Existen sólidos fundamentos bíblicos para la evangelización. Los encontramos, entre otros, en la bien conocida comisión evangélica de Cristo a su iglesia: “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat. 28:18- 20).
Por medio de estas palabras entendemos que toda la actividad evangelizadora, con todas sus implicaciones, encuentra su fundamento en el Señor Jesucristo. Por consiguiente, el mensaje que se proclama, la metodología que se aplica y los objetivos que se fijan deben encontrar su fundamento en la Palabra de Dios. Tal como lo afirmó Lewis Drummond, si la iglesia realmente desea tener éxito en su tarea, “debe hacerlo a partir de una sólida base teológica”. Después de todo, si los motivos y las bases son inadecuados, el resultado será una evangelización excéntrica, artificial y sin frutos. Nuestro punto de partida debe ser lo que descuella en el Nuevo Testamento: la autoridad de Jesucristo.
El sentido de urgencia de la tarea evangélica no se puede mantener sobre bases emocionales. Tampoco perdura la evangelización si se la injerta en una teología extrabíblica. La evangelización y la teología se complementan; son socias, no compiten la una con la otra. Tal como lo dice James Dinney, “Si los teólogos fueran evangelistas, y los evangelistas teólogos, tendríamos la iglesia ideal”. Y Drummond ofrece tres razones para que la evangelización y la teología avancen juntas. Primero, el relato bíblico las presenta juntas. Segundo, la evangelización que no proviene de las Escrituras degenera en proselitismo, en una argumentación cuyo objeto es reclutar gente para que suscriba a una posición partidista, o a una determinada organización humana, pero no a Cristo. Finalmente, desde los tiempos proféticos, pasando por los días apostólicos, los evangelistas de más éxito han sido los que apoyaron su proclamación en un Así dice Jehová’“.
Más allá de esos aspectos, es importante recordar que una elaboración teológica correcta es decisiva para que los que fueron rescatados se incorporen a la iglesia, y allí se los convierta en discípulos, instruidos en todas las ordenanzas divinas y dispuestos a crecer en la gracia.
El conocimiento teológico y la evangelización también deben estar unidos, porque eso le da seguridad y autoridad al evangelista para la presentación del mensaje. Además, la comprensión del contenido de las Escrituras une a los oyentes en la tarea de producir nuevos discípulos.