1. Siquem. Después de Jerusalén, Siquem era una de las ciudades más importantes de Palestina. Esta ciudad desempeñó un gran papel en la historia de Israel desde el período patriarcal hasta el tiempo de los Macabeos, a pesar de algunas interrupciones. Las primeras excavaciones en Siquem fueron realizadas por las expediciones austríaco germanas en 1313 y 1914, y nuevamente desde 1926 a 1934 bajo diferentes direcciones; y luego por la expedición norteamericana desde 1956 a 1972, en la que participé varias temporadas. Los resultados de este trabajo enriquecieron notablemente nuestros conocimientos de la historia de esta antigua ciudad. Se excavó el área sagrada, en la que primeramente se levantaba el atrio de un santuario y luego un templo fortificado dedicado a Elberith “el dios del pacto”. Este templo, que fue destruido por Abimelec, hijo del juez Gedeón (Jueces 9), nos ha provisto de una fecha que es del período de los jueces, para el cual es generalmente difícil obtener fechas de fuentes no bíblicas. Se descubrieron las fortificaciones y las obras internas de diversos períodos de la variada historia de Siquem, como también los cimientos del templo samaritano en una de las cumbres del monte Gerizim, además del templo cananeo situado en la falda noreste del monte Gerizim.[1]
  2. Hazor. Esta gran ciudad cananea e israelita en la alta Galilea fue excavada bajo la dirección de Yigael Yadin desde 1955 a 1958 y desde 1968 a 1970. Hazor estaba formada por una pequeña ciudad fortificada de 70 hectáreas que fue habitada desde el siglo XIII AC, y una ciudadela de 12 hectáreas que estuvo habitada desde el siglo XVII AC hasta el período helénico. La ciudad sufrió varias destrucciones. Yadin interpretó que la destrucción que tuvo lugar en el siglo XIII AC fue llevada a cabo por los israelitas bajo la dirección de Josué. De cualquier modo, se la puede atribuir a la guerra de los israelitas contra Hazor bajo el período de Débora y Barak (Jueces 4-5), mientras la destrucción anterior, atribuida por Yadin a Tutmosis III o Amenhotep II, puede atribuírsele a Josué.

Durante las últimas temporadas de excavación se descubrió un sistema subterráneo de agua corriente construido en el siglo IX AC. Estaba formado por un pozo cilíndrico con aproximadamente 3 m de diámetro y 30 m de profundidad. De la parte final del pozo salía un túnel inclinado de 4,75 m de alto y 35 m de largo, que terminaba en una pileta situada en el nivel natural del agua. Semejante instalación nos habla de la importancia de Hazor en el tiempo de los reyes hebreos.

Aparte de los templos cananeos y otras estructuras sumamente interesantes, se encontró en Hazor un pórtico del tipo salomónico, idéntico a los que se encontraron en Meguido y Gezer. Dado que estas tres ciudades, junto con Jerusalén, son mencionadas en 1 Reyes 9:15 como los lugares donde Salomón realizaba principalmente sus trabajos de edificación, no es extraño que encontremos allí edificios públicos construidos probablemente por el mismo arquitecto y de acuerdo con los mismos planos.[2]

