Una mirada más profunda sobre la experiencia de Saúl en 1 Samuel 28
Los israelitas estaban nuevamente en guerra. Esta vez, las tropas de Saúl se preparaban para enfrentar a los poderosos filisteos. El lugar de la batalla era el valle de Jezreel, un área estratégica para controlar las importantes rutas de comercio de la región. El pueblo de Israel montó su campamento en el monte Gilboa, a pocos kilómetros del ejército filisteo, que estaba en Suném (1 Sam. 28:4). La escena intimidó a Saúl, (vers. 5) y para empeorar la situación, Dios no respondía a sus pedidos ni por medio de sueños, ni del Urim ni de los profetas, modos legítimos de revelación en los tiempos bíblicos (vers. 6). Por recomendación de sus siervos, el rey fue al encuentro de una nigromante en la ciudad de Endor (vers. 7, 8), la moderna Khirbert es-Safsafe, aproximadamente a siete kilómetros del monte Gilboa, y muy próxima al campamento filisteo. Saúl se disfrazó (vers. 8), justamente para no correr el riesgo de ser identificado como líder de los israelitas. Él estaba entrando en terreno enemigo.
Este es el telón de fondo de la narrativa más importante de las Sagradas Escrituras relacionada con un israelita implicado con la nigromancia, la práctica de invocar a los muertos con el propósito de revelar lo desconocido o prever el futuro.[1] Explícitamente condenada en el Antiguo Testamento (Lev. 19:31; Deut. 18:10, 11; Isa. 8:19), la nigromancia atesta el antiguo Oriente Medio, y los textos de esa región pueden ayudar al lector moderno a tener una comprensión más adecuada de lo que ocurrió aquella noche en Endor.
La nigromante
En 1 Samuel 28:7, ella es llamada ‘ešet ba‘alat’ ‘obh, una expresión que generalmente es traducida como “una mujer que invoca alos muertos” (DHH), o “una mujer espiritista” (JBS), o “una mujer que sea médium” (NTV). El personaje era una intermediaria entre los vivos y los muertos; no era una bruja, como comúnmente se la presenta, sino una mujer que practicaba la nigromancia, una nigromante. Sin embargo, la descripción del versículo 7 puede ser traducida también como “una mujer [que sirve] a la señora de los espíritus ‘obh”. Esa “señora”, probablemente, haya sido Shapshu, una diosa solar del panteón de la ciudad de Ugarit, actual Ras Shamra, en Siria.[2] Los textos de Ugarit son de extrema importancia para entender la religión cananea en el periodo bíblico. En ellos, Shapshu es descrita en textos mitológicos y religiosos como alguien capaz de traer el espíritu de los muertos del submundo al mundo de los vivos, durante la noche. Es posible que esa diosa fuese una especie de “patrona” de aquella nigromante de Endor. Eso también podría explicar el motivo por el que el rey y sus siervos tuvieron que ir a consultarla de noche (vers. 8, 20, 25). Invocar a los muertos durante la noche era una práctica también confirmada por textos de Ugarit y de los hititas, una importante civilización que gobernó parte del antiguo Oriente Medio durante el segundo milenio antes de Cristo.
El hecho de que Saúl haya evitado alimentos durante el día (vers. 20) parece indicar un cierto requisito para aquel ritual de nigromancia. ¿El objetivo? Asegurar el liderazgo “divino” para la ocasión. Un ejemplo de la importancia del ayuno en el contexto de la consulta a una divinidad en el Antiguo Oriente puede ser visto en 2 Crónicas 20, ocasión en que el rey Josafat reúne a toda la nación y proclama un ayuno nacional con el objetivo de buscar al Señor (vers. 3, 4). Los términos hebreos utilizados en esos versículos para la “búsqueda” de Yahweh, baqash y darash (vers. 3-4), son los mismos utilizados en 1 Samuel 28:7. Por lo tanto, parece que no es una mera coincidencia el ayuno de Saúl en aquella situación.
El ritual
La terminología utilizada en el diálogo entre el monarca y la nigromante presenta muchas pistas que explican las creencias de aquella médium. La palabra “espíritu” utilizada en el versículo 8 es el término hebreo ‘obh, que probablemente sea un préstamo lingüístico de la lengua hitita (api) y que también es encontrado en documentos de los sumerios, de los acadianos y en textos ugaríticos. Su significado básico en esas lenguas es “fosa / pozo para sacrificio”.[3] Existen algunos ejemplos en textos encontrados en tierras bíblicas en los que fosas o pozos eran utilizados para rituales de nigromancia. El ejemplo más antiguo es el cuento “Gilgamesh, Enkidu y el submundo”, producido en la ciudad de Nippur, en el sur de la Mesopotamia, actual Irak. En esa historia, el amigo de Gilgamesh, Enkidu, vuelve del mundo de los muertos a través de un pozo cavado en el suelo.[4]
Algunos textos hititas también describen rituales de nigromancia en los que se utilizan pozos en el suelo. En esos relatos, una “mujer vieja”, en hitita haššawa, realiza una ceremonia nocturna en presencia de varios religiosos, incluyendo exorcistas, sacerdotes y médicos. En los pozos, también llamados “fosas para sacrificio”, era colocada sangre de varios animales, entre ellos cerdos, perros, aves y corderos. Además de la sangre, una mezcla de aceite, miel, queso, leche, vino y cerveza era ofrecida como libación para las divinidades del submundo. Todos esos elementos eran arrojados dentro de la fosa. Curiosamente, otros dos objetos eran colocados allí: una oreja de plata, símbolo del deseo de los adoradores de escuchar el mensaje del submundo, y una pequeña escalera de plata, que simbolizaba la voluntad de los adoradores de que el espíritu requerido saliera del pozo.[5] El último ejemplo viene de Ugarit, donde en el cuento de Aqhat (2 Aqht I, líneas 26-29), se menciona el “espíritu de un pozo” .
