Hace algunos años llegó a mis manos una supuesta traducción francesa de Isaías 65:20, la cual, según se pretendía, aclaraba este difícil versículo, que aún en nuestros manuscritos hebreos más antiguos resulta ininteligible. En aquel entonces no puse en tela de juicio la autoridad de tal traducción (que más bien podríamos llamar interpretación). Desde entonces he oído hablar de otras supuestas traducciones de este versículo. Pensamos que no está demás lanzar un llamamiento de precaución respecto a estas supuestas traducciones, a los pastores adventistas, quienes se suponen son hombres que estudian el Libro, y deben saber de qué hablan. No importa a qué idioma se traduzca un versículo de las Escrituras, siempre procede de las mismas fuentes hebreas, arameas o griegas. Y cualquier traducción que difiera de estas fuentes no será más que una interpretación personal de dicho versículo, a menos que se pueda recurrir a una fuente más antigua.
El hebreo constituye la fuente de traducción de todo el Antiguo Testamento, debido a que ése fue el idioma en que se lo escribió, con la excepción de ciertas porciones que se escribieron en arameo. A veces algunas traducciones más antiguas que los pergaminos hebreos de que disponemos actualmente pueden ser de gran valor si se las investiga y emplea con mucho cuidado. Con respecto al versículo de las Escrituras que nos ocupa ahora, el hebreo, como asimismo las cuatro ediciones disponibles de la versión siria denominada Peshitta, que se originó probablemente en el siglo II de J. C., de acuerdo con las mejores informaciones que nos dan los eruditos, pero que sufrió varias revisiones, no ofrecen ninguna ayuda. Se podría haber esperado que el asombroso descubrimiento de los manuscritos del Mar Muerto, encontrados en 1947, que incluían un ejemplar completo del libro de Isaías, hubiera arrojado algo de luz con respecto a este versículo. De acuerdo con la opinión de los eruditos más versados, fue escrito alrededor del año 100 a. de J. C., de manera que tiene una antigüedad de más de mil años con respecto a los manuscritos hebreos más antiguos del Antiguo Testamento de que disponemos. Pero al establecer comparaciones, se descubrió que es idéntico al texto hebreo impreso del cual se ha traducido la Biblia inglesa [como asimismo la castellana]. De manera que cualquier traducción basada en este manuscrito, y que difiera del texto inglés [o castellano] actual, por más convincente que resulte, es sólo una interpretación del mismo. Como pastores, debiéramos tener cuidado al respecto.
La hexapla siria
Se encuentra, no obstante, algo de luz con respecto a este versículo en la versión Hexapla siria que procede de un antiguo manuscrito hebreo. La versión Hexapla siria es una traducción fiel al sirio realizada por el obispo Pablo de Tella, en Mesopotamia entre los años 617 y 618 de J. C., de la quinta columna de la Hexapla de Orígenes. El obispo Pablo copió también con mucho cuidado los símbolos y las notas críticas de Orígenes. Una gran parte de la obra del obispo Pablo que contiene la mayor parte de las Sagradas Escrituras, y que fue escrita en el siglo VII de J. C., se encuentra ahora en la Biblioteca Ambrosiana de Milán. Italia. Fue fotolitografiada por Ceriani en 1874, y hay un ejemplar disponible para los eruditos en la Biblioteca de la Universidad de Chicago. El manuscrito salido de las manos de Orígenes fue empleado por el obispo Pablo en Cesárea, donde se lo conservó, y donde Jerónimo lo consultó para traducir la Vulgata Latina. Probablemente fue destruido por los sarracenos a comienzos del siglo VII, poco después de que el obispo Pablo tradujera la quinta columna de Orígenes al sirio.
Orígenes, según Ira Maurice Price, fue el “más grande erudito bíblico de los -primeros siglos.”—“The Ancestry of Our English Bible” pág. 74.
Orígenes encontró en existencia y uso en sus días, junto al Antiguo Testamento hebreo, la versión septuaginta, y las tres versiones griegas de Aquila, Simaco y Teodosio. En su investigación se quejó de que el texto de cada manuscrito era diferente del de los demás; de allí que concibiera la idea de compararlos y producir en base a ellos el mejor manuscrito o versión pasible. Al hacer esto planeó su Hexapla, es decir, versión séxtuple, de la siguiente manera: (1) el texto hebreo; (2) una transliteración del hebreo en letras griegas; (3) la versión de Aquila; (4) la versión de Simaco; (5) la versión septuaginta revisada por él mismo; (6) la versión de Teodosio.
Dedicó 28 años a este trabajo. El propósito que tuvo al escribir su propia columna no era restaurar el texto original de la septuaginta, sino corregirlo para que representara adecuadamente el hebreo original. La quinta columna, a saber, su revisión, era la más importante de las seis. En su revisión, cuando los diferentes manuscritos diferían, elegía la mejor traducción que podía obtener del original hebreo. Cuando las palabras del hebreo no figuraban en la septuaginta, insertaba, mediante un asterisco, esa traducción tal como la encontraba en una de las otras tres versiones, eligiendo preferiblemente la de Teodosio. Cuando encontraba un pasaje en la septuaginta que no equivalía al texto hebreo, lo señalaba con una cruz. De modo que empleó como base de su columna el texto hebreo de sus días, a saber, el de la primera mitad del siglo III de J. C.
