¡Cuánto necesitamos afecto y un lugar de refugio los solitarios y tristes pecadores del siglo XXI! Eso fue lo que Cristo quiso que fuera cada iglesia cristiana. Él sabía que en un ambiente de amor fraternal se daría el óptimo efecto evangelizador (Mat. 24:14). Por eso, en su última oración, ruega varias veces al Padre por ese ambiente cálido, de fe, de afecto, de amor y de unidad en sus iglesias (Juan 17:11, 21-26).

En Jerusalén, en medio “de los religiosos”, Jesús pudo notar una religiosidad desprovista de amor. Por contraste, en Betania, qué riqueza espiritual práctica era compartida por Marta, María y Lázaro. Allí podía hablar con sencillez y perfecta libertad, sabiendo que sus palabras serían comprendidas y atesoradas. Allí estaba con sus amigos que lo querían. Él sabía que así debían ser sus iglesias.

Primeros contactos de Pablo con la evangelizados amistad cristiana.

La iglesia del primer siglo siguió el modelo cariñoso de Cristo, y fue conocida por su compañerismo y también por el crecimiento espectacular que logró. Una de las características de la iglesia fue “las relaciones familiares del reino”.[1] En ella primaba un ambiente equilibrado para la maduración, el cuidado mutuo, la unidad, la ejemplificación de los valores, la disciplina, la protección y la sanidad del cuerpo. Este estilo de vida era tan parecido a Cristo que “a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquia” (Hech. 11:26).

Las comunidades cristianas impregnadas del amor de Cristo, aun por los enemigos, tenían una sola meta: “La ambición de los creyentes era revelar la semejanza del carácter de Cristo y trabajar para el engrandecimiento de su reino” (Los hechos de los apóstoles, p. 40). La comunión con Cristo los iba “transformando de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Cor. 3:18). Y esa vida afectuosa parecida a la de Cristo los ponía naturalmente en el camino correcto de la misión cristiana. En contraposición, Saulo de Tarso conocía el “proselitismo judío”, pero desconocía “la afectuosa evangelización cristiana”.

El primer impacto sobre Saulo del “amor a los enemigos” lo recibió siendo ¡oven miembro del Sanedrín. Él cuidaba la ropa de los que apedreaban a Esteban (Hech. 7:58-59; 8:1). Pero las evidencias de la presencia de Dios con el mártir lo habían inducido a dudar de la justicia de la causa que defendía contra los seguidores de Jesús” (ibíd, p. 93). Esto impactó a Saulo. Dios contestó la oración de Esteban (Hech. 7:60) y “el perseguidor” llegó a ser “discípulo” de Jesús.

Otro impacto de “la evangelizadora amistad cristiana” sobre Saulo lo recibió cuando perseguía a los cristianos por “las iglesias-casas” (ver Hech. 8:3). El impacto por excelencia fue el encuentro con Jesús, a quien estaba persiguiendo. Jesús le habló, no le gritó. La condescendencia, la paciencia y la longanimidad del Mesías hablándole en hebreo, en el lenguaje de su corazón, transformó al perseguidor Saulo en el discípulo Pablo.

Otro gran impacto lo recibió de parte la comunidad cristiana de Damasco; la misma que Saulo pensaba “destrozar”. Ananías recibió una visión que tenía el fin de prepararlo para la misión de devolverle la vista a Saulo. Obediente, fue, “y poniendo sobre él las manos dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo” (Hech. 9:17).

Entonces, “la cariñosa iglesia-casa” de Damasco celebró el bautismo de Saulo y llegó a ser su primera iglesia (Hech. 9:19, 20). La conversión de Saulo y el cariño de la iglesia fueron transformando al “proselitista” en “evangelista”. El impacto evangelizador fue muy grande, al punto de que los judíos resolvieron matar a Saulo. El cariño de la iglesia volvió a aflorar: “Entonces los discípulos, tomándole de noche, le bajaron por el muro, descolgándole en una canasta” (Hech. 9:25).

El parentesco y el compañerismo cristiano dieron como resultado un apostolado fructífero, que la iglesia reconoció. Este matrimonio iba abriendo iglesias por dondequiera que fuera.

