En las últimas dos décadas, los arqueólogos de Palestina comenzaron a darle la atención apropiada a los restos arqueológicos del período correspondiente al Nuevo Testamento. La arqueología, como una disciplina cuidadosa y científica, ha estado trabajando en Palestina durante las tres cuartas partes del siglo y ha contribuido mucho con la investigación histórica. No obstante, si bien los arqueólogos bíblicos más destacados se interesaron casi exclusivamente en los restos del período del Antiguo Testamento, pasaron por alto los vestigios pertinentes a la etapa helenística y a los períodos históricos posteriores. Pero, con los métodos arqueológicos más sofisticados y precisos, surgieron renovadas inquietudes. Ahora, cada pieza antigua se estudia, sin excepción, con el propósito de reconstruir todo lo que se pueda de la historia y de la cultura de ese pueblo. De este modo, hay mayor disponibilidad de la evidencia que se necesita para analizar el período correspondiente al Nuevo Testamento.
También está en marcha un cambio en los estudios neotestamentarios que estimulen la labor de los arqueólogos. Una tendencia común entre los eruditos del Nuevo Testamento ha sido intentar comprender esa porción de la Biblia desde una perspectiva teológica, sin la debida consideración del marco histórico, geográfico, literario y cultural. Sin embargo, en muchos círculos se evidencia una nueva conciencia por la que al contexto histórico, presupuesto de muchas maneras por los autores del Nuevo Testamento, se lo considera un elemento importante en la comprensión del texto. Esto significa que crece rápidamente la necesidad de una mayor información referente a la arqueología neotestamentaria y a otros estudios del trasfondo histórico.
La arqueología del NT requiere el examen de las diversas antigüedades diseminadas, no se concentra únicamente en una raza o en un territorio específico del mundo. Más bien es la historia de un movimiento mundial, y debe abarcar secciones del Cercano Oriente y buena parte del mundo griego y romano: desde Galilea y Judea a Qumram y Decápolis, desde Tiro y Cesárea hasta Gaza y Egipto, desde Antioquía de Siria hasta muchas de las ciudades del Asia Menor, desde Atenas, Corinto y Macedonia a la capital del imperio, Roma. También debe abarcar una variedad de evidencias los escombros de las ciudades ocupadas, los restos humanos, las sinagogas, las tumbas, las iglesias, la alfarería, los adminículos, la arquitectura, las catacumbas, las inscripciones, los rollos, los papiros y las monedas. La arqueología del Nuevo Testamento tiende a ser fragmentaria, pues se la debe tamizar a partir de un enorme cúmulo de informaciones de diversas procedencias, de numerosas localidades y de diferentes culturas.
Afortunadamente, algunos libros recientes han llenado el vacío de nuestro limitado conocimiento. Hay dos obras de Jack Finegan que presentan una visión detallada de los sitios del Nuevo Testamento: The Archaeology of the New Testament: The Life of Jesús and the Beginning of the Early Church (Princeton, 1969) y The Archaeology of the New Testament: The Mediterranean World of the Early Christian Apostles (Westview, 1981). Un libro de Ene Meyers y James Strange ofrece algunos enfoques importantes con respecto a Galilea y Judea: Archaeology, the Rabbis, and Early Christianity (Abigdon, 1981). Demuestra que la información arqueológica referente al ministerio de Jesús y sus discípulos cambia algunas ideas con respecto a la combinación del judaísmo tradicional y a la cultura griega y romana. Dos libros escritos por Edwin Yamauchi, The Stones and the Scriptures: An Introduction to Biblical Archaeology (Baker, 1972) y The Archaeology of the New Testament Cities in Wetern Asia Minor (Baker, 1980), ofrecen información significativa de cómo la arqueología confirma el relato del Nuevo Testamento, los resultados de las excavaciones de Qumram, y la historia y la arqueología de las estaciones misioneras de Asia Menor.
A pesar de que el Nuevo Testamento se refiere a Nazaret, Josefo no la menciona en sus escritos ni aparece en ninguna otra fuente literaria anterior al s. III DC. Por lo que una inscripción encontrada en las excavaciones efectuadas en Cesárea, y que menciona a la aldea de Nazaret, es un testigo importante en favor de la existencia de la aldea. Ahora, ya excavada parcialmente, es evidente que Nazaret era una villa sencilla, habitada mayormente por agricultores, probablemente judíos. Sin embargo, no estaba aislada, pues estaba muy cerca de una de las rutas mercantiles más transitadas de Palestina, la Vía Maris. Jesús, aunque era de una villa ignota, se relacionó muy bien con las vidas de todos los tipos de individuos de la humanidad.
