Si ponemos la vida en las manos de Dios, el transformara nuestros temores, dudas, tristezas y aparentes fracasos en alegrías y victorias.

En el trabajo pastoral, estamos expuestos a experiencias o situaciones en las que somos tentados a considerar la falta del debido reconocimiento a nuestro trabajo, o considerar un “castigo injusto” que se nos impone. Algunas veces, es un cambio de función que la vanidad tiende a evaluar como “superior” por una “inferior”. Otras veces, puede ser la indicación de que seremos transferidos de la grandeza de la sofisticación de una metrópoli al atraso, las limitaciones y las carencias de una alejada, anónima y casi inaccesible ciudad del interior.

En el caso de que esté viviendo esta experiencia, sugiero que concentre sus pensamientos en el privilegio que es ser “testigo de los padecimientos de Cristo, que [es ser] también participante de la gloria que será revelada”, pastoreando “la grey de Dios […] no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto” (1 Ped. 5:1, 2).

Presencia útil

Recuerde que, a cualquier lugar que fuere enviado, allí habrá personas que fueron compradas por la preciosa sangre del Cordero de Dios. Esas personas necesitan ser amadas, cuidadas, nutridas espiritualmente a través de la predicación y por la visitación pastoral, aconsejadas, instruidas y orientadas en las diversas áreas de la vida. Son niños, adolescentes, jóvenes y adultos que necesitan de un guía espiritual, independientemente de que sean ricos o pobres, intelectuales o sencillos. El hecho de haber sido compradas por la sangre de Cristo las hace especiales y dignas de la mejor atención. Por si eso no bastara, recuerde que también dedican sus talentos personales en favor de la misión, y recursos materiales para el sustento de la causa del ministerio, a pesar de que, si su motivación estuviera fundada en este último aspecto, no es saludable ni será fructífera.

También es necesario recordar que, además de esas personas, existen muchas otras que necesitan ser alcanzadas por el conocimiento de Dios y de la salvación que ofrece, mediante el trabajo desarrollado por usted, y necesitan ser atraídas al Señor por la singularidad del estilo de vida de su familia. En ese caso, aun cuando el hombre imagine que no necesita del lugar, el lugar necesita del hombre. Nada existe que produzca mayor sentimiento de realización personal que permitirnos “florecer donde estamos plantados”. Por lo tanto, deje que la fragancia de su amor invada e impregne la vida de las personas que lo rodean, en cualquier lugar donde se encuentre.

Perspectiva vertical y horizontal

Un obstáculo para la contemplación de la plenitud de esta visión, por parte del pastor, es la exagerada preocupación por sí mismo. Entonces, se pregunta: “¿Cómo soy visto por la administración, por mis superiores? ¿Qué pensarán los colegas acerca de mí? ¿Cómo evaluarán mi potencial de trabajo? ¿Cómo podré desarrollar mi capacidad de predicar y administrar iglesias, en un lugar tan limitado?” Desde el punto de vista meramente humano, todo esto puede ser considerado normal; después de todo, usted es un ser humano con sus peculiaridades, características, expectativas, proyectos de vida, complejos y personalidad única. No obstante, si estas preguntas son sus mayores fuentes de angustia, ante una transferencia “indeseada, esto indica que su perspectiva de la vida está limitada al nivel puramente horizontal.

Por otro lado, como alguien separado para realizar una obra más elevada, necesita desarrollar una perspectiva vertical. Primero, es importante recordar que la transformación preconizada en sus mensajes para otras personas debe suceder, primeramente, en usted mismo. Seguramente, no inspirará en otras personas un estilo de vida altruista, desprendido, dispuesto a darse, si usted mismo no vive tal experiencia. Existe un dicho popular que dice: El mundo tiene el color de los ojos que usted usa”. Hay mucha verdad en esto. Especialmente, cuando incorporamos en nuestra vida la perspectiva vertical, que nos lleva a cada uno a preguntarnos, por sobre todo: “¿Cómo me ve Dios?”

Los hombres, en su buena voluntad administrativa, pensando en hacer lo mejor para la causa de Dios, hasta pueden cometer engaños en sus decisiones con respecto a nosotros. Pero el Señor está sobre todo; está al control de las consecuencias. En verdad, tiene el control absoluto de nuestra vida, cuando la depositamos en sus manos. Puede transformar nuestro temor en coraje, nuestra duda en certeza, nuestra tristeza en alegría, nuestro llanto en risa, nuestro fracaso en éxito, la derrota en triunfo. Las injusticias, reales o supuestas, se convertirán en bendiciones para nosotros. Recuerde: “Del hombre son las disposiciones del corazón; mas de Jehová es la respuesta de la lengua” (Prov. 16:1).

No importa cuál sea el motivo del cambio de función o lugar de trabajo, cuando mi preocupación es “¿Cómo me ve Dios?” Independientemente de los motivos humanos, Dios puede hacer que el período siguiente a la mudanza sea el más fecundo, bendecido y feliz de su ministerio, en un grado inmensamente superior al que se imaginaba que podía suceder, en un lugar “más expresivo” del que se juzgaba merecedor. Los siguientes versos de un cántico evangélico nos hacen pensar: “Dios solo nos lleva al desierto cuando quiere exaltarnos en los montes; prueba tu condición de siervo y te convierte en un vencedor”. Es infinitamente mejor esperar en el Señor, pues “Dios no mira como el hombre”.

Cicatrices y recompensa

Dios nos invita a cultivar la perspectiva vertical en nuestra existencia, no solo en el trabajo pastoral sino también en toda otra circunstancia de nuestras vidas. Con esta visión, nuestra vida será como un cántico que honrará al autor y consumador de nuestra fe. Entonces, el carácter de Cristo será modelado en nosotros, como individuos o como familias pastorales, hasta que, finalmente, pasadas las experiencias desafiantes de la vida terrenal, él venga a buscarnos junto con aquellos a quienes encaminamos a su redil, a fin de vivir con él eternamente.

No importa si esas ovejas de su rebaño fueron apacentadas en medio de la carencia o de la abundancia; en el norte o en el sur, en el este o en el oeste; en terreno árido o productivo; en regiones receptivas o resistentes; sofisticadas o sencillas, ricas o pobres, cultas o incultas. La sangre de Cristo atribuyó un valor incalculable a todas las personas, sin distinción. Si su motivación pastoral está cimentada en Dios, jamás será librado a su propia suerte. Por lo tanto, querido pastor, continúe su trabajo, sin temer nada, confiando en que Dios está al control de su vida.

La declaración de bienvenida al pastor, en el momento de su ordenación, es muy oportuna aquí. Se encuentra en el libro Guía para los ministros, la página 90. Conviene tenerla siempre en mente: “Como soldado de Cristo, no quedarás sin heridas y cicatrices. Ninguno de nosotros puede evitarlas. Pero cuando al fin estemos victoriosos sobre el mar de vidrio con aquellos por los cuales hemos trabajado, la mano atravesada por los clavos de nuestro Comandante descansará cariñosamente sobre esas cicatrices. Y entonces, nuestras cicatrices nos parecerán muy pequeñas comparadas con las suyas, al oírle declarar: ‘Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor (Mat. 25:21)”.

Sobre la autora: Coordinadora de AFAM de la Asociación Amazona Occidental, Rep. del Brasil.