  • Arad. Arad se encuentra en el Negueb, el desierto del sudeste de Judea. La razón por la cual la citamos entre las principales ciudades del antiguo Israel que han sido excavadas en años recientes, es porque en ese lugar fue donde por primera vez se encontraron restos de un templo hebreo. Las excavaciones de Arad fueron dirigidas por Yohanan Aharoni desde 1962 a 1967. En este período se encontró un templo que puede haber sido construido originalmente en el tiempo de Salomón, quien toleró la construcción de santuarios para otros dioses. Este templo que fue reedificado nuevamente en el Siglo IX AC continuó en uso probablemente hasta el reinado de Josías, en cuyo tiempo tales lugares de culto fueron destruidos. El templo de Arad no fue destruido porque en la nueva ciudad que se estaba proyectando en ese mismo tiempo, parte del muro de la ciudad estaba ubicado justamente sobre el templo, y éste lo cubrió con todos los elementos del culto en su interior. De esta forma el templo fue preservado para el arqueólogo que lo descubrió 2.500 años después. Por tanto tenemos en Arad una muestra del tipo de templos cismáticos que existieron en el Judá del preexilio, y que fueron censurados por varios profetas. También se encontraron más de cien ostracas en Arad, y en una de ellas se mencionaba el “templo de Jehová” de las que ya hemos hablado en la sección referente a los textos. [3]
  • Beerseba. Tell Beerseba fue excavada por Aharoni desde 1969 hasta su prematura muerte en 1976. Esta no era la Beerseba de la época de los patriarcas. Este primer lugar debe encontrarse probablemente bajo la moderna ciudad de Beerseba. La excavación de la vieja ciudad, que se encuentra a corta distancia al este de la moderna Beerseba, existió únicamente durante el período de los reyes israelitas. El descubrimiento más importante que se hizo en ese lugar fue un gran altar de piedra, de 1,60 m de alto, con cuernos en sus cuatro costados. Del mismo modo, pequeños altares con cuernos usados probablemente en los hogares, se encontraron en varias excavaciones en Palestina como las realizadas en Meguido y Siquem. Esta fue la primera vez que salió a luz un gran altar con cuernos, que debe haber sido usado para cultos públicos en un santuario común en el período de los reyes hebreos. Este descubrimiento viene a confirmar la interpretación de Amos 5: 5 y 8: 14 referida a un santuario cismático en Beerseba en el tiempo del profeta Amos.[4]
  • Ramat Rahel. Este es un lugar pequeño, a mitad de camino entre Jerusalén y Belén, en donde Aharoni condujo las excavaciones desde 1959 a 1962. Dedujo admisiblemente que Ramat Rahel podía identificarse con la Bet-Haquerem que encontramos en la Biblia. En este lugar se encontraban las ruinas de un palacio, casi totalmente destruido, de los últimos reyes de Judá. El hecho de que no se encontraran objetos entre las ruinas del palacio indica que éste fue probablemente saqueado por las tropas babilónicas en el año 597 AC cuando lo destruyeron y llevaron al exilio al rey Joaquín; o durante el sitio de Jerusalén, 588- 586 AC. De cualquier modo, se encontraron varios capiteles de piedra protoeolicas que alguna vez habían servido de corona para las columnas, y una balaustrada de piedra de una ventana. Este diseño arquitectónico es conocido por representaciones, que se encontraron en placas de marfil, donde se halla una mujer mirando a través de una ventana, cuya parte inferior está formada por una balaustrada como la que se descubrió en Ramat Rahel. Esta estaba integrada por una fila de pequeñas columnas, decoradas con un motivo de pétalos salpicados de rocío y rematados por pequeños capiteles del tipo protoeólico, uniéndose todos en el canto de las volutas. Además, una vasija hallada entre las excavaciones contenía un dibujo que mostraba a un rey barbado con el cabello ensortijado, vestido con una túnica ornamental con mangas cortas, sentado en una silla alta, decorada. Dado que el fragmento de la vasija es de manufactura local, el dibujo también debe ser de un artista local, y dado que éste fue hallado en un palacio real, podríamos sentirnos atraídos a ver en esta pintura la representación de uno de los últimos reyes de Judá.[5]
  • Qumrán. Khirbet Qumrán fue conocido por un largo tiempo como un conjunto de antiguas ruinas, pero nadie le había dado un significado histórico al lugar. A pesar de esto, cuando se descubrieron manuscritos hebreos en una cueva cerca del lugar, y luego en otra, se pensó que sería bueno investigar esas ruinas y tratar de ver si existía alguna conexión entre la gente que había habitado Qumrán y los que habían dejado los rollos en las cuevas. Bajo la dirección de Roland de Vaux se hicieron algunos sondeos en 1951, y cuando los excavadores sacaron a luz piezas de alfarería que eran idénticas a las que se habían descubierto en la primera cueva, se realizaron grandes trabajos de excavación en las ruinas desde 1953 a 1956. Estas excavaciones revelaron que Khirbet Qumrán había sido un monasterio de la comunidad de los esenios. En este lugar los miembros de la secta trabajaban, comían y adoraban juntos desarrollando una vida comunitaria; sin embargo ellos pasaban las noches en las cuevas que se encuentran en los alrededores. El complejo tenía varias piletas al aire libre, alimentadas por un acueducto que traía el agua de las montañas situadas al oeste de Qumrán. Algunas de las piletas eran usadas para guardar agua potable, mientras otras cubrían las necesidades de las abluciones de los miembros de la secta, y estaban provistas de escaleras por medio de las cuales podían descender al agua. Además de esto, las excavaciones permitieron descubrir un taller de alfarería donde los miembros de la secta hacían sus propios jarrones, una cocina con una gran cuchillería, un comedor, un gran salón de cultos donde adoraban y bancos y mesas largos que usaban en el “scriptorium”. La estructura de éstos era de madera, que se ha desintegrado, y estaban cubiertos en todos sus lados con capas de yeso. También se encontraron algunos tinteros que usaban los escribas.

