En 1952 hice un repaso de los logros alcanzados por la arqueología bíblica, en tres disertaciones presentadas en la Conferencia Bíblica celebrada en Takoma Park, Maryland.[1] La última conferencia analizaba el extraordinario descubrimiento de los rollos hallados recientemente en el desierto de Judea cerca del Mar Muerto. Este sensacional descubrimiento, que fue conocido por el mundo en la primavera de 1948, es un punto de partida muy conveniente para repasar de nuevo lo que se ha logrado en esta fascinante disciplina, la arqueología bíblica.[2] Puede asegurarse con propiedad que los descubrimientos hechos durante estas tres décadas opacan fácilmente todos los hechos ocurridos durante el siglo anterior, en su impacto total en la mejor comprensión de la Biblia.[3]

Estos logros pueden ser clasificados bajo siete encabezamientos:

  1. La consolidación de la cronología antigua.
  2. El hallazgo de textos que tratan de la historia de la escritura.
  3. El descubrimiento de textos antiguos que arrojan luz sobre varios períodos de la historia bíblica.
  4. El descubrimiento de antiguos manuscritos bíblicos.
  5. El sensacional descubrimiento de los textos de Ebla, correspondientes a la era pre patriarcal.
  6. La excavación de varias ciudades importantes de Tierra Santa, con resultados notables.
  7. Varios descubrimientos que tienen particular gravitación sobre el Nuevo Testamento.

En las próximas páginas intentaré revisar estos descubrimientos y progresos realizados, y evaluarlos en cuanto a su importancia sobre los estudios de temas bíblicos. Las notas de apéndice con sus datos bibliográficos ayudarán al lector a obtener información más detallada acerca de los temas en los que sienta particular interés.

  1. La cronología antigua

En torno de 1948 se alcanzó una cierta estabilidad en el esquema cronológico de la historia del antiguo Cercano Oriente. El descubrimiento, en Ur y en Mari, de tablas sincrónicas de reyes sumerios, y de textos astronómicos en Egipto y en Mesopotamia, produjo tres revoluciones en nuestra comprensión de la cronología antigua, cada una de las cuales resultó en la reducción de las fechas de las primeras dinastías históricas tanto en Egipto como en Mesopotamia.[4] De esta forma, las fechas de origen de la historia egipcia fueron reducidas en ese tiempo del séptimo milenio AC a cerca de 3000 AC, aunque no es todavía seguro si la fecha de origen de la Primera Dinastía debiera ser el 3100, como creen muchos egiptólogos, o trescientos años más tarde, como otros aseguran. Se logró un consenso casi unánime en cuanto a la fecha de la historia mesopotámica entre diferentes eruditos que cubrían casi un mismo rango que en el caso de la cronología egipcia. También fueron resueltos los problemas de la cronología de la historia del Antiguo Testamento en el período de los reyes hebreos, aclarada finalmente gracias al trabajo de E. R. Thiele[5], aunque su esquema cronológico no había sido aceptado universalmente en 1948.[6]

Durante las tres últimas décadas no se han hecho descubrimientos de importancia que pudieran habernos forzado a reducir o alargar el esquema cronológico establecido en 1948. Sin embargo, algunos importantes descubrimientos hechos desde entonces han consolidado los resultados alcanzados hace treinta años.

En primer lugar podría mencionarse el método del Carbono 14 para fechar material orgánico antiguo, descubierto en Baltimore en 1947, y desarrollado por W. F. Libby, de la Universidad de Chicago en aquel entonces. Después de años de experimentación, durante los cuales debió cambiarse la supuesta edad media del Carbono 14, este método ha alcanzado un razonable grado de precisión para el período histórico de tiempos antiguos[7], en tanto que los resultados puedan ser comparados con material fechable, como por ejemplo objetos de madera de Egipto con inscripciones, al igual que pinos de la variedad red Wood o bristlecone, cuyas edades pueden determinarse fácilmente contando los anillos de crecimiento.[8]