La influencia de la amistad cristiana de Bernabé sobre Pablo

Para Bernabé, “la amistad cristiana” no era un recurso evangelizador o una estrategia para lograr “prosélitos”. Para él, era una realidad vivencial, algo natural. Él no tenía una fachada de cristiano al tratar con los interesados y otra forma de ser en el trato interno con la iglesia. Bernabé sabía que el sencillo testimonio cristiano llevaría el evangelio a todas las etnias hasta el fin del mundo (Mat. 24:14). Él también sabía que “la amistad cristiana” era fundamental para el buen desarrollo de las comunidades cristianas. Por eso, como resultado de su ministerio cariñoso en Antioquia, “una gran multitud fue agregada al Señor” (Hech. 11:24), al punto de que necesitó ayuda de otros obreros. Él fue a Tarso, buscó a Saulo y lo integró al ministerio en Antioquia (Hech. 11:25; cf. Hech. 9:26, 27).

Pablo, al comienzo de su ministerio, no tenía muy claro la forma práctica de vivir el cristianismo en el ministerio. Y fue un obstáculo para que Bernabé practicara “la amistad cristiana” con su sobrino Marcos (Hech. 15:36-41). A él “no le parecía bien llevar consigo al que se había apartado de ellos desde Panfilia” (Hech. 15:36). Sin embargo, Bernabé estuvo dispuesto a ser criticado por dar una segunda oportunidad a un pariente. El tiempo se encargaría de darle la razón. Pablo reconoció su error, y sus escritos revelan un cambio de actitud (2 Tim. 4:11).

“Compañeros de milicia”

Pablo usa dos veces la expresión “compañero de milicia” [sustratiothne]. Lo hace escribiendo desde la cárcel de Roma. La primera vez, la usa en la carta a los Filipenses cuando se refirió a Epafrodito (Fil. 2:25). Epafrodito significa “amado”, y realmente este discípulo hacía honor a su nombre. Él expuso su vida para brindar al viejo apóstol un servicio sagrado (Fil. 2:30). Pablo envió a Filipos a este “hermano”, “colaborador” y “compañero”, para consolidar la evangelización y edificar la nueva iglesia (Fil. 2:25-30; Hech. 16:11-40). Epafrodito no era un caso aislado de amor abnegado dentro del cristianismo primitivo. Tertuliano refiere que los paganos, maravillados ante el amor sacrificado de los cristianos de esa época, decían: “ ‘Ved cómo se aman entre sí y cómo están dispuestos a morir unos por otros!’ […] ‘Se aman aun antes de conocerse’ ”.[2] Esta es la evangelización por testimonio del amor cristiano que Jesús esperaba de su iglesia, que impacto al Imperio Romano.

La segunda vez qué usó “compañero de milicia”, se refirió a Arquipo, cuando le escribió a Filemón (File. 1, 2). Arquipo, junto con Filemón y Apia, como colaboradores [sinergoi] de Pablo y de Dios, se “sinergizaban” en la evangelización de Colosas. La carta fue escrita a Filemón para que “la iglesia-familia” de su casa en Colosas fuera también un “espacio de cariño” para Onésimo, “el hijo” espiritual de Pablo. Según la ley romana, un esclavo fugitivo merecía la muerte. Pablo consideraba a Onésimo un “fiel y amado hermano” (Col. 4:9) y por eso rogó y exigió, desde la amistad que los unía, que fuera recibido, no como esclavo, sino “como hermano amado” (File. 16). Este era el nivel de la amistad cristiana, o koinonía, y causa principal de la fuerza evangelizadora en la iglesia.

“Compañeros de prisiones”

Pablo usa tres veces la expresión “compañero de prisiones” (sunaixmalotos). Así denomina a Epafras, a Aristarco, a Andrónico y a Junias (File. 23; Col 4:10; Rom. 16:7). Épafras es una contracción de Epafrodito y significa “simpático”. Haciendo honor a su nombre, usó su simpatía y su servicio de amor como “fiel ministro de Cristo” en la fundación de la iglesia de Colosas (Col. 1:7; 4:12).

Lucas registra, con precisión, que Gayo y Aristarco eran “compañeros de viaje de Pablo” (Hech. 19:29, BJ). Pero, en las crisis, Aristarco demostró que era más que “un compañero de viaje”; él era un verdadero “compañero”. Estuvo en los viajes de Pablo, en el tumulto de Éfeso (Hech. 19:29), en Macedonia y en Grecia (Hech. 20:4). Además, permaneció junto a Pablo durante su primer encarcelamiento en Roma (Col. 4:10; File. 24).