En Ain Feshkha, un oasis que se encuentra dos millas al sur de Qumrán, los esenios tenían una granja de la cual se abastecían. El edificio que se encontraba en la granja también fue desenterrado. El estudio de la literatura esenia encontrada en las cuevas, combinado con los resultados de las excavaciones practicadas en Qumrán, nos ha permitido reconstruir la historia, el modo de vida, las creencias religiosas y las costumbres de la secta de los esenios.[6]

  • Jerusalén. Algunas de las más importantes excavaciones que se realizaron en la Ciudad Santa en estos últimos veinte años’ fueron dirigidas en primer lugar por Kathleen Kenyon desde 1961 a 196766, y después de la guerra de los seis días por los eruditos israelíes.[7] Estas excavaciones no han resuelto aún algunos de los más inquietantes problemas de la historia de esta antigua ciudad. A este grupo de preguntas que aún están sin respuesta, pertenecen las siguientes:

(1) ¿Era posible acceder al arroyo de Gihón desde dentro de la ciudad de los jebuseos y de David?

(2) ¿Estaba la colina del oeste dentro de la Jerusalén del Antiguo Testamento, y si fuera así, desde qué época?

(3) ¿Estaba el lugar donde se encuentra la Iglesia del Santo Sepulcro, dentro o fuera de la ciudad en el tiempo de Cristo?

En las laderas del lado este de la colina de Ophel y al oeste del arroyo de Gihón, Kenyon excavó una parte del muro jebuseo de la ciudad de Jerusalén que conquistó David. De esta manera resolvió un viejo e inquietante problema que había preocupado a los arqueólogos desde que R. A. F. Macalister y J. G. Duncan en el año 1920 desenterraron una extensión del muro en la ciudad y se creyó que este era una parte de la muralla de los jebuseos que posiblemente había sido reparada por el rey David. De todas maneras, este muro se encuentra al oeste de la entrada de la rampa inclinada que pasa a través de “la columna de Warren” y por un túnel abierto en la roca, y llega al Gihón; aparte de ésta no hay otra forma de llegar hasta las aguas del arroyo sin abandonar la protección de las murallas de la ciudad. Kenyon encontró que el muro de Macalister-Duncan, con su torre y su terraplén, fue edificado en el tiempo de Nehemías o aún después, y que el verdadero muro de lo jebuseos, del que ella encontró claros vestigios situados más abajo de la ladera de la montaña al este de la entrada del canal subterráneo para el agua, habría estado, de esta forma, dentro de la ciudad.[8]

Las excavaciones realizadas por Nahman Avigad en el barrio judío de la vieja ciudad permitieron descubrir una parte del viejo muro de la ciudad, de 7 m de espesor, del que desenterraron un sector de 65 m de longitud; también encontraron los restos de una torre maciza, que puede haber sido construida tanto por Ezequías como por su hijo Manasés. Estos hallazgos probaron que la parte este de la colina oeste estaba incluida dentro de la muralla de la ciudad de Jerusalén, al menos durante el reinado de Manasés, y quizás desde los días del rey Ezequías.[9]

Las excavaciones realizadas por Kenyon desde 1961 a 1963 y por Ute Lux durante 1970 y 1971, ambas realizadas al sudeste del Santo Sepulcro, revelaron que ese área estaba en las afueras de la ciudad de Jerusalén en el primer siglo después de Cristo, y que no fue incorporada a la ciudad hasta el tiempo de Adriano en el siglo II DC.[10] El problema de si el Santo Sepulcro se encuentra en el verdadero lugar donde Cristo fue crucificado y enterrado no fue resuelto por este descubrimiento, pero sí posibilitó que se pudiera aceptar al tradicional como el auténtico.

