Dar a las primeras cosas el primer lugar
Mientras voy caminando por las estrechas calles de Lowestoft, pequeña ciudad de Inglaterra, pienso en la condición de nuestras iglesias en el Brasil y en el trabajo que debemos hacer para ayudar a apresurar el regreso de Jesús.
Al vivir el difícil problema de la evangelización del continente europeo, estoy más convencido que nunca de que no podemos dejar apagar la llama de la evangelización. Debemos conservar a cualquier precio el espíritu que mueve a ganar almas en nuestras iglesias. Sombrías son las perspectivas para una iglesia que ya no consigue conmover a la comunidad con el poder de Dios y la gloria del Evangelio.
Hermanos, no permitamos que nuestra iglesia pierda el fervor y el interés por buscar a los perdidos; recordemos que ese don divino se desarrolla en proporción al uso que hacemos de él.
He estado pensando y he llegado a la conclusión de que una iglesia ganadora de almas debe estar compuesta por “ingredientes” ganadores de almas. Si usamos piedras negras para construir una iglesia, no podemos esperar que el edificio sea blanco. Igualmente, no podemos esperar que la iglesia sea una agencia ganadora de almas si los elementos que componen su estructura son elementos que no tienen nada que ver con el trabajo de ganar almas.
“Las almas han sido descuidadas, los pueblos, aldeas y ciudades no han oído la verdad para este tiempo, porque no se han realizado sabios esfuerzos misioneros” (El Evangelismo, pág. 87).
- Un pastor ganador de almas
Evidentemente, el pastor es el primer elemento que debe considerarse. “Dios pide evangelistas. El verdadero evangelista ama a las almas” (Id., pág. 89). Un tiempo extra de trabajo ha sido dado por Dios. Cada talento prestado a nosotros por el cielo debe ser usado para este trabajo indicado por el Señor para salvar a aquellos que están pereciendo en la ignorancia. “Dios distribuye diversos talentos y dones a los hombres, no para que permanezcan ociosos, no para que los empleen en obtener diversiones o complacencia egoísta, sona para que constituyan una bendición para otros al capacitarlos para llevar a cabo un trabajo misionero abnegado y ferviente” (Id., pág. 197).
La imagen del buen pastor presentada por Jesús establece claramente que el buen pastor no es aquel que está perfectamente satisfecho con las ovejas que están en el redil. Hay un trabajo que exige sacrificio y renunciamiento para todo pastor, y es el que prueba su verdadero calibre pastoral: buscar a las ovejas perdidas. No es un verdadero pastor el que no tiene preocupación y tristeza en el corazón por las almas que están fuera del redil.
Es conocida la sabia afirmación según la cual la iglesia prospera o se arruina según la dirección que recibe. Si la iglesia ha de ser una agencia de Dios en la tierra para salvar a las almas que perecen, debe estar dirigida por un pastor ganador de almas. Quiera Dios ayudarnos a poner a hombres ganadores de almas detrás de los púlpitos de nuestras iglesias. Que Dios nos ayude a encontrar dirigentes espirituales que tengan pasión por los perdidos.
Cada vez que un nuevo pastor está por llegar a un distrito, una serie de preguntas surgen en la mente de la congregación: ¿Sabe cantar? Su esposa, ¿es pianista? ¿Cuál es su cultura? ¿Qué apariencia tiene? ¿Se parece a un doctor o a un campesino? ¿Es del ala liberal, o es un semifanático? ¡Oh Dios! abre la visión de mi iglesia, y ayúdanos a preguntar: ¿Es el nuevo pastor un ganador de almas?
2.Un anciano ganador de almas
El segundo elemento clave en orden de importancia para una iglesia ganadora de almas, es un anciano ganador de almas. Sé que en muchas comisiones de nombramientos, al final de cada año eclesiástico, los hermanos se olvidan que ser ganador de almas debe ser la virtud básica del hombre que será escogido para ser anciano. Muchos, equivocadamente, juzgan que el trabajo del anciano es de carácter semiadministrativo.
En más de un caso para elegir al anciano se ha tenido en cuenta si habla bien, si tiene éxito en sus negocios, si es un político eficiente, si ocupa un cargo en el gobierno, si ju posición social es buena, si es alegre y jovial. Literalmente centenares de iglesias no tienen a un ganador de almas activo en su junta directiva. Esto, sumado a otras razones secundarias, ha anulado la penetración y la influencia de nuestras iglesias, que como elementos de Dios deberían destacarse por su actuación en las comunidades locales.
Recordemos siempre que el anciano no debe ser escogido por su posición económica o social, o por sus recursos culturales, sino por el profundo amor que tiene por la Palabra de Dios y su compasión por las almas perdidas. El anciano debe ser un hombre preocupado por la salvación de las ovejas que están fuera del redil.