La tercera aparición de “compañeros de prisiones” se refiere a los apóstoles Andrónico y Junias (Rom. 16:7). Pablo presenta a este matrimonio cristiano como “ilustres” (BJ), “destacados” (NVI), o “muy estimados entre los apóstoles” (RVR). El griego da la idea de que son personas “que llevan una señal”. Pablo agrega: son “mis parientes” y “fueron antes de mí en Cristo”. El parentesco y el compañerismo cristiano dieron como resultado un apostolado fructífero, que la iglesia reconoció. Este matrimonio iba abriendo iglesias por dondequiera que fuera. Los grupos familiares de hombres y mujeres formaban los equipos de evangelización de Pablo.

En estas iglesias-casas de grupos homogéneos, se daban en forma natural “las relaciones familiares del Reino”. Pablo les dijo a los hermanos de Roma: “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran” (Rom. 12:15).

Salutaciones al final de las cartas de Pablo

Las epístolas de Pablo abundan en saludos para sus colaboradores en la obra (Rom. 16:3-16; 1 Cor. 16:20; 2 Cor. 13:12; Fil. 4:21; etc.). Pablo manifiesta especial interés en crear lazos de amistad que unan a las diferentes comunidades cristianas entre sí.

Las palabras claves de las secciones de saludos son, entre otras, las siguientes: saludad (aspasasze), hermano (adelfon), hermana o hermanos; amado (agapaton)amados, amada o amados míos; casa (oikon); parientes (suggeneis); compañeros (koinonoí); compañero de prisiones (sunaixmalotos); compañero de milicia (sustratiothne);colaboradores (signergoí)(Rom. 16; 1 Cor. 16; 2 Cor. 13; Fil. 4). Este compañerismo cristiano fraterno energizaba la evangelización, la confirmación de los nuevos hermanos y el establecimiento de las nuevas iglesias.

“Las relaciones familiares del Reino” de las iglesias-casas de Roma

Es notable ver que, ante la gran misión que el apóstol pensaba realizar a España (Rom. 15:24,28), la lista de saludos a los romanos es la más larga (Rom. 16). Esos son sus amigos, sus parientes, sus compañeros en las buenas y en las malas, son sus colaboradores (sinergoí)(Rom. 16:3,7,9), que lo ayudarían para la gran evangelización en Roma y en España.

La iglesia en casa de Aquila y Priscila era uno de los tantos lugares donde se reunían los cristianos de Roma (Rom. 1:7). Las iglesias-casas o familiares eran grupos fraternos que potenciaban los lazos familiares y transmitían las buenas nuevas del Mesías para la salvación del mundo.

Pablo era defensor de la koinonía entre las iglesias, especialmente entre gentiles y judíos. Además, era común el envío de saludos para los líderes de las iglesias-casas de diversas ciudades. Pablo honra con sus saludos a todos los héroes anónimos de la misión, especialmente los de las casas (Rom. 16:10, 11, 14, 15).

En el siglo I, se nos dice “que las iglesias eran confirmadas en la fe, y aumentaban en número cada día” (Hech. 16:5). Aquí estaba el poder de la evangelización de la iglesia primitiva: la apertura diaria de nuevas iglesias- casas y el compañerismo natural de los grupos familiares. Según Wagner: “El método de evangelizar más efectivo que hay debajo del cielo es el de establecer iglesias nuevas”.[3]

En estas iglesias-casas de grupos homogéneos, se daban en forma natural “las relaciones familiares del Reino”. Pablo les dijo a los hermanos de Roma: “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran” (Rom. 12:15). Esto se cumplía en forma natural en esos grupos familiares pequeños, donde todos se conocían. Él propiciaba la koinonía de la iglesia universal con la repetición de su llamado, usando la marca distintiva de “los unos a los otros” (alelon).