Benjamín Mazar dirigió desde 1968 a 1977 amplias excavaciones en una gran zona al sur y al sureste del templo. Los resultados de este trabajo tienen especial significado para poder conocer mejor la Jerusalén del Nuevo Testamento. Se encontró evidencias de que la entrada sudoeste del templo no era parte de un camino, que pasaba a través de un puente con varios arcos, y que se pensaba que unía la colina oeste de Jerusalén con la colina del templo; en lugar de ello, ésta permitía alcanzar una escalera que ascendía desde lo profundo del valle de Tyropoeon a través de un puente de un arco que llegaba al pórtico real en el atrio exterior del templo. Además, Mazar descubrió la monumental escalera, por demás impresionante, de 64 m de ancho con 30 escalones, que conducía desde la plaza sur del área del templo a la doble puerta en la muralla sur de la explanada del mismo. Esta puerta permitía el acceso al patio exterior del templo, el atrio de los gentiles, a través de una rampa inclinada, subterránea, que emergía en el atrio, en un lugar situado al norte del pórtico real. Para poder apreciar completamente la belleza de la ciudad en el tiempo de Cristo, uno tiene que contemplar estas ruinas de la Jerusalén del Nuevo Testamento.[11]

Un gran número de hileras de mampostería del muro de contención sur de la explanada del templo edificado por Herodes el Grande, fue descubierto en el curso de estas excavaciones. En algunos lugares se encontraron 34 filas de mampostería, de 1,14 m de ancho, y algunos de estos bloques de piedra tenían una longitud de 10,5 m. Estaban tan perfectamente cortados y unidos que no se necesitó colocar mezcla para amalgamar cada bloque de piedra. Protegidas por casi dos mil años por los escombros, las piedras de las partes recientemente excavadas de la muralla de Herodes no estaban desgastadas por el tiempo; sino que parecía que recién habían salido de las manos de su constructor.[12] Al contemplar esta muralla podemos entender mejor por qué los discípulos de Cristo miraban con reverencia y admiración las estructuras del templo de Jerusalén. (Mat. 24:1.) Algunas partes de la calle empedrada se encontraron afuera y a lo largo de los muro de retención oeste y sudeste de la explanada del templo de Herodes. Sobre este empedrado se hallaron grandes bloques de piedra en gran desorden, justamente en el lugar donde habían caído desde las estructuras que se encontraban sobre la plataforma, ubicada sobre la calle cuando estos edificios fueron destruidos por los soldados de Tito en el año 70 DC.

Antes de concluir esta parte de la investigación, deseo recalcar una vez más que de ningún modo he hecho justicia en estas notas a la riqueza del material encontrado en las excavaciones realizadas en los sitios mencionados. Por ejemplo, me he referido solamente a unos pocos objetos descubiertos en el curso de esas excavaciones y que han tenido también influencia en la elección de algunos lugares de acuerdo, más o menos, con mis propios intereses. A varios lectores probablemente les hubiera gustado saber de algunas excavaciones realizadas en lugares importantes como Bethel, Dan, Engedi, Gezer, Gabaad, Gabaón, Heshbon, Laquis, Meguido, Taanac, Tirsa u otras. Permítaseme decir que creo que todos estos lugares y muchos otros han hecho contribuciones significativas que enriquecen nuestra comprensión de la historia, la cultura, y la religión de la Biblia, pero me he visto limitado por el tiempo y el espacio. El hecho de que hay mucho material del que no se dice nada en este estudio, apoya lo que ya he dicho al principio, es a saber, que la cantidad de evidencias arqueológicas que han sido descubiertas durante los últimos treinta años es tan abrumadora que sencillamente es imposible relatarla en forma adecuada en un estudio condensado.

  • Hallazgos neotestamentarios.

Hay cierta superposición entre esta sección y la anterior, dado que las excavaciones realizadas en algunos sitios que ya hemos mencionado, como Qumrán y Jerusalén, suministraron evidencias que arrojaron abundante luz sobre los estudios del Nuevo Testamento. Permítaseme que me refiera a unos pocos descubrimientos neotestamentarios importantes que todavía no han sido mencionados.

