Durante siglos, el rey de Babilonia presentado en Isaías 14 ha sido interpretado como una representación de Satanás, y los versículos 12 al 14 del capítulo fueron leídos como la historia de su caída del Cielo. Sin embargo, durante los últimos doscientos años esa interpretación perdió popularidad entre los estudiosos, debido al surgimiento de nuevas formas de abordar el texto bíblico. Hallazgos arqueológicos han contribuido de manera significativa al abandono de la lectura tradicional, llevando a muchos a buscar explicaciones en fuentes extra bíblicas. Varios cristianos, sin embargo, continúan utilizando ese pasaje para explicar los orígenes del mal y la noción de que Satanás era llamado Lucifer antes de la Caída. Tal interpretación ¿estaría apoyada por el texto bíblico?
El cántico
El comienzo del capítulo explica las circunstancias bajo las cuales el cántico debe ser recordado: “Y en el día que Jehová te dé reposo de tu trabajo y de tu temor, y de la dura servidumbre en que te hicieron servir” (Isa. 14:3). El retorno del exilio babilónico todavía estaba a más de un siglo en el futuro,[1] cuando el decreto de Ciro permitiría la reconstrucción de Jerusalén. Sin embargo, considerando que el cumplimiento de los versículos 1 y 2 fue apenas parcial, y las connotaciones del “descanso” prometido son más profundas, es posible que el cántico se extienda hasta mucho más allá de su situación histórica.
La introducción del cántico informa al lector que el Señor prometió un reposo a su pueblo. La canción, entonces, relata de qué modo él cumpliría su promesa.
En el versículo 4, la construcción “proferir + proverbio + decir” carga connotaciones negativas e introduce una advertencia profética[2], indicando que Dios realizará sus propósitos destruyendo al rey de Babilonia. El cántico de Isaías 14 continúa el patrón de un canto fúnebre.[3] Pero, irónicamente, después de que el Señor derrotara a los dominadores perversos y al rey de Babilonia quebrando su vara y su cetro (vers. 4-6), la tierra irrumpe en júbilo (vers. 7), una ocasión alegre para el pueblo de Dios.[4]
El Señor está nuevamente activo en la conclusión del cántico, en el que Isaías repite la idea de que la destrucción del rey fue resultado del juicio divino (vers. 22, 23). De esa manera, las acciones divinas crean una moldura alrededor del poema, que enfatiza que Dios es fiel en cumplir su promesa de dar descanso a su pueblo.
El cántico es casi enteramente construido usando paralelismos. La mayoría de los paralelos son entre dos elementos, uno que explica al otro. En el versículo 5, por ejemplo, no se presenta solamente a los “perversos”, sino también a los “dominadores” perversos. Ese tipo de paralelismo es encontrado tanto en unidades menores como en mayores.[5] Eso se hace relevante para la comprensión del objetivo del cántico, cuando observamos los cambios de perspectiva dentro del poema:
Una discusión interesante surge cuando colocamos ambas secciones en tercera persona en paralelo. En los versículos iniciales, la impresión que el lector tiene es que Dios está luchando con los dominadores perversos en general, trayendo paz a la Tierra entera (vers. 7). En la sección final, sin embargo, el sujeto que recibe el juicio es más específico: los descendientes del rey. La cuestión es: ¿cuál sería la relación entre ambos grupos? El segundo grupo ¿está incluido en el primero, de dominadores perversos, o ambos grupos están en paralelo? Aplicando el mismo principio de paralelismo encontrado en unidades menores del poema, se llega a la conclusión de que los grupos se complementan, reforzando la idea de que los dominadores perversos mencionados en los versículos 4 al 7 son los mismos descendientes del rey que son juzgados en los versículos 21 al 23. Eso implica que todos los dominadores perversos de la Tierra están, de alguna manera, directamente conectados con el rey de Babilonia o son influenciados por él. La noción de que Dios está destruyendo el poder de los dominadores y los enemigos en general, todos considerados “descendientes” del rey, apunta hacia una perspectiva universal en la que la opresión y la tiranía serán completamente aniquiladas.[6]
Observando el movimiento y el espacio dentro del poema, dos dimensiones se observan fácilmente. Primeramente, la palabra “Tierra” permea todo el cántico.[7]
Agregando sus sinónimos “naciones” y “mundo”, alcanzamos un total de doce ocurrencias. De acuerdo con Alter, esa es una forma de enfatizar el objetivo cósmico del poema.[8] Se hacen referencias a esta perspectiva por medio de expresiones como “toda la tierra” y “todos los reyes de las naciones”. El espacio entero es utilizado: las florestas y los desiertos, las ciudades y las aguas. La Tierra entera canta, tiembla, es destruida, y finalmente encuentra paz. Entonces, tenemos la dimensión vertical. La actividad no está limitada a la Tierra entera; se extiende al punto de incluir el sheol y los cielos, completando el eje vertical. El foco varía entre esos tres niveles, y el juicio de Dios contra el rey de Babilonia afecta al cielo, de donde es arrojado; la Tierra, que encuentra el descanso prometido; y el sheol, que se agita por causa de la venida del rey, ampliando aún más el alcance universal de Isaías 14.
