La tarea del pastor es muy variada y abarca una gama de gran colorido en lo que a funciones se refiere. Unas cuantas tareas que realiza podrían ser perfectamente encasilladas. El pastorado ideal es multifacético y resulta en una imagen única: la del pastor. Esta reúne un conjunto de funciones en un todo equilibrado y bien integrado. Algunas de ellas ocupan un lugar sobresaliente porque, naturalmente, deben tener prioridad. Notemos, pues, las imágenes aisladas a fin de poder captar la idea de la imagen bien integrada e ideal del pastor.

1. La “kerigmática”. La kérugma es la proclamación, la anunciación del heraldo. La función del heraldo era la de un verdadero embajador. En los días de Homero era el heraldo quien llevaba los mensajes hasta la misma tierra del enemigo como un ministro inviolable. El pastor es un heraldo de Dios que lanza la proclama del Evangelio en los dominios del enemigo. Su anuncio básico es que hay rescate en Cristo.

2. La litúrgica. Es la que caracteriza al pastor como director del culto y oficiante en los servicios de adoración. Algunas confesiones cristianas, la de Augsburgo, por ejemplo, menciona “la palabra rectamente predicada” y “los sacramentos debidamente administrados” por los ministros en sus funciones litúrgicas ante “la comunión de los santos”, que es la iglesia.

3. La catequística. El pastor es un didáskalos o maestro que comunica la doctrina y la verdad de Dios. Esta idea está implícita en la comisión evangélica en la expresión “enseñándoles” (Mat. 28:20). Es “instructor bíblico” que comparte con otros el Evangelio, de casa en casa y desde el púlpito. Su función de maestro es importantísima porque el error, que es el estado morboso de la mente, tiene que ser neutralizado por la verdad. Cristo fue llamado, preferentemente, maestro, y los que le seguían, discípulos. Pero a éstos les ordenó que catequizaran a las gentes con el Evangelio. Antes de enseñar la verdad, sus discípulos tienen que bebería primero del Maestro y Pastor máximo.

4. La “poiménica”. El poimén, nombre griego, es el pastor de ovejas. El que cuida y vela sobre el rebaño. Vigila, protege, cura y venda. Rescata y salva, alimenta y abreva, disciplina y guía, conduce y ama. La idea tiene la connotación de la vocación pastoril oriental. En el pastor evangélico, es la misión que trasciende el púlpito. Mientras que la “kerigmática” es vertical porque es comunicación de la verdad que procede de lo alto, la “poiménica” es horizontal; un servicio con proyección espiritual y social.

5. La “jaliéutica”. El jalieús. en la lengua griega, es el pescador. La imagen “jalieútica” tiene que caracterizar la obra del auténtico pastor. Su tarea de pescador es prioritaria en el conjunto de imágenes que lo caracterizan. Los administradores de las asociaciones y misiones, cuando buscan pastores, dan mucha importancia a este aspecto sobresaliente. Moody, Spurgeon, Wesley, Finney, Whitefield, Sunday y otros grandes evangelistas dieron expresión a esta imagen al acuñar, usar e imponer la frase tan común hoy “de ganar almas para Cristo”. En la Iglesia Adventista esto es prioritario tanto para el pastorado como para el laicado. Pero muchas veces nos apresuramos a salir bajo el mero impulso de la orden con tenida en la comisión evangélica, sin recibir primeramente la unción del Espíritu capacitados Los discípulos tuvieron que esperar antes de inaugurar la era de la predicación evangélica que se inició en Pentecostés, y salir después para lanzar la proclama cristiana. La espera resultó muy provechosa. La pesca fue abundante. Eran buenos “pescadores de hombres”.

6. La apologética. Se trata de la imagen que tiene que asumir el pastor a veces como defensor de la fe y la verdad. Los pioneros de nuestra iglesia tuvieron que hacer buen uso de la apologética. Particularmente luego del chasco de 1844, en su intento de defender la posición que adoptaron, de que no era cierto que Dios no estaba con ellos, a pesar del chasco. Lo propio sucedió en relación con las verdades que todavía son, si no todas características de la iglesia, al menos no muy comunes a la cristiandad. Tal es el caso de la del sábado, el santuario, el espíritu de profecía manifestado en E. G. de White, y las profecías que se refieren a la época del surgimiento del remanente de Dios, y que lo caracterizan e identifican. Hay que defender las iglesias de las falsas doctrinas, de las ideas ajenas a la Palabra; de los grupos disidentes, de las falsas y a veces antojadizas interpretaciones bíblicas y del espíritu de profecía.

