Las palabras que Pablo emplea para describir las buenas nuevas del Evangelio asumen el perfil de un mosaico bello y colorido

Con demasiada frecuencia leemos u oímos una frase que automáticamente sintetiza toda una era o abre nuevos horizontes al pensamiento. Hace algunos años tuve esta experiencia. Un maestro mío en el seminario nos recordaba, en una reunión informal, los tipos de sermones que había escuchado durante su vida. “Victoria en Cristo”, parecía dominar el pulpito en sus días de estudiante cuando cursaba los niveles medio y universitario. Semanas de oración, reuniones campestres, reavivamientos, y otras ocasiones especiales en las que predicadores visitantes subrayaban la victoria cristiana, éste era el tema esencial del Evangelio. En años recientes, siguió diciendo mi profesor, el énfasis parece haber cambiado a “relaciones”.

Muchas veces he pensado en el intento de mi profesor por definir la predicación cristiana de antaño. Cuando pienso en mi propia experiencia —crecí en un hogar cristiano, asistí a reuniones juveniles, estudié en colegios cristianos, y ahora enseño teología—, tiendo a concordar con mi maestro; pero a mi vez, me siento tentado a añadir una clasificación más. Creo que sólo presencié el final de las predicaciones acerca de “la victoria en Cristo”. Puedo recordar vívidamente muchas reuniones en las cuales respondí a un llamado de altar para reconsagrar mi vida a Jesús y obtener la victoria sobre mis pecados. Cuando llegué al colegio para estudiar Biblia descubrí un nuevo tema: Justificación por la fe. No pasó ni una sola semana de mi permanencia en él cuando alguien me entregó un cuestionario sobre la justificación por la fe. Parecía que mi vida cristiana sería medida por la forma en que yo contestara las preguntas. Se me dijo que una comprensión correcta de la justificación por la fe confirmaría mi creencia, terminaría la obra rápidamente y apresuraría el retorno de Jesús. Una nueva tendencia en la predicación, especialmente en nuestros días, enfatiza las relaciones. De manera que, gracias a mi experiencia en escuchar sermones adventistas, puedo descubrir y señalar tres temas básicos delineados durante tres épocas diferentes de mi crecimiento y desarrollo. Si yo preguntara: “¿Cuál es la esencia del cristianismo?”, los predicadores de estas tres épocas distintas tendrían respuestas diferentes.

Pero estas tres respuestas no se contraponen, antes bien nos ayudan a comprender cómo la predicación y la enseñanza cristianas adquieren diferentes matices con el paso del tiempo. En este artículo me propongo revisar el concepto paulino del Evangelio considerando las expresiones verbales que utilizó el apóstol para describir su esencia.

Pablo se vale de un amplio espectro de ricas imágenes para describir todo lo que significa el cristianismo Muchas de las palabras, que probablemente hoy se destinan a un uso teológico cristiano, formaban parte del escenario común de la sociedad del primer siglo. Los lectores de Pablo tienen que haber comprendido su mensaje y su significado sin mayor dificultad. Revisemos algunas de sus palabras claves y tratemos de capturar la belleza y profundidad de su conceptualización de la singularidad y la hermosura del Evangelio.

Justificación y justicia

Cuando Pablo habla de la justificación por la fe en sus epístolas a los Romanos y a los Gálatas, emplea una metáfora familiar en las cortes de justicia. La palabra griega que se traduce como “justificar” es dikaioun (dikaiosune, justicia; dikaious, justo). La palabra no significa “hacer justo”, sino más bien, “tratar”, “declarar” o “contar” como justo. Cuando un acusado comparece ante el tribunal y el juez lo declara inocente, esa persona es contada como justa. Pablo aplica ese modelo forense al proceso de la salvación y asevera que, en virtud del sacrificio de Cristo, Dios cuenta a los pecadores que vienen a él con fe como justos.

Aunque con palabras diferentes, Juan describe en su Evangelio (3:17-19; 5:24) algo semejante a lo que Pablo trata de expresar acerca de la justificación por la fe. Según el apóstol, el que cree en Jesús no viene a juicio, mientras que el que no cree, ya ha sido juzgado. El juicio vendrá al final de la historia, y el veredicto dado en el tribunal determinará el lugar que una persona ocupará en aquel día. Pero el creyente en Cristo ya sabe cuál será ese veredicto: vida eterna. Del mismo modo, según Pablo, los pecadores son justificados por la fe (pistis, fe, confianza), y si creen en Cristo y mantienen su relación con él, tienen asegurado su destino cuando ocurra el juicio final. Saben desde ahora (en este mismo momento) que el veredicto será: “¡nocente”. Su estado de justicia está asegurado en Jesús (porque Él es justo). El futuro es realidad presente en Cristo, y el creyente que confía en él ya puede empezar a vivirlo por la fe.