En primer lugar, deben mencionarse un buen número de papiros de libros del Nuevo Testamento que datan de los primeros siglos y que fueron descubiertos o publicados durante los últimos treinta años. El primero de ellos, el papiro Bodmer de Egipto, del fin del segundo siglo. Entre estos papiros se encuentra también la más antigua de las copias que existen en la actualidad de las dos epístolas de Pedro, y que datan del siglo tercero.[13]

Este estudio no estaría completo si no mencionáramos la colección de trece códices gnósticos descubiertos en Nag Hammadi en 1946 y publicados en 1956 y posteriormente. Algunos eruditos afirman que estos documentos coptos, con cerca de 1.200 páginas manuscritas, tienen más importancia para los eruditos de la Biblia que los rollos del Mar Muerto. Dejo para mis colegas estudiosos del Nuevo Testamento la tarea de realizar una evaluación cabal de su importancia.[14]

Durante las excavaciones de Cesárea se encontraron dos importantísimas inscripciones fragmentarias en piedra; una de ellas menciona a Poncio Pilato como prefecto de Judea[15], otra señala a Nazaret como el asiento de la familia sacerdotal de Hapizzez luego de la rebelión de Barcoquebas.[16] La inscripción de Pilato, encontrada durante la excavación del teatro romano de Cesárea en 1961, por una expedición italiana bajo la dirección de A. Frova, es muy importante, dado que es el primer testimonio del gobierno de Pilato en Palestina en el primer siglo DC, aparte del testimonio de la Biblia y de Josefo.

La inscripción de Nazaret, encontrada durante la excavación de Cesárea dirigida por Michael Avi-Yonah en 1962, es también muy importante porque Nazaret no se menciona en ninguna fuente antigua fuera del Nuevo Testamento. No la encontramos ni en el Antiguo Testamento, ni en Josefo, ni en la literatura no bíblica de los judíos. Por esta razón algunos eruditos habían cuestionado su existencia en el tiempo del Nuevo Testamento. Por esto el descubrimiento mencionado tuvo una gran relevancia.

Otro hallazgo muy importante fue hecho en Jerusalén en 1968, cuando encontraron los huesos de un hombre que había sido crucificado, en una tumba cavada en la roca, en el suburbio noreste de Giv`at ha-Mivtar. El esqueleto se encontró en un receptáculo de piedra llamado osario. Ambos talones se encontraron traspasados por un largo clavo de hierro, y se descubrió que sus tibias habían sido rotas intencionalmente. Se calcula que este hombre, cuyo nombre, Johanán, estaba grabado en su ataúd, debía haber tenido entre 24 y 28 años de edad cuando fue ejecutado, 1,68 m de estatura, y evidentemente jamás había realizado un trabajo pesado durante su vida como lo evidenció la situación en que se encontraron los restos de su esqueleto. Probablemente perteneció a una familia noble, o fue un erudito o un maestro, que pudo ser ejecutado por un crimen político. De acuerdo con las evidencias arqueológicas, su crucifixión debió haber tenido lugar en el primer siglo DC, antes de la caída de Jerusalén en el año 70 DC; en consecuencia, durante el tiempo del ministerio de Jesús o inmediatamente después. Los talones agujereados por un largo clavo de hierro muestran que fue crucificado en una posición bastante difícil y sumamente dolorosa, que ha dado pie a diferentes interpretaciones entre los eruditos.[17] Por ser esta la primera vez que se encuentran los restos de un individuo crucificado, esta evidencia es de suma importancia. Uniendo ésta a otros datos que disponemos, tenemos un cuadro muy claro de los sufrimientos y humillaciones que Jesús soportó para salvar a la humanidad caída.

