” (Jud. 20.)
El ministro de Dios debería clamar sobre sus rodillas cada mañana: “Señor, no te dejaré hasta que hayas humillado mi yo en el polvo de la tierra y esté bajo tu completo control mediante el Espíritu Santo.”
Ponernos bajo la dirección del Espíritu Santo significa revestirnos de humildad, despojarnos del yo y someternos a sus directivas en todas las cosas de la vida. ¡Que se cumpla en cada obrero la exhortación: “Sed llenos del Espíritu”! (Efe. 5:18.)
Dice el espíritu de profecía: “Es el Espíritu Santo el que hace que la verdad sea impresionante.” “El ministerio del Espíritu Santo, que obra en el alma, es nuestra gran necesidad. El Espíritu es completamente divino en los elementos que utiliza y en su demostración. Dios desea que tengáis dotes espirituales llenas de gracia; entonces trabajaréis con un poder que nunca antes conocisteis.”—“Evangelismo” págs. 222, 223.
“Que todo ministro aprenda a llevar los zapatos del Evangelio. El que está calzado con el apresto del Evangelio de paz, andará como Cristo anduvo. Podrá hablar palabras adecuadas, y hablarlas con amor. No tratará de introducir por la fuerza el mensaje de verdad. Tratará tiernamente con todo corazón, comprendiendo que el Espíritu impresionará la verdad en aquellos que son susceptibles a las impresiones divinas.”—“Evangelismo” pág. 130.
Con razón dijo al gran ganador de almas escocés, McCheyne: “No son los grandes talentos lo que Dios bendice sino la semejanza con Jesús. Un ministro santo es un arma terrible en la mano de Dios.” Y en verdad, se necesita un arma terrible, el Espíritu Santo, para iluminar el entendimiento entenebrecido por Satanás, y llevar las almas a la decisión.
Que Dios nos ayude a aprender lo primero y lo más importante de la ciencia de ganar almas, ser “llenos del Espíritu,” para que al dirigirnos a los pecadores por medio de las conferencias y los estudios bíblicos, hablemos no “con palabras persuasivas de humana sabiduría, más con demostración del Espíritu y de poder.”
Nota-. Próximamente publicaremos otras meditaciones sobre la ciencia de ganar almas.
“Necesitamos romper la monotonía de nuestra labor religiosa. Estamos haciendo una obra en el mundo, pero no manifestamos suficiente actividad y celo. Si fuésemos más fervorosos, los hombres se convencerían de la verdad de nuestro mensaje. La manera inocua y monótona en que servimos a Dios rechaza a muchas almas de una clase superior, que necesitan ver un celo profundo, ferviente y santificado. La religión legal no responderá a las necesidades de esta época. Podemos cumplir todos los actos exteriores de servicio, y estar sin embargo tan destituidos de la influencia vivificadora del Espíritu Santo como estaban destituidos de rocío y lluvia las colinas de Gilboa. Todos necesitamos lluvia espiritual; y necesitamos también los brillantes rayos del Sol de justicia para enternecer y subyugar el corazón.”—“Joyas de los Testimonios” tomo 3, págs. 50, 51.