En el período que comprende desde los comienzos de nuestra obra hasta el año 1913, las divisiones, tal como las entendemos hoy, no existían, en el sistema de organización de la Asociación General. Las uniones y algunas misiones, aisladas funcionaban bajo la directa supervisión de ese organismo. Sin embargo, a medida que el Evangelio entraba en más campos extranjeros y se creaban nuevas uniones, asociaciones y misiones, la Asociación General encontró que cada vez le era más difícil administrar efectivamente este complejo sistema desde un punto central.

En vista, de la necesidad urgente de una administración más efectiva, la sesión de la Asociación General celebrada en Takoma Park, Wáshington, D. C., en 1913, creó el gran sistema de las “divisiones.” Las diferentes uniones y los campos aislados debían unirse en varias organizaciones de gobierno propio, pero como divisiones de la Asociación General.

La organización de las divisiones

No fué en 1913 la primera vez en que se pensó en los aspectos elementales de las divisiones. Ya en 1903 la Asociación General, en su sesión efectuada en Oakland, California, había creado dos cargos de vicepresidente: uno para Europa y el otro para los Estados Unidos, a fin de remediar parcialmente los crecientes problemas de administración. Ambos tenían la facultad de reunirse con los presidentes de las uniones de sus campos para constituir una junta supervisora. En 1909 nació la División Asiática, pero del mismo modo que las otras, carecía de base constitucional. La Asociación General estudió este problema en sus sesiones efectuadas en 1907 en Gland (Suiza) y en 1911 en Friedensau (Alemania), pero sin tomar ninguna resolución.

En 1912 los dirigentes de las uniones europeas presentaron una memoria ante el concilio otoñal de la Asociación General. En ella daban cuenta de las dificultades originadas de su sistema de organización. En una parte, la memoria declaraba: ‘‘Las necesidades actuales de Europa serán las necesidades de mañana de América del Sur. del Asia y de otros lugares del mundo. Es únicamente cuestión de tiempo hasta que el mundo tenga que ser incluido totalmente en este sistema de organización a base de divisiones.”

El concilio otoñal celebrado en 1912 aceptó la memoria y recomendó que se la presentara en la sesión de la Asociación General a celebrarse en 1913. En esta ocasión se acordó lo siguiente:

“1. Que, en respuesta a la memoria sometida por los hermanos europeos al concilio otoñal de 1912, se adopte el plan general de organizar importantes territorios y grupos de uniones en divisiones de la Asociación General; y que esta forma de organizar el campo en divisiones se practique cuandoquiera que las condiciones de la obra lo requieran.

“2. Que el número de representantes de las divisiones ante la Asociación General sea el que se estipula en la Constitución de la Asociación General.

“3. Que los fondos misioneros generales de la división se informen trimestralmente al tesorero de la Asociación General, y que se los incluya en los informes financieros de la Asociación General.

“4. Que en este congreso se tomen las medidas para organizar la División Europea, con una constitución en armonía con las disposiciones de la Constitución de la Asociación General.”

En esta misma sesión se organizaron las divisiones Norteamericana y Asiática. También se autorizó la organización de la División Sudamericana.

En el momento de escribir este artículo hay trece divisiones en el mundo. Las fechas de su organización son las siguientes:

Normas de la Asociación General para la administración de las divisiones

La administración de las divisiones se ha copiado en gran parte de la Asociación General. Los oficiales comprenden: un presidente, un secretario y un tesorero. El presidente también es vice presidente de la Asociación General. El y sus colaboradores inmediatos son los responsables de la administración de la obra en la división que presiden. Estos dirigentes, junto con los directores departamentales y secretarios generales y el director de la Asociación Ministerial son elegidos por el congreso de la Asociación General. Son miembros de las juntas de la división y de la Asociación General, como también lo son los presidentes de las uniones. Se pueden elegir a otras personas, incluyendo a los dirigentes de instituciones, como miembros de la junta de la división; pero tales miembros no forman parte de la Junta de la Asociación General.

