Cómo usar comentarios bíblicos y Biblias de estudio
En los últimos años ha aumentado la producción de comentarios bíblicos por parte de las editoriales cristianas. Comparado con épocas pasadas, en las que los comentarios de F. F. Bruce y Williams Barclay reinaban, actualmente el número de este tipo de libros es, sin duda, superior. Algo muy parecido se podría decir con relación a las Biblias de estudio, que son regularmente publicadas, teniendo en vista varios públicos específicos. Este artículo discute los beneficios, las limitaciones y los problemas con relación a estos dos tipos de literatura cuando se estudia la Biblia.
Beneficios
Nadie discute sobre los beneficios que un comentario brinda al ministerio de un pastor o a cualquier líder de iglesia. Yo los compro y los valoro. ¡Cuántas veces hemos tenido la necesidad de preparar un sermón a la noche, en la víspera del sábado, pues no tuvimos tiempo suficiente durante la semana para estudiar un pasaje bíblico en profundidad! En este caso, no hay dudas de que recurrir a un libro que comente los versículos o la perícopa que pretendemos exponer es una muy buena solución. Existen comentarios homiléticos que nos dan una “mano” al aplicar el sentido del texto o al relatar una ilustración en circunstancias en las que nuestra imaginación y creatividad se oscurecieron por el cansancio.
En otros casos, los comentarios especializados nos ayudan a encontrar información técnica. Los pastores cuyo conocimiento de las clases de hebreo y griego quedó a merced del olvido, pueden recordar, aprender o descubrir preciosas gemas que las palabras de las lenguas antiguas nos proporcionan. Por otro lado, aquellos que nunca hicieron un curso de arqueología o que no recuerdan el contenido de la historia del Antiguo Cercano Oriente, encontrarán muchos datos valiosos que lo auxiliarán para enriquecer su sermón o estudio.
Siguiendo este lineamiento, para aquellos que tienen cierto recelo de entrar a terrenos localizados más allá de las fronteras de la iglesia, el Comentario bíblico adventista ha sido útil al trazar la estructura y el contenido de sermones y conferencias. Lo mejor, sin duda, es que contiene datos del Espíritu de Profecía que, de forma rápida y segura, nos protegen de las herejías o de falsas interpretaciones. Podríamos decir lo mismo del Comentario bíblico Andrews que, a partir de un contexto más actual, nos proporciona conceptos compactos y refinados.
Algo semejante ocurre al estudiar o leer un pasaje usando una Biblia de estudio. Las referencias cruzadas, las explicaciones y las introducciones que poseen actúan como una especie de “comida rápida teológica”. Todo está condensado en pocas líneas, y los versículos sugeridos al costado o como nota al pie nos ayudan a enlazar sistemáticamente nuestros estudios y predicaciones. En mi opinión, la Biblia de estudio es como un comentario bíblico con esteroides, ya que, en vez de ser una colección de libros, presenta un volumen más compacto. Esto la convierte en una herramienta de mucha utilidad y practicidad. Por ejemplo, cuando alguien nos hace una pregunta compleja, podemos leer el pasaje y también buscar una explicación convincente en las notas al pie. Además, las temáticas adventistas que tal vez hayamos olvidado, o que tristemente tratamos con negligencia, surgen con claridad en la Biblia Andrews, a la cual recurrimos como un chaleco salvavidas cuando deseamos establecer un camino doctrinal apropiado.
No sé si para ti, pero, para mí, los comentarios y las Biblias de estudio son muy provechosos. Creo que debemos invertir en ellos y leerlos. Sin embargo, hay un problema con la manera en la que usamos uno u otro, algo que no siempre se discute. Presentaré esto a continuación.
Limitaciones
La lectura crítica es algo que aprendemos en el seminario, y deberíamos perfeccionarla siempre en nuestro ministerio. Como pastores, con excepción de los textos inspirados, leemos críticamente todo aquello que llega a nuestras manos, y lo hacemos particularmente con los libros que no fueron producidos por nuestras editoriales. Una de las limitaciones de los comentarios bíblicos, así como de otros escritos humanos, es que han sido elaborados partiendo de presupuestos teológicos. No está de más recordar que el autor de un texto comentado usualmente engloba su abordaje sobre lo que, él o ella, piensa que es teológicamente correcto, exponiendo así, por ejemplo, ideas calvinistas o histórico-críticas en su interpretación de la historia de la salvación.
Es verdad que, en ciertas ocasiones, los editores advierten al lector que el comentario que tiene en sus manos es de origen reformista o católico. Incluso colocando un adjetivo en su título indicando su tendencia teológica. En muchos otros comentarios, sin embargo, es necesario examinar la perspectiva teológica del texto en la introducción del libro, cosa que muy pocos lectores realizan. Si tú, como pastor, no efectúas este ejercicio intelectual crítico a la hora de estudiar o leer un comentario bíblico, o cualquier otro libro, estás abriendo las avenidas de la mente. Recuerda que el primer comentarista bíblico fue Satanás, que interpretó capciosamente las palabras que Dios había comunicado a Adán y a Eva (Gén. 3:1-5). Y ya conoces el desenlace de la historia…
Lo dicho anteriormente no implica que todo el contenido de estas obras sea de carácter negativo, o que deberíamos quemar cada libro que contradice nuestro pensamiento. Al leerlas con un juicio crítico, podemos aprender mucho con ellas, observando detalles lingüísticos, históricos y prácticos que nunca hubiésemos imaginado. Toda esta información, sin duda, alimentará positivamente nuestro ministerio. El problema es que, a veces, desactivamos nuestros sensores doctrinales y corremos el riesgo de aceptar ideas que contradicen nuestra cosmovisión bíblica.
