La Biblia debe ser estudiada con el máximo cuidado, como la revelación de Dios a la humanidad.

Al estudio de los principios y los procedimientos básicos para una interpretación fiel de las Escrituras se lo conoce como hermenéutica bíblica. Estos principios de interpretación fueron establecidos por los reformadores protestantes en el siglo XVI. Luego, combinados con los avances del análisis textual e histórico-gramatical realizados durante la era del Renacimiento, se arribó a una sólida hermenéutica protestante que ha sido transmitida desde esa época hasta la nuestra. Normalmente conocido como el método histórico-gramatical (o bíblico-histórico), ese abordaje de la Escritura fue adoptado con frecuencia por los cristianos evangélicos conservadores, incluidos los Adventistas del Séptimo Día.

Principios

Existen cuatro principios fundamentales de interpretación bíblica que provienen de la propia evidencia bíblica: el primero era el “grito de batalla” de la Reforma Protestante; es decir, el principio de sola Scriptura (“solamente por la Escritura”). Ese principio establece que solo la Biblia tiene la precedencia sobre cualquier otra fuente de autoridad, y constituye el fundamento y la prueba autosuficientes para todo conocimiento y experiencia adicional (Isa. 8:20; Mat. 153,6).

El segundo es el principio de tota Scriptura, el que establece que “toda la Escritura”, la totalidad del Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento es inspirada por Dios, literalmente “soplada por Dios”, lo que la hace autoritativa (2 Tim. 3:16, 17). La Biblia es la unión inseparable de lo divino con lo humano. No solo contiene, sino también es la Palabra de Dios (2 Ped. 1:19-21).

El tercer principio, la analogía de la Escritura, establece una unidad y armonía fundamentales entre las diversas partes de la Escritura, ya que son inspiradas por el mismo Espíritu. Debido a esta unidad, la Biblia es su propio intérprete y los textos pueden ser comparados entre sí para comprender la enseñanza bíblica sobre algún tópico (Luc. 24:27, 44, 45; 1 Cor. 2:13).

Finalmente, el cuarto principio establece que las cosas espirituales son discernidas espiritualmente (1 Cor. 2:11, 14). Esto significa que el intérprete puede comprender correctamente las Escrituras solamente por medio de la iluminación del Espíritu Santo de Dios, que las inspiró. También tiene que ver con la necesidad de la transformación del corazón del intérprete por el Espíritu Santo (Juan 7:17). De esta manera, debe existir oración sincera para comprender, aceptar por la fe y obedecer lo que dicen las Escrituras (Sal. 119:33).

Directrices

Cimentadas sobre estos principios, ciertas directrices prácticas son adoptadas por el método histórico-gramatical para interpretar las Escrituras. La primera tarea, en esa interpretación, es asegurarse de que se está estudiando la Santa Escritura -tanto en el original como en una traducción moderna. Esto requiere estar atento para averiguar qué dice el texto original de la Biblia con el mayor detalle posible, y corroborar que ese texto esté fielmente traducido a una lengua moderna.

La Biblia ha sido preservada meticulosamente por siglos, y la variación que existe entre los diversos manuscritos es muy pequeña. Sin embargo, existen mínimas variaciones que son el resultado tanto de errores del escriba como de cambios intencionales que ocurrieron durante la historia de la transmisión textual.

La ciencia (o arte) de recuperar un texto bíblico original se conoce como estudio textual. El criterio o patrón final para todo estudio textual debe hallarse en la propia Biblia, y debe ser considerado en el contexto de la unidad de la Escritura.

Luego de que se ha investigado el texto en el idioma original, se debe expresar su contenido de forma clara en una traducción moderna. Existen varios tipos de traducciones: formal, “equivalencia palabra por palabra”; dinámica, “equivalencia significado por significado”; combinación de formal y dinámica; y paráfrasis interpretativas. Cada tipo tiene un precedente escriturístico al igual que aspectos positivos y negativos. Pero, las versiones “equivalencia palabra por palabra” son consideradas las mejores para un estudio serio de la Biblia.

La segunda directriz en el proceso interpretativo tiene que ver con la comprensión del contexto histórico de los pasajes estudiados. Ese contexto incluye los antecedentes históricos, la autoría y la fecha del incidente bíblico. Al seguir el testimonio de las Escrituras, el contexto histórico debe ser aceptado en su valor acurado, que es más fidedigno que la historia secular, pues proviene de una perspectiva omnisciente divina.

El material de antecedentes históricos de la Escritura puede ser enriquecido con la literatura antigua y con los descubrimientos arqueológicos. Esto incluye historia, cronología, geografía y otros aspectos de la cultura bíblica. La mayoría de las aparentes discrepancias históricas entre el registro bíblico y la historia secular se ha evaporado a la luz de los estudios recientes, aunque los eventos escritúrales son aceptados gracias a la fe en la confiable Palabra de Dios.

La tercera directriz hermenéutica específica tiene que ver con el contexto literario de la Escritura. La Biblia no es solo un libro de historia, sino también es una obra literaria exquisita. La delimitación de un pasaje debe ser reconocida en párrafos, capítulos, pasajes o estrofas, para saber de qué manera esos segmentos encajan en el flujo del tema principal al que pertenecen.

