Al escribirle a Timoteo, el apóstol Pablo destacó la importancia de la predicación en la obra pastoral. El mismo énfasis se encuentra en todo el Nuevo Testamento. Los puntos resaltantes de la historia de la iglesia también confirman la importancia de la predicación, cuyo fundamento no es otro sino la Palabra de Dios; un factor que al parecer está faltando en muchos mensajes de la actualidad.
Según John McArthur Jr., en su libro Rediscovering Expository Preaching [El redescubrimiento de la predicación expositiva], la predicación debe incluir temas didácticos además de exhortaciones, para que se produzca un resultado que esté de acuerdo con la enseñanza.
El medio indicado por Dios para proclamar las verdades eternas ante el mundo, y para santificar y fortalecer a su iglesia, es la predicación. De acuerdo con una encuesta que se realizó, aproximadamente el 70% de la gente dijo que no creía que la Biblia fuera inspirada por Dios, sólo el 50% sabía que el Génesis es el primer libro de la Biblia y apenas el 30% estaba enterado de que Jesús predicó el Sermón del Monte.
Si continuáramos con esta encuesta, ¿cuánta gente diría que cree en la vida después de la muerte o en la Teoría de la Evolución? Sabemos que, desde el comienzo de la historia del mundo, Satanás ha tratado de tergiversar y minimizar las verdades de la Palabra de Dios; y aún hoy trata de socavar la influencia de la predicación.
En esta época posmoderna, parece que la gente se resiste cada vez más a las orientaciones de Dios. El mundo dice, por ejemplo, que hay muchos caminos que conducen al Cielo; pero Jesús afirmó: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6). La sociedad considera que la homosexualidad es un estilo de vida alternativo; la Biblia insiste en que no agrada a Dios (Rom. 1:26, 27, 32; 1 Cor. 6:9, 10). La mayoría dice que cada cual debe hacer lo que le parece mejor, pero Jesús dice: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15). ¿Cómo podremos, entonces, presentar claramente las verdades bíblicas ante este mundo? En 2 Timoteo encontramos cinco órdenes, y la primera de ellas es “Predica la Palabra”. Los demás imperativos del versículo nos dicen cómo hacerlo.
La obra del pastor no se limita a la construcción y la conservación de relaciones, ni sólo a la administración. Su tarea también incluye la predicación. Ningún pastor está completo si la predicación no es prioritaria en su vida. Esto implica alimentar adecuadamente al rebaño, porque un aspecto indispensable de la labor del pastor es la correcta alimentación de los fieles.
Por eso, algunas de las mejores y más importantes tareas pastorales se llevan a cabo por medio del sermón. A través de la predicación, el pastor puede alertar, proteger, sanar, rescatar, entrenar y alimentar a sus ovejas, según Charles Jefferson, en las páginas 63 y 64 de su obra The Minister as a Shepherd [El ministro como pastor). A los ojos de Dios, tener éxito en la obra pastoral implica poner la predicación en primer lugar.
Para que pueda desempeñar con corrección el papel que Dios le asignó, la predicación tiene que estar fundada en su Palabra. Lamentablemente, muchos sermones de hoy se fundan más en la psicología moderna, los conceptos populares de autoayuda o en los temas que prefiere el predicador, que en la exposición bíblica. Pero, cada vez que un predicador se aparta del texto bíblico, pierde su autoridad como portavoz de Dios.
El propósito de leer, explicar y aplicar debidamente un texto de las Sagradas Escrituras es cumplir la orden: “Predica la Palabra”. La pérdida de esa base bíblica es la principal causa de la decadencia y la pobreza de algunos púlpitos de la actualidad, y su resultado es la debilidad y el secularismo que se manifiesta en algunas iglesias. No basta que el predicador interprete el texto y lo exponga ante sus oyentes; es necesario que presente una aplicación práctica de lo que predica.
La iglesia sólo recuperará su fuerza y su poder espiritual cuando la verdadera predicación bíblica reasuma el lugar que le corresponde. El privilegio del predicador es tomar parte, de manera responsable, en este proceso.
Sobre el autor: Secretario asociado de la Asociación Ministerial de la División Sudamericana.