El verano pasado visité por quinta vez el monasterio de Santa Catalina al pie del Monte Sinaí, y un guía israelí me proporcionó algunos datos más sobre un hallazgo sensacional del cual ya había tenido algunas noticias por medio de una información no muy precisa de un periódico. También, después de esto, apareció un anuncio breve en la revista Biblical Archeologist (El Arqueólogo Bíblico)[18], en el número de marzo de 1978 que encontré en mi escritorio a mi regreso del Cercano Oriente a fines de julio. Seguimos estas informaciones parciales y encontramos que aproximadamente un año atrás uno de los edificios levantados contra la pared interior del monasterio se incendió y causó varios daños; en el transcurso de los trabajos de reparación los obreros irrumpieron en forma accidental dentro de una pequeña habitación, totalmente desconocida, en la que encontraron varias cajas que contenían manuscritos. Realizado este descubrimiento fueron llamados tres eruditos griegos de Atenas para estudiar y microfilmar el material en el monasterio, pero éstos todavía no han dado a conocer un informe oficial de su trabajo y de sus hallazgos. De acuerdo con informaciones de segunda mano, el material que fue descubierto se compone de textos patrísticos y litúrgicos escritos en pergamino y papiros que proceden del siglo IV y del siglo IX. La noticia más inquietante es que se encuentran entre estos manuscritos unas páginas adicionales de la Biblia incompleta del siglo IV que Constantin con Tischendorf descubrió en ese mismo monasterio hace más de cien años: El famoso Códice Sinaítico, que actualmente es uno de los tesoros más preciados del Museo Británico de Londres.

Conclusión

Al repasar los extraordinarios descubrimientos hechos en el campo de la arqueología bíblica durante las tres últimas décadas, uno experimenta la misma sensación que invadió a Ulrich von Hurten, un humanista del siglo XVI, cuya vida fue transformada por el Renacimiento y la Reforma en una experiencia emocionante. Dijo que agradecía frecuentemente a Dios por permitirle vivir en una época cuando el hacerlo era interesante e inspirador. Durante las últimas décadas, cuando un descubrimiento tras otro han ido iluminando la Biblia en muchos aspectos, yo también me siento emocionado y agradecido de poder ver que tan magnífica luz ilumina la Palabra de Dios en mi época.

Es maravilloso pensar que durante estas tres últimas décadas fueron encontrados veintenas de manuscritos bíblicos en hebreo que han afirmado la confianza de los que siempre han creído que el texto de la Biblia ha llegado a nuestras manos básicamente sin alteraciones. También nuestros corazones se llenan de emoción al contemplar los descubrimientos hechos en las tierras bíblicas que han provisto evidencias de que el alfabeto escrito existía en el tiempo de los primeros escritores bíblicos, y que las ciudades de Sodoma y Gomorra no pertenecían simplemente al género de la leyenda, y que muchos de los hechos históricos que se encuentran en el Antiguo y el Nuevo Testamentos son auténticos, confirmados por la ciencia. Sumemos a esto los emocionantes hallazgos que constantemente se están haciendo en las tierras bíblicas y que atrapan la imaginación de muchos estudiantes diligentes de la Biblia, como claramente lo prueba la popularidad creciente de libros y publicaciones periódicas que se ocupan de la arqueología bíblica. Esto puede notarse en el hecho de que la Biblical Archeology Review (Revista de Arqueología Bíblica), solamente para dar un ejemplo, tiene 35.000 suscriptores y solamente transita por su cuarto año de vida. ¿Quién puede saber lo que nos depararán las décadas futuras? Nadie puede predecir lo que el suelo de Palestina o de Mesopotamia devolverá a la luz en los próximos treinta años. De cualquier modo, si los últimos treinta años nos dan una idea de lo que podemos descubrir en el futuro, podemos permitir que nuestras esperanzas se remonten a bastante altura.


Referencias

[1] Wright, G. Ernest, Shechem, the Biography of a Biblical City (Siquem, biografía de la ciudad bíblica), Nueva York, 1965; Robert J. Bull, “The Excavations of Tell er-Ras on Mt. Gerizim” (Las excavaciones de Tell er-Ras en el Monte Gerizim), BA 31 (1968), págs. 58-72.

[2] Yadin, “Hazor”, EAEHL 2: 474-495. Sobre los pórticos salomónicos de Gezer y Meguido, ver en W. G. Dever, “Gezer”, Id., págs. 436-437, 441; y Yadin, “Meggido”, Id., 3: 851, 854.

[3] Aharoni, “Arad”, Id., 1: 74, 75, 82-89.

[4] Aharoni, “Beersheba”, Id., págs. 160-168, Aharoni, “The Horned Altar of Beer-sheba” (El Altar con cuernos de Beerseba), BA 37 (1974): 2-6.