La junta de cada división constituye la autoridad administrativa de la Asociación General para el territorio de esa división, según lo declara la Constitución y Estatutos: ‘‘Las resoluciones tomadas por las juntas de las divisiones, respecto de los asuntos administrativos de los campos de la división, se considerarán definitivas, siempre que estén en armonía con los planes y la política de la Asociación General, tal como están previstos en la Constitución y Estatutos, y en las resoluciones de su Junta Ejecutiva tomadas en los concilios otoñales regulares.” (Estatutos de la Asociación General. Art. XI, inc. 3.)

Es responsabilidad de las divisiones representar plenamente a la Asociación General y promover todos sus objetivos y finalidades. Deben presentar anualmente las necesidades de sus diferentes organizaciones de la Asociación General, para recibir de ella los fondos a distribuir en su territorio. Las divisiones tienen también la responsabilidad de pasar los llamados a los obreros que trabajan fuera de su territorio. Todo lo relacionado con esos llamados debe tratarse con la Asociación General a través de las juntas de las divisiones respectivas.

Las juntas de las divisiones, por estar más cerca de los problemas de sus campos de lo que las oficinas de la Asociación General podrían estarlo, constituyen un eslabón muy importante en la administración de nuestra obra mundial. Pueden mantenerse constantemente al tanto de las condiciones que imperan en sus campos. Están en una posición desde la que pueden observar las necesidades espirituales, financieras y administrativas. Pueden mantener el equilibrio entre sus campos respectivos, concediendo ayuda especial donde más se la necesite, y avanzando en todos los frentes tan imparcialmente como lo permitan las circunstancias.

Con un cuerpo de obreros experimentados, tanto departamentales como ejecutivos, las divisiones están en condiciones de proporcionar rápida ayuda a las sesiones de las uniones, a las juntas de los campos, a las convenciones y a las instituciones educacionales y médicas. A través de estos contactos se benefician la división y las juntas y comisiones locales: las juntas, mediante el consejo de hombres familiarizados con los problemas de otros campos, y la división, por una mayor comprensión de las tareas que se tienen entre manos, y de las necesidades corrientes, y a veces crecientes, de personal, finanzas, y respecto de otras fases de los programas de las uniones.

Como administran las divisiones a las uniones

La mayor parte de las divisiones comprende un buen número de uniones. Cada unión, a su vez, y algunas veces cada asociación o misión local, puede representar a una cantidad de países, nacionalidades e idiomas. Los representantes de esas diversas nacionalidades se reúnen en los congresos bienales de la división, en las convenciones departamentales, en las sesiones locales y de la unión, en las juntas de las instituciones, y en otras diversas juntas.

Distribuyen anualmente sus limitados fondos, y hacen planes abnegadamente para satisfacer las necesidades de todos. Sobre la división recae en gran parte la responsabilidad de unir a esas diferentes nacionalidades en un admirable compañerismo internacional, que con frecuencia es más estrecho y perdurable que los vínculos de muchas familias.

Las uniones deben obtener la aprobación de la división para organizar en su territorio cualquier nueva asociación o misión local, y para realizar cualquier ajuste en el territorio de las asociaciones o misiones existentes.

La junta de la división elige, generalmente durante sus congresos bienales, al presidente, al secretario-tesorero y al auditor de las uniones que no son autónomas. En el caso de los congresos de las uniones autónomas, el presidente de la división actúa como presidente de la junta especial que designa las comisiones permanentes, y normalmente también servirá como presidente de la comisión de nombramiento. Es su deber, además, actuar en todo tiempo como consejero de los dirigentes de las uniones y de quienes están a cargo de los departamentos o las instituciones de la división.

El secretario y el tesorero colaboran estrechamente con el presidente de la división. Es deber de los oficiales promover la obra de acuerdo con los planes adoptados por la junta de la división. El tesorero tiene la responsabilidad de llevar la contabilidad de la división, de modo que los informes financieros mensuales revelen el estado de los negocios de las organizaciones respectivas.

