En meses recientes, la Comisión de Daniel y Apocalipsis de la Asociación General ha dedicado un profundo estudio al libro neotestamentario de Hebreos y la relación de sus temas con la comprensión adventista de la doctrina del Santuario. La comisión se propuso oír y evaluar con justicia todo punto de vista posible. Sus dos últimas sesiones (San Diego, California, Febrero 17-20; y Berrien Springs, Michigan, octubre 25-28, 1984) se dedicaron mayormente a este importante estudio. También participaron invitados especiales.
Aunque la comisión planea publicar un libro tratando todos los temas en forma más detallada, la iglesia mundial puede apreciar un panorama general de su consenso en el siguiente informe.
Ubicación histórica
En primer lugar, es esencial para una sólida interpretación de Hebreos que exista una comprensión de los tiempos en los que fue escrita la epístola y las necesidades de las personas a quienes fue dirigida. La información proporcionada por la epístola misma y por otros escritos del Nuevo Testamento hace medianamente cierta la particular situación de la iglesia cristiana del primer siglo a la cual habla Hebreos. Veremos brevemente la evidencia externa y la interna:
Trasfondo histórico externo. La muerte, la resurrección y la ascensión de Jesucristo dio origen a la iglesia cristiana en el Pentecostés. Miles de conversos se unieron a los apóstoles y a sus primeros asociados en ese momento. (Hech. 2:5, 41, 47). Eventualmente, “muchos de los sacerdotes” (Hech. 6: 7) y muchos de “la secta de los fariseos” (Hech. 15:5), tanto como el común del pueblo, llegaron a las filas del naciente movimiento (Hech. 4:4). Todos estos eran judíos, y encontraron gran oposición de parte de sus conciudadanos en Judea (1 Tes. 2:14; Hech. 2: 44, 45; cf. Heb. 10: 32, 33).
Ubicados como estaban en el punto de transición entre dos grandes dispensaciones, era difícil para muchos de estos cristianos hebreos separarse totalmente del templo y del sistema de adoración proscripto. Aparentemente no comprendían que el tipo se había encontrado con el antitipo en la aparición de Cristo, su muerte expiatoria y su ministerio sacerdotal en el cielo. (Mat. 27: 50, 51). A medida que la iglesia ampliaba rápidamente sus filas en una nueva misión a los gentiles, algunos cristianos hebreos hicieron sentir la necesidad de participar en los rituales mosaicos.
El Concilio de Jerusalén (49 DC), sin embargo, reafirmó la verdad de que los pecadores -fueran judíos o gentiles- obtienen la salvación del pecado sólo por la fe en Jesucristo (Hech. 15: 7-11). El concilio excusó a los cristianos gentiles de cualquier otra participación requerida en adoración al templo (Hech. 15: 3-21, 28, 29). Pero el asunto de la observancia hebreo-cristiana no fue presentado (cf. Rom. 14: 5, 6), y un número considerable se mantuvo aferrado al templo.
Casi diez años más tarde (58 DC), el liderazgo de Jerusalén informó al apóstol Pablo que había “millares de judíos., que han creído; y todos son celosos por la ley” (Hech. 21: 20). En unos ocho años más ocurriría una guerra entre los judíos y sus regidores romanos (66 DC). Este trágico choque de armas habría de culminar con la destrucción del templo y la ruina de la nación (70 DC), como Jesús lo había anunciado (Mat. 23:38; 24:1, 2, 15-19; Luc. 19:41-44; 21:20).
Evidencia interna. A medida que se acercaba esta terrible crisis en la historia judía, la epístola indica que la condición espiritual de muchos hebreos cristianos se había deteriorado seriamente. Al perder gradualmente la confianza en el prometido regreso del Señor, tendían a descuidar la salvación que Él había provisto y a olvidar las claras afirmaciones del Evangelio (Heb. 10:35-37; 2: 1-3). Había peligro de que estos cristianos, una vez fervientes, cayeran en la incredulidad de los antepasados en la migración del éxodo hasta la tierra prometida (3: 6-19; 4: 1, 11), y bajo las presiones de muchas pruebas y desánimos (12:3-13) cayeran en abierta apostasía de la fe cristiana (6: 4-9). Ya algunos estaban “dejando” las congregaciones de sus hermanos cristianos (10:25) y volviéndose al judaísmo (13: 13), del cual aparentemente nunca habían estado totalmente separados.