El impacto que el método de obtener fechas mediante el Carbono 14 tuvo sobre nuestro conocimiento de las culturas que no dejaron registros escritos, es muchísimo mayor que el que ha hecho sobre la historia de las antiguas civilizaciones como las de Egipto y Mesopotamia. Por ejemplo, durante los últimos treinta años fue determinada la fecha del origen de las ruinas de Zimbabwe en Rhodesia, cuyas anteriores aproximaciones variaban entre el 1000 AC al 1000 DC. Al usar el método del Carbono 14 se las fijó en el 300 DC. Se fechó también la edad de varias culturas europeas y americanas antiguas, un avance que todos creían imposible hace apenas unas pocas décadas.

Además, el descubrimiento de una nueva lista de reyes asirios (la Lista de Reyes Asirios SDAS) hecho por el autor de este artículo en 1953 y la consiguiente publicación de esta lista y la Lista de Reyes de Jorsabad, encontrada veinte años antes, pero no publicada, confirmó la cronología mesopotámica del segundo y el primer milenios AC, tal como fue establecido antes de 1948, y cubrió varias lagunas que había en las cronologías existentes.[9] El resultado de esto fue que las imprecisiones que había con respecto a fechas de la historia mesopotámica se redujeron a no más de 65 años para el segundo milenio, y en cuanto a las fechas del primer milenio, pueden considerarse prácticamente exactas.

Este proceso de consolidación tuvo lugar también en relación con la cronología del antiguo Egipto. En 1945 fue publicado un importante estudio por mi predecesor Lynn H. Wood, quien estableció por primera vez una fecha de absoluta certeza en la cronología egipcia del segundo milenio AC -el comienzo de la duodécima dinastía en 1991.[10] En 1950 Richard Parker publicó un autorizado estudio sobre los sistemas del calendario egipcio y problemas cronológicos, donde aclaró una cantidad de puntos oscuros de la cronología egipcia y confirmó la fecha de 1991 AC para el comienzo de la 12° dinastía de Egipto.[11] Desde entonces, la cronología de los reyes de la 12° dinastía ha sido una estructura inexpugnable. Otros períodos de la cronología egipcia no están tan bien establecidos. Es prácticamente seguro ahora que la primera dinastía comenzó en el siglo 31 AC. Sin embargo, debe aclararse que con excepción de las dinastías 12° y 26°, todas las fechas en la historia egipcia antigua son más o menos dignas de confianza. Para algunos reyes el factor de inseguridad alcanza a varias décadas; para otros, apenas a unos pocos años. En síntesis, puede decirse que el esquema de la cronología egipcia tal como estaba en 1948 ha soportado la prueba de los últimos treinta años.[12]

La publicación de papiros arameos en 1953, que habían sido hallados más de medio siglo atrás en Elefantina, Egipto, pero que habían permanecido ocultos en un baúl en un depósito de Nueva York hasta 1947, ayudó a resolver incertidumbres cronológicas. Ofrecieron por primera vez información clara en relación con el calendario judío del período post exílico, y proveyeron pruebas de que los estudiosos que insistían, sobre la base de ciertos textos bíblicos, en que los judíos fechaban los años de reinado de los reyes babilónicos y persas de acuerdo con su propio calendario, estaban en lo cierto. Este calendario comenzaba en otoño, en contraste con el calendario babilónico persa, que comenzaba en la primavera.[13]

Otros descubrimientos, como la crónica babilónica que cubría varios años del reinado de Nabucodonosor, aclaró dudas en cuanto a fechas relativas a los últimos años de los reyes de Judá. Al mismo tiempo, esta crónica fijó por primera vez en la historia bíblica una fecha exacta -día, mes y año-, la fecha de la caída de Jerusalén en tiempos del rey Joaquín, 15/16 de marzo de 597 AC.[14] Ya no puede decirse que los últimos años de la historia del reino de Judá están envueltos en el misterio, al menos en cuanto a lo que se refiere a material de fuentes extra bíblicas.

