“Es ESTE un monumento al pasado”, dijo uno de los obreros que asistía a un concilio ministerial, refiriéndose al lugar en el que se realizaban las reuniones. Era un hermoso colegio con internado, perteneciente a una organización evangélica, cerrado al parecer definitivamente. Hermosos edificios, lindas instalaciones, pero muerto. Durante algunos días aquella institución se llenó de vida, entusiasmo y agitación, por la presencia de los ministros adventistas reunidos en un concilio, mientras en la ciudad se preparaba una campaña de evangelización. Al salir ellos, otra vez reinó el silencio.

            ¿Por qué murió aquella hermosa institución? ¿Por qué murieron otras de la misma organización, que en el pasado fueron miradas con respeto y admiración? ¿Por qué aquella iglesia ahora está dividida y subdividida en un área que otrora fue su bastión? Hicimos esas preguntas a un ministro de esa iglesia que viajó con nosotros algunas horas cuando dejamos la ciudad. Su rostro se ensombreció. Quedó en silencio por largo rato, al parecer sumido en una profunda depresión. “El secularismo entró en la iglesia” respondió. “La iglesia perdió su vitalidad, erró el rumbo. Ahora se desintegra poco a poco”. Aquella iglesia perdió la urgencia por evangelizar.

            La historia se repite vez tras vez. El cristianismo primitivo perdió su celo evangelizador y se durmió por siglos. El luteranismo tuvo su época pentecostal, pero luego se durmió. El movimiento metodista, con los Wesley y Whitefield a la cabeza, creció rápidamente porque su preocupación era evangelizar. Al pasar el interés a otros campos, menos importantes, el movimiento se marchitó.

            ¿Hacia dónde avanza la Iglesia Adventista? Miramos hacia algunas áreas de actividades y nos inunda el optimismo; miramos hacia otras y nos amenaza el pesimismo. Hay tendencias que alegran, y tendencias que perturban. ¿Cuáles triunfarán? Las computadoras y los técnicos en administración de empresas han invadido las tesorerías. Ello modernizará y agilitará algunas estructuras. Agradecemos la ayuda que ambos elementos están prestando y continuarán prestando a la terminación de la obra.

            Vemos nuevos equipos utilizados en los programas para ganar almas y nuevas carpas levantadas en todos los rincones de América del Sur. Advertimos deseos definidos de entrar en áreas hasta ahora no penetradas por el mensaje. Al ver todo esto decimos, ¡gracias a Dios!

            Pero la iglesia no puede cejar en su empeño por mantener alejadas las tendencias negativas: Preocuparse más por el capital operativo que por las almas; por la maquinaria que por la consagración; por los empleados que por los ministros; por la empresa que por el pueblo de Dios. Perder estas batallas equivaldría a ver en el futuro una iglesia anquilosada, momificada, desprovista de poder.

            Una carta del presidente de una unión, recibida recientemente, comenta el siguiente hecho: “En 1964 teníamos en esta unión un obrero en la obra evangélica pastoral por cada 280 miembros de iglesia. Diez años más tarde, en 1974, esa cifra saltó a 600 miembros por cada obrero evangélico. Eso indica que antes dedicábamos más dinero a pagar sueldos y tener obreros que alimentaban y visitaban a la hermandad, mientras que ahora nos dedicamos tanto a planes, métodos y otros asuntos, que no tenemos obreros para curar a la perniquebrada y alimentar a la hambrienta”.

            Revisamos las estadísticas generales de la División Sudamericana en el mismo período 1964-1974, encontrándonos con los siguientes datos curiosos y alarmantes. Mientras la feligresía aumentó en un 136% y los bautismos en un 96%, el número de pastores ordenados en la línea ministerial subió sólo un 36%, los obreros con licencia ministerial un 3%, y el de las instructoras bíblicas bajó un 8%. En la línea no ministerial, los poseedores de licencia misionera aumentaron en 99%, los con credencial misionera en 128%, y otros obreros en un 363%.

            ¿Hacia dónde vamos? De persistir esa tendencia, el futuro es bien desalentador y seguiríamos el camino de otras organizaciones que perdieron la visión misionera.

            Pero estamos aún a tiempo de reaccionar. El mensaje es urgente. Queda aún mucha tierra por poseer (Josué 13:1), y el Señor promete que nos dará la tierra aún no poseída, siempre que pongamos en ella la planta de nuestros pies (Josué 1:3).

            Por esa razón hacemos un ferviente llamado a las administraciones y obreros de todo el continente, a una acción diferente en el período que tenemos por delante. 1977 está por ser conquistado. ¿Qué podríamos hacer para avanzar hacia Nínive y no encaminar nuestra nave en dirección de Tarsis?

Sugerencias:

            Estimado hermano presidente: ¿Cuál es el rumbo que su administración está imprimiendo a la obra en su campo o unión? Estimado pastor: ¿Hacia dónde está dirigiendo usted a su iglesia? Jonás huyó a Tarsis. Pero no llegó allí porque el Señor intervino a tiempo. Fue necesario que se produjera una tormenta, la experiencia angustiosa de un naufragio, un arrepentimiento sincero, una oración de fe, un milagro, y luego una predicación vibrante para que Nínive oyera el mensaje. No huyamos a la Tarsis de las tareas más fáciles. Podemos evitar la tormenta enfrentando la Nínive de la oposición o la indiferencia, de la lucha intensa, predicando la verdad con fervor y convicción. Sólo así los pecadores serán amonestados y tendrán la oportunidad de la salvación. ¿Cambiarás, tú, lector, el rumbo, si estás yendo en dirección equivocada?