¿Puede la doctrina del juicio investigador reconciliarse con el mensaje de 1888?

Históricamente, los adventistas han entendido que el juicio investigador representa la segunda y última fase del ministerio sacerdotal de Cristo en favor de la humanidad. Este juicio, actualmente en sesión, implica un examen individual del profeso pueblo de Dios, tanto de los que ya murieron como de los que aún viven.

Probablemente ninguna otra doctrina que enseñan los adventistas ha sido más ridiculizada y despreciada que la del juicio investigador. Prácticamente todos los teólogos no adventistas reaccionan negativamente ante ella. Aun dentro de la iglesia adventista, de tanto en tanto algunos líderes prominentes han expresado su preocupación por este concepto.[1]

Esta reacción negativa parece surgir de la idea de que un juicio investigador se opone directamente a la justificación por la fe y la certeza del cristiano. Este fue claramente el caso con el ex pastor y evangelista adventista Albion Fox Ballenger (1861-1921).[2]

En este año aniversario es adecuado considerar la experiencia de Ballenger. Por un lado, comenzó su ministerio en la iglesia adventista en la década de 1880. Y aunque es difícil determinar hasta qué punto fue influido por el debate de la justificación de 1888, no hay dudas de que fue esta doctrina la que finalmente llegó a dominar su teología.[3]

Pero mientras que el debate de 1888 tuvo que ver con el conflicto o la competencia del énfasis sobre la ley o sobre la gracia, la preocupación de Ballenger por la justificación por la fe tenía poco que ver con el exceso de énfasis sobre la ley. “La base de su acusación era, más bien, cómo entendían los adventistas la doctrina del santuario…” Para él, éste era el corazón del legalismo adventista.[4]

Por ello, realizó su reinterpretación radical de la doctrina adventista del santuario a fin de eliminar todos los elementos del legalismo. Curiosamente, con una sola excepción, retuvo todos los componentes mayores de la teología tradicional adventista del santuario. La excepción: el juicio investigador. El repudió completamente esta enseñanza.[5] Como otros críticos de esta doctrina adventista, encontró que era totalmente hostil a la justificación por la fe y la certeza cristiana de la salvación.

Evaluación inicial de la crítica

Los adventistas ya son veteranos ante la oposición y el desdén; y los críticos se han sentido repetidamente frustrados por nuestra habilidad de absorber los ultrajes teológicos. Especialmente la iglesia hace oídos sordos cuando la crítica tiene fallas fundamentales, como en este caso. Porque si la noción de un juicio investigadores hostil a la justificación por la fe y a la certeza cristiana, entonces, ipso facto, la nación de juicio, per se, también debe serlo.

Pero, ¿cómo puede alguien negar creíblemente que el juicio sea una enseñanza fundamental del Nuevo Testamento? Nótese cuán claramente emerge el concepto de los siguientes pasajes: “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios… Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo” (Heb. 10: 26, 27, 30).

“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Cor. 5:10).

“Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?” (1 Ped. 4:17).

Si nuestra necesidad de certeza o nuestro énfasis en la justificación por la fe, por válidos que sean, oscurecen la enseñanza bíblica del juicio, hemos permitido que lleguen a ser una obsesión. La justificación por la fe y la certeza cristiana son realmente enseñanzas fundamentales del Nuevo Testamento. Pero también lo es el juicio. No ganamos nada, ya sea teológica o prácticamente al intentar negar o neutralizar cualquiera de ellas.

Como teólogos y estudiantes de la Biblia, no creamos teología, sólo la descubrimos. Esto implica que nos paramos (o tal vez mejor, nos arrodillamos) ante la Palabra, sin prejuicios, y escuchamos. Permitir que un énfasis bíblico domine tanto nuestro pensamiento hasta llegar a ser la piedra de toque de la validez de todas las demás es poner en cortocircuito nuestro proceso de escuchar. Esta fue la fijación que condujo a Martín Lutero, el eminente reformador, a repudiar el libro de Santiago.

La madurez teológica busca mantener en equilibrio (a veces en tensión) los diversos temas bíblicos fundamentales. Así, por importante que sea la justificación por la fe, y por deseable que sea la certeza cristiana de la salvación, no podemos descuidar el juicio y, sin embargo, seguir fieles a las Escrituras.

