Los estudiosos de la Biblia que han profundizado en la historia social y religiosa de la época del Nuevo Testamento conocen lo referente al culto del emperador que tuvo tan tremendo auge en aquel entonces. Numerosas conchas, inscripciones en mármol y papiros griegos atestiguan que se daba a los emperadores títulos divinos, que la gente se dirigía a ellos como a Kurios, “Señor,” y Theos, “Dios,” en forma muy semejante a la que emplea el Nuevo Testamento para aplicar estos títulos a Dios y a Cristo. Una obra que ha dado información por más de treinta años acerca de este asunto es “Light From the Ancient Past,” de Adolf Deissmann.

 El título Kurios, “Señor,” tiene su origen en fuentes hebreas y arameas, y en el empleo que de esa palabra hace la Septuaginta para traducir el nombre hebreo “Jehová.” Por lo tanto, cuando el apóstol Pablo emplea esta palabra, y lo hace más de trescientas veces, aplicándola a Jesucristo, se refiere ciertamente a su divinidad en el sentido más estricto. Es probable que cuando Festo usó esta palabra, aplicada a Nerón (Hech. 25:26, “que escriba al señor”), aunque primeramente hubiera pensado en la suprema autoridad política de Nerón, no era inconsciente respecto al carácter teocrático de este título aplicado al emperador.

 La aplicación de la palabra Kurios en el Nuevo Testamento como designación de divinidad es, sin embargo, sólo una introducción a la diversidad y al cúmulo de evidencias por medio de las cuales el apóstol Pablo en particular presenta la divinidad y la igualdad de Jesucristo como miembro de la Deidad.

Una regla de gramática griega

Otra parte de esa evidencia es el hecho de que, según una regla de gramática griega, Jesucristo, la segunda persona de la Divinidad, es igual en esencia con el Padre e idéntico con él. La regla dice lo siguiente:

 “Cuando la conjunción copulativa kai relaciona a dos sustantivos del mismo caso, si el artículo ho o cualquiera de sus casos precede al primero de los mencionados sustantivos o participios, y no se lo repite después del segundo sustantivo o participio, el último siempre se refiere a la misma persona que se ha presentado o descripto por medio del primer sustantivo o participio; denota una descripción más amplia de la primera persona nombrada.”—H. E. Dana y Julius R. Mantey, “A Manual Grammar of the Greek New Testament 1943. (Véase también A. T. Robertson, “A Grammar of the Greek New Testament in the Light of Historical Research,” pág. 785, 1919.)

 Un ejemplo de esta regla, aplicado a hombres, se puede ver en Efesios 4:11, donde el apóstol Pablo habla de algunos dones de Dios. En este versículo las palabras “apóstoles,” “profetas,” “evangelistas.” tienen cada una de ellas su artículo definido propio, por medio del cual se manifiesta que son cosas distintas. En las palabras “pastores” y “doctores,” sin embargo, la primera tiene el artículo definido griego, pero “doctores” no lo tiene, y las dos palabras están unidas por la conjunción “y.” Debido a esto las dos palabras se refieren a una sola clase de personas: los pastores, esto es, doctores, referido a ancianos de iglesia que eran doctores pastores. En tal caso la segunda palabra es una descripción más amplia o una ampliación de la primera.

 Esta regla se aplica también a las palabras “Dios” y “Padre” cuando la palabra “Dios” tiene un artículo definido y “Padre” no lo tiene, y ambas están relacionadas por la partícula “y.” Véase Romanos 15:6, donde la primera persona de la Divinidad, a quien se quiere glorificar, se define más precisamente como el “Padre de nuestro Señor Jesucristo.” En este versículo la palabra “Dios” tiene el artículo definido griego, pero “Padre” no lo tiene y ambas están unidas por la conjunción “y.” En este caso, en armonía con la regla de la gramática griega, el segundo término es una descripción más amplia del primero. Encontramos numerosos ejemplos en 1 Cor. 15:24; 2 Cor. 1:3; Gál. 1:4; Efe. 5:20; Fil. 4:20; 1 Tes. 1:3; 3:11, 13.

