¿Qué es la iglesia emergente, cómo surgió y por qué nos debe preocupar?
El día 8 de julio de 2005, un documental exhibido por la red de televisión estadounidense Public Broadcasting Service (PBS) definió “iglesia emergente” como “un movimiento creciente que está repensando lo que el cristianismo y la iglesia deben representar en una cultura contemporánea”.[1] Bob Abernethy, conductor del programa, comentó que el movimiento propone un modelo de adoración y de iglesia para las nuevas generaciones, que experimentan la mutación cultural que ocurre actualmente.
¿Qué es la iglesia emergente? ¿Qué involucra ese concepto? ¿Por qué debemos preocuparnos?
¿Qué es?
Podemos describir a la iglesia emergente como un movimiento dentro de las iglesias evangélicas, empeñado en adaptar estilos y prácticas de adoración con el objetivo de atraer a la juventud secular y posmoderna, a miembros en general y a personas no cristianas, por medio de una nueva propuesta de culto.
Cuando los evangélicos emergentes adoran, generalmente utilizan varios estilos musicales. Desde el rock pesado hasta los himnos tradicionales, desde los cánticos spirituals hasta las canciones litúrgicas tradicionales del cristianismo y el judaísmo. La liturgia puede estimular, al adorar, a moverse durante el culto y a implicarse en varios rituales. Generalmente, estos incluyen prácticas místicas, oración contemplativa y pedidos escritos de oración. Talleres de pintura y otras formas del arte también pueden ser ofrecidos con la finalidad de ayudar al fiel a expresarse en su adoración. En ese paradigma litúrgico sacramental, los fieles ven a Cristo en todas sus actividades.[2]
El punto central de la adoración de la iglesia emergente no es la predicación de la Biblia, sino su ritual (eucaristía). Para algunos líderes del movimiento, los “sermones” son opcionales;[3] otros los presentan de manera simple y resumida o usan proyecciones y representaciones artísticas. En algunos casos, varios presentadores sustituyen al predicador, y prefieren contar historias antes que predicar como “transferencia autoritativa de informaciones bíblicas”.[4]
De esa manera, podemos decir que esa nueva adoración y espiritualidad “emerge” de la antigua liturgia católica romana, de la espiritualidad oriental, del culto carismático contemporáneo y de la cultura posmoderna.[5]
¿Qué está involucrado?
Los movimientos complejos tienen muchas causas interrelacionadas, y la iglesia emergente no es la excepción. Una serie de cuestiones de gran alcance impulsó su rápida ascensión y aceptación en los círculos evangélicos. Entre ellas, encontramos el sentimiento de insatisfacción interna con relación a la actual condición de la teología evangélica, con sus persistentes divisiones doctrinales[6] y el alarmante porcentaje de jóvenes evangélicos que abandonan las iglesias.[7] Esos factores se combinan con la convicción de haber encontrado la llave para superar tales desafíos, usando para eso los recursos disponibles en el “supermercado” de las tradiciones antiguas y de la cultura posmoderna.
La iglesia emergente, por lo tanto, comprende más que simplemente cambios en el estilo de adoración.[8] El teólogo evangélico Justin Taylor describe a los dirigentes del movimiento como “evangélicos autoproclamados que buscan revisar la teología, renovar la esencia de la adoración y transformar la comunidad adoradora evangélica, que está consciente del contexto global posmoderno en el que vivimos”.[9] Eso indica que la iglesia emergente no tiene que ver apenas con innovaciones en el culto; en lugar de eso, propone una gran revisión de la creencia evangélica, de su teología y de su identidad eclesiológica. El objetivo es renovar el centro del movimiento evangélico.