Redención

“Redención” significa compra: el acto de comprar pagando el precio exigido. Hablamos de recuperar una propiedad perdida pagando una cierta cantidad de dinero. Este es el significado que conlleva la palabra apolutrosis, usada por Pablo al hablar del acto redentor de Cristo Jesús (Rom. 3:24). Una imagen particularmente llamativa asociada con esta palabra, tal como se usaba en el primer siglo, tiene que ver con la redención de un esclavo. Un esclavo podía redimirse a sí mismo y comprar la libertad pagando su propio precio según se establecía en el mercado, o alguien podía liberarlo pagando el precio exigido. De modo que cuando Pablo habla de Jesús como Redentor, está diciendo que Jesús ya pagó el precio de nuestra liberación de la esclavitud del pecado. Sus lectores no podían menos que comprender el significado del tránsito de la esclavitud a la libertad —todo como un regalo inestimable de Jesús quien, verdaderamente, pagó un elevado precio para redimir a la raza humana.

El concepto de libertad en Cristo se fortalece un poco más adelante dado el énfasis que hace Pablo en el hecho de que el individuo que ha sido libertado del pecado llega a ser un esclavo voluntario de Jesús, es decir, un doulos de Cristo (Rom. 6:15-23). La diferencia está en que el esclavo de Cristo es un testimonio viviente, vibrante y feliz de alguien que ha pasado de la sujeción al poder del pecado y la muerte a la libertad de un heredero de la vida eterna.

Reconciliación

La “reconciliación” pertenece al mundo de las relaciones. Significa el fin de la enemistad, una restauración de las relaciones tirantes. Dos personas están disgustadas. Un golfo de incomprensiones los separa. Una de las partes toma la iniciativa, decide libremente perdonar a la otra, y extiende su mano a través del golfo, invitando a la otra a aceptarla. La otra persona reflexiona en tan generosa acción —ese acto de gracia—, y decide aceptar la oferta. Se ha tendido un puente a través del abismo. La relación queda restaurada. Se ha producido la reconciliación. Pablo utiliza esta cálida imagen para impresionar a sus lectores con la iniciativa divina infinitamente mayor hecha a través de Cristo para reconciliar a la raza humana consigo mismo (2 Cor. 5:11-21). La acción de Dios, la función de Cristo, la provisión gratuita, la necesidad humana de aceptación de lo que Cristo ofrece, la provisión que hace posible las buenas nuevas de la reconciliación, tienen por objeto lograr que “nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Cor. 5:21); todo ello está presente en la imagen paulina de la reconciliación.

Salvación

La palabra griega que se traduce como “salvar” (sozo, salvar; soter, salvador; soteria y soterios, salvación) sugiere por lo menos dos diferentes significados. Marcos 5:34 nos da un ejemplo del primero. Una mujer abrumada durante doce años por una enfermedad incurable sana instantáneamente con sólo tocar el borde del vestido de Jesús. Y el Señor le dijo: “Tu fe te ha salvado” (sesoken, salvado). El griego da una idea más amplia. La mujer no sólo fue sanada por la fe, sino también salvada.

El segundo significado de sozo es rescatar. Una ciudad sitiada es salvada en el momento crucial. La ciudad es salvada de la destrucción. Fue en este sentido que el ladrón le pidió a Jesús que los salvara a ellos y a sí mismo (Luc. 23:30).

De modo que cuando Pablo dice que todo aquel que invocare el nombre del Señor Jesús será salvo (Rom. 10:13), está afirmando que él sana y rescata a la vez; restaura y libera.

Imputación

Pablo también usa la palabra logizomai dentro de su vocabulario, para describir lo que ocurre en la transacción de las buenas nuevas. Dicha voz significa “computar” o “imputar”, y viene del mundo de los negocios. Cuando una cierta cantidad de dinero se acredita a una cuenta, esa operación se describe con logizomai. Pablo utiliza este término para describir la justificación por la fe: “Creyó Abrahán a Dios, y le fue contado (logizomai) por justicia” (Rom 4:3). Para los lectores de su tiempo, que estaban familiarizados con el vocabulario del momento, el mensaje era perfectamente claro: así como una deuda es cancelada por la concesión de un crédito, la enorme deuda de pecado y culpabilidad es cancelada por Dios cuando él, por su gracia, acepta a un pecador que viene con fe en busca de perdón. Abrahán creyó a Dios, y fue contado como justo.

Gracia

La palabra “gracia” es vital para la comprensión cristiana de la salvación. El griego charis significa “favor” o “bondad”, particularmente aquella que no ha sido ganada y por lo tanto es inmerecida. Pablo usa esa palabra para afirmar que la acción salvífica de Dios en Cristo es absolutamente inmerecida por el pecador y que es la disposición amante de Dios hacia la criatura errante. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efe. 2:8, 9).