 Esta misma regla se aplica a Jesucristo en la expresión “Señor y Salvador Jesucristo” (2 Ped. 1:11). A los creyentes se les promete la entrada en el reino eterno. El artículo definido aplicado a “entrada” se da en el texto griego, para referirse al arlo mismo de entrar en el reino eterno, acto que ha sido tan diligentemente predicado. Se describe este reino eterno como el de “nuestro Señor y Salvador Jesucristo.” Aquí “Señor” tiene el artículo definido, pero “Salvador” no lo tiene. Ambos están unidos por la conjunción “y.” De manera que aquel a quien se presentó como “Señor” se lo describe más ampliamente como “Salvador.” Otros ejemplos de este mismo empleo los encontramos en 2 Pedro 2:20; 3:18. Debiéramos comparar esos versículos con 2 Pedro 1:1, donde encontramos la oración “en la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo.” Aquí se aplica de nuevo la regla: “Dios” tiene el artículo definido, pero “Salvador” no lo tiene, y ambos están unidos por la conjunción “y.” Ambos sustantivos se refieren pues a una misma persona: “en la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo.” La misma regla se aplica también al versículo 2: “en el conocimiento de Dios, y de nuestro Señor Jesús.” Aquí el apóstol substituye Kurios, “Señor,” por Soter, “Salvador.” Como los creyentes deben tener un pleno conocimiento: el apóstol no usa la palabra gnosis, “conocimiento.” que puede ser falso, sino epignosis, un conocimiento pleno y verdadero, un conocimiento que nunca puede ser falso. Tal conocimiento tiene su fuente en Jesucristo, que es Dios. Señor y Salvador. (Véase 2 Tes. 1:12; Tito 2:13; Efe. 5:5; Judas 4.)

Tito 2:13

 Un versículo que en la Versión de Valera aparentemente presenta a dos personas divinas, pero que en el griego está hablando en realidad de sólo una, es Tito 2:13: “Esperando aquella esperanza bienaventurada, y la manifestación gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo.”

 La historia eclesiástica nos dice que los arrianos aplicaban la expresión “gran Dios y Salvador Jesucristo” a dos personas, aplicando la primera parte: “gran Dios.” al Padre. Un estudio detenido de este versículo no permite tal interpretación. El apóstol está exhortando a Tito y a su grupo de creyentes a que siguieran aguardando con expectación la segunda venida de Jesucristo. Describe esta venida literalmente como la manifestación exterior de la gloria. Pablo nunca aplica al Padre esta manifestación externa de la gloria; la usa solamente con relación a la segunda venida de Cristo al fin del tiempo. (Véase 1 Cor. 2:7, 8; Fil. 1:6; 3:20; 2 Tes. 2:8; 2 Tim. 6:14, 15; 2 Tim. 4:1.) Además, si se refiere a dos personas de la Divinidad, el artículo definido griego que precede a “gran Dios” también debería repetirse delante de “Salvador.”

 La palabra griega epiphania, traducida aquí por “manifestación,” aparece en 2 Tesalonicenses 2:8 con la palabra griega parousia, “venida,” palabra que nunca puede aplicarse al Padre. Este término traducido por “manifestación,” empleado en Tito 2:13 y en 2 Tesalonicenses 2:8, poniendo énfasis en la manifestación externa, dice literalmente: “con la abiertamente manifiesta brillantez de su venida.” La persona del Padre permanece invisible (Col. 1:15; 1 Tim. 1:17), pero el Hijo tendrá una parousia, una venida en grande gloria ante todos los hombres (Mat. 24:3, 27, 37, 39; 1 Cor. 15:23; 1 Tes. 2:19; 3:13; 4:15; 5: 23; 2 Tes. 2:1, 8; Sant. 5:7, 8; 2 Ped. 1:16; 3:4; 1 Juan 2:28).

 De acuerdo con la regla de gramática griega que estamos comentando, tenemos en nuestro versículo el artículo definido delante de “gran Dios,” pero no delante de “Salvador nuestro Jesucristo;” y estas dos expresiones están unidas por la conjunción “y.” Esto hace que el término “Salvador nuestro Jesucristo” se refiera a “gran Dios,” como a una Persona, y es una descripción más amplia de “gran Dios.” De manera, pues, que Pablo exhorta a Tito a perseverar en la espera de la aparición personal y en gloria del “gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo.”

Sobre el autor: Profesor de Idiomas Bíblicos del Seminario Teológico Adventista.