Para concluir con esta lección sobre los avances en cronología antigua en el lapso considerado, puedo decir que ha sido un período muy satisfactorio para los interesados en asuntos de cronología antigua. Al comienzo de este período se escuchaba frecuentemente la pregunta: ¿Cuántas revoluciones vamos a experimentar en cronología antigua antes de alcanzar la estabilización? Muchos eruditos reconocidos, incluyendo a W. F. Albright, estaban convencidos de que la estabilización se había logrado en 1948[15], y su fe se había visto vindicada al verificar con satisfacción cómo un descubrimiento tras otro confirmaba más o menos los resultados obtenidos en el terreno de la cronología antigua. Prácticamente todos los descubrimientos pertinentes que se hicieron desde 1948 sólo han logrado confirmar las fechas fijadas antes de 1948, o variarlas apenas ligeramente hacia atrás o hacia adelante. El resultado es que hoy en día la mayoría de las fechas antiguas han sido establecidas, y donde todavía hay incertidumbres, el margen de error es aceptable. Excepto en lo que se refiere al comienzo de la historia egipcia y mesopotámica, donde debe permitirse aún un siglo de más o de menos, el margen de incertidumbre no es mayor que unos pocos años, en muchos casos no más de uno o dos años. Este es un progreso muy gratificante que ha hecho posible reconstruir la historia antigua de tal forma que llegue a un grado de precisión no alcanzado hasta ahora.[16]

  • Historia de la escritura

La historia de la escritura ya era bien conocida hace treinta años. El siglo XIX fue testigo del desciframiento, con buen éxito, de los jeroglíficos egipcios y la escritura cuneiforme de los sumerios, adoptada también por otras naciones tales como los asirlos, babilonios e hititas. Durante la primera mitad del siglo XX se descifraron dos tipos desconocidos de escritura alfabética: Primero la escritura jeroglífica protosinaitica, por Alan Gardiner en 1915[17]; y luego la escritura cuneiforme ugarítica por Hans Bauer y Edouard D’Horme en 1930.[18] Estos progresos probaron que los eruditos que sostenían que no habían existido sistemas alfabéticos de escritura anteriores al primer milenio AC, estaban equivocados. Esta posición había sido compartida ampliamente por eruditos bíblicos liberales hasta la Primera Guerra Mundial.

Durante las tres últimas décadas la tarea de descifrar escrituras desconocidas ha continuado. Primero debiera mencionarse el desciframiento del sistema jeroglífico hitita con la ayuda de las inscripciones bilingües fenicio hititas descubiertas en Karatepe, en el sur de Turquía, en 1947[19]; y de la escritura Minoan

Linear B, en 1952, por el brillante arquitecto Michael Ventris, quien falleció cuatro años más tarde en un accidente automovilístico.[20]Sin embargo, estos triunfos en el terreno de la escritura tienen sólo importancia marginal para los estudios bíblicos, aunque abrieron nuevos horizontes en nuestra comprensión del mundo antiguo.

De mucha mayor importancia en nuestra esfera de interés son los progresos hechos en el campo de la paleografía semítica occidental, la ciencia de fechar documentos antiguos escritos en arameo, fenicio, hebreo y otros idiomas relacionados, sobre la base de la forma de escritura usada. Mientras que la paleografía griega ha llegado a ser una disciplina digna de confianza gracias a la cual muchos manuscritos griegos han sido ubicados con exactitud, y con un margen de error de sólo unos pocos años, el fechado de manuscritos hebreos sin fecha ha sido mayormente objeto de conjeturas. El primer trabajo de pionero en este aspecto fue hecho por W. F. Albright, quien en 1937 reunió por primera vez las pocas inscripciones hebreas y arameas existentes y logró una rudimentaria paleografía de estas inscripciones[21], que llegó a ser sustancialmente digna de crédito a medida que aparecía más material fechado en años subsiguientes.