Para evitar este peligro, algunos podrían optar por leer y examinar comentarios elaborados únicamente en contextos adventistas. O, en casos extremos, evitarían cualquier tipo de literatura, incluyendo las nuestras, estudiando exclusivamente la Biblia y los escritos de Elena de White. Estas opciones, sin embargo, deben ser evaluadas con cautela. Pablo citó más de una vez a algunos autores paganos, a fin de ilustrar verdades bíblicas (Hech. 17:28; 1 Cor. 15:33; Tito 1:12). Podemos especular que Pablo, como mínimo, conocía a estos autores, y en algún momento los leyó o tuvo acceso a compilaciones de sus textos. Esto significa que Pablo no se aisló en una torre intelectual a fin de evitar la contaminación del mundo. Por el contrario, consideró que era viable leer con ojo crítico y misionero el trabajo producido por distintas personas. Sin embargo, como expondré a continuación, pienso que muchas veces transitamos las veredas de ese camino de manera equivocada.
Desafíos
Es triste cuando reemplazamos el estudio de la Biblia por la lectura de un comentario o de una Biblia de estudio. Es cierto que, como dije anteriormente, a causa del tiempo o por las actividades no planificadas, ocasionalmente recurrimos a alguna de estas herramientas para elaborar bosquejos de sermones. El problema –estarás de acuerdo conmigo– es que, si esto se hace recurrente en nuestro ministerio, ponemos en evidencia que no pasamos momentos de calidad con Dios estudiando la Biblia. De esta manera, nuestro contenido homilético no surge de un pasaje de las Escrituras, sino de lo que otra persona pensó sobre este. Además de esto, habremos apagado o suspendido nuestra creatividad y libertad para pensar; después de todo, alguien con credenciales superiores a las mías determinó el significado del pasaje. ¿Quién soy yo –alguien podría decir–, para contradecir o agregar algo a lo que determinado autor comentó?
Corremos un riesgo semejante cuando leemos Biblias de estudio. Es posible que nos distraigamos leyendo solamente las notas y los comentarios que traen, impidiendo así que el Espíritu hable a nuestro corazón o impresione nuestra mente por medio de su Palabra.
A causa del contenido y las ideas, en algunas ocasiones brillantes, nos desanimamos en cuanto a examinar la Palabra, amortiguando nuestra capacidad crítica y dejando en segundo plano nuestra experiencia textual con Dios.
Es importante recordar que todo esto contradice el consejo de Elena de White, que afirmó: “Como el minero descubre vetas de precioso metal ocultas debajo de la superficie de la tierra, así también el que perseverantemente investiga la Palabra de Dios como si buscara tesoros ocultos encontrará verdades de inmenso valor, las cuales están ocultas de la vista del buscador descuidado”.[1] Esto significa que, como estudiantes de la Biblia, debemos actuar como mineros y trabajar con esfuerzo al excavar con empeño las profundidades del texto bíblico, lo cual renovará nuestra vida, ministerio y predicación.
En mi opinión, el gran problema de los comentarios y las Biblias de Estudio es que, normalmente nos aproximamos a ellos evitando cualquier tipo de diálogo. En otras palabras, nuestra lectura de estas fuentes se transformó en un monólogo, en el que ellas hablan y nosotros escuchamos en silencio, anulando nuestras propias ideas. Creo que la estrategia correcta es considerarlos como ayudas interpretativas, no como sustitutos de la Palabra.
Esto implica establecer un diálogo que solo ocurrirá cuando primero estudiemos el texto bíblico por nuestra cuenta, de manera personal. Solo después de hacer esto deberíamos consultar comentarios o Biblias de estudio, prestando atención a las similitudes y las diferencias con lo que descubrimos en nuestro estudio personal de las Escrituras. Haciendo esto, podremos establecer un diálogo con estos recursos que nos permitirá hacer un uso correcto y enriquecedor de ellos en nuestro ministerio.
Conclusión
Los comentarios y las Biblias de estudio son herramientas de mucho valor y utilidad. Sin embargo, no permitas que realicen el trabajo que tú, con oración y esfuerzo intelectual, fuiste llamado a realizar. No dejes que piensen por ti, ni mastiquen la comida que debes masticar por tu propia cuenta. Dios nos llama a crecer en conocimiento y fe (2 Tim. 2:15; 3:16, 17; 1 Ped. 2:2; 2 Ped. 3:18). En este proceso debemos, en primer lugar, examinar las Escrituras, para luego dialogar y comparar nuestras notas con lo que otros autores dicen al respecto. Crezcamos, por tanto, imitando a los mineros que trabajan denodadamente buscando vetas ocultas bajo la superficie de la tierra, a fin de encontrar palabras de inspiración, las que “reflexionadas en el corazón, serán como ríos de agua que manan de la fuente de la vida”.[2]
Sobre el autor: Profesor de Teología en la UNASP, Engenheiro Coelho.
Referencias
[1] Elena de White, El camino a Cristo (Florida: ACES, 2014), p. 77.
[2] Ibid.