¿Desde cuándo decidimos que nuestra  aceptación de los escritos del espíritu de profecía debe depender de la definición que alguien dé de “inspiración”? Durante muchos años ésta ha sido la actitud de muchas personas de otros credos hacia la Palabra de Dios. Alguien se pone a sí mismo como una autoridad en materia de Biblia, y determina cuáles partes son inspiradas y cuáles no. Aprueban algunas porciones, desaprueban y cuestionan otras. El hecho de que Dios nunca les haya dado esa responsabilidad no parece afectarlos en lo más mínimo. Ellos son los muy sabios que se sientan a juzgar a Dios y a su Palabra. Ellos tienen la palabra final en el asunto. Y la tragedia es que hay miles de ministros y millones de personas que siguen la línea del escéptico.

Hemos llegado al tiempo cuando el mismo ataque se hace a los escritos de la sierva del Señor. Algunos críticos que se nombran a sí mismos traen sus ideas acerca de la inspiración y se ponen como autoridades para decir cuáles partes de los escritos de Elena G. de White son inspirados y cuáles no lo son. Se constituyen a sí mismos jueces y jurados en tales asuntos, y defienden enérgicamente su posición. Rechazan aquello que estorba su manera de vida y sus personales prejuicios y aceptan aquello que no requiere sacrificio ni implica ceder a los mensajes de reprensión y consejo que Dios ha dado a su pueblo. Si algo no satisface los deseos naturales de su corazón, dicen que eso no tiene relevancia o significado en nuestra sociedad moderna, y por lo tanto no es inspirado.

Nuevamente, aquí la tragedia es que algunas personas desprevenidas, incluso algunos ministros, se tragan el anzuelo y corren con él, compartiendo sus dudas con todo aquel que quiera oír. Pero también en este caso, Dios no ha designado a nadie para que dicte juicio acerca del don de profecía dado a la iglesia remanente. Nadie ha sido designado para determinar si esto o aquello es inspirado. La evidencia está en el don mismo. “Por sus frutos los conoceréis”. “No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos”. En otras palabras, o es todo bueno, o es todo malo. O es todo de Dios, o es todo del hombre. No hay camino intermedio.

Hemos sido amonestados que se haría un ataque tal a los escritos de la sierva del Señor. “El último engaño de Satanás se hará para que no tenga efecto el testimonio del Espíritu de Dios. ‘Sin profecía el pueblo será disipado’ (Prov. 29:18, versión Valera antigua). Satanás trabajará hábilmente en diferentes formas y mediante diferentes instrumentos para perturbar la confianza del pueblo remanente de Dios en el testimonio verdadero.

“Se encenderá un odio satánico contra los testimonios. La obra de Satanás será perturbar la fe de las iglesias en ellos por esta razón: Satanás no puede disponer de una senda tan clara para introducir sus engaños y atar a las almas con sus errores si se obedecen las amonestaciones y reproches del Espíritu de Dios” (Mensajes Selectos, tomo 1, págs. 54, 55).

El hecho de que Dios nos haya amonestado de este peligro debiera ponernos en guardia contra los intentos de cualquier persona de  juzgar cuales porciones de los mensajes proféticos no. son inspirados. Al escribir desde el  Sanatorio California, en fecha 8 de Julio de 1,906, la Sra. White afirma: “Hay algunos que piensan que pueden medir el carácter y estimar la importancia de la obra que el Señor me ha dado. Su propia mentalidad y juicio son la norma por la cual quieren pesar los testimonios.

“Mi Instructor me dijo: Di a esos hombres que Dios no les ha confiado la obra de medir, clasificar y definir el carácter de los testimonios. Los que intentan esto seguramente errarán en sus conclusiones. El Señor quiere que los hombres se apliquen a su obra señalada. Si observan el camino del Señor, podrán discernir claramente que la obra que Dios me ha señalado para hacer no es de invención humana.

“Los que cuidadosamente leen los testimonios así como aparecieron desde los primeros días, no necesitan estar perplejos en cuanto a su origen. Los muchos libros escritos con la ayuda del Espíritu de Dios dan un claro testimonio en cuanto al carácter de los testimonios” (Id., pág. 56).

“Es el plan de Satanás debilitar la fe del pueblo de Dios en los Testimonios. Satanás sabe cómo hacer sus ataques. Obra sobre las mentes para excitar los celos y la desconformidad para con aquellos que están a la cabeza de la obra. Luego se ponen en duda los dones; y por supuesto, más tarde tienen poco peso y las instrucciones dadas por medio de las visiones son despreciadas. Luego sigue el escepticismo en cuanto a los puntos vitales de nuestra fe, los puntales de nuestra posición, y a continuación la duda en cuanto a las Santas Escrituras y la marcha descendente hacia la perdición. Cuando se ponen en duda los Testimonios en los cuales se creía una vez y se renuncia a ellos, Satanás sabe que los seducidos no se detendrán con esto, y el redobla sus esfuerzos hasta lanzarlos en abierta rebelión, que se vuelve incurable y acaba en la destrucción” (Joyas de los Testimonios, tomo 2, págs. 287, 288).

Toda vez que oigamos de personas que clasifican los Testimonios y emiten juicio acerca de cuáles partes son inspiradas y cuáles no lo son, debiéramos recordar estas palabras y ser prontos en cerrar nuestra mente a las dudas que expresan. Como ministros, estemos seguros de nuestra posición. No participemos del espíritu de duda e incredulidad propio del tiempo en que vivimos. Estemos tan firmemente fundados en la verdad de la Palabra de Dios y en los consejos que el Señor da hoy a su pueblo, que ninguna interpretación haga que perdamos fe en la bondad del Señor, tal como fue manifestada a su pueblo en este incomparable don a su iglesia remanente. Nuestro pueblo necesita tener pastores que conozcan el camino y puedan dirigir con seguridad en los senderos tan claramente señalados para nosotros por el Espíritu de Dios. Declaremos nuestra fe y aceptación del don de profecía. Afirmemos nuestra posición de manera tan clara que nadie pueda tener duda acerca de la misma. “Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados (2 Crón. 20:20)

Sobre el autor: Director de la Asociación Ministerial de la Asociación General