Fue esta obra la que ayudó en 1948 a fijar las fechas de los rollos hebreos hallados cerca del Mar Muerto. Muchos eruditos, entre ellos muchos eminentes semitistas, se mostraban escépticos y sugerían que los rollos del Mar Muerto, fechados por Albright y sus discípulos en la era precristiana, eran muy posteriores y aún podían ser meras falsificaciones. Sin embargo, a medida que se encontraban más rollos en otras cuevas del desierto de Judea algunos de ellos descubiertos por arqueólogos y más tarde también en Masada, y estuvieron disponibles, esta situación cambió radicalmente. Algunos de los rollos encontrados tenían fecha, lo que puso a la paleografía sobre una base sólida. Entre los primeros que trabajaron en ese campo figuran F. M. Cross[22] y S. A. Birnbaum[23], aunque hubo un verdadero ejército de otros sabios que hicieron su contribución. El resultado fue que la disciplina de la paleografía hebreo aramea llegó a ser una ciencia tan bien establecida que cualquier documento, sea una inscripción o un manuscrito, puede ser fechado sin vacilación dentro de un límite de cincuenta años.

Algunos descubrimientos interesantes arrojaron luz inesperadamente sobre una fase de la escritura que parece relacionada con ella sólo remotamente, pero que es, no obstante, de gran importancia, es decir, la antigüedad de la secuencia de los caracteres alfabéticos. Se sabe desde hace mucho tiempo que la secuencia de las letras del alefato hebreo, tal como lo conocemos, se remonta al primer milenio AC. Este hecho se corrobora por los salmos acrósticos de la Biblia, algunos de los cuales fueron compuestos en el siglo X AC, y también por el alfabeto griego, que ha sido tomado de los fenicios no más tarde que el 800 AC. Siendo que la secuencia de las letras de los alfabetos griego y fenicio es la misma, puede concluirse que el origen del ABC se remonta al comienzo del primer milenio AC.

Sin embargo, nadie pensó que el origen de la secuencia del alfabeto se remonte al tiempo de la invención de los diversos sistemas de escritura alfabética, lo que parece haber ocurrido en los siglos XVI y XV AC. Se reveló por primera vez que esto era así por un hallazgo hecho en 1949 en Ras Shamra, la antigua Ugarit, y nuevamente por otro descubrimiento, hecho en lzbet Sartah, la antigua Eben-ezer, en 1976.

Durante las excavaciones de 1949 en Ras Shamra salió a la luz una tableta del siglo XIV AC que contenía todos los caracteres alfabéticos cuneiformes de Ugarit en la secuencia en que eran memorizados, y que llegaron a ser los mismos usados aún hoy en los diccionarios hebreos arameos, 3.500 años más tarde.[24]

En ’Izbet Sartah fue descubierto en 1976, un ostracón, fechado en el 1200 AC, el período de los jueces, que contiene el alfabeto hebreo en la secuencia que conocemos como estudiantes de hebreo en el siglo XX. La única diferencia consiste en la falta de una mem, probablemente debido a un error del escriba, y la trasposición de las letras ‘ayin y pe, en lo que este abecedario coincide con la secuencia del alfabeto hebreo encontrada en tres composiciones acrósticas del libro de Lamentaciones, que tradicionalmente se atribuyen a Jeremías. Parece que el alefato hebreo era memorizado en dos diferentes maneras por los antiguos: de acuerdo con una tradición, en la secuencia pe- ‘ayin, y de acuerdo con otra en la secuencia ‘ayin-pe.[25]

El resultado de estos descubrimientos y estudios es que el origen y el desarrollo de la escritura alfabética son ahora bien conocidos, y que no puede haber más dudas en cuanto a si existían o no los sistemas de escritura alfabética en tiempo de Moisés, permitiéndole a él y a sus sucesores escribir libros en inscripciones fáciles de aprender. Está establecido igualmente bien que estos simples sistemas de escritura, en contraste con las engorrosas e intrincadas escrituras jeroglífica y cuneiforme de Egipto y Mesopotamia, se esparcieron rápidamente por Palestina y Siria y así se hizo posible que obras religiosas, como las que se preservaron en la Biblia, pudieran ser “libros del pueblo”.