Comprendamos a nuestros críticos

A la luz de la afirmación inequívoca del Nuevo Testamento acerca del juicio, ¿por qué continúan las vigorosas críticas a la posición adventista? Nuestra observación en este momento sugiere dos razones posibles, ambas esencialmente psicológicas.

La primera tiene que ver con la naturaleza contemporánea del juicio investigador. El veterano abogado Louis Nizer recuerda que “en la mañana del juicio todos los indicios físicos de temblores intolerables son evidentes. Las manos están pegajosas, la frente mojada, las mejillas enrojecidas o muy pálidas, los ojos… enrojecidos, la voz temblorosa, hay bostezos artificiales, labios secos, y visitas frecuentes al baño”.[6]

Los adventistas han enseñado siempre que el juicio sesiona ahora, un anuncio potencialmente alarmante para todo aquel que alguna vez ha sido llamado ante una corte humana, y que aún recuerda la cascada voz del empleado invitando a todos a ponerse de pie cuando entra el juez. Un juicio al fin del tiempo o después del milenio no tiene el mismo impacto psicológico. La distancia tiende a minimizar su terror. Aún menos perturbador es el artificio de poner el juicio en la cruz, allá lejos y hace tiempo.

¡Pero un juicio que esté en sesión ahora! ¡Eso es terrible!

La segunda razón está esencialmente unida a la primera, y gira en torno de la palabra investigador. Unido a su naturaleza contemporánea, esta palabra conjura la imagen de cristianos bajo la vigilancia de una unidad investigadora celestial, permanente, y con poder para ejecutar justicia.[7]

Para aumentar la tensión, algunos predicadores adventistas han sugerido que en cualquier momento que esta evaluación celestial alcance a una persona viviente produce un veredicto final con el que termina el tiempo de gracia para ese individuo. Si esto ocurriera en el momento de la satisfacción del pecado más ínfimo la persona estaría perdida para siempre[8] Es interesante notar que fue este concepto del juicio investigador el que aceptó Ballenger antes de repudiar totalmente la doctrina.[9]

No ha sido siempre fácil proporcionar una demostración bíblica directa y sencilla del concepto del juicio investigador. Sin embargo, la idea de una decisión previa al advenimiento invade toda la apocalíptica bíblica.

Por ejemplo, en Daniel 12:1 se nos informa de un tiempo de crisis escatológico del cual sólo “los que se hallen escritos en el libro” se salvarán. Y en el informe apocalíptico de Mateo se nos dice que en el tiempo de la parusía, el sonido de una potente trompeta reunirá a “sus escogidos de los cuatro vientos” (Mat. 24: 30, 31). El contexto de estos pasajes claramente implica una determinación previa de la situación espiritual de estas personas.

En Apocalipsis 16, las siete últimas plagas, como misiles teledirigidos, perseguirán sólo a los que tienen “la marca de la bestia”. Evidentemente, ha habido previamente una evaluación a fin de fijar “legalmente” la marca en unos y en otros no.

El pasaje clásico (locus clasicus) del juicio anterior al advenimiento es Daniel 7. En este pasaje apocalíptico el profeta ve en visión las nefastas actividades del cuerno pequeño sobre la tierra, y simultáneamente ve una escena de juicio en el cielo. Pasa de la tierra al cielo y viceversa, estudiando estas dos escenas cautivantes, hasta que el famoso cuerno pequeño es destruido y se da el juicio a los santos (Dan. 7: 22). En su reciente disertación, Arthur Ferch demostró exitosamente que esas dos actividades ocurren dentro del tiempo histórico y que, por lo tanto, el juicio de Daniel 7 es previo al advenimiento.[10]

No debemos proponer el argumento inútil de que como Dios conoce todo, el concepto de un juicio previo a su venida es teórico e innecesario. Tal enfoque, llevado a su conclusión lógica, repudia todo el concepto bíblico de juicio. Surge de una superficialidad teológica que no puede concebir mundos y sistemas de inteligencias creadas fuera del nuestro, lo que —si el universo ha de ser un lugar seguro deben estar satisfechos con la integridad de la elección de Dios. Y el gran conflicto gira alrededor del hecho de que no todas estas inteligencias son amigables.

