Hijos de pastores. Crecen en una pecera, se mudan frecuentemente y ven demasiado claramente la debilidad humana, tanto la de los padres como la de la iglesia. Uno escucha una cantidad de críticas acerca de cómo ellos van creciendo -siendo de conocimiento público que los hijos de pastor son más demonios que ángeles.
“Si tu padre es ministro o pastor, tienes que dar la impresión de ser la esencia de la virtud… aprendí a sonreír y a mentir bellamente -la primera cosa en la agenda de un actor en formación- y casi me las ingenié para mantener el halo en forma”, le dijo recientemente a un cronista del Family Weekley el actor Laurence Olivier.
No obstante, se ha investigado poco cómo es realmente la vida en la casa parroquial para sus más jóvenes residentes. Una revisión de varias revistas religiosas dio como resultado que solamente tres o cuatro veces, en los últimos cinco años, se han ocupado del tema de los hijos de clérigos.
Para obtener alguna opinión o respuesta acerca de la vida de un hijo de pastor, envié un cuestionario a 65 de ellos, de nivel secundario y terciario, en la Unión Norteamericana Central de los Adventistas del Séptimo Día. Contestaron 25 jóvenes.
Aunque admitieron que crecer en una casa de pastor tiene sus complicaciones, el 80% de ellos contestó sí cuando se les preguntó: “Al final de todo, ¿te gusta ser hijo de pastor?”
“No querría ser ninguna otra cosa”, informó una chica de 18 años. “Preferiría ser un hijo de pastor que cualquier otra cosa en el mundo”, se entusiasmó un chico de 15 años.
Sin embargo, estos jóvenes sienten que sus vidas son un poco diferentes de las de sus pares. La mayoría de ellos dijeron que sentían una fuerte presión para conformarse a las expectativas de los miembros de iglesia, y el 56% observó que están más involucrados en las actividades de la iglesia que sus amigos.
El 88% informó que los adultos los tratan de manera diferente por causa de que sus padres son pastores. El 84% señaló que la gente les presta más atención a ellos. Sin embargo, solamente el 28% dijo que la profesión de sus padres influye en el modo como los tratan sus amigos.
Aunque el 56% contestó que las reglas de su casa son diferentes de las de sus amigos, un abrumador 92% sintió que esas reglas eran justas. Sin una sola excepción, los jóvenes dijeron que sus padres los tratan correctamente.
Sólo el 20% sintió que muchos problemas personales se relacionan con el hecho de ser hijo de pastor. El 88%.’espera que cuando sean adultos su sistema de creencias y actitudes morales será muy semejante a las de sus padres.
El cuestionario pedía algunas respuestas abiertas acerca de las ventajas y desventajas de ser hijo de pastor. Las respuestas mostraron conceptos bien meditados.
Entre las ventajas de crecer en una casa pastoral, los jóvenes mencionaron una apertura mayor a la comunidad, a lugares y a ideas, que la que tienen la mayoría de sus amigos; una vida familiar más espiritual; una mayor comprensión de la dinámica de la iglesia y una mayor compenetración en ella.
“He tenido la oportunidad de formar un círculo más amplio de amigos que el de los chicos que han vivido en una localidad durante toda su vida -dijo un joven de 21 años-. Pienso que eso me ha dado una mente más amplia”.
Un muchacho de 19 años comentó: “Siempre sentí que Jesús estaba en nuestro hogar y que era capaz de ayudarnos en los problemas de la familia. Yo sabía que podía ser honesto con mis padres, porque ellos tratarían de comprender”.
“No me preocupo permanentemente por el divorcio, como tantos de mis amigos -declaró una chica de 17 años-. He tenido la felicidad y la seguridad de una familia sólida, cariñosa. Puesto que mi papá es pastor y mi mamá es esposa de pastor, siento que están dedicados a proporcionarme un hogar cristiano. Son ejemplos de la relación con Cristo. Aprecio esto”.
Varios dijeron que les gustaba ser parte de la “verdadera acción” de la iglesia, y conocer a algunos de sus dirigentes como amigos y no apenas como nombres, y ser miembros de la familia de obreros eclesiásticos.
Casi la mitad mencionó como una desventaja las frecuentes mudanzas, aunque unos pocos señalaron los beneficios. En tanto el grado de trauma puede variar, muchos de los jóvenes experimentan la mudanza como una pérdida.
“Justamente cuando uno conoce a la gente, se muda -dijo una joven de 21 años-. Es realmente difícil hacer amistades íntimas”.
“A lo largo de los años, alejarme de mis amigos es lo que más he odiado. Es tan duro dejar un lugar, justo cuando uno finalmente comienza a sentirse en su hogar allí”, comentó otra.
A los hijos de los pastores les disgusta mucho ser esteriotipados. “La gente parece asumir que uno es el extremo, ya sea un santo o un demonio -proclamó una joven de 22 años-. Además, supone todo el mundo, que si uno es un buen chico va a seguir en los pasos del padre”.
“No me gusta que la gente piense que voy a ser o no voy a hacer algo simplemente porque soy el hijo de un predicador”, dijo otro de 18 años.
Sorprendentemente, sólo uno de los jóvenes mencionó como un problema el tiempo que el padre pasaba fuera del hogar.
Mientras diez de los jóvenes dijeron que su posición como hijos de un pastor les había hecho más fácil llegar a ser un cristiano, trece sintieron que había sido una desventaja. “Es mucho más fácil ver la hipocresía en su propia familia, tanto como en la iglesia”, replicó uno.
“He dejado que la gente vea lo que esperaba. Es fácil caer en un papel, y que no signifique realmente nada”, agregó otro.