Por causa de esas informaciones, creo que la primera parte del versículo 8 debe ser leída: “Invoca para mí a través de un pozo/fosa de sacrificio”, en lugar de “invoca un espíritu para mí”. La segunda parte del mismo texto concuerda con esa propuesta, cuando dice: “Que hagas subir al que yo te diga” (LBLA, NBLH) o “que hagas subir a quien yo te dijere” (JBS, SRV-BRG). La presencia del verbo hebreo ‘alah, “subir”, tiene sentido si ‘obh es un pozo / fosa de sacrificio, como fue descrito en el párrafo anterior.
La mujer describió su trance en el versículo 13 con las palabras: “He visto dioses que suben de la tierra”. Las diversas versiones Reina–Valera (60, 77, 95) traducen correctamente el original, al contrario de otras traducciones consultadas (PDT, por ejemplo; NVI, aunque aclara el uso plural en el original) que traducen el sujeto de la frase en el singular: “Veo un espíritu que está saliendo de la tierra” (PDT) o “veo un espíritu que sube de la tierra” (NVI). Ese es un detalle importante en una lectura atenta del texto. La mujer está viendo “dioses que suben de la tierra” (vers. 13), plural, pero Saúl quiere saber “¿Cuál es su forma?” (vers. 14), singular. Temiendo por su propia vida (vers. 8-12), la mujer aprovechó el intenso deseo de Saúl de hablar con Samuel y dijo lo que al rey le gustaría escuchar: “Un hombre anciano viene, cubierto de un manto” (vers. 14); una descripción extremadamente vaga, general.
El sustantivo hebreo ‘Elohim (vers. 13), “Dios” o “dioses”, según el contexto, también demuestra la familiaridad del autor bíblico con el telón de fondo religioso del Antiguo Oriente. En los textos de Mesopotamia, por ejemplo, la palabra “fantasma” es precedida por una señal utilizada para identificar divinidades (dingir); y, a veces, el sustantivo “dioses” es usado para referirse a los “muertos”. Ese mismo concepto era conocido en Canaán, donde los muertos eran aparentemente adorados como dioses (ver Núm. 25:2, Sal. 106:28).
A pesar de que los textos religiosos de los vecinos de Israel relatan en detalle el proceso de invocación de un espíritu, en la descripción de 1 Samuel 28 no hay encantamientos ni hechizos recitados por la mujer durante el ritual, probablemente debido a su naturaleza pagana. La única vislumbre de eso en el relato bíblico es el uso del verbo hebreo qara’, “chamar”, usado para describir la invocación de Samuel (vers. 15). Esa es la misma raíz verbal utilizada en textos de Ugarit para describir la invocación de los muertos.
Al final de la ceremonia, la mujer sacrificó (zabah) un becerro y le pidió a Saúl que comiera (vers. 24). En textos ugaríticos e hititas, los sacrificios eran realizados antes de la manifestación de un espíritu, a fin de invitarlo a la reunión nigromántica; aquí, el sacrificio fue realizado al final del ritual. ¿Cuál habrá sido el motivo? Un texto acadiano de la ciudad de Nínive (K 2779) tiene instrucciones de cómo realizar sacrificios después de un ritual de consulta a los muertos. Estos deberían ser realizados al dios del submundo en Mesopotamia, Shamash, y para el muerto consultado, a fin de proteger al ofertante de consecuencias mortales después del contacto con aquel espíritu.[6] Sin embargo, para Saúl, la “función protectora” del sacrificio en Endor fue ineficaz. Al día siguiente, cuando la batalla contra las fuerzas filisteas estaba llegando a un final trágico para Israel, él cometió suicidio, y tres de sus hijos fueron muertos en el monte Gilboa, en el valle de Jezreel (1 Sam. 31:2-6). El rey no fue protegido de las consecuencias mortales previstas para aquellos que deciden consultar a médiums y hechiceros, y no a Yahweh. (Ver Isa. 8:19.)
