“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” (Heb. 1:2, 3). Es animador servir a un Dios que puede hablar de muchas maneras. Al comunicarse de este modo Dios se sirve de los elementos de la naturaleza, de los lirios del campo, así como del cielo, los niños, los jóvenes, las mujeres, los hombres, y, si fuere necesario, también de las piedras.
Durante cuatro mil años, los profetas y las profetisas fueron los portavoces de Dios. Y en estos postreros días, Dios estableció su comunicación más perfecta en la persona de su Hijo, él Señor Jesucristo. El Cristo revestido de naturaleza humana, el Cristo carpintero, el Cristo Salvador, habló durante tres años y medio como nadie lo había hecho.
Así, siguiendo el principio divino de hablar muchas veces y de muchas maneras, Dios, en estos últimos días, concretó su mayor comunicación. Esta obra divulgadora la realiza un Cristo glorioso, sin sandalias pero con sus pies resplandecientes, sin corona de espinas pero con un rostro más brillante que el sol. Este Cristo glorioso se revela mediante el Apocalipsis.
La identificación con el Apocalipsis. Durante toda nuestra historia, a los adventistas se nos reconoció como el pueblo de la Biblia, el pueblo que conoce más y mejor el libro de Dios. Como adventistas también nos identificamos con el último libro de la Biblia. Podemos afirmar que estamos profunda e íntimamente identificados con el Apocalipsis. Los adventistas nos encontramos reflejados en él. Allí encontramos nuestra historia, nuestras doctrinas, nuestra experiencia presente y nuestro futuro glorioso.
Estamos identificados con el Apocalipsis en el sentido escatológico y en la urgencia. Nuestra predicación desde el principio fue escatológica. Fuimos considerados como derrotistas. Hoy continuamos siendo más escatológicos que nunca, continuamos con el creciente sentido de urgencia, sentido que se repite en frases como las siguientes:
“Las cosas que acontecerán en breve”.
“El tiempo está cerca”.
“Vengo sin demora”.
“Vengo pronto”.
“Ciertamente, vengo en breve”.
El apóstol Juan se sintió tan impregnado con el sentido adventista de la urgencia cuando escribió el Apocalipsis, que terminó su libro con una corta oración, por otra parte bien adventista: “Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús” (Apoc. 22: 20).
Nuestra segunda identificación con la revelación de Jesucristo está en el versículo 21 del capítulo 22, el último de la Biblia. Allí aparece la urgencia de nuestra predicación: La segunda venida del Señor. Este tema se repite en Apocalipsis 6: 16 y 14: 14.
La tercera identificación doctrinal con el Apocalipsis está referida al descanso semanal. En Apocalipsis 1:10 aparece el día del Señor, el sábado. También encontramos el Decálogo, y el arca del testimonio; vemos a través del don de profecía el cuarto mandamiento con luz brillante. Debido a nuestra identificación con el Decálogo y con el descanso sabático somos objeto de la ira del dragón (Apoc. 12:17).
En el capítulo 10 encontramos nuestra historia, nuestras raíces, nuestro glorioso pasado. Ahí está Filadelfia, la historia dulce y amarga. Allí nacimos. Nuestras raíces son confiables. “De todos los movimientos religiosos desde los días de los apóstoles, ninguno fue más libre de imperfecciones humanas y de los engaños de Satanás que el del otoño de 1844” (Conflicto de los siglos, pág. 460, edición en portugués). Nuestra historia y nuestras doctrinas son apocalípticas. En el capítulo 13 encontramos las alianzas ecuménicas que culminarán con la intolerancia y el decreto de muerte contra los herejes adventistas. En el capítulo 14 se sintetiza nuestro mensaje: “Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas” (Apoc. 14:7).
En el capítulo 18 de Apocalipsis encontramos el llamamiento a las naciones para que acepten los tres mensajes angelicales. En Apocalipsis se describe la experiencia de la persecución. Pero, además, encontramos el glorioso futuro que nos aguarda.
Partiendo de uno de más versículos del Apocalipsis podemos contarle al mundo, y especialmente a los habitantes de América del Sur, nuestra historia, nuestra doctrina y nuestra experiencia presente y el futuro que nos aguarda. Con este propósito la iglesia creó el Seminario Revelaciones del Apocalipsis. Son 24 fascículos con preguntas y respuestas. Ojalá que podamos hacer de este seminario un instrumento para la salvación de muchas almas. Apocalipsis 22:17 nos insta a utilizar el mensaje de este libro para llamar a los pecadores al arrepentimiento: “El Espíritu y la esposa dicen ven, quién oiga diga ven”. Hoy, en América del Sur, son miles las personas que habiendo escuchado la vos del Espíritu están diciendo a otras miles de personas: Ven.
Sobre el autor: José Bessa es secretario ministerial asociado de la División Sudamericana.