“Las relaciones familiares del Reino” en las iglesias casas de Corinto

La evidencia atestigua que hubo una iglesia en casa de Aquila y Priscila en Corinto (Hech. 18:1-4). Pablo “posó con ellos, y trabajaban juntos”, en confraternidad cristiana, mientras evangelizaban Corinto (Hech. 18:3). El Talmud (Zukkah 51b) establecía que los de un mismo oficio se sentaran juntos en la sinagoga. Así, los visitantes encontraban hospedaje y trabajo. Escribiendo la carta a los Romanos desde Corinto, Pablo les dice que “todas las iglesias de los gentiles”, junto con Pablo, les agradecen a Aquila y a Priscila porque ellos expusieron sus vidas, o “expusieron sus cabezas para salvarme” (BJ). Esto indicaría que, al igual que Pablo, Aquila y Priscila también eran romanos, pues los únicos que eran decapitados eran los romanos. Esta pareja arriesgó, literalmente, su cabeza por ofrecer su casa para que la congregación celebrara sus reuniones regulares (Rom. 16:4).

El cariño se nota cuando Pablo pide por “nuestra hermana Febe, diaconisa de la iglesia de Cencreas” (Rom. 16:1). Ella había sido protectora o defensora del pueblo, había ayudado a muchos (Rom. 16:2) y “se destacaba como hospitalaria” (Joyas de los testimonios, t. 2, p. 570). Posiblemente, en su casa funcionaba una iglesia-casa.

Los judíos de la sinagoga de Corinto rechazaron el evangelio de Pablo. Este tuvo que ir a la casa de un gentil “llamado Justo, temeroso de Dios, [el] cual [vivía] junto a la sinagoga. Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa” (Hech. 18:8). Es posible que en las casas de Justo y Crispo funcionaran iglesias-casas. Por otro lado, estaba “la familia de Estéfanas”, primicias en Acaya (1 Cor. 16:15), que fue una de las pocas familias que Pablo bautizó (1 Cor. 1:16). El apóstol pide a los corintios que se sujeten al liderazgo de esta familia, porque “ellos se han dedicado al servicio de los santos” (1 Cor. 16:15,16). Gordon Fee declara: “Es posible que la casa de Estéfanas también haya servido como uno de los lugares de reunión”[4] La importancia que les da Pablo a los que trabajan liderando iglesias-casas confirmaría la posibilidad indicada por Fee (1 Cor. 16; Rom. 16:19). Pablo quedó en Corinto un año y medio (Hech. 18:4-11), dando origen a “la iglesia de Dios que está en Corinto” (1 Cor. 1:2), la que, seguramente, se agrupaba en casas como las de Aquila y Prisicila, Gayo, Febe, Justo, Crispo y Estéfanas.

De vez en cuando, toda la iglesia se reunía en un solo lugar (1 Cor. 11:20; 14:23) para potenciar la koinonía general de todos los cristianos de Corinto. Posiblemente lo hacían en casa de Gayo, quien era “hospedador de toda la iglesia” (Rom. 16:23). Gordon Fee comenta que esta asamblea en común contrastaba con las “múltiples reuniones en diversas iglesias casas” y “da a entender que todos los creyentes, pertenecientes a todas las iglesias en casas, tenían algún tipo de asamblea todos juntos”.[5]

En las iglesias-casas se daba en forma natural el cuidado de cada uno de sus miembros. Esto sucedía de la misma forma en que los miembros de una familia se preocupan los unos por los otros, sin tener que establecer reglas para que se lo haga. Esta trama familiar, que crea en forma natural “espacios de cariño”, fue el invento del Señor desde el Edén y siempre quiso que sostuviera la amistad cristiana en la iglesia.

Pablo favorecía la expresión de cariño por medio del “ósculo santo”, o beso. Él lo dice así: “Saludaos los unos a los otros con ósculo (beso) santo” (1 Cor. 16:20). Esto era algo común en el Medio Oriente entre familiares y amigos. Las Constituciones Apostólicas (2:57; 8:11) indicaban que los hombres saludaran así a los hombres y las mujeres a las mujeres. Aquí aparecen tres marcas distintivas de la iglesia primitiva que tenían un gran efecto evangelizador y multiplicador de nuevas iglesias. Primero, “saludaos”. En el saludo, los cristianos se expresaban el deseo de paz, o “shalom”, que solo “el Príncipe de paz” (Isa. 9:6) podía dar (Rom. 5:1). Segundo, aparece la expresión “los unos a los otros”, que en el griego es una sola palabra: alelón. La unidad cristiana expresada con esta palabra era una marca distintiva de la iglesia cristiana primitiva. Más de 100 veces aparece esta expresión en el Nuevo Testamento, y el 41% pertenece a San Pablo. Tercero: estaba el beso santo entre hermanos. Esto era “una señal de afecto cristiano entre los creyentes” (ver Rom. 16:16; 1 Cor. 16:20; 2 Cor. 13:12; 1 Tes. 5:26; 1 Ped. 5 :14).[6]