  • Descubrimientos de textos

Los comentarios hechos en relación con los notables progresos en materia de historia de la escritura durante los últimos treinta años pueden servir como introducción al incremento realmente fenomenal del material textual, escrito en inscripciones alfabéticas y compuesto en varios idiomas semitas occidentales, que está disponible desde años recientes.

Por ejemplo, en 1948 teníamos cerca de noventa inscripciones hebreas, sin contar los sellos y sus impresiones. Estas inscripciones consistían en la del túnel de Siloam, dos inscripciones de Silwan, aún no descifradas entonces, el calendario de Gezer en una placa de piedra, y 86 ostracas, de las cuales 63 se encontraron en Samaría y 21 en Laquis, estas últimas consideradas uno de los hallazgos de inscripciones más sensacionales hechos en Palestina en el período que medió entre las dos guerras mundiales.[26] Desde entonces se fue acelerando el paso de los descubrimientos de material de inscripciones en hebreo y arameo, como dan testimonio los ejemplos siguientes:

Aparte de los rollos del Mar Muerto, que serán discutidos separadamente, las inscripciones hebreas, principalmente ostracas, se han descubierto en muchos lugares. Arad, por ejemplo, produjo más de cien ostracas hebreas y arameas, algunas de extraordinaria importancia. En una de ellas se hace referencia al templo de Yahweh, aunque no es claro si se refiere al templo de Jerusalén o al templo local de Yahweh.[27] En Kuntilat ‘Ajrud, un lugar a unos cincuenta kilómetros al sur de Kades Bernea en el Sinaí septentrional, se descubrieron en los años 1975 y 1976 algunas inscripciones fenicias y numerosas hebreas del noveno u octavo siglo AC, escritas con tinta en jarrones o grabadas en vasos de arcilla o piedra. Este material no ha sido publicado todavía, pero los informes preliminares hablan de que el nombre del Dios de Israel, Yahweh, aparece repetidamente.[28] En 1960 salió a luz una carta de catorce líneas en Mesad Hashav-yahu, a unos 17 kilómetros al sudoeste de Tel Aviv, escrita en el siglo séptimo AC por un obrero pobre y dirigida al gobernador, en la que se menciona el sábado.[29]

Durante las excavaciones de Masada se encontraron manuscritos de cuero de libros bíblicos y no bíblicos, al igual que algunas ostracas usadas por los defensores para echar suertes a fin de determinar quién cumpliría la desagradable tarea de matar a sus compatriotas antes que los romanos capturaran la fortaleza.[30] En Deir ‘Alia, en el valle del Jordán, salieron a la luz visiones y maldiciones del profeta Balaán, al igual que la reacción de sus destinatarios, en fragmentos de inscripciones de yeso que originalmente cubrían una estela de piedra. Estaban escritas en un dialecto arameo desconocido hasta ahora. (Continuará).


Referencias

[1]Publicado en Our Firm Foundation (Nuestro firme fundamento), edición M. Thurber, 2 tomos (Washington, D. C. 1953) 1:61-116.

[2] Sé perfectamente que muchos arqueólogos de la región de Palestina no ven con agrado que el trabajo arqueológico realizado en el Cercano Oriente en general y en Tierra Santa en particular, lleve la etiqueta de “arqueología bíblica”. Sin embargo, nadie podría negar que muchos de los hallazgos hechos en tierras con las que la Biblia tiene relación tienen un definido fundamento bíblico. El hecho de que los cristianos estén interesados en este trabajo que arroja luz sobre la Biblia está demostrado por el éxito que tienen periódicos del tipo de Biblical Archaeologist (El arqueólogo bíblico) o Biblical Archaeological Review (Revista de arqueología bíblica) al igual que muchos libros que llevan nombres similares.

[3] Esta es una adaptación de una declaración hecha por W. F. Albright en 1952 en relación con el avance logrado en el campo de la arqueología bíblica durante las casi dos décadas que median entre la publicación de su libro The Archaeology of Palestine and the Bible (La arqueología de Palestina y la Biblia), y su artículo “The Bible After Twenty Years of Archaeology” (La Biblia después de veinte años de arqueología), publicado en Religión in Ufe 21 (1952): 537.