Las evidencias presentadas anteriormente sugieren que el autor de 1 Samuel estaba familiarizado con la terminología y los procedimientos utilizados en los rituales de nigromancia del Antiguo Oriente. Sin embargo, debe responderse una pregunta: ¿Realmente Samuel fue traído de los muertos por la nigromante? La respuesta es un enfático no. Es muy claro en el versículo 6 que Dios no se estaba comunicando con Saúl; lo que sucedió en Endor no tuvo la aprobación divina. Además de esto, la Biblia enseña que la muerte es un período de total inconsciencia (Ecl. 9:5, 6, 10). Un detalle importante de la historia en discusión es que el rey no vio al supuesto espíritu de Samuel, solo la nigromante lo vio (vers. 13, 14). Como dijimos, la descripción de la mujer fue muy vaga, extremadamente general: un anciano que vestía un manto (vers. 14). Esas características llevaron a Saúl a reconocer (‘yada) que “Samuel” había sido traído de regreso (vers. 14). No hubo identificación visual, solamente un diálogo entre los dos.
Conclusión
Puede causar una sensación incómoda al lector de la Biblia el hecho de que el texto claramente diga “Samuel”, al referirse a ese espíritu. Sin embargo, es importante recordar que las historias bíblicas son narradas muchas veces desde el punto de vista de los personajes involucrados. Para la nigromante, y especialmente para Saúl, aquella entidad era el fallecido profeta Samuel. Sin embargo, a la luz de otras porciones de las Sagradas Escrituras, sabemos que eso no es posible. Al contrario de la creencia de los pueblos vecinos de Israel, que hacían una diferenciación entre el alma y el cuerpo, la enseñanza bíblica es muy simple: no hay separación alguna entre esos dos elementos. Las 754 ocurrencias de la palabra nephesh, traducida como “alma” en algunos pasajes del Antiguo Testamento, nunca denotan el significado de una entidad separada del cuerpo, capaz de vivir cuando este no existe más.[7] Si el profeta Samuel no fue traído de la muerte por este ritual de nigromancia, la mejor explicación para lo que ocurrió en Endor es tomar aquel incidente como “una manifestación demoníaca para engañar a Saúl”. Si el monarca israelita acudió a la nigromante en busca de orientación “divina”, lo que encontró fue más desesperación frente al ejército filisteo. El rey de Israel salió del pequeño villorrio de Endor sin ningún tipo de esperanza. Si Satanás puede disfrazarse de ángel de luz (2 Cor. 11:14), uno de sus demonios podría hacer lo mismo, fingiendo ser el profeta Samuel.
Sobre el autor: Magíster en Arqueología del Antiguo Oriente Medio por la Trinity Evangelical Divinity School, Estados Unidos
Referencias
[1] Erika Bourguignon, “Necromancy”, en The Encyclopedia of Religion, ed. M. Eliade (Nueva York: Macmillan, 1987), t. 10, pp. 345-347; Brian B. Schmidt, Israel’s Beneficent Dead: Ancestor Cult and Necromancy in Ancient Israel Religion and Tradition (Winona Lake: Eisenbrauns, 1994), p. 154.
[2] Esther J. Hamori, Women’s Divination in Biblical Literature: Prophecy, Necromancy and Other Arts of Knowledge (New Haven, CT: Yale University Press, 2015), p. 106; David T. Tsumura, The First Book of Samuel (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2007), p. 631.
[3] Harry A. Hoffner, “Second Millennium Antecedents to the Hebrew ‘Ob”, Journal of Biblical Literature 86, N° 4 (1967), pp. 385-393.
[4] Benjamin Foster, The Epic of Gilgamesh (Nueva York: W. W. Norton and Company, 2001), p. 138.
[5] Billie Jean Collins, “Necromancy, Fertility and the Dark Earth: The Use of Ritual Pits in Hittite Cult”, en Magic and Ritual in the Ancient World, eds. Paul Mirecki y Marvin Meyer (Leiden: Brill, 2002), pp. 224-242.
[6] Benjamin R. Foster, Before the Muses: An Anthology of Akkadian Literature (Bethesda, MD: CDL Press, 1996), t. 2, pp. 637, 638.
[7] Williams Dyrness, Themes in Old Testament Theology (Downers Grove: Inter Varsity, 1979), p. 85: “Los seres humanos viven como almas, ellos no ‘poseen’ almas”. Ellis R. Brotzman, The Plurality of ‘Soul’ in the Old Testament with Special Attention Given to the Use of Nepeš (tesis de doctorado), New York University, 1987, p. 222: “El énfasis del texto [Gén. 2:7] es sobre el hombre como nephesh, una criatura, una unidad integral. La idea de ese texto, y del Antiguo Testamento entero, es completamente opuesta a la noción griega del “alma aprisionada” en el cuerpo, y a la idea expresada en algunas divisiones del pensamiento protestante, que enseñan que el camino para la justicia es encontrando al subyugar el cuerpo y exaltar ‘la parte más elevada del hombre’. El término nephesh describe al ser humano como un todo”.