3. Oficiales ganadores de almas
La idea de tener especialistas para los diversos cargos en el cuerpo de oficiales de iglesia se ha constituido en un gran peligro. Es cierto que el director de música debe entender de música, que la secretaria debe saber leer y escribir bien y el diácono no debe ser un hombre torpe de manos que no pueda sostener con firmeza la bandeja de la Santa Cena. Pero sus responsabilidades van mucho más allá que eso. En una iglesia ganadora de almas se espera que cada oficial sea un ganador de almas y emplee por lo menos algunas horas por semana en llevar a cabo su programa personal de atraer almas a Cristo.
Todos los coristas cantan los himnos que hablan de cosechar y trabajar para Cristo, pero la mayoría no viven nada del mensaje que cantan. No han ganado a una sola alma para Cristo. Yo creo que ni siquiera en las oficinas deberíamos tener personas que no sientan pasión por la salvación de los perdidos.
Me parece que el engaño fatal es que empleamos personas que nada sienten ante un mundo en agonía, pastores que no quieren ganar almas; ordenamos ancianos y diáconos por causa de su status social, estructuramos un cuerpo de oficiales teniendo en cuenta únicamente su especialización, y todavía esperamos ser una iglesia poderosa en ganar almas. Esto es tan lógico como que dos más dos fuese igual a 17.
4. Miembros ganadores de almas
“El Señor exige mucho más esfuerzo personal de parte de los miembros de nuestras iglesias. Las almas han sido descuidadas, los pueblos, aldeas y ciudades no han oído la verdad para este tiempo, porque no se han realizado sabios esfuerzos misioneros” (El Evangelismo, pág. 87). De acuerdo con la gran comisión evangélica, todos los miembros de la iglesia de Jesús deben estar incluidos en el ideal de la proclamación del Evangelio del reino.
Es triste ver que en muchas iglesias los nuevos miembros permanecen inactivos por años antes de salir en busca de otros. Es triste saber que muchos cristianos nunca aprendieron a ganar almas simplemente porque nunca les enseñaron a hacerlo. El pastor hizo énfasis en las doctrinas, mostró claramente los reglamentos del Manual de la Iglesia, enseñó la historia denominacional, pero no impartió conocimientos del arte de buscar a los perdidos para Cristo.
Creo que aun antes que el nuevo miembro sea recibido en la iglesia, el predicador debería enseñarle el arte de buscar a otros para ganarlos para Jesús. “El que llega a ser hijo de Dios ha de considerarse como eslabón de la cadena tendida para salvar al mundo” (Servicio Cristiano, pág. 16). La mujer samaritana junto al pozo de Sicar no esperó hasta recibirse de instructora bíblica para ir a su ciudad y llevar gente a Jesús. Andrés no esperó hasta graduarse en teología para buscar a Pedro, su hermano, para que conociera al Mesías. Enseñemos a los nuevos miembros a ser ganadores de almas para no ver a la iglesia transformarse en una institución sin vida e inoperante en día futuros.
5. Una liturgia ganadora de almas
Un pastor escogido por su apariencia, ancianos y diáconos ordenados por causa de su status social, un cuerpo de oficiales compuesto por especialistas, miembros que no aprendieron nunca a ganar almas, y una liturgia formal y ritualística en los cultos realizados el sábado de mañana y en las reuniones nocturnas, transforman a la iglesia de Dios en un bloque de mármol: un monumento a la inutilidad.
Si queremos obtener una torta apetitosa, debemos reunir los elementos apropiados. Si queremos alcanzar cierto resultado, debemos usar los medios adecuados.
Quizá nada perjudique tanto el programa de ganar almas de una iglesia como un concepto equivocado de lo que es la adoración. Este mal afecta generalmente a nuestras iglesias más sofisticadas. La idea de que el Dios que está en el santuario es un Dios que exige silencio total y movimientos prefabricados, listo para castigar cualquier sentimiento de alegre comunicación, convierte a las reuniones en un velorio, lleva a los creyentes a comportarse como si estuviesen en un funeral y desanima la evangelización.
Si buscamos los resultados benéficos del reavivamiento de Moody debemos tener la dinámica espiritual de las reuniones de Moody. Si queremos resultados evangelizado- res, tenemos que usar las fuerzas de la evangelización.
Tengamos dignidad en nuestros cultos. Planifiquemos las cosas de modo que todo se haga “decentemente y con orden” (1 Cor. 14: 40). Permitamos que esté presente la verdadera reverencia bíblica, no la fría formalidad que mata nuestra actividad espiritual, aleja al hombre común y seca el río de las aguas vivas del fervor evangelizador de la iglesia.