Ampliemos el panorama del juicio

Los primeros adventistas pueden muy bien haber encontrado que la expresión juicio investigador era suficiente, en parte por su propio concepto restringido de la naturaleza y amplitud de la actividad implicada en él. Percibían sólo el aspecto subjetivo de este juicio, que tiene que ver con nuestra posición personal ante Dios. Y, así como la preocupación con la justificación por la fe ciega a algunos con respecto al énfasis bíblico sobre el juicio, su preocupación con este aspecto del juicio los cegó para no ver otros componentes importantes de él.

Basados sobre los hombros de estos pioneros, los teólogos adventistas han llegado a ser conscientes de la amplitud universal de esta actividad judicial. Esta percepción los ha conducido a preguntarse si la palabra investigador es suficientemente abarcante para describirla.

Esto llega a ser evidente especialmente al considerar Daniel 7. Es claro que en este capítulo el cuerno pequeño es un blanco principal del juicio. Este hecho por sí mismo basta para mostrar que este juicio tiene un marco de referencia mucho más amplio que el que nuestros pioneros pudieron ver en su tiempo.

Las dimensiones se amplían aún más cuando comparamos las actividades descritas en Daniel 7 con las de Apocalipsis 12-14.[11] Esta comparación aclara: 1) que este juicio es posterior a la cruz, y que ocurre después del fin de los 42 meses o 1.260 días mencionados en los dos informes; y 2) que es universal.

Apocalipsis 12 y 13 desenmascaran al poder que está detrás de la bestia (el cuerno pequeño de Daniel 7), presentándolo como un dragón, esa “serpiente antigua que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero” (12:7-9; véase también 13:1-3). Por medio de su operación, este genio maligno pronuncia blasfemias contra Dios, contra el nombre de Dios, contra el santuario de Dios, y contra los habitantes del cielo (Apoc. 13:6). En otras palabras, ¡el acusado es Dios mismo! Y aquí está la parte de este juicio que nuestros pioneros no vieron: el lado objetivo.

En realidad, este juicio separa a los verdaderos santos de Dios de las multitudes que falsamente profesan su nombre, y en este sentido puede ser llamado “investigador”. Recordemos que en esta gran evaluación, se abren “libros”. Sea lo que esto signifique además, la idea de evaluación, de escrutinio, de investigación, si así queremos llamarlo, no puede ser pasada por alto. “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mat. 7: 21). La evaluación es una parte esencial de este juicio, y fue este aspecto el que impresionó a nuestros pioneros. ¿Desalentador? Sí. Pero de eso se trataba precisamente la aflicción del alma que se hacía en el Yom Kippur (Lev. 23: 26-32).

Pero el juicio abarca mucho más todavía. La vindicación es su objetivo fundamental: la vindicación del santuario de Dios, la vindicación del nombre de Dios y la vindicación del pueblo de Dios.

No podemos visualizar todas las ramificaciones de este juicio. Pero ciertamente su centro de interés es el santuario celestial, el asiento de la ley de Dios y de su gobierno, el centro nervioso de la salvación humana. De esta vindicación depende la seguridad del universo. De allí la significación teológica de la críptica declaración de Daniel 8:14: “Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado”.

Este mensaje del día del juicio está muy distante de las fogosas y diluidas presentaciones que se presentan como teología del evangelio actualmente. Pero es un mensaje que toma en cuenta en forma completa la realidad como la conocemos a través de la experiencia y la revelación.

Antes de la segunda venida, el juicio que ahora está en sesión resuelve el problema del amor y la justicia de Dios. Confirma la validez y la legalidad del plan de salvación, y conlleva el veredicto de la vindicación final del pueblo de Dios. Es en este contexto que podemos comprender el jubiloso clamor del mensajero celestial: “Alégrate sobre ella, cielo, y vosotros, santos, apóstoles y profetas; porque Dios os ha hecho justicia en ella” (Apoc. 18:20).

Sobre el autor: Roy Adams, es doctor en teología y secretario asociado de la Unión Canadiense de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.


Referencias

[1] Desmond Ford hizo una lista de obreros adventistas que, según él, tienen serias reservas con respecto a esta doctrina. Véase Desmond Ford, “Daniel 8: 14, el Día de Expiación

y el Juicio Investigador” (manuscrito no publicado, 1980), págs. 47-147 passim. Ford asegura rotundamente que esta doctrina no está en la Biblia (ibíd., pag. 14).