El propósito de la epístola
Es evidente, por lo tanto, que la epístola a los Hebreos fue escrita desde la perspectiva de una profunda preocupación pastoral por estos cristianos quienes -en un período crucial de la historia judía- estaban en serio peligro de naufragar en su fe. Su propósito era revitalizar su vacilante experiencia (10:23), enfocando la fe y la atención una vez más en su Señor que había ascendido, “el autor y consumador” de su fe (12:2). Intentaba elevar su vista, de los ritos inadecuados que requerían sangre animal, al auténtico sacrificio de Cristo por el pecado y su ministerio en el verdadero Santuario en el cielo. El énfasis estaba en las buenas nuevas -del Evangelio- que está completamente disponible por medio de un trascendente Sumo Sacerdote que siempre ministraba por ellos en la presencia de Dios.
Los puntos salientes del mensaje pastoral pueden ser como sigue:
1) Dios, que estableció el sacerdocio levítico con su sistema de santuario típico, intentó en un punto dado en el tiempo desplazarlo por el auténtico sacerdocio de Jesucristo (presentado en símbolos por el anterior, 8: 4, 5), quien ahora funciona como rey-sacerdote en el Santuario celestial (a la manera del arreglo de doble oficio del antiguo rey-sacerdote como Melquisedec, 5: 5, 6; 7:11, 12, 18, 19; 8:1, 2).
2) El santuario levítico (diseñado para enseñar el Evangelio por el tipo y el símbolo, 4:1, 2) proveía en sí mismo sólo un acceso limitado a Dios (9: 6, 7), era repetitivo en su operación (9: 25, 26; 10: 1-3) porque no podía eliminar el pecado y, por lo tanto, limpiar la conciencia del pecador penitente (10:4, 11).
3) Pero en virtud del oficio sacerdotal de Cristo, el creyente tiene libre acceso a Dios en cualquier momento (4: 16), porque el Salvador (siempre sensible a sus necesidades, 4: 15) intercede ante la presencia de Dios por él (7: 25; 9: 24). Más aún, en la mediación de los méritos del sacrificio de Cristo, de una vez para siempre, el creyente encuentra la única limpieza disponible de la corrupción del pecado (9: 14; 10: 10-14).
Esta apelación a los cristianos hebreos en el primer siglo se lleva a cabo en la epístola comparando y contrastando con rápidas pinceladas los sacrificios del santuario levítico y el ministerio sacerdotal, con el eficaz sacrificio y el sacerdocio celestial de Cristo. No hay ningún intento de dar una exposición del significado típico de las fases de los dos departamentos del ministerio sacerdotal. (Por ejemplo, aunque se hacen alusiones al día de la expiación, no hay ninguna discusión del macho cabrío emisario ni de su significado en ese importante ritual.)
En lugar de eso, la apelación a estos cristianos del primer siglo a mantener su fe en Cristo (3: 6, 14) se ve subrayada al enfatizar la superioridad de la persona de Cristo, su muerte expiatoria y su ministerio sacerdotal, por sobre los rituales envejecidos. Se asegura a estos creyentes que en su Señor exaltado tienen una mejor sangre y sacrificio, un mejor sacerdote que media por ellos en un mejor santuario en conexión con un mejor pacto.