Conclusión

En resumen, podemos decir que el afecto cristiano de la iglesia primitiva fue algo que distinguía a estas comunidades. De los escritos de Pablo, hemos aprendido lo siguiente:

  1. La iglesia primitiva impacto a Pablo con su amor vivencial hacia sus enemigos por medio de Esteban, Ananías y la perseguida iglesia de Damasco.
  2. La bondad del Mesías lo llevó finalmente al arrepentimiento.
  3. Aunque a Pablo le costó dejar el frío formalismo religioso “proselitista”, fue cambiando y obrando como Bernabé y otros hermanos que practicaban el evangelismo de la amistad.
  4. El evangelista a los gentiles destacó la importancia del afecto cristiano y del compañerismo como factores claves para la evangelización interna y externa de la iglesia.
  5. Pablo valoriza mucho a los líderes de las iglesias-casas, porque junto con toda su familia brindaban a las iglesias “un espacio de cariño” donde funcionar. Estos espacios de cariño mantenían viva a la familia cristiana y la evangelización, en el alto nivel del modelo de Cristo.
  6. El afecto cristiano no era una estrategia o un recurso evangelizador; era la vida natural de la iglesia primitiva.
  7. Los nuevos creyentes solo pueden sobrevivir como cristianos en lugares cariñosos como los que brindan las iglesias familiares en las casas.

Elena de White escribió: “El Señor no obra para atraer a muchas almas a la verdad, a causa de los miembros de la iglesia que nunca han sido convertidos, y por aquellos que una vez estaban convertidos pero que se han descarriado” (El evangelismo, p. 85). Dios obra de esta forma por amor a las personas que quiere salvar; defiende a sus hijos del moderno proselitismo cristiano, y de algunas iglesias que no son “espacios de cariño” y lugares espirituales seguros a donde acudir.

La Iglesia Adventista de Tartagal, provincia de Salta, República Argentina, casi duplicó su feligresía en 3 años. A fines de 1998 tenía 240 miembros y en 2001 tenía 411 hermanos, sumando los que asistían a la iglesia madre y a las 4 congregaciones que nacieron como fruto del trabajo de ella. Los diezmos aumentaron al mismo ritmo. ¿Qué sucedió en estos años? Primero, el pastor Alfredo Mirolo y su esposa, Aurora, practicaron un ministerio con énfasis en la evangelización afectuosa. Se fomentó un ambiente espiritual, social y cariñoso que atendía las necesidades de relaciones afectivas sin discriminación. Uno de sus énfasis era la capacitación de los hermanos para el servicio y la creación de condiciones para que hermanos de menos recursos fueran apoyados por la iglesia. Se fomentó un ambiente espiritual y social afectuoso que satisfacía las necesidades de los hermanos de todas las condiciones sociales. Este fue un impacto que sintieron los hermanos y los vecinos de la iglesia. Cuando esto ocurre, la iglesia crece. Esta iglesia creció a un ritmo seis veces más rápido que la Iglesia Adventista mundial.

Este distrito fue un ejemplo moderno de la evangelización amigable que se dio en la iglesia primitiva y que Cristo quiso para todas las iglesias de todos los tiempos.

Sobre el autor: Pastor retirado. Sus últimos años como obrero evangélico los desempeñó como profesor del seminario teológico de la Universidad Adventista del Plata, Rep. Argentina.


Referencias

[1] Ken Hemphill, El modelo de Antioquia, p. 104.

[2] Manuel de Tuya, Biblia comentada (Madrid Biblioteca de Autores Cristianos, 1964), t. 5, p. 1.221.

[3] C. Peter Wagner, Plantando iglesias para una mayor cosecha (Miami, Florida: Unilit, 1997), p. 11.

[4] Gordon Fee, Primera Epístola a los Corintios, p. 940.

[5] Ibíd., p. 774.

[6] Siegfried Horn, ed., Diccionario bíblico adventista (Buenos Aires: ACES, 1995), p. 1.041.