6. Música ganadora de almas
Pocas cosas pueden contribuir tanto al programa de una iglesia para atraer almas a Cristo como la música. Si queremos el reavivamiento y los resultados de las predicaciones de Moody, tal vez tengamos que cantar los himnos evangélicos de Sankey.
El tipo de música que crea un ambiente apropiado para la evangelización es el que enseña a la gente a amar los grandes temas del plan de la salvación, una música que toca primero el corazón y después la mente, una música que conduce a la gloria de la cruz y a la prístina pureza de la verdad de la Biblia.
Cuando las personas oyen “Eterna roca es mi Jesús”, “¡Oh! yo siempre amaré esa cruz”, “Hay poder… en la sangre que él vertió”, sienten un toque divino en el corazón, y propósitos santificadores brotan repentinamente en el alma, como el reventar de las flores de la primavera después del crudo invierno.
Si queremos ver en nuestras iglesias transformarse las almas, debemos cantar los himnos que contienen los mensajes transformadores del Evangelio de Jesús. Este hecho debe ser recordado por toda persona encargada de escoger los himnos. El director de música o de canto de la iglesia debe trabajar en armonía con el pastor, quien, si fuere necesario, modificará el programa para que apunte más directamente hacia su objetivo de ganar almas. La iglesia es principalmente un lugar para salvar perdidos, y no una casa de exhibición artística.
7. Un plan anual ganador de almas
He visitado centenares de iglesias y he leído en muchas de ellas los calendarios de actividades para el año. Después de leerlos siempre podía saber si aquella iglesia era o no era ganadora de almas.
Para que la iglesia gane almas su calendario debe estar dirigido 52 semanas por año hacia un programa consecuente de evangelización. Algunos pastores objetarán que tienen que atender otros aspectos del quehacer de la iglesia. Este es el gran error. Evangelización es dinámica en todos los sectores. “En medio de la diversidad de modos de pensar y de ideas, hay un tema que debe unir los corazones: la conversión de las almas a la verdad, que conducirá a todos a la cruz” (El Evangelismo, pág. 77).
El espíritu de ganar almas es como la lluvia de verano que cae sobre los diversos canteros del jardín. Todos son refrigerados: los niños, los jóvenes y los adultos. Adquieren nuevo vigor la fe, la alegría cristiana y la esperanza en el hogar celestial.
Nuestros miembros deben aprender que cada reunión de la iglesia es una oportunidad de Dios para el pecador, y que es un sagrado deber durante todo el año invitar a los inconversos para oír la predicación de la Palabra de Dios. Y cada sermón debe ser un llamado de Dios al pecador. Muchas veces he salido con tristeza en el corazón cuando el predicador tuvo la osadía de cerrar una reunión sin hacer un llamado sincero a las almas para entregarse a Cristo.
Estudiemos cuidadosamente cómo trabajaban los ganadores de almas del pasado. Los apóstoles no cesaban de invitar a las personas a entregarse a Cristo.
8. Un presupuesto ganador de almas
Si observamos el presupuesto anual de nuestras iglesias, quedaremos sorprendidos al ver cuán poco de nuestro dinero se aplica a la salvación de almas. Muchos sacarán a relucir el viejo caballito de batalla, que sirve para cubrir la inercia espiritual de muchos departamentos de la iglesia: “¡Pero todo es para la obra de Dios, para la evangelización!”
Analicemos seriamente los objetivos y los resultados de muchas de nuestras empresas denominacionales a la luz de los consejos del espíritu de profecía y de la terrible situación de los hombres, y en el marco de la inminente venida del Señor. Hermanos, estamos promoviendo muchos sectores de la obra de Dios tan sólo por amor a la promoción, y no por amor a los perdidos. Estamos tratando de construir el reino de Dios en la tierra con la gloria de las cosas materiales, y no buscando sinceramente los ciudadanos del reino celestial.
El presupuesto revelará esta realidad. Observe cuántos presupuestos incluyen una partida para un cursillo acerca de cómo ganar almas para Cristo, o para la evangelización de un barrio de la ciudad.
Hay ministros de experiencia que suelen decir: “Si la asociación me diera un buen presupuesto, yo haría evangelización”. Yo no creo en ese tipo de fervor evangelizador de una iglesia. La bendición de ganar almas debe ser un privilegio de todos. La vida está en la acción conjunta de la congregación, y no en un plan esporádico de predicaciones intensivas. Debido a que muchos pastores esperaron y esperaron un presupuesto que nunca llegó, muchas iglesias perdieron el espíritu de ganar almas, se llenaron de problemas internos y dejaron de ser una agencia de salvación.
