Lo que la iglesia tiene para decir acerca de esta cuestión polémica.

En su oficina, el Pr. Donald recibió a Roberto y Beth, dos fieles miembros de su iglesia, que le habían pedido una entrevista. Pronto, el pastor percibió que estaban algo más ansiosos que de costumbre. Después de los saludos, Roberto miró a Beth, y ella respondió:

-Comienza tú, Roberto.

Durante los próximos minutos, la pareja abrió su corazón, expresando su incapacidad para procrear y, luego, expuso la principal preocupación: ¿Qué piensa el pastor acerca de la fertilización in vitro? El médico le había propuesto a Beth someterse a la estimulación hormonal, para producir cierta cantidad de óvulos, que serían recogidos por una jeringa irrigadora especial. Esos óvulos serían expuestos al esperma de Roberto, en una cámara especial, y los mejores candidatos a la implantación en el útero de Beth serían seleccionados después de 48 horas. Se esperaba que el proceso diera como resultado el embarazo.

El pastor analizaba la preocupación de la pareja, cuando Beth volvió a hablar:

-Bien, ellos pueden conseguir más óvulos de los que pueden ser implantados en mi útero. En ese caso, la propuesta es congelar la cantidad extra de óvulos para que, tal vez, sean utilizados posteriormente.

Roberto y Beth tenían aproximadamente 35 años; sería óptimo que tuviesen hijos. Pensando en eso, el pastor dijo:

-Beth, considerando que, según el médico, tus trompas de falopio están bloqueadas, creo que esto sería maravilloso para ustedes.

Algunos meses más tarde, radiantes, Roberto y Beth interceptaron al pastor a la salida del templo con la siguiente información:

-Beth está embarazada.

Pasaron otros tres meses, y la pareja buscó nuevamente al pastor, luego del culto. Roberto todavía estaba radiante. Beth, un poco menos.

-Adivine, pastor -dijo él- Tendremos trillizos.

Y fue así. Nacieron una niña y dos niños. A veces, Beth parecía algo demacrada y Roberto algo confundido, pero eran felices con su gran familia; una bendición para la iglesia.

El pastor fue transferido y, después, se convirtió en presidente de la Asociación. Cierto día, durante un congreso, Roberto y Beth, con sus tres hijos, lo saludaron. Parecían maravillosos. Roberto tenía algo de sobrepeso, Beth todavía conservaba su belleza y los niños eran bien educados. En una pausa entre las reuniones, los tres volvieron a conversar:

-Pastor -dijo Beth-, cuando hicimos fertilización in vitro, se escogieron siete óvulos. Tres fueron implantados y cuatro están congelados. Pagamos doscientos dólares al año para mantenerlos. Pero, recientemente, fuimos consultados para que los donemos. Quieren transformar los óvulos en células madre.

Roberto continuó:

-Dicen que hay grandes probabilidades de que las células madre sean utilizadas en el tratamiento de enfermedades como el cáncer, enfermedades degenerativas, insuficiencia cardíaca y diabetes. ¿Cree que estaremos haciendo lo correcto al donar estos óvulos con fines de investigación?

La mente del pastor comenzó a girar. Realmente no estaba muy enterado. Había leído algo del asunto. ¿Cuál sería su respuesta? A fin de cuentas, es un asunto complejo, difícil, que causa impacto en áreas como la teología, la ética y la decisión personal.

En busca de datos

Luego de pedir tiempo para pensar, el pastor fue a investigar, y descubrió que las células madre poseen la capacidad de multiplicarse para funciones específicas. Descubrió que una célula madre de sangre puede diferenciar su “descendencia” en múltiples clases de células sanguíneas y, de estas, pueden derivarse doscientas células especializadas que se encuentran en el cuerpo humano. Las células madre también llegan a especializarse. En otras palabras, una búsqueda cuidadosa en los tejidos puede encontrar células madre dentro de ellas, pero esas células madre están dispersas numéricamente, son difíciles de ser escogidas y, frecuentemente, se desarrollarán solo en el tejido de la que fueron extraídas. Así, cualquiera que sea el potencial de esa célula “adulta”, no es tan buena como la célula encontrada en óvulos fertilizados,