[4] Véanse los artículos de Albright, “Revolution in the Chronology of Ancient Western Asia” (Revolución en la cronología del Asia Occidental antigua), Bulletin of the American Schools of Oriental Research (Boletín de las escuelas norteamericanas de investigación oriental, mencionado en adelante como BASOR) 69 (febrero 1938): 18-21; “The Chronology of Western Asia Before 1500 BC” (La cronología de Asia Occidental antes del 1500 AC) BASOR 77 (Feb. 1940): 25-30; “A Third Revisión of the Early Chronology of Western Asia” (Una tercera revisión de la cronología antigua de Asia Occidental) BASOR 88 (Dic. 1942): 28-36. Véanse además mis artículos “A Revolution in the Early Chronology of Western Asia” (Una revolución en la cronología antigua del Asia Occidental), Ministry 30:6 (Jun. 1957): 4-8; “A Revolution in the Early Chronology of Egypt” (Una revolución en la cronología antigua de Egipto), Ministry 32:6 (Jun. 1959): 29-33.

[5] “The Chronology of the Kings of Judah and Israel” (La cronología de los reyes de Judá e Israel), Journal of Near Eastem Studies (Revista de estudios del Cercano Oriente, en adelante mencionada como JNES) 3 (1944) : 137-186. Este trabajo apareció más tarde en forma ampliada bajo el título The Mysterious Numbers of the Hebrew Kings (Los misteriosos números de los reyes hebreos) (Grand Rapids, Michigan, 1965), y A Chronology of the Hebrew Kings (Una cronología de los reyes hebreos) (Grand Rapids, Michigan, 1977).

[6] Véase, por ejemplo, “The Chronology of the Divided Monarchy of Israel” (La cronología de la monarquía dividida de Israel), de Albright, BASOR 100 (Dic. 1945): 16-22.

[7] La literatura profesional relativa a la obtención de fechas con el método de Carbono 14 es tan vasta que sólo un especialista podría hallar camino a través de ella. Véase el popular artículo, “How Old Is It?” (¿Qué edad tiene?), de L. J. Briggs y K. Weaver, National Geographic Magazine 114 (Agos. 1958): 234-255.

[8] Véase a E. Schulman, “Bristlecone Pine, Oldest Known Living Thing” (El pino bristlecone, el ser viviente más antiguo) National Geographic Magazine 113 (Mar. 1958): 354-372; C. W. Ferguson, “Bristlecone Pine” (El pino bristlecone), Science 159 (1968): 839-846; C. Renfrew, “Ancient Europe is Older than We Thought” (La antigua Europa es más antigua de lo que creemos) National Geographic Magazine, 152 (Nov. 1977): 614-623.

[9] I. J. Gelb, “Two Assyrian King Lists” (Dos listas de reyes asirios), JNES 13 (1954): 32-45, 47-73, 106-133.

[10] “The Kahun Papyrus and the Date of the Twelfth Dynasty” (El papiro Kahun y la fecha de la 12° dinastía), BASOR 99 (Oct. 1945): 5-9.

[11] The Calendars of Ancient Egypt (Los calendarios del antiguo Egipto), (Chicago, 1950), pág. 69.

[12] Para un conveniente estudio del grado de confiabilidad de las fechas egipcias, véase mi repaso de la obra de E. Hornung, Untersuchungen zur Chronologie und Geschichte des Neuen Reiches (Investigación de la cronología y la historia del nuevo reino) (Wiesbaden, 1964) en JNES 25 (1966): 280-283.