En la actualidad, nuestra principal fuente de información acerca del texto de la quinta columna de la Hexapla de Orígenes es la versión denominada Sirio-Hexapla, debido a que la Hexapla original de este padre de la iglesia ha desaparecido hace ya tiempo, y sólo se han podido descubrir algunas porciones. El ejemplar existente de la versión Sirio-Hexapla fue preparado sólo 150 años después de la original, lo que reduce muchísimo cualquier posibilidad de error en la copia. Además, si tomamos en cuenta que el obispo Pablo de Tella empleó en los años 617 y 618 de J. C. el manuscrito original de Orígenes, que existía en Cesárea en ese entonces, nos lleva esto al manuscrito hebreo empleado por Orígenes en una época no posterior al año 240, ya que ese año se completó la Hexapla.
“Será” en lugar de “morirá”
Ahora bien, con respecto al versículo de Isaías 65:20, la dificultad se elimina completamente si el “morirá” de la primera parte del versículo se reemplaza por “será,” y si se considera la frase “el… de cien años” como sujeto, lo que es perfectamente permisible en los idiomas semíticos. Esto es exactamente lo que hace la versión Sirio-Hexapla, y es evidente que es lo que fue descubierto en la columna de Orígenes de su Hexapla. De este modo tenemos en la versión Sirio-Hexapla la palabra nehewah (Hebreo Yiheweh), “será,” en lugar de nemuth “morirá” (Hebreo yamuth), y en la última cláusula del versículo tenemos la palabra adicional demareth (Hebreo ‘asher meth), “el que muere,” que ha sido omitido en o ros textos, indicando una confusión del copista en cuanto a localizar la palabra “morir.”
Evidentemente Orígenes tenía o un antiguo manuscrito hebreo, o la septuaginta, o un ejemplar de un antiguo manuscrito en que no se había incurrido en este error. Tal error de copia debe haber sido muy fácil en el antiguo hebreo, antes de que se empezaran a usar los caracteres cuadrados, como se puede observar por las formas de las letras en el manuscrito de Isaías descubierto junto al Mar Muerto. Un poco de descuido al escribir la palabra “será,” y ya se la podía confundir fácilmente con “morirá.” Habiéndose hecho esto, el siguiente paso consistió en omitir la expresión “el que muere” en la última columna, a fin de evitar una antítesis, ya que se la había escrito antes. Como resultado de esto, el versículo quedó confuso. La corrección de estos errores, tal como aparece en la versión Sirio-Hexapla, permite que este versículo concuerde con el contexto y aclara su significado. Traducido literalmente de la Sirio-Hexapla, se leería así: “No habrá allí quien muera en su juventud ni anciano que no cumpla sus días; porque un hijo de cien años será niño, y el pecador que muere, hijo de cien años, será , maldito.”
La versión septuaginta de que disponemos hoy, concuerda en sus rasgos principales con esta traducción, y hubiera sido de esperar que el manuscrito de Isaías descubierto junto al Mar Muerto, fechado por la mayor parte de los eruditos en el año 100 a. de J. C., hubiera verificado esta traducción. No obstante, la versión septuaginta original del Antiguo Testamento fue traducida en algún momento entre los años 285 a. de J. C., y 100 de la misma era, y con toda certidumbre Isaías no fue el último libro que se tradujo. Creemos no equivocarnos mucho al fijar el año 200 a. de J. C. como la fecha probable de la traducción de Isaías al griego. De todos modos, es completamente posible que haya sido traducido de un texto de una fecha anterior al manuscrito de Isaías descubierto junto al Mar Muerto. Sabemos además que Orígenes tuvo acceso a la septuaginta de sus días como asimismo a antiguos manuscritos hebreos. Si la redacción de la Hexapla no aparecía en el texto hebreo al cual él tuvo acceso, debe haber sido la redacción de un manuscrito de la septuaginta, o de otros manuscritos que llegaron a sus manos, cuya fuente era evidentemente anterior al texto del manuscrito del Mar Muerto, o a una familia de manuscritos preparados con anterioridad al error de copia que convirtió en ininteligible este versículo. De manera que la redacción basada en la versión Sirio-Hexapla que hemos consignado más arriba, traducida directamente de la columna de Orígenes en su Hexapla, puede ser más antigua que la redacción del manuscrito de Isaías encontrado cerca del Mar Muerto, y por ello su redacción es digna de estudio. A lo menos está sostenida por antiguos manuscritos, y el hecho de que concuerde con el buen sentido y con el contexto, pesa grandemente en su favor y en el de estas conclusiones.
Sobre el autor: Miembro del departamento de idiomas bíblicos del E.M.C.