El servicio fúnebre tiene un orden tradicional de procedimiento. Una sencilla alteración de ese orden puede producir una inusitada atmósfera de consuelo.
Cuando cierta mujer de 40 años, madre de tres niños, murió en un accidente ocurrido en la madrugada, el golpe, el dolor y la súbita desorganización abrumaron a la familia. Al hacer los preparativos para el servicio fúnebre, quien habría de dirigir el funeral y yo sentimos que esta familia necesitaba enfrentar la realidad de la trágica muerte. ¿Cómo podíamos ayudarlos a trasladarse de lo impensado a algún grado de aceptación de la realidad de su pérdida? Se arregló la visita a la casa funeraria, pero parecía que necesitábamos tiempo junto a la tumba. ¿Por qué no tener el entierro antes que el servicio fúnebre en la iglesia? Decidimos que este orden inusual era lo que la familia necesitaba.
Si su reacción es semejante a la de la mayoría de los pastores, usted estará diciendo: “¿Qué? ¿Revertir el procedimiento tradicional de los funerales y realizar el servicio junto a la tumba antes que el servicio fúnebre en la sala funeraria o en la iglesia?” Eso es exactamente lo que decidimos hacer en este caso, y estoy convencido, por los funerales que he realizado desde entonces, que este procedimiento es a menudo el que más ayuda. Cuando se planea el servicio, las familias han estado muy receptivas a la idea, y más tarde esos individuos sólo mencionan cosas positivas y agradecidas por tener el entierro en primer lugar.
La familia cuya esposa y madre había muerto repentinamente, se reunió en el cementerio junto al cuerpo en el ataúd, puesto sobre la tumba. Después de un corto servicio fúnebre, solicité expresiones de los miembros de la familia. Una hija respondió cantando: “Recuerdos”; la familia se unió a ella. La hija de 17 años habló del amor que había recibido de su madre y de su propio amor por ella. El esposo habló de la pérdida que sentía y de su gratitud por el estímulo que su familia y amigos le estaban dando. El padrastro dio un testimonio espiritual en el cual afirmó la confianza en Cristo y expresó su esperanza de ver reunida a la familia en la vida venidera. El servicio junto a la tumba fue una genuina proclamación de calor e interés humano, y afirmación de la fe.
Cuando volvimos del cementerio a la iglesia, estábamos entonces listos para el servicio fúnebre. La familia, los colegas, los vecinos y amigos se reunieron en este servicio de gratitud que se convirtió en una celebración de la resurrección. Sin la necesidad de dejar este servicio para ir al cementerio, la familia pudo relacionarse con cada uno de los que asistieron al servicio de adoración. Se abrazaban y conversaban. Fue un momento de amor, de estar juntos, y de genuino interés mutuo.
Revertir el orden acostumbrado pareció funcionar tan bien en esta oportunidad, que decidí hacer un procedimiento similar cuando un joven abogado falleció de cáncer. Invité a todos los que planeaban asistir al servicio fúnebre a venir primero al cementerio para el entierro. Además de los miembros de su firma legal, estaban presentes los miembros del Rotary Club y clientes, apesadumbrados por la pérdida de su amigo y colega. Su joven viuda era una maestra de escuela muy querida por sus alumnos. Ellos habían estado sintiendo la falta de su presencia en el aula durante las recientes semanas y sabían de la aflicción de su maestra. También estuvieron presentes en el cementerio. Al finalizar el servicio, cada miembro de la comunidad, cada niño de la escuela y cada miembro de la familia colocó pétalos de rosas sobre el ataúd. Ahora estaban preparados para volver a la iglesia a fin de tener un servicio de testimonio de la resurrección. El momento de compañerismo, cálido y amigable que siguió, permitió que las personas se saludaran unas a otras y dio tiempo para que los parientes se entremezclaran con los amigos de la comunidad. La viuda dijo más tarde que este momento fraternal que siguió al servicio fúnebre en la iglesia fue una de las experiencias más reconfortantes de todo el funeral. Pasó momentos con personas que se preocupaban por ella y la querían. Correr hasta el cementerio luego del servicio fúnebre la habría privado de parte del consuelo que necesitaba.
Finalmente, tuve ocasión de usar esta idea con una familia que no había experimentado la muerte hasta entonces. Un joven murió trágicamente en un accidente automovilístico ocurrido en las primeras horas de la mañana. En medio de su agobiadora aflicción, sólo querían un funeral sencillo, limitado a la familia inmediata; nada de amigos, compañeros de trabajo o de colegio. No podrían compartir su angustia; era demasiado personal, demasiado dolorosa. Se necesitó consejo pastoral para llevarlos a comprender que necesitaban ayudar a otros, también, a enfrentar la aflicción que sentían por esta pérdida. ¿Qué diría el padre a sus colegas cuando volviera al trabajo? Necesitaban sentirlo con él en la capilla. Los compañeros de clase del joven fallecido no podrían sobrellevar lo súbito de la pérdida sin algún medio de absorber la realidad de la muerte de su amigo. Finalmente, la familia consintió en realizar el entierro antes que el servicio fúnebre en la iglesia.
Cuando la familia arribó al cementerio, la horrenda realidad de la muerte del hijo estaba presente. Fue un momento muy doloroso para ellos. Después del entierro, regresaron a la casa mortuoria para el servicio fúnebre. Allí descubrieron la calidez de los amigos. Los compañeros de colegio estaban presentes; sus rostros, además, eran semejantes a rostros de piedra -inmóviles- hasta que lloraron mientras compartían experiencias con los demás en el pórtico, después del servicio fúnebre. Si hubiéramos dejado este servicio inmediatamente para ir al cementerio, no habríamos tenido este momento de afirmación.
¿Qué? ¿Tener el entierro antes que el servicio fúnebre? Sí. Una vez que el cuerpo ha sido puesto en su lugar de descanso, en medio del frío del invierno, la lluvia, el calor, o quizás en un hermoso día, el hecho de regresar a la capilla con la expectativa de una tranquila meditación, la Biblia y la adoración, ayuda a la familia a trasladarse de la realidad física a una confirmación espiritual y emocional de fe y consuelo. A continuación del servicio fúnebre, pueden compartir con amigos y familiares en una atmósfera que conduce al consuelo y al interés de los unos por los otros. Necesitan calidez humana, amor y la seguridad de una continua asistencia mutua. Creo que esto sólo sucede cuando el entierro precede al servicio fúnebre en la iglesia.
Sobre el autor: Neal A. Kuyper es ministro ordenado de la iglesia Presbiteriana Unida y director del Servicio de Aconsejamiento Presbiteriano de Seattle, Washington, Estados Unidos.