El pastor de mis responsabilidades como director del Departamento de Publicaciones, consiste en la preparación de los colportores en el arte cristiano de vender. Entre otras cosas, les señalamos la importancia de una personalidad positiva, la necesidad de cortesía, y les enseñamos a evitar modales que distraigan la atención. Los ministros también somos vendedores. Estamos vendiendo el producto más grande de servicio en todo el mundo, y nuestros hábitos y apariencias aumentan o disminuyen nuestras probabilidades de éxito.
He estado pensando en algunos hábitos que afectan mucho la utilidad del ministro. Algunos pueden parecer pequeños e insignificantes, pero si influencian desfavorablemente a los oyentes, deberíamos evitarlos.
La apariencia personal
La gente comienza a juzgaros desde el primer momento que os ve, y la manera de vestiros les habla antes de que pronunciéis una sola palabra. El pastor debería estar seguro de que va vestido conforme a su profesión. En el libro Obreros Evangélicos encontramos esta declaración: “El cuidado en el vestir es de importante consideración. El predicador debe vestir de una manera que cuadre con la dignidad de su posición” (pág. 182). Por supuesto, la manera de vestir varía según los climas y los países, pero creemos que los trajes de sport, la camisa de colores y las corbatas llamativas no son apropiados para llevar en el púlpito.
En otro lugar se nos dice: “El desaseo en el vestido trae reproches sobre la verdad que profesamos creer… Este no es un asunto de pocas consecuencias, pues afecta su influencia sobre los demás por el tiempo y para la eternidad” (El Colportor Evangélico, pág. 74).
Los modales en el púlpito
Cuando se está sentado en la plataforma hay que mantener ambos pies apoyados en el suelo. Hay que demostrar que se está despierto y que se manifiesta interés, y no adoptar una actitud de languidez. Algunas personas que no tienen en cuenta estos detalles exponen a la vista calcetines cortos y suelas de los zapatos gastadas. Esta actitud informal no revela buenos modales en el púlpito. No se debe cuchichear con el vecino. Puede haber ocasiones cuando sea necesario hacer una breve pregunta o dar una explicación, pero debe hacerse rápidamente y en la forma menos notoria posible, porque los cuchicheos pueden ser perturbadores para el que dirige la palabra, y también se puede distraer a la grey. Los que están sentados en la plataforma deben evitar modales que distraigan, tales como jugar con el lápiz, cambiar repetidamente de posición, o rascarse la cara y la cabeza.
Particípese en el canto de la congregación. Búsquese en la Biblia el pasaje que el pastor lee. Los que están en la plataforma no deben sencillamente sentarse y leer su Biblia por su cuenta. Deben mirar al orador, y a la congregación. Deben mantenerse alerta. No es edificante que a cada momento miren la hora porque ello podría inducir a otros de la congregación a hacer lo mismo distrayéndose así del mensaje que se está presentando. Pueden comenzar a pensar cuánto falta para terminar el sermón y lo que podrían hacer cuando lleguen a su casa. Por su parte, el pastor debe preocuparse de terminar su mensaje a la hora debida, pero no debería llamar la atención a lo avanzado de la hora.
Las personas que anuncien las partes que se desarrollarán durante el servicio deberían tener mucho cuidado de pronunciar correctamente las palabras para no cometer errores que distraigan la atención.
“Toda persona con la cual nos relacionamos queda, consciente o inconscientemente afectada por la atmósfera que nos rodea.
“Es ésta una responsabilidad de la que no nos podemos librar. Nuestras palabras, nuestros actos, nuestro vestido, nuestra conducta, hasta la expresión de nuestro rostro, tienen una influencia. De la impresión así hecha dependen resultados para bien o para mal, que ningún hombre puede medir” (Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 319).
Si vuestra personalidad, vestido, manera de hablar, ofenden a la gente, dificultáis la recepción del mensaje. Estudiaos a vosotros mismos. Sed las personas más adecuadas para presentar al mundo el más grande de los mensajes y la mayor de todas las invitaciones.
“El predicador debe recordar que su porte en el púlpito, su actitud, su manera de hablar, su traje, producen en sus oyentes impresiones favorables o desfavorables. Debe cultivar la cortesía y el refinamiento de los modales, y conducirse con una tranquila dignidad conveniente a su alta vocación” (Obreros Evangélicos, pág. 181).
¿Qué piensa la gente de vosotros el sábado cuando estáis sentados en la plataforma o parados detrás del pulpito? Recordad que “los grandes caracteres se forman mediante los actos y esfuerzos pequeños”, y que los ministros que están constantemente ante el público son juzgados por su apariencia, su comportamiento y su manera de hablar. ¿Cómo son vuestra apariencia y modales en la plataforma?
Sobre el autor: Director adjunto del Departamento de Publicaciones de la Asociación General.