Algunas preguntas que se hacen
A la luz del ambiente histórico y del propósito de la epístola, la Comisión pensó que una gran cantidad de problemas se resuelven a sí mismos. A continuación se presentan algunas de las preguntas formuladas:
1. Lenguaje. ¿Cómo debiera ser construido el lenguaje empleado por el autor inspirado de Hebreos?
El lenguaje de Hebreos debiera ser entendido en su sentido natural y literal. No debiera ser elaborado alegóricamente, En su argumentación, el autor compara de una manera clara los santuarios y sacerdocios del pacto antiguo y del nuevo (8: 1-13; 9: 1)
a. La epístola indica claramente que hay una realidad celestial designada como “aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre’’ (8: 1, 2). Presenta un vínculo vertical entre el Santuario celestial y su contraparte en la tierra. El santuario terrenal es visto como la “copia” y la “sombra” del celestial (8: 1,5; 9: 11,23, 24). Naturalmente, los escritores bíblicos deben hablar del Santuario celestial -la realidad celestial tal como les es presentada- en los limitados términos del habla humana. Consecuentemente, una correspondencia directa de uno a uno entre ambos santuarios no siempre puede ser posible de definir, en la medida en que las realidades celestiales exceden por lejos la comprensión y expresión humanas (cf. El conflicto de los siglos, pág. 414). Por lo tanto, es esencial buscar las grandes ideas enfatizadas en los tipos terrenales.
b. El lenguaje literal puede emplear expresiones idiomáticas y figuras del lenguaje. Por ejemplo, la expresión: “Se sentó a la diestra de la majestad en las alturas” (cf. 1:3; 8:1) es una expresión idiomática. El Mesías siempre es presentado de esta manera (cf. Sal. 110:1; Hech. 2: 33; 5: 31; Rom. 8: 34; Efe. 1: 20; Col. 3:1; 1 Ped. 3: 22, etc.). La expresión idiomática se usa aun con respecto a la segunda venida del Salvador (Mat. 26:64). Se presenta una expresión similar con respecto a los redimidos (Apoc. 3:21). La expresión no se refiere a ubicación. Mas bien, como expresión idiomática, indica la total autoridad de Cristo, su dignidad y rango, su exaltación y su supremacía. La expresión “dentro del velo” probablemente se usa también de manera figurativa para denotar acceso a Dios. Véase la discusión en el punto 4.
2. Hebreos 9: 8. ¿Enseña este pasaje que el primer departamento del Santuario celestial fue hecho para representar la era mosaica mientras que el segundo departamento representa el cielo mismo y la era cristiana?
Hebreos 9:1-7 contiene un fenómeno lingüístico en el que cada repartición del Santuario celestial aparece mencionado como un “tabernáculo” o “tienda” (9: 6, 7). Sin embargo, es también cierto que se ve a todo el Santuario como un “tabernáculo” o “tienda” (cf. 8:2; 9: 11). Por lo tanto la expresión “primer tabernáculo” o “primera tienda” en el 9:8 se interpreta por algunos eruditos como queriendo significar el primer departamento del santuario israelita, mientras que otros entienden que significa el primer tabernáculo inaugurado por Moisés en el Sinaí.
La Comisión considera que el contexto (que comienza con 8:1,2) es determinante y resuelve claramente este asunto. El contexto indica que el autor está comparando todo el Santuario del primer pacto con todo el Santuario del segundo o “nuevo pacto” (8: 1, 2, 6-13; 9: 1, 11, 24). De esta forma, la referencia al “primer tabernáculo” debe ser entendida como una referencia al tabernáculo-santuario del Sinaí. El comité rechazó el argumento de que el autor está usando el “primer tabernáculo/tienda” (= primer departamento) como un símbolo de todo el tabernáculo mosaico (una parte del todo), en vista de que el sentido del argumento en todo el contexto sugiere una simple comparación de los dos santuarios: el terrenal y el celestial. La Nueva Biblia Española traduce Hebreos 9: 8 del siguiente modo: “Con esto da a entender el Espíritu Santo que mientras esté en pie el primer tabernáculo, el camino que lleva al santuario no está patente”. De esta forma, el sentido del pasaje es sencillo: que mientras la “primera tienda”, esto es, el santuario terrenal, tuviera una función viable como tipo (hasta el primer advenimiento de Cristo), el ministerio sacerdotal de nuestro Señor en el Santuario celestial no era operativo.
3. Ta hagia (“lugares santos”). ¿Cómo debiera ser traducida esta expresión en Hebreos? El término, funcionando en el contexto de Hebreos como sustantivo, se deriva de un adjetivo, hagios, que significa “santo”. La palabra aparece diez veces en Hebreos 8-13 (8:2; 9: 1-3, 8, 12, 24, 25; 10: 19; 13:11). Generalmente se acepta que aparece en estos pasajes en la forma de sustantivo neutro plural, excepto en 9:1, donde aparece como sustantivo neutro singular.