[13] Emil G. Kraeling, The Brooklyn Museum Aramaic Papyri (Los papiros árameos del museo de Brooklyn) (New Haven, Conn., 1953); Hom y Wood, “The Fifth-Century Jewish Calendar at Elephantine” (El calendario judío del quinto siglo, de Elefantina) JNES 13 (1954): 1-20 En cuanto a una voz disidente en las conclusiones alcanzadas en las obras de Hom y Wood, véase a Parker, “Some Considerations on the Nature of the Fifth Century Jewish Calendar at Elephantine” (Algunas consideraciones sobre la naturaleza del calendario judío del quinto siglo de Elefantina), JNES 14 (1955) : 271-274.

[14] D. J. Wiseman, Chronicles of Chaldaean Kings (Crónicas de reyes caldeos) (Londres, 1956), pág. 33

[15]Albright, “Bible After Twenty Years” (La Biblia después de veinte años), pág. 538.

[16] Véanse las tablas recientemente publicadas en la tercera edición de los tomos 1 y 2 de The Cambridge Ancient History (La historia antigua, de Cambridge), (Cambridge, 1970-1975), tomo 1, parte 2, págs. 994-1003; tomo 2, parte 1, págs. 819-823; tomo 2, parte 2, págs. 1038-1045.

[17] Alan H. Gardiner, ‘The Egyptian Origin of the Semitic Alphabet” (El origen egipcio del alfabeto semítico), Journal of Egyptian Archaeology (Revista de arqueología egipcia) (1916 :1-16). Muchos estudiosos han trabajado desde entonces en inscripciones protosinaíticas, de las cuales algunas han sido descubiertas en el Sinaí, y otras en Palestina. Después de haber tratado este asunto repetidas veces en artículos, Albright publicó sus últimos puntos de vista en The Proto Sinaitic Inscriptions and Their Decipherment (Las inscripciones protosinaíticas y su desciframiento), Cambridge, Mass, 1966.

[18] Véase a Maurice Pope, The Story of Archaeological Decipherment (La historia del desciframiento arqueológico) (New York, 1975), págs. 117-122.

[19] Id., págs. 136-145. Se relata la historia del desciframiento de los jeroglíficos hititas, incluyendo los progresos logrados antes de las inscripciones de Karatepe.

[20] Id., págs. 159-179. Véase también John Chadwick, The Decipherment of Linear B (El desciframiento de Linear B) (New York, 1958).

[21] Albright, “A Biblical Fragment from the Maccabaean Age: The Nash Papyrus” (Un fragmento bíblico de la era macabea: el papiro de Nash), Journal of Biblical Literature (Revista de literatura bíblica, de aquí en adelante citada como JBL) 56 (1937): 145-176.

[22] De sus muchos estudios paleográficos véase especialmente su “The Development of the Jewish Scripts” (El desarrollo de los escritos judíos), en G. E. Wright, ed. The Bible and the Ancient Near East: Essays in Honor of William Foxwell Albright (La Biblia y el antiguo Cercano Oriente: ensayos en honor de William Foxwell Albright) (Garden City, Nueva York, 1961), págs. 133-202. Las notas de las páginas 188-202 proveen una bibliografía casi exhaustiva.

[23] Solomon A. Bimbaum, The Hebrews Scripts (Los escritos hebreos), 2 tomos (Londres, 1954-1957; Leiden 1971); Id., “The Qumran (Dead Sea) Scrolls and Paleography” (Los rollos de Qumrán (Mar Muerto) y la paleografía), BASOR, Supplementary Studies, Nos. 13-14 (1952), págs. 1-52.

[24] Albrignt, “Some Importants Recent Discoveries: Alphabetic Origins and the Idrimi Statue” (Orígenes alfabéticos y la estatuía de Idrimi) BASOR 118 (Abr. 1950): 12-14; Cyrus H. Gordon, “The Ugaritic ABC’” (El “ABC’ ugarítico), Orientalia 19 (1950): 374-376; E. A. Speiser, “A Note on Alphabetic Origins” (Una nota sobre los orígenes alfabéticos), BASOR 121 (Feb. 1951) :17-21. Más tarde fueron hallados muchos abecedarios más en Ras Shamra, para lo cual véase a Charles Virolleaud, Le Palais Royal d’Ugarit II (El palacio real de Ugarit) París (1957), págs. iv-vi, 199-203.