“Me encontré en el secundario tratando de demostrar que era como todos los demás. Empecé a decir palabrotas, simplemente para que no se pensara que yo era un santurrón. Cuando uno vive su vida tratando de correr con todos los demás (o estar adelante de los demás), se hace difícil volver a Dios”, expresó un muchacho de 20 años.
Una señorita dijo que sentía que había sido demasiado protegida. Ahora en el colegio y al tener que valerse por sí misma, no se siente preparada ante las decisiones que enfrenta. Además, se siente dejada de lado en muchas conversaciones, porque su formación referente a la música y las películas es muy diferente a la de sus amigos.
Cuando a los consultados se les preguntó qué consejo podrían dar a los hijos de pastor que están en torno a los trece años, la misma respuesta se repitió una y otra vez: “Simplemente sé tú mismo”. Tal vez la actitud de la mayoría la resume el estudiante secundario que dijo: “Sé normal. No seas demasiado santurrón, y no seas demasiado salvaje y terrible. Tus padres son valiosos para tí, aun cuando ahora tú no lo piensas así. No los defraudes. No ostentes el hecho de que tu padre es importante porque es un predicador. A nadie le importa. Perderás amigos en vez de ganarlos. Disfruta tus años juveniles como hijo de pastor. Al mismo tiempo es una responsabilidad y un privilegio. No cualquiera es hijo de pastor”.
Otro alumno dio este consejo: “Trata de entender cuán confuso es, aún para los adultos, combinar la religión, como un modo de vida, y un empleo. Trata de ser paciente con los miembros de iglesia que deciden olvidar que los miembros de la familia del pastor tienen identidades fuera de su ministerio. Por encima de todo, no traiciones la confianza que la iglesia pone en tu padre”.
En general, parece que estos jóvenes sienten que están dirigiendo sus vidas bastante bien. Mientras algunos encuentran aflictivas ciertas áreas problemáticas, la mayoría están satisfechos con la vida pastoral.
El Dr. Raymond Brock, presidente del Departamento de Ciencias de la Conducta del Evangel College, en Springfield, Misouri, Estados Unidos, dice que solamente del 10 al 15% de los hijos de predicadores tienen dificultad con su papel.
“Se está haciendo más fácil ser un hijo de pastor a medida que la sociedad y las iglesias están modificando sus expectativas -dice-. En general, los miembros de iglesia son mucho menos exigentes con las familias pastorales de lo que acostumbraban a ser”.
Brock ofrece varias sugerencias que pueden hacer más fácil la vida de los hijos de pastor, agregando que las iglesias también necesitan instrucción respecto de su papel.
El sugiere que el pastor amplíe el núcleo de las familias de los líderes de la iglesia, para incluir las de los ancianos, los diáconos y otros, como la suya propia. Estos grupos familiares podrían considerar juntos las normas apropiadas para las familias cristianas; estas normas no son diferentes para la familia de un predicador que para otros.
Cuando los miembros de iglesia critican, Brock dice que los niños necesitan saber cómo ser respetuosos y también saber que ellos no tienen que defender su conducta ante los miembros de la iglesia.
La familia del pastor no está obligada a vivir sólo para la iglesia, dice Brock. Un pastor debería tener pasatiempos y amistades fuera del círculo de la iglesia local. Algunos hijos de pastor van de una escuela primaria cristiana a un colegio secundario cristiano y, luego, a una universidad cristiana, y nunca se involucran verdaderamente en la sociedad distinta que los rodea. La familia del pastor no debería estar aislada de la comunidad que está fuera de la iglesia.
La comunicación es crucial, afirma Brock. Los pastores deben escuchar a sus hijos y responder a sus necesidades. Deben aceptar que sus hijos son individuos por derecho propio, y no productos del pensamiento de la iglesia. Los hijos necesitan aprender que los valores espirituales son personales. Las familias necesitan hablar acerca de las creencias y las normas, y no simplemente imponerlas como parte de la tradición de la iglesia.
El Dr. Robert M. Stevenson, director de atención y asesoramiento pastoral de la Iglesia Metodista Unida, en un artículo en el periódico Pastoral Psychology, dijo que el aislamiento y las mudanzas pastorales son los mayores problemas de los hijos de pastor.
Stevenson sugiere que una mayor atención debería darse a las necesidades de los jóvenes en el proceso de la mudanza o traslado. “Los hijos, así como los padres, necesitan una mayor oportunidad y tiempo para manejar el duelo de mudarse y comenzar nuevamente -dijo-. Las despedidas de la congregación, por ejemplo, necesitan incluir a la familia entera en formas más que simbólicas”.
También sugiere que las organizaciones de la iglesia necesitan proporcionar mayores oportunidades para los hijos de pastor, particularmente adolescentes, para que establezcan contactos unos con otros y con la gente que comprende su situación. Sugiere retiros especiales para los hijos de pastores, donde puedan obtener una ayuda orientada a sus necesidades y tener una oportunidad de compartir con otros que viven en circunstancias semejantes.
Tal vez lo más importante que un pastor pueda hacer por sus hijos es expresarles su amor. Dios llamó a los pastores no solamente para predicar, orar y organizar, sino también para amar. El amor hará surgir dones y potencialidades personales. El amor libertará a los chicos de expectativas que encadenan. Si los pastores sacrifican a sus hijos por su ministerio público, ambos se perderán.
Sobre la autora: es la directora de Current Christian Abstracta. Artículos suyos han aparecido previamente en El Ministerio. Ella escribe desde Columbia, Misuri, Estados Unidos.