El uso de esta forma plural (ta hagia) como designación para todo el Santuario es común en la versión de los Setenta o Septuaginta (traducción griega de la Biblia hebrea hecha entre los siglos II y III AC). Esto puede ser significativo, siendo que el autor de Hebreos consistentemente deriva sus citas del Antiguo Testamento de esta versión. (En el libro apócrifo 1 de Macabeos -dentro de la Septuaginta-, ta hagia también se usa para referirse a todo el templo. Judas Macabeo dice: “Subamos, pues, a purificar ta hagia, y a celebrar su dedicación”. Véase 1 Macabeos 4:36, 41, 43, 48, Biblia de Jerusalén.) Sin embargo, la práctica del autor de Hebreos no es totalmente consistente, porque en dos claras instancias usa la forma plural para denotar a un solo departamento (9: 2, 3).
A la luz de estos hechos -y el contexto general de Hebreos 8-10- la Comisión cree que ta hagia debiera ser considerado como término general, que podría ser traducido en la mayoría de las veces como “santuario”, a menos que el contexto indique claramente otro sentido (como en el caso de 9:2, 3).
4. Hebreos 6:19, 20 (“dentro del velo”). ¿Debiera entenderse esto como queriendo indicar que Cristo entró en el Lugar Santísimo luego de su ascensión? Si es así, ¿invalida esto el ministerio de Jesús en dos departamentos o en dos fases en el Santuario celestial, como lo enseña la iglesia?
Algunos eruditos notan que el Santuario de dos departamentos en su totalidad era visto por Israel como la morada de Dios (Exo. 25: 8), y que el autor era consciente de que existía un velo ante cada departamento (9: 2,3). Sugieren, por lo tanto, que la frase “dentro del velo” es una alusión al primer velo, y simplemente significa que Cristo entró “dentro del Santuario celestial, en la presencia de Dios”.
Por otro lado, hay eruditos que creen que el autor de Hebreos tenía presente la imaginería del “Día de la Expiación” (cf. 9: 7; Lev. 16: 3), y que estaba pensando en la entrada de Cristo en el Lugar Santísimo del Santuario. De esa forma, sugieren que la frase “dentro del velo” se refiere al segundo velo, y que la alusión enriquece la fuerza del argumento del autor, de que el trascendente Sumo Sacerdote de los creyentes había abierto un camino nuevo y viviente hacia el mismo corazón de Dios.
La Comisión concuerda en que el autor está contrastando el acercamiento limitado a Dios que tenía Israel en el sacerdocio levítico (9: 6, 7) con el acceso directo que todos los creyentes tienen ahora en Jesucristo, que ministra como su Sumo Sacerdote en la misma presencia de Dios por ellos (9: 24). Cualquier creyente puede acercarse directa y confiadamente al trono de la gracia (4:16) “por el camino nuevo y vivo” (10: 20), en virtud de los logros y de la mediación del Salvador. Elena G. de White ha aplicado la imaginería del velo de 6:19, 20 a ambos departamentos (cf. El conflicto de los siglos, págs. 472 a 474, como primer departamento; Present Truth [Marzo de 1850], pág. 64 [reimpresiones de Review and Herald, pág. 11], segundo departamento).
Puede admitirse que si el autor está usando la imaginería del Día de la Expiación en 6:19, 20 (un punto de vista sostenido por la mayoría de los eruditos), en verdad enriquece y aguza el mensaje que deseaba transmitir a sus lectores, de que en virtud de la muerte y del sacerdocio de Cristo, ahora tienen acceso directo a Dios. Por medio del ministerio de su siempre viviente Sumo Sacerdote pueden acercarse a Dios “con plena certidumbre de fe” (7: 25; 10: 19-22). Su sangre eficaz sería presentada en favor de ellos en la misma presencia de la Deidad (9:14, 24).
