¿Se halla Ud. preocupado por los que en su iglesia tienen necesidad de santificar sus pensamientos, purificar su corazón y transformar su carácter? Un servicio de comunión que resulte bello y pleno de significado puede realizar un milagro en la vida de muchos de los tales.

Los servicios que Ud. realiza, ¿han caído en un ritualismo superficial? ¿Han llegado a ser la hermosura y santidad de esa hora cosas comunes por el deslustre que la ha caracterizado? Elena G. de White dice: “Demasiado a menudo los ritos que señalan la humillación y los padecimientos de nuestro Señor son considerados como una forma” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 615). Esto no debe ser así. “Para los que reciben el espíritu de este servicio, no puede nunca llegar a ser una mera ceremonia” (Id., pág. 606).

¿Cómo podemos hacer que la celebración de los ritos sea más bella y esté llena de sentido? ¿Cómo podemos evitar que caiga en meras formas? El espíritu de profecía responde: “Cristo instituyó este rito para que hablase a nuestros sentidos del amor de Dios… Nuestros sentidos necesitan ser vivificados” (Id., pág. 615). La manera en que el ministro reedite el drama de aquellas postreras veinticuatro horas decide en gran medida si las sagradas emociones se han de despertar o no. Esas veinticuatro horas tan llenas de acción, amor, belleza y significado son ricas en recursos para vivificar los sentidos. El relato, los personajes y los símbolos pueden resultar familiares, pero el valioso legado de Jesús durante esas horas no puede nunca ser empañado con la insípida monotonía si el ministro se toma tiempo para transmitirlo debidamente a los pobres de Laodicea. Esos tesoros pueden conmover el alma y hacer renacer en nosotros el espíritu de ágape de nuestros padres.

Gozo al prepararlo

A fin de que la presentación de este servicio sea bella y santa Ud. debe gozarse preparándolo. Tómese tiempo para leer todos los detalles de esas preciosas horas en la Biblia y en los libros del espíritu de profecía. [También puede consultar otras obras.]

En sus momentos de devoción privados deje que su corazón sea domado, como lo fue el de Pedro; permita que el espíritu de servicio abnegado de Jesús lo posea; deje que el amor y la belleza del Señor lo penetren. Su rostro brillará cuando salga de la presencia del Señor para dirigirle la palabra a su pueblo. Sus planes hechos con oración llenarán a los miembros de salud y vitalidad, y eso mismo fortalecerá el espíritu misionero tan necesario en este tiempo.

El aviso de que se realizará la santa comunión ha de comunicarse una semana antes de la fecha prevista. Debe ser más que un mero anuncio hecho desde el frente o mediante el boletín. Debe constituirse en el tema del sermón del día. Pida que la congregación lo acompañe en la lectura de Salmo 139:23, 24: “Examíname, oh Dios…” Un examen apresurado el día del servicio no es suficiente. Se necesitan varios días para que todo quede en orden entre los hermanos. Tal vez sea necesario escribir unas cartas. Sin darles carácter personal señálense allí faltas específicas y comunes que es preciso que se corrijan a fin de que nuestro pueblo no coma ni beba condenación. Esta es una responsabilidad del ministro.

Finalice el sermón exhortatorio con un ruego solemne y definido como el siguiente: Nuestros intereses eternos exigen que miremos a la cruz. El servicio de comunión es el dedo índice de Jesús. Si descuidáis este servicio, lo hacéis con peligro de vuestra alma. “Cada discípulo está llamado a participar públicamente” (Id., pág. 613). A los que voluntariamente os ausentáis de este servicio, Jesús os dice: “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo”. Estáis rechazando la purificación suprema, despreciando al Señor. Jesús os dice nuevamente que “si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis”.

Planificando con oración

Unos días antes de que se lleve a cabo el servicio cite para una reunión de oración y planeamiento especial a todas las personas que tienen que preparar algo o participar de la celebración, incluyendo a los encargados de la música. Comparta con ellos la preocupación de que el servicio debe resultar una verdadera fiesta espiritual. Ínstelos a que se constituyan en ejemplos de examen personal y de abandono de prácticas cuestionables. Sugiérales que la ropa que usen ese día esté a tono con la celebración. Recálqueles que como portadores de los vasos del Señor deben estar limpios. Luego oren juntos para que puedan ser reavivados con la presencia divina. Planee con ellos todo detalle y entrégueles a cada uno una hoja escrita con el orden del servicio.