9. Una organización ganadora de almas
La tendencia de transformar a la iglesia en una organización modelo está minando el celo y el fervor evangelizador. El pastor prepara un escritorio dotado con los requisitos de un departamento ejecutivo de una gran industria: la tesorería, la secretaría, todo como una gran empresa. En nuestra organización tenemos más personas trabajando en el proceso administrativo que en la fuerza activa de la evangelización. Esto ciertamente constituye una peligrosa barrera para el ideal evangelizador de la iglesia.
Laicos que trabajan en tareas pesadas durante los días de semana y tienen un número limitado de horas para el servicio del Señor, se ven atados a juntas rutinarias que les impiden participar en la obra de llamar a los perdidos para ir a Cristo. Estamos exagerando el número de comisiones en nuestras iglesias. Buscamos nuevos pretextos para crear nuevas juntas. Tenemos junta de limpieza, junta de flores, junta de mayordomía, junta escolar, junta MV, junta de escuela sabática, junta de radio, junta de Dorcas y muchas otras.
Muchos trabajos pueden y deben ser hechos por una persona, sin necesidad de una comisión o junta, y los otros miembros de la posible comisión estarán libres para buscar almas. El ejemplo del núcleo apostólico debe ser imitado. Veamos el registro del libro de los Hechos. Los cristianos estaban ocupados en propagar el mensaje de Cristo, y el trabajo de las juntas era algo muy secundario.
Yo comparo la exageración administrativa o la superorganización a un magnífico tractor en el cobertizo de una estancia. Hay tantos que están interesados en mejorar la máquina, lustrar la pintura, agregar equipos, que el magnífico tractor absorbe casi todo el personal disponible, quedando pocos hombres para ocuparse en la siembra y en la cosecha. La máquina que debería ser un medio para una mayor producción se convirtió en un fin, estorbando el proceso productivo.
La organización no tiene valor en sí misma sino que debe ser apenas el camino para el avance de la evangelización. Si algún administrador defiende principios que dificulten la obra de ganar almas, se convierte en abogado de la muerte de la iglesia de Jesús, una causa sin gloria.
10. La responsabilidad ganadora de almas
Lamentablemente se oye a veces decir por allí que tenemos que parar un poco la evangelización para confirmar a los miembros en la fe. No es la evangelización la responsable del gran número de apostasías, sino la falta de más evangelización coordinada en todas las iglesias, que abarque a jóvenes, niños y adultos. Además, pregunto: ¿Qué sería de nosotros los pecadores si Jesús hubiese tenido esa filosofía de cuidar primero de los domésticos de la fe y después de los perdidos, primero el bienestar de los que estuviesen salvos en el cielo, y después pensar en los infelices de la tierra?
Querámoslo o no, somos responsables por los perdidos que están fuera de la iglesia. Ciertamente una iglesia evangelizadora será más ruidosa, porque recibirá a muchas familias humildes que todavía no saben cómo comportarse en el templo. Y no niego que se correrá el riesgo de tener que tratar con casos de apostasías que no se encontrarían en una iglesia no evangelizadora. Cuanto mayor sea el número de hijos en una familia, mayor es el riesgo de que alguno se pierda; pero la mejor manera de no correr riesgo es la de no hacer nada.
Lo mismo sucede con respecto al hogar. Si un matrimonio quiere tener paredes limpias, si la esposa quiere ahorrarse el trabajo de lavar una serie interminable de pañales, si no quieren tener vasos rotos, el espejo con marcas de sucias manecitas y las toallas con manchas de barro, lo mejor es no tener hijos. Los hijos acarrean responsabilidades, pero dan más significado a la vida de los padres, amplían el horizonte del amor, desarrollan la virtud del altruismo, abaten vigorosamente la ambición y el orgullo y el hechizo de la vanidad personal.
Esta es la experiencia renovadora de la iglesia que está imbuida del afán de compartir el mensaje y atraer nuevas almas al Señor. Los hijos significan responsabilidades morales y económicas. Pero así como no se calcula el valor de un hijo en dinero gastado, no se puede valuar el costo de un alma en cifras. Para hacer justicia a su valor real, tenemos que fijar nuestros ojos en las gotas de sangre de Jesús sobre el suelo arenoso del Gólgota. Ese es el precio pagado para el perdón de un pecador. Ese es el precio de mi salvación y de la suya.
Que Dios nos ayude a ser dignos de tal precio. Que Dios nos ayude a colocar las primeras cosas en primer lugar en nuestra iglesia. Alcemos nuestros ojos de las cosas pequeñas y temporales a las cosas grandes y eternas de Dios. “La salvación de las almas es el gran tema” (Testimonies, tomo 1, pág. 448).
Sobre el autor: Profesor de teología del Instituto Adventista de Ensino, San Pablo, Brasil.