Es la convicción de la Comisión de que si el autor de Hebreos tenía presente la imaginería del Día de la Expiación (en 6:19, 20), su aplicación no agota el significado de su ritual ni tampoco niega su ministerio sacerdotal de Cristo en los dos departamentos del Santuario celestial. En vista del propósito evidente del autor, la imaginería del Día de la Expiación sencillamente enfatizaría que Cristo ha abierto el camino a la inmediata presencia de Dios, que toda barrera entre ellos y Dios ha sido quitada. La esperanza en Cristo, el Sumo Sacerdote en la presencia de Dios, sería para ellos “como segura y firme ancla del alma’’ (6:19).
5. ¿Enseña Hebreos que el tipo del Día de la Expiación fue cumplido en el Calvario? ¿Indica esto Hebreos 9:11-14 con su referencia a “becerros y machos cabríos’’?
La Comisión notó que el autor de Hebreos alude a una variedad de rituales del santuario, no tan sólo a uno. Por ejemplo, alude al servicio diario (7: 26, 27; 10:11, 12) tanto como al servicio anual (Día de la Expiación, 9:25; 10: 3). Se refiere al rociamiento del agua de purificación hecha con las cenizas de la vaquillona roja (9:13, Núm. 19) y la administración de la sangre animal en la ratificación del pacto en el Sinaí (9:18-21). Con una amplia referencia incluye todos los variados sacrificios del ritual del Santuario: “Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (9: 22).
Es cierto que un toro y un macho cabrío eran sacrificados en el Día de la Expiación, pero también eran ofrecidos en muchas otras ocasiones (véase Núm. 28, 29). La frase “toros y machos cabríos” en el versículo 13 significa lo mismo que “machos cabríos y becerros” en el versículo 12. Pero es evidente que la expresión similar (“becerros y machos cabríos”) en el versículo 19 es una referencia a los sacrificios hechos en la ratificación del pacto, y no a los del Día de la Expiación. Hay reconocimiento de eruditos de que los “toros y machos cabríos” se convirtió en una expresión estereotipada que indicaba sacrificio en general (cf. Sal. 50:9-13; 66:15). Por lo tanto, la fraseología no necesariamente lleva en sí misma la imaginería del Día de la Expiación.
Fuera como fuese, es importante tener presente que la cruz es el verdadero cumplimiento de todos los sacrificios típicos. De esta forma puede decirse correctamente que la cruz (antitipo) en verdad cumplió el aspecto sacrificial (el ofrecimiento del macho cabrío para el Señor) del Día de la Expiación (el tipo).
Sin embargo, es la convicción de la Comisión que las alusiones al Día de la Expiación así como a los rituales diarios no eran para proveer una interpretación completa de su significado anti típico. Más bien, el propósito del autor es destacar por medio de contraste la naturaleza repetitiva e ineficaz de los sacrificios animales -fueran diarios o anuales- para salvar del pecado (10: 4). Por medio del contraste el autor presenta la “mejor sangre” del sacrificio supremamente mejor de Cristo, ofrecida una vez para siempre (9:25-28). Los méritos de su sangre, por sí mismos, pueden purgar la conciencia (9:11-14) y proveer genuina “redención” de la transgresión en la relación de pacto, tanto en el primer pacto, como en el segundo (9:15).
6. ¿Indica Hebreos que la muerte expiatoria de Cristo en el 31 DC purificó el Santuario celestial (1:3, “habiendo efectuado la purificación”, 9: 23-26)? Si es así, no habría necesidad del cumplimiento de una purificación/Día de la Expiación del tipo en 1844.
Es importante notar que dos ideas aparecen entrelazadas en el pensamiento del autor cuando habla de sacrificio y sus logros: 1) el sacrificio mismo (el derramamiento de sangre), y 2) la aplicación o mediación de la sangre (= la aplicación de los méritos del sacrificio). Las dos partes forman una unidad. Un sacrificio nunca estuvo solo. Ya sea mencionado o no, la administración o aplicación de la sangre siempre era la parte esencial del sacrificio. Estas dos fases del sacrificio pueden verse en la descripción del autor en el capítulo 9:
a. 9: 12, 13 1) Sangre de machos cabríos, becerros, toros (= sacrificio).