[2] Roy Adams, The Sanctuary Doctrine: Three Approaches in the Seventh Day Adventist Church [La doctrina del Santuario: tres enfoques en la Iglesia Adventista del Séptimo Día] (Berrien Springs, Mich., Andrews University Press, 1981), págs. 104-107,135-140.  Véase Ford, pág. 42

[3] Ibíd., págs. 104-107.

[4] Ibíd., pág. 107

[5] Ibíd., pág. 136

[6] Louls Nizer, My Life in Court [Mi vida en la corte] (Nueva York, Pyramid Publications, Inc., 1941), pág. 39.

[7] ¿Es prescindible este término? Es una pregunta difícil. Esto suena demasiado como meterse con las creencias fundamentales. Pero el término investigador no es absolutamente indispensable para establecer la doctrina los pioneros pudieron hacerlo durante varios años sin esa expresión. La expresión juicio investigador aparentemente fue usada por primera vez por Elon Everts en una carta al director de la Review fechada el 17 de diciembre de 1856 y publicada en el número del 1ro. de enero de 1857 (Paul Gordon, The Sanctuary, 1844, and the Pioneers [El santuario, 1844 y los pioneros] (Washington,

D.C., Review and Herald Publ. Assn., 1983), pág. 87. Cuatro semanas más tarde, Jaime White usó la expresión en un artículo, y pronto llegó a usarse en forma general

entre los adventistas, incluyendo, por supuesto, a Elena G. de White. Era una expresión cómoda, aunque no todos estaban satisfechos con ella. Uriah Smith sugería que él

la cambiaría por una expresión mejor si se la pudiera encontrar (Adams, op. clt., pág. 81, núm. 3). La expresión previo al advenimiento podría ser un buen sustituto (véase ibíd., págs. 260-262). Cuatro razones: 1. Aceptación dentro de la iglesia. Previo al advenimiento ya ha sido ensayada en círculos adventistas por lo menos durante 27 años (véase W. E. Read, Doctrinal Discussions [Discusiones doctrinales] (Washington, D.C., Review and Herald, s.f.), caps. III y IV, y está encontrando creciente aceptación en el adventismo contemporáneo. 2. Apologética. Previo al advenimiento evita que lo señalen los críticos como lo hacen cuando se habla de investigador. Sin embargo, deja bien en claro un punto: es previo a la parousía. 3. Facilidad de demostración. No siempre ha sido fácil presentar una demostración directa de las Escrituras del concepto específico de un juicio investigador. Sin embargo, como señala mi artículo, el concepto de una decisión previa al advenimiento figura en forma clara en los textos bíblicos apocalípticos. 4. Adecuación del lenguaje. Como sugiere mi artículo, investigador puede ser un término demasiado estrecho para este juicio. Previo al advenimiento permite una visión más amplia que puede incluir los conceptos construidos sobre el fundamento establecido por el juicio investigador de los pioneros.

[8] Esta amenazadora interpretación que escuchamos recientemente desde un púlpito felizmente no puede ser apoyada en el adventismo auténtico.

[9] Adams, op. cit., págs. 135, 136

[10] Para un resumen de este hallazgo, véase Arthur Ferch, “The Pre-Advent Judgment” [El juicio previo al advenimiento], Adventist Review, 30 de octubre de 1980, págs. 4-6.

[11] Que estas dos secciones apocalípticas de la Escritura son paralelas y complementarias está fuera de duda. Por ejemplo: a. En Daniel 7: 25 los santos de Dios son perseguidos por “tiempo, y tiempos, y medio tiempo”. En forma similar, Apocalipsis 12:14 describe a la mujer que, por causa de la persecución, se esconde por “un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo”, b. En Daniel 7: 25, el cuerno pequeño habla “palabras contra el Altísimo” durante tres tiempos y medio (o 42 meses). En Apocalipsis 13: 5 la bestia habla “grandes cosas y blasfemias” contra Dios y lo sigue haciendo durante “cuarenta y dos meses”, c. En Daniel 7: 25 el cuerno pequeño intenta cambiar los tiempos y la ley. En Apocalipsis 12: 17 el dragón está airado contra los que guardan la ley de Dios. d. En Daniel 7: 22, 25-27 la persecución del pueblo de Dios es seguida por el juicio contra su perseguidor y una ley en su favor. En Apocalipsis 14: 6 y siguientes, el juicio se anuncia contra los perseguidores, y una ley (vers. 12, 13) se proclama en favor de los santos.