Según los científicos, las células del óvulo son tan potentes que pueden ser dirigidas para crecer en cualquier clase de órgano humano. La promesa de una célula madre embrionaria reside en su gran capacidad para convertirse en cualquier clase de tejido. Si un riñón, un pulmón, el músculo cardíaco o una célula del cerebro pueden ser desarrollados a partir de estas células madre, las posibilidades de sustituir tejidos degenerados o enfermos en pacientes parecen enormes. Pero tales tejidos serían derivados a costa del potencial desarrollo de un bebé completo.

Un óvulo fertilizado, o una célula, rápidamente producirá un sinnúmero de células y, cualquiera de ellas, en su etapa inicial, es capaz de ser retirada del óvulo y funcionar como él. Esto ha llevado a los genetistas a remover una célula de un embrión y probarla en enfermedades genéticas. Como esta célula es saludable, el embrión del que fue sacada tiene la capacidad de ser implantado donde pueda continuar creciendo, y producir un bebé normal. En verdad, cualquier célula tomada del embrión posee ese potencial, si fuera implantada en un útero bajo condiciones favorables, convirtiéndose en un gemelo idéntico al embrión del que fue extraída. Este potencial ha sido buscado a través de investigaciones científicas. En esa búsqueda, los científicos han intentado tomar un óvulo no fertilizado, y colocar el núcleo de una célula normal dentro de él, en el llamado “proceso de clonación”; pero el propósito es el desarrollo de células madre.

¿Qué hacer?

A Roberto y a Beth les pidieron donar los óvulos fertilizados, en embriones, con propósitos científicos. Tal vez Beth no pudiera gestarlos por causa de su edad. Ellos podrían ofrecerlos para adopción en algún vientre, pero para eso hay centenas de millones de embriones disponibles. En realidad, la cuestión enfrentada era: ¿Qué hacer con esos óvulos fertilizados?

Confuso, el pastor sacudió su cabeza. El pastor ¿debe ser el árbitro final en esta compleja cuestión ética? Al día siguiente, se encontró con la pareja.

-Bien -dijo el pastor-, estuve leyendo bastante sobre el asunto, ¡pero tuve que navegar por todos los sitios de Internet que condenan o apoyan la idea! Vi mucha confusión en Internet, pero encontré dos excelentes fuentes (National Research Council y el Instituto of Medicine of the National Academias, en inglés). Ellos crearon una guía de procedimientos para investigaciones con células madre embrionarias de los seres humanos,

-Pero el material científico no nos ayuda con el dilema ético, pastor -dijo Beth.

En esto, fue apoyada por Roberto:

—¿Qué dice la Biblia acerca de la investigación con células madre? Esta es nuestra pregunta. Cuando nos dijeron que tendríamos tres gemelos, el médico quiso sacar a uno de ellos para facilitar la supervivencia de los demás. Hoy, estoy muy feliz de haber optado por la preservación de los tres; pero no sé qué habría hecho si hubieran sido seis -dijo Beth.

-A nuestra edad -agregó Roberto-, estamos seguros de que no queremos más hijos. Y no conocemos a alguien que desee los óvulos.

-¿Qué sucederá si no son utilizados para la fertilización asistida? -preguntó el pastor.

-En su momento morirán o serán destruidos -respondió Beth-, y ese es el gran problema. ¡Qué terrible desperdicio dejarlos morir!

La mente del pastor volvió al momento en que les aconsejó hacer la fertilización in vitro. Mientras pensaba en eso, recordó una frase que leyó en uno de los sitios de Internet: “Si no es un bebé, no estás embarazada”. Y enseguida comentó:

-El punto crucial del problema gira alrededor del momento en que la vida comienza. Si una célula es tomada para probar si el óvulo fertilizado es genéticamente normal, y de hecho se encuentra que lo es, entonces el óvulo es implantado. Si se desarrolla como un bebé normal, nadie cuestiona que su vida fue tomada para garantizar su salud, ¿verdad?