El vocablo gracia también conlleva la idea de don o regalo. El recipiente no lo merece, pero es libre de aceptarlo y no tiene ningún motivo para gloriarse, pero sí muchos de qué regocijarse. La figura de la gracia-don del tiempo de Pablo también sugiere que el recipiente promete lealtad y servicio por la gratitud que siente hacia su benefactor.

A través de Cristo, en Cristo, por Cristo

Uno de los argumentos más brillantes del apóstol en favor de la salvación de la raza humana por medio de la muerte de Cristo se encuentra en Romanos 5:12-21. Aquí Pablo postula que “así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos”. Su argumento ha creado continuas dificultades a la mente occidental. Sin embargo, una sencilla comprensión de la cultura en la cual se desenvolvía nos ayudará a apreciar mejor este pasaje. Ningún lector contemporáneo de Pablo habría necesitado una explicación particular sobre la forma en que el pecado de un hombre lleva a la condenación de todos y cómo la justicia de uno solo produce la justicia de todos. En los tiempos de Pablo el individuo estaba estrechamente atado al grupo (por ejemplo, la familia). Un insulto a uno de sus miembros era un insulto a toda la familia. La buena fortuna de uno era la buena fortuna de todos. De manera que el modelo paulino de la salvación expuesto en Romanos 5 puede entenderse mejor como una familia donde una dinámica de grupo es completa y evidente.

Santificación

Al escribir a la iglesia de Corinto Pablo habla de “los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos” (1 Cor. 1:2). Santificación (hagiazo. santificar; hagiasmos, santificación, consagración, santidad; hagios, santo) tiene fuertes raíces veterotestamentarias. Equivale al hebreo qadash, “separar del uso común”. La palabra enfatiza el contraste dinámico entre lo santo y lo profano, lo sagrado y lo común, lo limpio y lo inmundo, particularmente en referencia a los servicios del templo y el ministerio sacerdotal.

Cuando Pablo usa el término, también está pensando en la transformación dinámica (Rom. 12:2) que tiene lugar en el proceso de la salvación, mediante el cual se crea una nueva persona en contraste con la antigua. Para Pablo santificación no sólo es separación, sino dedicación a la santidad. Mediante la unión con Cristo el cristiano participa ahora de la santidad y es puesto aparte especialmente para vivir “una nueva vida” (Rom. 6:4), “perfeccionando la santidad” (2 Cor. 7:1), creciendo “en Cristo” (Efe. 4:25), y viviendo continuamente en Cristo, “arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe” (Col. 2:6, 7).

Propiciación

En Romanos 3:25 Pablo usa una palabra muy importante (hilasterion) para describir lo que Dios hizo a través de Jesús. La traducción de la palabra varía mucho: “Propiciación” (en la KJV), “expiación” (RSV), “sacrificio expiatorio” (NIV). No existe una palabra en español que pueda transmitir por sí sola el significado de hilasterion. Pablo usa una metáfora del mundo de los sacrificios, y la usa para describir el supremo sacrificio protagonizado por Jesús en el drama del Calvario. La figura de la sustitución sacrificial sugiere que cuando una persona pecaba traía su propio sacrificio, efectuando así una reconciliación entre el pecador y Dios. Pablo se vale de esta figura para señalar que como pecadores merecemos morir; pero así como el animal sacrificial tomaba el lugar del pecador y moría en su lugar, del mismo modo Jesús tomó nuestro lugar y murió por nosotros librándonos de la muerte y reconciliándonos con Dios. Por medio de su muerte sacrificial Jesús realizó la propiciación y la expiación: Jesús pagó la deuda del pecado e hizo posible la reconciliación de todos aquellos que tienen fe en él.

Para concluir: ¿Cómo contestaría Pablo la pregunta: “¿Cuál es la esencia del cristianismo?” Aunque pareciera presunción poner palabras en su boca, podríamos llegar a una respuesta compuesta de las variadas figuras que él mismo usó para describir la acción salvífica de Dios. El cristianismo es el veredicto de inocencia, hecho posible por medio de la muerte de Cristo para todos aquellos que creen en él. La cristiandad es libertad que proviene del hecho de ser redimidos del pecado por el infinito precio del Calvario. El cristianismo es reconciliación del pecador enemistado con Dios, el Dios de amor que ya lo ha perdonado. El cristianismo es total sanidad de la enfermedad del pecado y rescate seguro de la muerte segunda y eterna. El cristianismo es Dios imputándonos su justicia y transfiriéndonos del estado de vergüenza al lugar de honor por su don gratuito. El cristianismo es la gracia de Dios en amante acción hacia sus criaturas errantes. El cristianismo es participación en la casa familiar de Cristo, tras haber sido puestos aparte por el santo llamado del Señor. El cristianismo es reconciliación del pecador con Dios y de unos con otros. El cristianismo es buenas nuevas. Es el Evangelio mismo.

Sobre el autor: El Dr. Robert K. Mclver, es maestro de Nuevo Testamentó en el Colegio de Avondale, Coorambong, Nueva Gales del Sur, Australia.