La división debe estar constantemente alerta para percibir los posibles peligros que derivan de las condiciones rápidamente cambiantes, y debe dar consejo inteligente y oportuno para enfrentar esos peligros. Debe conducir sabia y discretamente a sus uniones a la formulación y la aceptación de los planes de acción. Algunas veces los planes propuestos no son comprendidos por las uniones, porque no poseen una visión general de la obra y de sus necesidades. Pero los dirigentes de la división están en condiciones de hacerles comprender que las medidas propuestas redundarán en el beneficio de las mismas uniones, y a la larga beneficiarán a toda la obra.

La división debe, en todo momento, inspirar a los dirigentes y los obreros de todos los campos a apoyar sinceramente todos los objetivos denominacionales, tanto en las normas de la vida cristiana como en un programa evangélico más agresivo.

La responsabilidad espiritual de la dirección de la división

Más importante que cualquier otro deber y comunicación es la responsabilidad espiritual que la dirección de cada división debe asumir, en bien de los millones de almas sin amonestar que viven en su territorio, y de los miles de miembros que esperan consejo, dirección y un ejemplo de piedad de quienes trabajan en una porción tan vasta de la viña del Señor. En el Israel de la antigüedad se declaró lo siguiente, respecto del dirigente espiritual divinamente señalado: “Y llevará Aarón los nombres de los hijos de Israel… sobre su corazón… para memoria delante de Jehová continuamente.” Aunque Aarón ministró en favor de una multitud tan grande, debía ejercer una devoción constante y afectuosa hacia los intereses espirituales individuales del pueblo a que servía.

Actualmente los que llevan responsabilidades en las organizaciones de la división también son servidores de mucha gente. Su servicio, de igual modo, debiera estar animado por un gran amor por los que sirven. Ningún ejercicio de responsabilidad oficial, no importa con cuánta eficiencia se lo preste, puede ocupar el lugar de esta comunicación vital en el trato con las almas de los hombres. Deben evitarse cuidadosamente los intereses personales, la estimación propia y el descuido de los derechos de los demás. La influencia del acto más trivial, a menudo pasado por alto en otras personas. puede ser fácilmente exagerada en los dirigentes de la división, causando un daño incalculable en la grey.

La decisión expresada tantas veces por los iniciadores de nuestra obra: “Gastar y ser gastados en el servicio del Maestro,” debe encontrar una realidad práctica en la dirección que damos hoy. Esta decisión tomada por un dirigente de la división se multiplicará mil veces en su trayecto por los diversos canales denominacionales: de la división a las uniones, de las uniones a las asociaciones, de las asociaciones a las iglesias, y de las iglesias a los corazones anhelosos de sus miles de miembros leales y responsables.

A fin de estimular a cada obrero de nuestras divisiones a que disfruten de esta experiencia, transcribimos una declaración de Federico Lee. aparecida en la Review and Herald del 22 de diciembre de 1955:

“No necesitamos orar tanto por una gran fortaleza física o por una capacidad escolástica o por ventajas materiales; más bien debemos orar de este modo: ‘Señor, haznos hombres cuyos espíritus no vacilen cuando la marcha se torne difícil, que prosigan esforzándose cuando parezca que no hay esperanza de éxito, que no sacrifiquen los principios por ganancias momentáneas, que no permitan que intereses secundarios los aparten de la senda del deber; hombres que inspiren a los desanimados, que renueven la confianza en los criticadores, y que por el poder de la vida santificada guíen a las almas a Cristo.’”

Las divisiones dirigidas por hombres como éstos, se pondrán a la altura de lo que Dios y los hombres esperan de ellos en el cumplimiento de la obra suprema que se nos ha encomendado: preparar a un pueblo para la gloriosa pronta venida de nuestro Señor.

Sobre el autor: Presidente de la División Noreuropea