-No -respondió Beth . Pero si fuera una célula anormal fertilizada, que carga con una terrible dolencia, aun así habría gente favorable a la implantación.

-Es fácil decir eso. Pero ¿qué pasaría si eso te sucediera a ti? -interrumpió Roberto-. No lo veo como aborto, porque no hay embarazo. No creo que exista vida antes del comienzo del embarazo.

Beth respondió:

-Pero el asunto no es lo que pensamos, sino qué dice la Biblia.

El pastor argumentó:

-El problema con las preguntas de esta clase es que están fuera del contexto de los tiempos bíblicos. En verdad, solo podemos analizar principios. En el Génesis, se dice que Dios formó a Adán en el momento en que sopló en sus narices el aliento de vida, “y fue el hombre un ser viviente”. Pero ese “aliento de vida” no es lo mismo que el aliento de un bebé. En él, estaba la fuerza de la vida del Creador.

Entonces, Roberto insistió:

-¿Cuándo comienza la vida: en la concepción, en la implantación, cuando circula sangre?

-La Biblia no responde directamente a esa pregunta -dijo el pastor-. En el Salmo 139, David dice que el Señor lo conoció cuando fue “entretejido” y su “embrión vieron tus ojos”. Pero entonces, el castigo del Antiguo Testamento para alguien que causara aborto no era el mismo que para quien matara a una persona, sugiriendo así una escala de valores.

Roberto interrumpió:

-Pero ¿qué decir entonces de los textos según los cuales “la vida está en la sangre”? ¿Esto significa que la vida comienza en el momento de la formación de la sangre, que puede ocurrir a las seis semanas de gestación?

-No lo sabemos con certeza, aun cuando muchos cristianos jamás querrían interrumpir un embarazo en cualquier etapa -respondió el pastor.

Beth insistió, suplicando una respuesta del pastor:

-Pero no estoy embarazada. Estoy hablando de células microscópicas en una placa de Petri.

Exactamente en ese momento, un hermano anciano pasaba en su silla ruedas, con el rostro pálido y sus manos temblorosas. Víctima del mal de Parkinson, era digno de compasión. Fue imposible evitar el pensamiento: Las investigaciones con células madre ¿podrían algún día revertir la condición de aquel hombre, y devolverle su fuerza y su vigor?

El Pr. Donald quedó pensativo:

-Yo diría que hay tanto debate sobre el momento exacto en que la vida comienza que tal vez nunca seamos capaces de responder esa pregunta. Mientras tanto, seguramente, como cristianos, necesitamos tener en mente ciertos principios al considerar estos asuntos.

Entonces, agregó:

-Me gustaría enumerarlos. Primero, un profundo respeto por la vida humana, reconociéndola como misteriosa, magnificente; un don de Dios. Creo que tenemos que respetar la dignidad humana, pero también tenemos la responsabilidad de avanzar en el mejoramiento de la salud humana. Como cristianos, también estamos comprometidos con aliviar el sufrimiento humano. La veracidad, la autonomía personal y la justicia son muy importantes para el cristiano. A pesar de todo esto, también reconozco que los embriones jamás deberían ser criados con propósitos de investigación o del avance del conocimiento.

Beth interrumpió:

-Pero ¡no tuvimos la intención de que estos embriones fueran destinados a la investigación!

-No estoy diciendo que lo hayan hecho -respondió el pastor-. En esta circunstancia, no estoy seguro con respecto a mi consejo; pero pienso que, aun cuando ustedes los destinaran a la investigación, debería haber un control ético más estricto del manejo de los tejidos, bajo la supervisión de comisiones éticas de investigación.

Roberto afirmó con su cabeza, y agregó:

-Tienen estas comisiones en la Universidad, pastor, y en ellas existe una buena representación de teólogos. Como sabe, también hay un imperativo para el cristiano de acudir en auxilio de otras personas. Jesús pasó mucho tiempo curando enfermos.