[25] Mosche Kochavi, “An Ostracon of the Period of the Judges from Izbet Sartah” (Un ostracón del período de los jueces de ‘Izbet Sartah), Tel Aviv 4 (1977) :1-13, Aaron Demsky, “A Proto-Canaanite Abecedary from the Period of The Judges and its Implications for the History of the Alphabet” (Un abecedario proto-cananeo del período de los jueces y sus implicaciones en la historia del alfabeto) Id., págs. 14-27. Este último contiene una buena bibliografía sobre la historia del albafeto en las págs. 25-27.

[26] Todo el material de inscripciones hasta 1934 fue publicado por David Diringer, Le Inscrizioni Anticoebraiche Palestinesi (Florencia, 1934), suplementario en 1951 por Sabatino Moscati, L’epigrafia ebraica antica (Roma, 1951).

[27] La colección completa de las ostracas de Arad ha sido publicada sólo en hebreo por Yohanan Aharoni, Arad Inscriptions (Jerusalén, 1975). Sin embargo, muchas de las ostracas más importantes han aparecido en los siguientes artículos en inglés, por Aharoni: “Hebrew Ostraca from Tel Arad” (Ostracas hebreas de Tel Arad), Israel Exploration Journal (Revista de exploración en Israel) 14 (1964) :1-7; “Arad: Its Inscriptions and Temple” (Arad: sus inscripciones y su templo) Biblical Archaeologyst (El arqueólogo bíblico, en adelante citado como BA) 31 (1968): 2-32; “Three Ostraca from Arad” (Tres ostracas de Arad), BASOR 197 (Feb. 1970) :16-42.

[28] Ze’ev Meshel, “Kuntilat ‘Ajrud” IEJ 27 (1977): 52-53; Suzanne Singer, “Cache of Hebrew and Phoenician Inscriptions Found in the Desert” (Tesoro de inscripciones hebreas y fenicias halladas en el desierto) Biblical Archaeology Review (Revista de arqueología bíblica) 2:1 (Mar. 1976) : 33-34; Ze’ev Meshel and Carol Meyers, “The Name of God in the Wildemes of Zin” (El nombre de Dios en el desierto de Zin), BA 39 (1976) : 6-10; 40 (1977), láminas en color A y B frente a pág. 66.

Cuando las pruebas de páginas llegaron a mis manos recién me enteraba de un nuevo y significativo descubrimiento hecho en Kuntilat ‘Ajrud. Una inscripción en letras hebreas en una gran vasija contenía un texto que decía en parte: “Que Yahweh y Asherah te bendigan” (BAR 4:3 1978]:43). Es demasiado temprano como para decir mucho en cuanto a este texto hasta que se lo pueda estudiar más detenidamente, aunque en seguida se reconocen sus importantes implicaciones. Sabemos, por numerosos pasajes bíblicos, que la religión cananea influyó sobre el pensamiento religioso de los israelitas en un grado muy elevado, y que los conceptos religiosos y costumbres de los cananeos fueron adoptados a menudo. En la literatura mitológica cananea de Ras Shamra, se menciona frecuentemente a Asherah como consorte de Él, el dios principal. Por lo tanto, no resulta sorprendente ver a israelitas apóstatas considerando a veces a Asherah como consorte de Yahweh, el Dios de ellos. Este texto es una ilustración de la costumbre contra la cual lucharon los profetas pre exilíeos -el politeísmo y la idolatría.

[29] J. Naveh, “A Hebrew Letter from the Seventh Century B. C.” (Una carta hebrea del séptimo siglo AC) IEJ 10 (1960): 129-139; Albright en J. B. Pritchard, ed. Ancient Near Eastem Texts (Textos antiguos del Cercano Oriente), 2da. ed. (1969), pág. 568.

[30] Yigael Yadin, “The Excavation of Masada – 1963/64, Preliminary Report” (La excavación de Masada – 1963/64. Informe Preliminar). IEJ 15 (1965): 103-114