7. La administrativa. Hay pastores que alteran esta imagen por su conducta. El pastor lleva a cabo, no sus propias concepciones, sino los acuerdos de la junta que dirige o de la cual forma parte. En la iglesia cristiana no hay lugar para dictadores. Cuando se manifiestan, aparecen como una distorsión de la imagen auténtica del pastor. Tom Skinner, el gran evangelista negro, dijo: “Una de las cosas más desafortunadas respecto a la religión del siglo XX es que tenemos muchos líderes religiosos que no han sido jamás elegidos por Dios”.[1] Se podrían invertir los términos y expresar que una de las más maravillosas experiencias respecto a la religión, es la de tener líderes que han sido elegidos por Dios. Estos reflejan una imagen correcta del pasturado. El pastor, como administrador, debiera ser un líder puesto por el Señor”. Puede ser y es un instrumento clave en la iglesia. Organiza iglesias, funda escuelas, administra bienes eclesiásticos, lleva a cabo campañas y elabora estrategias para avanzar. Hace de pionero y lleva consigo a otros: los laicos fieles, leales y devotos que lo acompañan. Canaliza las energías dispares de la iglesia para que ésta cumpla con la comisión evangélica, además de realizar muchas otras tareas. Sí. el pastor es administrador. Debe ejercer constante y cuidadosa atención a fin de mantenerse como un administrador sensato, maduro y equilibrado.

8. La profética. Por imagen profética quisiéramos referirnos a la que revela algunas de las características de la misión y la personalidad del profeta bíblico, no tanto a la capacidad de recibir y comunicar revelación. El profeta es instrumento de reforma. Es valiente, intrépido, incondicional en manos de Dios y de su santa vocación. No sabe de componendas, sincretismos y política, aunque en Israel gravitaba sobre la política nacional. Actúa con seguridad y autoridad. Pero su autoridad y seguridad emanan de sus encuentros con Dios y no de los complejos de su personalidad. Es frugal, sencillo, auténtico. Como portavoz de Dios, estimula la fidelidad, protesta contra el pecado, guía, instruye y reprende.

En el caso del pastor, todo esto debiera aparecer en un marco de humildad y amor que subraye todos sus actos, los que se fundan en lo que sabe y vive del “Príncipe de los pastores”, su Modelo, quien fue también profeta por excelencia.

9. La promocional. Una desproporción en la promoción, aun de las cosas de la iglesia, en el uso de los incentivos y premios por actividades relacionadas con sus tareas, no sólo podría adquirir las características de “fuego extraño” en el culto del santuario, sino que debilita el sentido auténtico de adoración y resulta en una demostración de debilidad de la misma iglesia. Podría equivaler a reconocer que aquello que no se logra por la operación del Espíritu Santo, hay que conseguirlo por los caminos de la maquinaria y la promoción que, aunque aparezca como dirigida por el Espíritu, no siempre parece tenerlo a él como agente motor. Un líder evangélico afirmó que “si el Espíritu se retirara del mundo hoy, el 90% de lo que se llama obra de la iglesia seguiría igual que antes, y nadie notaría la diferencia”.[2]Y R. C. Halverson afirmó que “daría lo mismo si se exhortara a una mujer estéril a que tuviera hijos que animar a una iglesia estéril a evangelizar, o responder al llamado de las misiones”. [3]

La imagen del auténtico promotor pastoral siempre está respaldada por una vida espiritual sólida, que se refleja en una congregación fervorosa y dedicada, dispuesta a la acción. No promueve, pues, la esterilidad, para luego exhortarla sin resultados, porque lo hace rectamente.

10. Otras más. Se podrían añadir otras tantas imágenes a esta enumeración. Está la de relaciones públicas, la del “hombre orquesta” que está en todo, que todo lo hace y que hace de todo. Por lo tanto, no se excluyen otras tantas que no ocurrieron a la mente de quien esto escribe. Bien valdría la pena, al término de esta enumeración, que los pastores nos sentáramos a meditar, bajo el incentivo de algunas preguntas como éstas:

¿Doy una imagen total o imágenes aisladas de mi pastorado?

¿No estaré dándoles preferencia a algunas imágenes aisladas, y hasta exagerándolas? Las que son prioritarias en mi pastorado, ¿merecen, de veras, ese lugar? Porque podría suceder que la totalidad de imágenes que configuran un pastorado ideal y eficaz no estuvieran bien integradas como para poder presentar la imagen de un ministerio que, finalmente, resulte aprobado por el Señor.

Sobre el autor: Secretario asistente de la División Sudamericana.


Referencias

[1] Tom Skinner, Words or Revolution, pág. 155.

[2] Samuel Shoemaker, With the Holy Spirit and with Fire, pág. 88.

[3] Richard C. Halverson, “Methods of Personal Evangelism”, Christianity Today, 28 de octubre de 1966, pág. 25.