-Personalmente, me sentiría mejor si ellos tomaran solo una célula o dos del embrión, y pudieran considerar al embrión original como una clase de “tejido donador” —dijo Beth—. De esta manera, seguiríamos con la opción de donar el embrión a una pareja que deseara tener un bebé.

~Sí -dijo el pastor—, eso podría significar un gran paso para aliviar algunas ansiedades sobre todo el proceso.

Roberto y Beth se miraron, y le preguntaron al pastor:

-Entonces, ¿la iglesia no tiene reglas acerca de esto?

-Bien -respondió el pastor-, como iglesia, no hemos sido capaces de encontrar un claro “así dice el Señor”. Ni nuestros teólogos llegaron a un consenso claro. Tal vez esta sea una de esas áreas en que, cada uno de nosotros, individualmente, deba llegar a la conclusión que considere mejor, porque la iglesia no puede ser nuestra conciencia. Cuando hagamos esto, con ferviente oración y con inteligencia, estaremos permitiendo la conducción del Espíritu Santo.

Consideraciones éticas con respecto a las investigaciones con células madre embrionarias humanas

Para comprender el significado de estos asuntos, el investigador necesita apreciar el potencial ofrecido por las células madre embrionarias y cómo difieren de la mayoría de las células del cuerpo, al igual que de las células madre adultas. El cuerpo humano está casi enteramente formado por células, que desempeñan funciones altamente especializadas. Los biólogos han identificado unas doscientas clases de células diferentes, como las células musculares, las nerviosas y las de la piel. Cada clase tiene un campo estrictamente específico de actividades. Es el trabajo conjunto de estas células lo que hace posible la vida humana.

Células madre adultas

La atracción que los médicos sienten por las células madre adultas está basada en sus dos características definidoras: versatilidad y autorrenovación. Una vez aisladas y cultivadas en el laboratorio, las células madre adultas podrían, en principio, ser utilizadas para reabastecer ciertos tejidos humanos envejecidos por los años o por una enfermedad. Por otro lado, hay obstáculos que impiden esta aplicación práctica. Primero, las células madre adultas son raras. Usualmente, representan una minúscula fracción de las células de un tejido, y es difícil separarlas de otras células del cuerpo. Otra restricción es que su versatilidad es limitada.

Las células madre embrionarias han acaparado una enorme atención, porque tienen capacidades singulares. Al contrario de las adultas, tienen flexibilidad: pueden convertirse en casi cualquier clase de célula; una capacidad llamada pluripotencia. Las células embrionarias también son autorrenovables: se reproducen indefinidamente, para hacer más células madre embrionarias, cuando las condiciones son las apropiadas.

Preocupaciones éticas

La discusión actual acerca de las células madre embrionarias se centra en una pregunta fundamental: ¿Cuándo se inicia la vida humana? Algunos cristianos, basados en el relato de la Creación (Gén. 2:7), creen que la vida humana comienza con la primera respiración luego del nacimiento. Según esta visión, la vida comienza en ocasión del nacimiento. Las investigaciones con células madre embrionarias pueden, obviamente, ser aceptadas por este punto de vista.

Otros cristianos creen que una persona nueva es única y viene a la existencia en el momento de la concepción. Señalan la evidencia bíblica de que la vida prenatales real y valiosa (Sal. 9:13). Frecuentemente, esta visión llega a la conclusión de que, desde el momento de la concepción, el embrión merece la protección dispensada a cualquier otro ser humano. De acuerdo con esta perspectiva, ningún beneficio potencial a otros seres humanos puede justificar la destrucción del embrión humano.

Todavía otros cristianos sustentan que la condición moral de la vida prenatal se desarrolla gradualmente a través de muchas importantes etapas, en un continuo incremento hasta el nacimiento. Por ejemplo, las Escrituras hablan del embrión que es tejido en el vientre materno (Sal. 139:13), indicando así la concientización de un proceso de desarrollo. La condición legal designada a la vida prenatal difería de la que era atribuida a (a vida personal establecida (Éxo. 21:22-25). De acuerdo con la visión desarrollista, la implantación es de crucial importancia, porque es imposible el progreso posterior si el embrión no es implantado en el útero.