La iglesia emergente busca intencionalmente adaptar el cristianismo al pensamiento posmoderno. De acuerdo con Stanley Grenz, fallecido líder teológico del movimiento, la incorporación de ideas modernistas deficientes[10] llevó a los evangélicos al fundamentalismo y a las divisiones liberales y conservadoras que surgieron entre las confesiones protestantes a mediados del siglo XX.[11] Grenz defendía que la solución para los problemas teológicos evangélicos era adoptar ideas posmodernas. En la práctica, eso implicaba renunciar a todos los absolutos (filosóficos y bíblicos), y abrazar la tradición cristiana y la cultura posmoderna como la nueva base sobre la cual la iglesia debería afirmarse. De esa manera, el nuevo movimiento se ve emergiendo de la tradición cristiana como una “reforma posmoderna” de la iglesia.[12]
A medida que los cristianos emergentes interpretan las Sagradas Escrituras a partir de la perspectiva hermenéutica de la tradición de la iglesia,[13] inevitablemente abrazan el pluralismo teológico, el relativismo y el ecumenismo católico-romano.[14] Por esa razón, el movimiento no “posee un sistema hermético o una declaración de fe”.[15] Su proyecto teológico promueve la unidad general de los cristianos abrazando una “ortodoxia generosa”,[16] que incluye la mayoría de las enseñanzas y las prácticas tradicionales que “emergieron” a lo largo de la historia cristiana.
Stanley Grenz defendía de forma convincente que el movimiento evangélico y la Reforma protestante son de naturaleza ecuménica.[17] Volviendo a sus raíces, los evangélicos emergentes quieren transformarse en el principal movimiento del evangelicalismo americano.[18]
¿Por qué hay que darle importancia?
Durante los últimos cincuenta años, el uso de materiales “evangélicos” aumentó significativamente en el medio adventista. En lugar de reflexionar sobre la exactitud y la creatividad de las Sagradas Escrituras, muchos se han contentado con seguir las tendencias. Ese préstamo acrítico ocurre no solamente en la teología, sino también en el ministerio, en la espiritualidad, en el culto y en la misión. Un creciente número de pastores ha recomendado literatura emergente a sus iglesias para la vida devocional, para los ministerios, la misión y la adoración. Si no se hace algo, ese proceso puede redefinir el adventismo a la imagen de la iglesia emergente.
Es necesario notar que surgen, en el movimiento, prácticas pastorales disidentes de las Sagradas Escrituras, basadas en el pentecostalismo y en la espiritualidad mística católica.[19] Al principio, es difícil comprender que los evangélicos emergentes abracen la espiritualidad mística y restablezcan las formas litúrgicas del catolicismo romano. Sin duda alguna, encuentran al misticismo católico compatible con el evangelio.
Sin embargo, para entender el porqué, necesitamos recordar que ya ha ocurrido una mudanza paradigmática en el culto y en la espiritualidad del evangelicalismo. El paradigma del estilo de adoración carismático sustituyó en gran parte al paradigma bíblico de adoración instituido por la Reforma, que estaba centrado en la Palabra de Dios.
Además de esto, también necesitamos recordar que como los estilos de adoración carismático y católico están basados en las mismas premisas filosóficas y teológicas, sus rituales son vistos como mediadores de la presencia de Dios para el adorador. No nos puede admirar, entonces, que los emergentes no presenten ninguna objeción para seguir ese modelo no solo en las prácticas espirituales particulares, sino también en el llamado de sus cultos a un público posmoderno que dice experimentar a Dios directamente, y no por medio de las Sagradas Escrituras. La iglesia emergente está volviendo a Roma. Si continuamos jugando a “siga al maestro”, las nuevas generaciones volverán a Roma también.
Sin embargo, a pesar de todo lo dicho hasta aquí, hay una fuerte oposición al movimiento entre miembros y dirigentes evangélicos. Comprendiendo que la iglesia emergente está radicalmente redefiniendo el evangelicalismo, algunos de ellos se han involucrado, pero con reparos.[20] No debería sorprendernos que el debate sea sobre la función de las Sagradas Escrituras en la teología, en el ministerio y en la adoración. Esos líderes cuestionan el rechazo a las Sagradas Escrituras como la única fuente de la teología y del ministerio.[21] La fidelidad a la Biblia y a su interpretación es la línea que los divide. El evangelio y la identidad del movimiento están en juego; el destino de la iglesia remanente, también.