[5] Aharoni, “Beth-Haccherem”, en D. Winton Thomas, ed., Archaeology and Old Testament Study (La arquelogía y el estudio del Antiguo Testamento), Oxford, 1967, págs. 171-184.

[6] Vaux, R. de, Archaeology and the Dead Sea Scrolls (La arqueología y los rollos del Mar Muerto), Londres, 1973.

[7] Yadin, ed., Jerusalem Revealed (Jerusalén descubierta), Jerusalén, 1975.

[8] Kenyon, Digging Up Jerusalem, (Excavaciones en Jerusalén), págs. 76-97; véanse especialmente las figuras 16 y 17.

[9] Avigad, en Yadin, ed., Jerusalem Revealed (Jerusalén descubierta), pág. 43; Id., en IEJ 27 (1977): 56.

[10] rusalén), págs. 226-235, 261; Ute Lux, “Vorláufiger Bericht über die Ausgrabung unter der Erlóserkirche im Muristan in der Altstadt von Jerusalem in den Jahren 1970 und 1971” (Informe preliminar sobre la excavación de la Iglesia de la Redención en Muristan, en la antigua Jerusalén en 1970 y 1971), Zeitschrift des Deutschen Palástina Vereins (Revista de la sociedad alemana en Palestina), 88, 1972: 184-201.

[11] Mazar, Benjamín, en Yadin, ed , Jerusalem Revealed (Jerusalén descubierta), págs. 25-35.

[12] Id., foto en la página 34.

[13] Filson, Floyd V., “A New Papyrus Manuscript of the Gospel of John” (Un nuevo papiro manuscrito del Evangelio de Juan) BA 20 (1957): 54-63; Filson, “The Bodmer Papyri” (El papiro Bodmer), BA 22 (1959): 48-51; Filson, “More Bodmer Papyri” (Más acerca del papiro Bodmer), BA 25 (1962): 50-57.

[14] Gold, Víctor R.. “The Gnostic Library of Chonobskion” (La biblioteca gnóstica de Chenobskion), BA 15 (1952) 70-88; Filson, “New Greek and Coptic Gospel Manuscripts” (Nuevos manuscritos griegos y coptos de los evangelios), BA 24 (1961): 2-18; Helmbold, A. K., The Nag Hammadi Gnostic Texts and the Bible (Los textos gnósticos de Nag Hammadi y la Biblia), (Grand Rapids, Mich., 1967); Robinson, James M. ed., The Nag Hammadi Library (La biblioteca de Nag Hammadi), (Nueva York, 1977).

[15] Frova, A., “L’iscrizione di Ponzo Pilato a Cesárea” (La inscripción de Poncio Pilato en Cesárea), Istituto Lombardo, Academia di Scienze e Lettere (Memorias, instituto Lombardo, academia de ciencias y letras), 95 (1961): 419-434; Vardaman, J. “A New Inscription Which Mentions Pílate as ‘Prefect’ ” (Una nueva inscripción que menciona a Pilato como ‘prefecto’), JBL 81 (1962): 70-71.

[16] Avi-Yonah, “A List of Priestly Courses from Caesarea” (Una lista de las sucesiones sacerdotales de Cesarea), IEJ 12 (1962): 136-139.

[17] Tzaferis, V. “Jewish Tombs at and Near Giv’at ha- Mivtar, Jerusalem” (Tumbas judías en y cerca de Giv’at ha-Mitvar, Jerusalén), IEJ 20 (1970): 18-32- Hass, N. “Anthropological Observations on the Skeietals Remains from Giv’at ha-Mivtar” (Observaciones antropológicas sobre los restos de un esqueleto hallado en Giv’at ha-Mivtar), Id., págs. 49-59; Yadin, “Epigraphy and Crucifixión” (Epigrafía y crucifixión), Id., 23 (1973): 18-22; Moller-Christensen, V., “Skeletal Remains from Giv’at ha-Mivtar” (Restos de un esqueleto hallado en Giv’at ha-Mivtar), Id., 26 (1976): 35-38.

[18] Agourides, S., y Charlesworth, J. H., “A New Discovery of Oíd Manuscripts on Mt. Sinai: A Preüminary Report” (Un nuevo descubrimiento de viejos manuscritos en el Monte Sinaí: informe preliminar), BA 41 (1978): 29-31.