El corazón del rey
Cuando se observa el paralelismo del poema, se nota algo peculiar en los dos versos centrales. Después de una introducción (“Tú que decías en tu corazón”, vers. 13), una serie de siete frases paralelas describe el deseo del rey de exaltarse.
Considerando que todas las otras formas de paralelismo encontradas en la canción involucran solamente dos elementos, esa concentración de paralelos claramente llama la atención y requiere un estudio más profundo. Un análisis de los deseos más íntimos del rey revela la razón por la cual él fue destruido. Todas sus voluntades están interconectadas, lo que expresa la pretensión de elevarse hacia una esfera celestial y procurar para sí mismo un reino estable, en el lugar mismo en que Dios está entronizado (Sal. 27:5; 57:5; 78:69). El máximo deseo del rey es sentarse en el Trono más alto y poderoso posible. No meramente eso sino, además, un análisis de las connotaciones teológicas de los verbos indica que está intentando ganar el mismo estatus y posición que Dios mismo. No es posible comparar al Señor con seres o reyes mortales. Es locura siquiera intentarlo (Sal. 89:7; Isa. 40:18; Isa. 40:18; 46:5)[9]. Sin embargo, es exactamente eso lo que el rey de Babilonia desea, y en lugar de humillarse delante de Dios, reconociendo su superioridad, desea ser aquel que recibe la honra. Sin embargo, lejos de eso, él cayó del cielo de manera humillante, violenta y degradante.
Por causa de su magnitud, las montañas eran muchas veces asociadas a lo inmutable. Sin embargo, incluso los poderosos montes están sujetos a Dios; y él los elige, con frecuencia, como símbolo de su poder. Fue en el Sinaí donde Israel vivió la mayor manifestación de la presencia del Señor. Tanto el Sinaí como Sion (ver Sal. 48:2) están relacionados con la alianza y con la teofanía.[10]
La conexión con la palabra “congregación” recuerda al lector el Tabernáculo, la residencia que Dios eligió para habitar entre su pueblo. Indica que en ese monte se sitúa el Trono del Señor, el lugar en el cual se encuentra con sus criaturas. De esa manera, la ambición del rey era sentarse en el Trono exaltado, en el monte de la congregación; en el cielo, la habitación del propio Dios.
Por lo tanto, lo que causó su caída fue su orgullo y su rechazo a inclinarse delante del Señor. Pudo haber alcanzado gloria temporal, pero acabó fallando y perdiendo la poca gloria que tenía, transformándose en uno de los reyes débiles y muertos de las naciones (vers. 10). De ese modo, la victoria de Dios sobre el rey de Babilonia es justificada, pues el adversario osó codiciar el Trono divino.