Otro momento importante es el inicio de la actividad neurológica organizada. La viabilidad, cuando el feto es capaz de mantener la vida fuera del vientre, es otro punto significativo en el desarrollo prenatal. Si bien la visión desarrollista incluye la creencia de que los embriones iniciales tienen potencial humano, y poseen valor moral simbólico y digno de respeto, esa visión también puede permitir la investigación embrionaria después de considerar la etapa de desarrollo del embrión y el propósito de la investigación.

Principios

Respeto por el don de la vida. Nuestro Creador es el Dador y el Sustentador de la vida (Gén. 1:30, 27; Sal. 36:9; Hech. 17:24-28). La Biblia prescribe la protección de los seres humanos, y Dios los responsabiliza por quitar la vida del prójimo (Gén. 9:5, 6; Éxo. 20:13; Deut. 24:16; Prov. 6:16, 17; Rom. 13:8-10). Las Escrituras presentan que el Creador está comprometido con el desarrollo de la vida humana desde el embarazo (Sal 139:13) y estipula penalidades para los que injurien negligentemente el desarrollo fetal (Éxo. 21:22-25).

Protección de la dignidad humana. Los seres humanos fueron creados a la imagen de Dios (Gén. 1:26, 27), concediéndoseles por tanto la dignidad personal que merece respeto y protección (Gén. 9:6). Se debe ejercer todo cuidado para evitar acciones que amenacen o disminuyan esa dignidad. En relación con las investigaciones con células madre embrionarias, eso significa que los embriones no deben ser generados con propósitos de investigación o simple ganancia personal.

Avance de la medicina. Los seres humanos hospedan al Espíritu Santo (1 Cor. 6:19; 2 Cor. 6:16; Efe. 3:14- 19; 5:30-32). Eso les permite convertirse en reflectores del carácter de Dios, aun cuando permanezcan mortales. Esa habitación divina en el ser humano resulta en un deseo consciente de revelar su influencia. La vida independiente alcanza su más alto grado de plenitud cuando el Espíritu Santo habita en la persona. A la luz de esa creencia, los adventistas promueven la salud integral, con el objetivo de alcanzar el más alto grado posible de plenitud.

Alivio del sufrimiento humano. El plan de Dios para los seres humanos incluye una creciente comprensión y apreciación de las maravillas de su creación (Sal. 8:3-9; 139:1-6, 13-16; Mat. 6:26-29). Por lo tanto, los esfuerzos por comprender las estructuras básicas de la vida deben ser alentados, a través de la investigación cuidadosa, especialmente cuando esta investigación es realizada con el propósito de servir a la salud del ser humano. Los cristianos aceptan la responsabilidad de prevenir el sufrimiento, preservar o restaurar la salud humana, siempre que fuera posible (Luc. 9:1, 2; Hech. 10:38).

Veracidad. Los cristianos favorecen la veracidad y la apertura (Prov. 12:22; Efe. 4:15). Así, las investigaciones con células madre embrionarias deben estar gobernadas por claras presentaciones de la verdad acerca de su propósito, sin exagerar sus potenciales beneficios o su garantía de éxito.

Autonomía personal. Dios les concedió a los seres humanos la libertad de pensar y actuar. El Creador llama a cada persona a tomar decisiones basadas en principios (Gén. 3; Deut. 30:19; Gál. 5:13; 1 Ped. 2:24). Las decisiones con respecto a los embriones congelados deben ser tomadas por los que tienen legítima autoridad para consentir la investigación.

Justicia. Las Escrituras enseñan que el pueblo debe ser tratado honestamente (Deut. 10:17-20; Miq. 6:8; Mat. 5:43-48). Si las investigaciones traen beneficios, deben estar disponibles sobre la base de las necesidades médicas, y no sobre la base de percepciones de valor o prosperidad social.

Sobre el autor: Director del Ministerio de la Salud de la Asociación General de la IASD.