Como remanente de Dios, nuestra misión, identidad y naturaleza están en entendimiento constante, y en la aplicación inteligente de todas las enseñanzas bíblicas. Nuestra vida, nuestro ministerio, nuestro culto y nuestra misión deben resultar de un profundo estudio y compromiso con la Biblia. Eso significa que nuestro modo de pensar, en todo el mundo, debe fundamentarse exclusivamente sobre las Sagradas Escrituras, y no en diversas culturas y tradiciones.
Si tú estás entre aquellos que usan recursos de las iglesias emergentes, debes saber que hay cosas buenas y malas en esos círculos. Sin embargo, sobre la base de las evidencias presentadas, te sugiero que no “transfieras” automáticamente las ideas, los conceptos y las acciones a nuestras iglesias y ministerios, sino que primeramente evalúes todo críticamente a la luz del pensamiento bíblico, a fin de retener lo que es bueno, y remodelarlo para que se adecue a la visión teológica adventista presente en sus principios y doctrinas bíblicas. Eso requiere de los ministerios y de los miembros una amplia comprensión de la historia del amor de Dios en el Gran Conflicto, de acuerdo con lo que está revelado en su Palabra.
El desafío
La cultura está cambiando rápidamente. El evangelicalismo está cambiando. El ecumenismo está intensificándose. La historia está cumpliendo la profecía, y las apuestas son altas para el remanente final de Dios. ¿Permanecerán los adventistas del séptimo día fieles a las Sagradas Escrituras, o se acomodarán a la tradición y la cultura?
Para cumplir nuestra misión, debemos dejar de “seguir al maestro” de la reforma posmoderna del evangelicalismo, y debemos transformarnos en líderes de una reforma bíblica,[22] siguiendo solamente las Sagradas Escrituras y generando un movimiento aprobado por el Cielo.
En la fidelidad personal y teológica a las Sagradas Escrituras, debemos ser creativos para encontrar maneras de alcanzar a todas las culturas con la historia de la salvación. Al final de cuentas, Dios llamó a su iglesia remanente para que desempeñe el papel principal en el capítulo final de la gran controversia entre el bien y el mal.
Sobre el autor: profesor emérito de Teología y Filosofía del Seminario Teológico de la Universidad Andrews.
Referencias
[1] Bob Abernethy, “The Emerging Church, parte 1”, <www.pbs.org>.
[2] Dan Kimball, Emerging Worship (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2004), p. 95.
[3] Ibíd., p. 87.
[4] Ibíd
[5] D. A. Carson, Becoming Conversant With the Emerging Church (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2005), p. 12.
[6] Ibíd., p. 14.
[7] Philip Clayton, Transforming Christian Theology (Mineápolis, MN: Fortress, 2010), p. 46.
[8] Scot McKnight, “Five Streams of the Emerging Church”, Christianity Today, febrero de 2007.
[9] Justin Taylor, “An Introduction to Postconservative Evangelicalism and the Rest of This Book”, en Reclaiming the Center, ed. Millard J. Erickson (Wheaton, IL: Crossway Books, 2004), p. 18.
[10] Carson, ibíd., pp. 25, 26.
[11] Stanley J. Grenz, Renewing the Center (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2000), pp. 86, 326-331.
[12] Leonard Sweet, Soul Tsunami (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1999), p. 17.
[13] Grenz, ibíd., pp. 214, 215, 315.
[14] Ibíd., pp. 346-351.
[15] McKnight, ibíd.
[16] Brian D. McLaren, A Generous Orthodoxy (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2004).
[17] Grenz, ibíd, p. 325.
[18] Ibíd., pp. 350, 351.
[19] McLaren, ibíd., p. 175.
[20] Roger Oakland, Faith Undone (Silverton, OR: Lighthouse Trails Publishing, 2007).
[21] Chad Owen Brand, “Defining Evangelicalism”, en Reclaiming the Center, pp. 295-304.
[22] Ángel Manuel Rodríguez, “The Adventist Church and the Christian World”, Perspective Digest (2008), p. 17.