2) “Santifican para la purificación de la carne” (= aplicación/mediación).
b.9: 14 1) “Sangre de Cristo” -”se ofreció a sí mismo” (= sacrificio).
2) “Limpiará vuestras consciencias” (= aplicación/mediación).
c.9: 18-21 1) “Sangre de los becerros y de los machos cabríos” -pacto del Sinaí (= sacrificio).
2) “Roció” libro y gente (= aplicación/mediación).
d. 9:22 1) “Derramamiento de sangre” (= sacrificio).
2)”Purificado”, “remisión” (= aplicación/mediación).
e. 9:23 Santuario terrenal (“figuras de las cosas celestiales”).
1) “Estos” [se entiende, sacrificios animales] (= sacrificio).
2) “Purificadas” (= aplicación /mediación, en cualquier tiempo requerido).
Santuario celestial (“las cosas celestiales mismas”).
1) “Mejores sacrificios” (= el sacrificio de Cristo en el Calvario).
2) Debían ser purificadas [se entiende] (= aplicación/mediación).
Es evidente que hay sólo un sacrificio expiatorio por el pecado: la muerte expiatoria de Cristo. Si ese acontecimiento había en sí mismo “purificado” el Santuario celestial, no habría razón para que el Salvador funcionara allí en una administración sacerdotal. Pero un sacrificio nunca queda separado de la aplicación de sus méritos. Por lo tanto, se entiende que hay muchas aplicaciones de los méritos del único acontecimiento de la cruz.
Toda la “obra” del Cielo se hace sobre la base del Calvario, y es una aplicación de su significado. Hebreos 9: 23 (en contexto) contiene tanto las ideas de la muerte eficaz de Cristo como la aplicación de sus méritos -sea que se apliquen en la justificación de un pecador que acepta la salvación de Dios o se apliquen en el juicio final para reafirmar al auténtico creyente y vindicar la autoridad y la soberanía de Dios ante el Universo. El evento de la cruz no purificó el Santuario celestial en el momento de la muerte del Salvador, sino que proveyó la base sobre la cual Cristo, como Sumo Sacerdote del hombre, pudiera mediar con sus méritos y lograr una total reconciliación del Universo (cf. Efe. 1:10; Col. 1:20), y así restaurar el Santuario celestial y el gobierno de Dios (Dan. 8: 14).
7. Una pregunta que surge comúnmente cuando se discute el libro de Hebreos (aunque no esté basada en él) fue considerada brevemente por la Comisión. Si, de acuerdo con Juan 12: 31, el juicio se realizó en la cruz, ¿no sería esto un complemento del tipo del Día de la Expiación? ¿No es también cierto que una persona es juzgada cuando escucha el Evangelio y lo rechaza (Juan 3:18)?
Es evidente, a la luz de estos pasajes, que el término “juicio” se usa en un sentido adaptado o modificado. Satanás fue, en verdad, expuesto y condenado en la cruz a la vista del Universo leal, pero, no obstante, continuó reinando. El pecador que rechaza la invitación evangélica cae bajo condenación divina (Juan 3: 36), pero puede arrepentirse cuando el Espíritu lo conmueve otra vez.
El asunto es que ninguna de estas declaraciones habla del juicio final. El ritual del Día de la Expiación eliminaba totalmente todo el pecado que había sido transferido al santuario. Como resultado, el santuario, el pueblo y el campamento eran considerados puros. El ritual del Día de la Expiación es, por lo tanto, análogo al juicio final en sus tres fases (preadvenimiento, milenial, ejecutivo), porque sólo el juicio final resuelve completamente el problema del pecado y elimina sus efectos del universo. Las Escrituras son claras en que el juicio final involucrará a toda la humanidad, incluyendo a los profesos seguidores de Dios (Hech. 17:31; Rom. 14:10-12; 2 Cor. 5:10; Mat. 22:9-14; Ecl. 12: 14, etc.). De esta forma, el tipo del Día de la Expiación -en términos del juicio final — no fue cumplido en la cruz.