Cuarenta y ocho personas

Cuando el rito de la humildad deba realizarse en un lugar pequeño, el arreglo siguiente resulta muy práctico. Coloque dos hileras de sillas, unas frente a otras y con una separación de cerca de dos metros. Estas hileras también pueden hacerse dobles, de modo que las sillas se toquen por los respaldos. En ambos extremos de las filas ubique un recipiente con agua limpia y otro para el agua usada. Entonces el movimiento de una de las filas se desplazará en dirección contraria al de la otra. Dos filas con doce sillas por lado acomodarán a cuarenta y ocho personas.

Participación del auditorio

Jesús no dejó un ejemplo de predicación de un sermón, como solemos entenderlo, cuando realizó el primer servicio de comunión. La orden fue que hubiera participación del auditorio. Era una reunión donde los discípulos se expresaban espontáneamente tanto individual como colectivamente. Jesús efectuó una verdadera comunión de hermanos con hermanos.

Mediante una planificación cuidadosa algo de esto puede llevarse a cabo en la actualidad aun en iglesias grandes. Momentos dedicados a valioso testimonio personal pueden ser dirigidos dividiendo al auditorio en sectores, con un director para cada uno de los mismos. Como variante, tenga los momentos de testimonio durante la celebración del rito de humildad, una vez que éste ha comenzado. Esta parte del servicio es una vieja costumbre adventista que podemos revivir con provecho, pero que no es obligatorio que se la practique en cada ocasión. Alterne con otros tipos de participación de los presentes.

Todo servicio de comunión debiera contar con unos momentos para la reflexión serena en que el alma comulgue con el Señor. En estos momentos pueden introducirse variantes por medio de una ferviente exhortación pastoral, una cálida oración del pastor o una oración silenciosa. Dirija ocasionalmente los minutos de oración silenciosa sugiriendo pedidos específicos en intervalos apropiados, tales como: “Oremos para que podamos tomar el tiempo necesario a fin de poder realizar el culto familiar”.

Los momentos de reflexión tranquila a menudo son fomentados por música especial, pero no es el lugar para hacer despliegue de talentos. ¿Ha oído alguna vez cantar a una congregación para sí? ¡Es hermoso! Sin acompañamiento instrumental dirija a los fieles en el himno “En el monte Calvario”. Por sí solos comienzan a meditar. S i Ud. no se siente capaz de hacerlo, pídale a un director de canto que lo haga, pero es mejor si el ministro lo hace.

Al pie de la cruz

Pídale a la congregación que permanezca como si estuviera al pie de la cruz durante dos o tres minutos, mientras usted les recuerda las escenas del Calvario. Una visión real de la cruz transforma asombrosamente el carácter. De El Deseado de Todas las Gentes pueden extraerse vividas descripciones. Debemos mostrar la muerte del Señor hasta que venga… Las maneras de crear esta necesaria comunión del alma están limitadas sólo por la meditación con oración que Ud. haga. Pero no emplee muchas de esas variaciones en un mismo sábado. Demasiados cambios distraen.

Hay varios temas en torno de los cuales puede hacer girar el servicio. Tome el que sugiere 1 Corintios 11:25: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre”. Otras versiones traducen: “Este cáliz es el nuevo testamento en mi sangre”. Las palabras “pacto”, “testamento” y “sacramento” tienen toda la connotación de pacto o voto de lealtad. El pacto matrimonial representa la relación entre Cristo y su pueblo.

Cada servicio de comunión ha de confirmar nuevamente nuestros votos.

Este tema puede desarrollarse muy bien rodeándolo de parte de la atmósfera de una sencilla ceremonia matrimonial, pero ha de tenerse cuidado con el sensacionalismo… En Apocalipsis 19:1-9 lea la descripción del banquete de bodas, y también en Primeros Escritos página 19. La renovación de los votos puede hacerse leyendo en conjunto pasajes como Salmo 119:15, 16. En lugar del himno acostumbrado para la despedida, use alguno que aluda a la promesa que se ha hecho al Señor o al hecho de que pertenecemos a él.

El tema del peregrino

Este es un buen tema para ampliarlo. Hasta cuando los hijos de Israel estuvieron establecidos en Canaán comían la pascua de pie, para indicar su condición de peregrinos. Esa idea puede aplicarse con provecho en el rito de la Cena del Señor. Inmediatamente antes de que se sirva el pan, un vocalista canta “¿Cuánto dista Canaán?” Luego de recalcar nuestra condición de peregrinos pida que, con reverencia, la congregación se ponga de pie para comer el pan. Antes de servir el vino se escucha otro himno que hable de nostalgias del cielo, y los presentes, de pie, se sirven.

El tiempo pasado con Jesús en la preparación de este servicio llenará a los fieles con el misterioso amor de Jesús. Saldrán limpios y fortalecidos por la hermosa repetición de la antigua historia.

Sobre el autor: Pastor de distrito, Asociación de Kansas.