Cuando Pablo desarrolla el tema de la redención en sus epístolas, continuamente emplea el lenguaje, la imaginería y el pensamiento propios de su cultura hebrea. Se refiere a Abrahán, al pacto abránico, a la simiente prometida, al papel de Israel como pueblo escogido por Dios, a la ley; y todo para ilustrar el plan elaborado por Dios para redimir a la humanidad.

 Sin embargo, cuando describe con belleza lo que Dios realiza a través de su plan en favor de los pecadores arrepentidos, tiene una deuda con el sistema jurídico romano. Emplea la palabra huiothesía, que involucra una variada gama de conceptos.

 Huiothesía, es un vocablo compuesto de las palabras uiós, “hijo” y thesis, “posición”, “lugar”. Por lo tanto, el significado de este vocablo sería: “el lugar de un hijo”, o “adopción”.

 Según la ley romana, el hijo adoptado se transformaba en una nueva persona. Recibía un nuevo nombre y nueva identidad. Estaba separado legalmente de todo su pasado, y se le otorgaba el derecho legal pertinente al bienestar y a la fortuna de su nueva familia.

 Por contraste, aun cuando el huérfano judío fuera recogido y educado por una familia hebrea hasta que fuera adulto, no existía un sistema de adopción legal semejante al de la sociedad romana. No había un cambio de identidad, no recibía un nombre nuevo, no se producía una separación con todo lo que componía su pasado. La razón de ello era la preservación del derecho de la primogenitura. Por lo tanto, las cortes romanas proporcionaron al apóstol una ilustración de la redención que no hubiera podido encontrar en su propia cultura.

 Huiothesía aparece cinco veces en el Nuevo Testamento, y siempre en los escritos paulinos (Rom. 8: 15, 23; 9: 4; Gal. 4: 5; Efe. 1: 5). Pero es en Romanos 8:15-17 donde vemos cómo la teología de Pablo se refleja en todo su significado. “Miren, no recibieron un espíritu que los haga esclavos y los vuelva al temor; recibieron un Espíritu que los hace hijos y que nos permite gritar: ¡Abba! ¡Padre! Ese mismo Espíritu le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios; ahora, si somos hijos, somos también herederos; herederos de Dios, coherederos con el Mesías, y al compartir sus sufrimientos es señal de que compartiremos también su gloria” (NBE).

Sobre el autor: es el director del Biblical Research Instituto.