El rey
La designación del rey de Babilonia como “estrella de la mañana, hijo del alba” en el versículo 12 ha llevado a muchos comentaristas a centrar su atención en el antiguo Oriente Medio, donde la astronomía y la astrología tenían funciones centrales.[11] Algunos asocian ese título con la mitología cananea,[12] por haber sido encontrado en los textos de Ras Shamra. [13] Sin embargo, de acuerdo con lo que Watts comenta, “ningún mito como este fue encontrado en Canaán o en otros pueblos”.[14] Es más probable que Isaías estuviera solamente haciendo una analogía astronómica, al asociar al rey con la estrella de la mañana: a pesar de intentar ascender sobre el horizonte todas las mañanas, la estrella desaparece cuando el sol sale, y no logra realizar su ascensión hacia “arriba de las estrellas”.[15]
Isaías 14 nos brinda algunos insights respecto del mundo de poderes malignos y de la acción de Dios por subyugarlo. Esas ideas ocurren en todo el Antiguo Testamento, especialmente en pasajes que retratan el deseo de “ser como Dios” (Gén. 3) o de “alcanzar el cielo” (Gén. 11). El personaje en Ezequiel 28 también tiene sorprendentes semejanzas con el rey de Babilonia;[16] sin embargo, es el Nuevo Testamento el que nos da una mejor comprensión del gran conflicto entre los poderes del bien y del mal.
A pesar de no haber ninguna cita directa de Isaías 14 en el Nuevo Testamento, hay varias alusiones al texto –especialmente a los versículos 12 al 15–; todas, en contextos en los que Satanás es mencionado (Luc.10:13-16; Apoc. 8:10; 9:1; 12:10; 20:3).
Tertuliano, Justino y Orígenes probablemente hayan sido algunos de los primeros autores cristianos en asimilar al rey de Babilonia con el diablo;[17] una asociación que ciertamente fue influenciada por la literatura apocalíptica intertestamentaria judía,[18] en su intento de identificar a Satanás como a un ángel caído. Esa conexión fue retomada por el Nuevo Testamento y por los primeros padres de la iglesia.[19] Tal identificación era común durante la Edad Media, pero perdió su uso común en tiempos recientes, especialmente después de que el liberalismo ganara fuerza en los círculos teológicos; sus posibles conexiones con mitologías paganas eran más atrayentes. Esto llevó a muchos estudiosos a dejar de lado la interpretación tradicional por tomarla como alegórica, e intentaron explicaciones basadas en mitos del antiguo Oriente Medio. Actualmente, apenas una minoría de autores menciona a Satanás al comentar Isaías 14.
Parece, sin embargo, perjudicial al texto buscar paralelos exclusivamente en fuentes extrabíblicas, pues eso ignora el punto de vista bíblico. La identificación del rey de Babilonia con Satanás es una idea que no procede explícitamente de Isaías o del Antiguo Testamento. Sin embargo, parece haber evidencia suficiente de que es el Nuevo Testamento –vía la tradición judaica– el que da base a la interpretación tradicional. De esa manera, son las propias Sagradas Escrituras las que nos muestran cómo deberíamos entender la identidad de este rey: no meramente como enemigo histórico de Israel, sino además como un poder maligno que trabaja en contra de Dios y de su pueblo, identificado en Apocalipsis como diablo y Satanás.[20]
Conclusión
Isaías 14 fue primeramente escrito teniendo en vista la promesa de la liberación del exilio babilónico. Al mismo tiempo, se percibe que hay varios elementos difíciles de explicar en el nivel histórico, lo que induce a muchos autores a defender la imposibilidad de identificar al rey solamente con un personaje histórico.[21] Un estudio lingüístico del pasaje confirma el alcance universal del poema, llevándonos al entendimiento de una batalla espiritual mayor entre Dios y los adversarios que impiden el descanso final prometido para el pueblo elegido. Analizando y comparando con el resto de las Sagradas Escrituras, llegamos a la conclusión de que la identificación del rey de Babilonia con Satanás es posible y legítima. El énfasis encontrado en el propio texto hebreo en los versículos 13 y 14 destaca la justicia por detrás del juicio divino en contra del rey, cuyo desafío antagónico al Señor lo llevó a la ruina.
De esa manera, cuando Dios dice en Isaías 14:22 que destruiría el nombre y la posteridad de Babilonia, no estaba solamente liberando a Israel de su enemigo histórico, sino dando también a la humanidad una promesa de liberación de todos los poderes del mal, y de descanso de su sufrimiento y esclavitud. Nada impedirá a la Tierra que irrumpa en cánticos de alegría, pues el rey de Babilonia, el enemigo, fue derrotado.
Sobre la autora: Licenciada en Teología, cursa una maestría en la Universidad Andrews, Estados Unidos.