También es necesario entender qué tipo de literatura se está estudiando. Esto incluye varias categorías, incluyendo la prosa y la poesía. Las secciones poéticas de la Escritura (aproximadamente un 40% del Antiguo Testamento y secciones dispersas en el Nuevo Testamento) son caracterizadas por modelos distintivos de paralelismos -contraste, sinónimo y síntesis- y otras convenciones literarias. Las secciones de prosa, particularmente las narraciones bíblicas, han sido objeto de investigaciones recientes que muestran el trabajo artístico desarrollado en ellas. Es necesario recordar que existen estilos literarios específicos identificados por la Biblia, cada uno con sus características Reconocer estos estilos literarios es muy significativo para la interpretación del mensaje transmitido.

Dentro del contexto literario, es importante reconocer la estructura de un pasaje bíblico, lo que puede proveer una clave para la línea de pensamiento o para el tema teológico central. La estructura literaria de una sección de la Escritura puede, a veces, estar delineada claramente en los pasajes de los temas o de los temas secundarios. Se debe permitir que la estructura literaria emerja de las Escrituras, en vez de imponerlas artificialmente.

La cuarta directriz para la interpretación de la Biblia es el análisis versículo por versículo de un pasaje, prestando atención a la gramática, la construcción de las frases y el significado de las palabras. Aunque el ideal es la completa familiaridad con los idiomas bíblicos, existen herramientas de estudio disponibles para introducir al investigador en un modelo singular de sintaxis de hebreo, arameo y griego. Es útil diagramar el pasaje bíblico, a fin de captar la línea de pensamiento. Se debe prestar atención a las palabras claves, estudiándolas en su contexto inmediato (por medio de léxicos, concordancias y comentarios), tomando en cuenta la comprensión exacta del significado.

El contexto teológico y el significado del pasaje forman la quinta directriz hermenéutica. Existen varios métodos para el estudio de la Biblia: libro por libro, versículo por versículo, estudio temático, investigación a partir de la perspectiva del “gran tema central” de la Biblia y el estudio estructural literario. Los pasajes problemáticos, especialmente los que guardan relación con la justicia de Dios (teodicea) y supuestos errores teológicos en la Escritura, deben ser abordados por los importantes criterios de los principios bíblicos.

Algunas partes de la Biblia apuntan hacia un cumplimiento que las trasciende, como las profecías y la tipología. Otras presentan un significado más amplio, como es el caso de los símbolos y las parábolas. Cada uno de estos elementos teológicos de la Escritura requiere un abordaje especial; de la propia Escritura emergen los principios para su interpretación.

La última directriz tiene que ver con la aplicación contemporánea del contenido bíblico. A partir del propio testimonio de las Escrituras, se hace evidente que la aplicación contemporánea procede de manera natural de su interpretación teológica. La Escritura es universal y permanente en su aplicación, a menos que ella misma indique hasta dónde puede ser aplicada. Aunque la revelación bíblica es relevante para todo tiempo y cultura, ella fue dirigida originalmente hacia una cultura y una época particulares. De esta manera, el tiempo y el lugar deben ser considerados al momento de buscar la aplicación. Aquí, una vez más, la propia Escritura ejerce el control sobre cuándo es apropiado transformar una instrucción específica en un principio general.

Análisis versus crítica

El objetivo de la interpretación de las Escrituras es lograr que su aplicación se haga práctica en la vida diaria. El investigador debe comprender esto.

Por sobre todo, las Escrituras deben ser leídas y aceptadas como la Palabra viva y activa de Dios.

En contraste con el método histórico-gramatical, en el siglo XVII surgió otro método de interpretación bíblica conocido como el método histórico-crítico. Se basó en los métodos seculares de la ciencia histórica, y tiene como presuposición el principio racionalista de criticismo, o la “duda metodológica”. Según este principio, nada se acepta como palabra final autoritativa; cada cosa debe ser investigada o corregida por la evidencia racionalmente reexaminada. En este abordaje, la Biblia siempre puede ser corregida, por lo que el intérprete humano es el que determina la verdad. Su razón es la prueba final de autenticidad.

Recientemente, algunos eruditos han intentado “rehabilitar” el método histórico-crítico, removiendo sus tendencias en contra de lo sobrenatural y otras características, mientras retienen el método con su criticismo. La presencia o la ausencia del principio fundamental de la crítica es lo que determina el uso o no de la metodología crítica.

Basado en el propio testimonio bíblico, el método histórico-gramatical rechaza el principio del criticismo. Este analiza, pero no critica a la Biblia; acepta como verdadero al texto de la Escritura.

Oficialmente, la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha rechazado el método histórico-crítico, a favor del método histórico-gramatical. Según la declaración de la Comisión de Métodos de Estudio de la Biblia, votada en el Concilio Anual de 1986, “aun un uso modificado de este método -que retiene el principio de la crítica, que subordina la Biblia a la razón humana es inaceptable para los adventistas”.

La Iglesia Adventista del Séptimo Día ratifica la hermenéutica de los escritores bíblicos y de la Reforma Protestante, y rechaza el método histórico-crítico en todas sus formas. En el espíritu de los reformadores, los adventistas buscamos fundamentar todas nuestras presuposiciones y sus principios de interpretación, fe y práctica sobre la autoridad absoluta de la infalible Palabra de Dios.

Sobre el autor: Profesor y director del Departamento de Antiguo Testamento en la Universidad Andrews, Estados Unidos.