El valor de Hebreos para la doctrina del Santuario
El libro de Hebreos no provee una detallada exposición del ritual del santuario israelita, porque sus preocupaciones pastorales lo orientan en otra dirección. Sin embargo, provee algunas claves importantes para entender el significado del santuario y su énfasis principal. Por ejemplo:
1. Indica que hay un vínculo vertical entre el santuario terrenal y el Santuario celestial. El terrenal es visto como la contraparte del celestial, y es mencionado como una “copia” y “sombra” de la realidad celestial.
2. Como sistema de enseñanza, el santuario terrenal es descripto como una “parábola” (9: 9, “figura” = del griego, parabolé = castellano, parábola). Como parábola, el santuario terrenal sirve para ¡lustrar los puntos principales en el Evangelio/plan de salvación (4: 1, 2, cf. Palabras de vida del gran Maestro, pág. 103).
3. También se menciona al santuario terrenal y a sus rituales como una “sombra” o tipo (8: 1-5; 10: 1). Una sombra-tipo es como una profecía; anticipa cosas por venir (10:1). Es evidente a partir de Hebreos que los rituales del Santuario fueron diseñados para ¡lustrar la muerte expiatoria y sacrificial de Cristo y su ministerio sacerdotal en el Santuario celestial (8: 1, 2; 9: 11-14).
4. El libro de Hebreos hace ciertas aplicaciones de los tipos del Santuario: para demostrar lo inadecuado de la sangre animal y de la mediación humana para arreglar el problema del pecado. Al mismo tiempo busca elevar la atención de sus lectores del templo y sus rituales como fines en sí mismos para enfocar la fe en la gran Sustancia de todas las sombras, Jesucristo mismo, su muerte expiatoria y su ministerio sacerdotal en favor de ellos en la presencia de Dios.
Otros escritores del Nuevo Testamento también aplican el tipo del Santuario de una manera general a una variedad de tópicos tales como la encarnación (Juan 1:14), la iglesia (2 Cor. 6:16), y el creyente individual (1 Cor. 6: 19, 20). Sin embargo, ninguna de estas aplicaciones -incluyendo la de Hebreos- agota o limita aplicaciones posteriores de los tipos del Santuario.
El concepto de los adventistas del séptimo día de las dos fases del ministerio sacerdotal de Cristo se basa en los ministerios mayores de los sacerdotes y del santuario terrenal. El autor de Hebreos ha destacado claramente que el sacerdocio levítico servía como “copias y sombras de las cosas que hay en el cielo” (8: 5, versión Dios habla hoy). Sólo es lógico y razonable, por lo tanto, examinar estas tareas distintivas del sacerdocio típico buscando mayor conocimiento de la naturaleza y la amplitud de la auténtica función sacerdotal del Salvador en el Santuario celestial.
Para la experiencia personal
El mismo mensaje que el autor inspirado de Hebreos procuró dar a sus lectores en el siglo primero se necesita otra vez en los últimos años del siglo XX. Los cristianos del fin del tiempo, hartos por la afluencia de medios por un lado, o distraídos por las múltiples ocupaciones por el otro, están en peligro de perder la fe mientras esperan el regreso de su Señor. Necesitan afirmarse nuevamente en el Cristo viviente, nuestro Sumo Sacerdote en el trono de Dios. Como bien lo expresó uno de los miembros de la comisión:
“Nuestra necesidad, entonces, es escuchar el mismo tipo de mensaje que los hebreos. Alguien debiera recordarnos la realidad de nuestra religión, su inconmensurable valor -alguien debe contarnos otra vez de la gloria de nuestra Cabeza. Y decírnoslo de manera tal que podamos captarlo, que lo traiga a nuestros sentidos. Una vez más debemos oír que porque nuestra religión es tan grande, debemos tomarla seriamente. Quizá si podemos captar la magnificencia de nuestra salvación, si podemos ver la dimensión trascendente, las verdades divinas de ella, entonces dejaremos de ser tan superficiales como cristianos. Entonces podremos pararnos y mirar al mundo fijamente a los ojos. Entonces conoceremos con seguridad quiénes somos y lo que hemos de ser”.
Sobre el autor: Es secretario de la Comisión de Daniel y Apocalipsis.