Referencias
[1] Isa. 14:28 nos ayuda a datar el mensaje del capítulo 14 en el año 716/715 a.C.
[2] Robin Wakely, “sahar,” NIDOTE, t. 2, p 1.135.
[3] El ritmo del cántico es 3 + 2, típico de una lamentación o canción fúnebre. La exclamación “cómo” en los versículos 4 y 12 generalmente describe la lamentación en la muerte de alguien (Leander E. Keck, Isaiah – Ezekiel [NIB 6; Nashville: Abingdon, 2001], pp. 150-161).
[4] La ironía es enfatizada también por el hecho de que, en lugar de qinah, “lamentación”, Isaías usa rinnah, “cántico de júbilo” (Robert Alter, The Art of Biblical Poetry [Nueva York: Basic, 1985], p. 18).
[5] En el versículo 9b, por ejemplo, “todos los príncipes de la tierra” están en paralelo con “todos los reyes de las naciones”.
[6] John D. W. Watts, Isaiah 1-33 (WBC 24; Waco: Nelson, 1985-1987), pp. 203, 204; Wim Beuken, Ulrich Berges y Erich Zenger, Jesaja 13-27 (Freiburg: Herder, 2007), p. 61.
[7] Alter, p. 149.
[8] Ibíd.
[9] A. H. Konkel, “dmh,” NIDOTE, t. 1, pp. 967, 968.
[10] Ibíd.
[11] Jac Sasson, ed., Civilizations of the Ancient Near East (Peabody: Hendrickson, 2000), 1860, 1907.
[12] John Goldingay argumenta que esos temas serían reconocidos por el público israelita como provenientes de mitos extranjeros, ya que tanto “estrella de la mañana” como “hijo del alba” eran títulos de dioses cananeos (Isaiah [NIBC 13; Peabody: Hendrickson, 2001], pp. 102, 103). J. Oswalt dice: “Las indicaciones son que el profeta no dependía de apenas una historia, sino que usó el número de temas corrientes para servir a su propósito” (The Book of Isaiah 1-39 [NICOT; Grand Rapids: Eerdmans, 1986], p. 322). No se pode afirmar, sin embargo, que los israelitas fueran influidos por la mitología extranjera. Existe siempre la posibilidad de que la influencia haya ocurrido en la dirección opuesta.
[13] Wakely, t. 4, pp 85-89.
[14] Watts, p. 209.
[15] Ruppert, “sahar”, TWOT t. 7, p. 1.231.
[16] Walther Eichrodt, Der Herr Der Geschichte Jesaja 13-23 u. 28-39 (BAT 17; Stuttgart: Calwer, 1967), p. 25.
[17] Otto Böcher, “Teufel”, TRE 33, pp. 125, 126.
[18] Vea 2 En 29:1-4 y Ap El 4:11, donde se encuentran ecos de Isaías 14.
[19] “Satán”, ODJR, 609. Por causa de esas primeras identificaciones de Satanás en Isaías 14:12 y de la creencia muy difundida de que era llamado Lucifer (en latín, “portador de luz”) antes de su caída, la expresión “estrella de la mañana” pasó a ser traducida como “Lucifer”, en la “literatura influenciada por la Biblia latina y la KJV. Sin embargo, la traducción ‘Lucifer’ es insustentable y no se encuentra en versiones más recientes” (Larry L. Walker, Isaiah Jeremiah and Lamentations [CBC 6; Carol Stream: Tyndale, 2005], p. 68). Ver también: Keck, p. 159.
[20] Walker dice: “A pesar de que Satanás no es el sujeto inmediato en Isaías, lo restante de las Sagradas Escrituras deja en claro que él es el ser por detrás de los reyes malignos” (p. 68). De la misma manera, también Derek Thomas alega: “A pesar de que Satanás no es referido específicamente en [Isaías] 14:12, su sombra está por detrás de ese pasaje” (God Delivers: Isaiah Simply Explained, Welwyn Commentary Series [Darlington: Evangelical, 1991], p. 126).
[21] “El intento de identificar un personaje histórico específico probablemente sea fútil […]. Ninguno de los reyes del Imperio Neobabilónico encaja en el pasaje, así como ninguno de los reyes asirios de los días de Isaías” (Oswalt, pp. 311-314).