Capernaúm, donde Jesús estableció parte de su puesto de cabecera de su ministerio público, era un centro comercial importante; es posible que su población rondara los quince mil habitantes. La mayor parte de la aldea estaba conformada por casas de una planta, cuatro por manzana, cada una con un grupo de habitaciones alrededor de un patio central. Los anzuelos encontrados debajo de los pisos y un puerto que da al Mar de Galilea confirman que esta aldea era un centro pesquero. Fue cerca de este lugar donde Cristo llamó a los pescadores. Numerosos restos sugieren que los habitantes de la zona eran prósperos y vivían confortablemente. La aldea contaba con importantes oficiales gubernamentales, un centurión romano, y por lo menos con un cobrador de impuestos o publicano (Mateo). Una excavación efectuada en una iglesia demostró que estaba directamente sobre una casa del siglo primero que, a juzgar por las inscripciones cristianas y la forma de la iglesia, era un lugar especialmente sagrado para los primeros cristianos; éstos, aparentemente, tenían la idea de que ése era el lugar donde estuvo la casa de Pedro.
La excavación de otros sitios alrededor de Galilea, con sus sinagogas y sus elementos religiosos judíos, sugiere que particularmente la zona de la Alta Galilea estaba densamente poblada por judíos. Sin embargo, la Baja Galilea estaba afectada por la urbanización de la cultura gentil, con una atmósfera prominentemente cosmopolita y pagana.
Dominando la perspectiva de la Jerusalén del Nuevo Testamento, descuella la grandeza del Segundo Templo y el monte sobre el cual estaba erigido. Las recientes excavaciones del área, realizadas alrededor del monte del templo, revelaron algo del esplendor de la reconstrucción del santuario efectuada por Herodes; murallas macizas con diseños florales y geométricos grabados en la piedra, una monumental escalinata cavada en la roca, amplias calles, sólidos puentes, etc., todo atestigua la riqueza y la prosperidad del reino de Herodes. Otra impresionante estructura construida por Herodes era el palacio real que abarcaba un área de unos 18.000 m2. Herodes, literalmente, transformó a Jerusalén en un espectáculo para el Medio Oriente. Cuán desafortunado fue que la gente de esta impresionante ciudad no se impresionara con la persona más importante que la favoreció. Sus habitantes confundieron al Rey de reyes con un insignificante extranjero de una zona rural humilde y sin brillo.
Aunque Herodes era bien conocido por sus prácticas paganas (ejemplo de esto fueron los templos que edificó para los emperadores romanos), las excavaciones realizadas en su fortaleza no evidencian rastros de un culto pagano. En Herodium (cerca de Belén) y Masada (cerca del Mar Muerto) no se encontraron objetos culticos paganos; por el contrario, Masada contaba con una sinagoga. Es posible que Herodes hubiera sido un judío practicante.
El hallazgo de algunas monedas acuñadas por Pilato demuestra que la moneda que los judíos estaban obligados a utilizar durante el gobierno de Pilato era una ofensa a la sensibilidad religiosa. El gobierno romano sabía del valor propagandístico de las monedas, por eso prefirió no ofender al pueblo por medio de símbolos colocados en ellas. Sin embargo, Pilato no aceptó esta política y acuñó monedas de cobre con los símbolos de los objetos cúlticos de adoración al emperador. Aunque la historia de Cristo y el tributo involucraba una moneda menos común, un denario de plata con el retrato del emperador. Los judíos efectuaban diariamente sus transacciones con estas monedas ofensivas; este dinero significaba para ellos como una especie de idolatría pagana.
Recientemente se encontraron en Jerusalén los primeros restos físicos de una persona que había sido crucificada. Un solo clavo de acero había atravesado ambos calcañares, que estaban superpuestos; los huesos del peroné estaban destrozados, los brazos habían sido horadados con clavos en la zona del antebrazo y no en las palmas de las manos. Es posible que esta hubiera sido la forma en la que Cristo fue crucificado, pues el vocablo utilizado en el original para referirse a mano también designa al antebrazo.
Y de este modo podríamos citar muchos otros descubrimientos arqueológicos hechos en Galilea y en Judea, como también en otros sectores del mundo del Nuevo Testamento. Evidentemente, es mucho lo que se debe aprender del análisis científico de los restos del periodo neotestamentario. Esto no quiere decir que cada porción de información tenga demasiada relevancia como para comprender el Nuevo Testamento ni que de esto resulten los grandes cambios en la interpretación de su mensaje; sin embargo, la arqueología confirma la exactitud del registro, proporciona un marco para los episodios relatados, y desarrolla nuestra comprensión del mensaje dado por Dios.
Sobre el autor: D. Brent Sandy es profesor asociado de lenguas clásicas en Grace Theological Seminary, Winona Lake, Indiana, Estados Unidos.