Lo que hace atractivo nuestro mensaje es el hecho de que lo que Dios realizó a través de Cristo garantiza las promesas del futuro.
Esperanza. ¿Qué nos dice esta palabra? Es en los momentos de tragedia, tristeza, sufrimiento y desilusión cuando más se la escucha. Pablo afirmó que “la esperanza no avergüenza” (Rom. 5:5). Esta característica de la esperanza, es decir, no avergonzar ni desilusionar, ha inspirado a escritores y oradores, sacros y seculares, a referirse a ella como el combustible de la vida, el factor que impulsa al ser humano. Pero, la esperanza en sí misma, ¿es un factor motivador independientemente de lo que esperamos? ¿O aquello que esperamos es lo que nos motiva y nos da fuerzas para avanzar?
Entre las definiciones que el Diccionario de la Real Academia Española de las Letras presenta para la palabra esperanza, está la siguiente: “Estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos”. Por otro lado, en el caso en que una persona deseara algo que para ella es imposible, ¿valdría la pena continuar esperando solamente por el sentimiento de bienestar proporcionado por la esperanza? Wikipedia, la enciclopedia virtual mundial, amplía un poco más el concepto de esperanza, afirmando que es “una creencia emocional en la posibilidad de resultados positivos relacionados con eventos y circunstancias de la vida personal. La esperanza requiere cierta perseverancia; es decir, creer que algo es posible aun cuando haya indicaciones de lo contrario.[1]
Más allá de la incertidumbre
Ejemplo de esta definición es el psiquiatra Viktor Frankl. Mientras estuvo preso en un campo de concentración nazi, donde la libertad, la familia y el respeto propio le fueron quitados inmediatamente, desarrolló una escuela de psicología llamada logoterapia, según la cual “la libertad humana es tanto interna como externa. Todos los seres humanos -insiste Frankl- tienen el poder de conducir la vida, sin importar cuán represivo sea su ambiente. Para que esto funcione, necesitas dos cosas: una razón para vivir [un lugar o algo en que colocar tus esperanzas] y creer que tienes oportunidades”.[2] De esta manera consiguió sobrevivir a los malos tratos nazis: manteniendo la esperanza de volver a ver a su amada esposa, a pesar de la incertidumbre de eso.
Si bien la expectativa con respecto a lo que es incierto puede traer cierto beneficio a las personas, mejor todavía es la esperanza bíblica. No está basada en un “tal vez”. En el Antiguo Testamento, el término hebreo traducido como esperanza es yahal, y tiene diversos significados: “Estar a la expectativa, esperar, poner esperanza, confiar, contar con, soportar, resistir, ser paciente”.[3] Yahal “no es un deseo por el que la imaginación se libra de las dificultades, ni algo incierto. En lugar de eso, yahal, ‘esperar’, es para los justos el terreno sólido de sus expectativas. En esa condición, yahal es sentimiento volcado a Dios”.[4]
En el Nuevo Testamento, los principales términos griegos utilizados para expresar esperanza son el sustantivo elpis y el verbo elpizo. Ambos se relacionan con una idea positiva; es decir, se refieren a la buena esperanza y significan tanto “el acto de esperar” como “el objeto de la buena esperanza”.[5] Existe, aun, otro grupo de palabras que pueden tener significado más negativo, como, por ejemplo: “el sustantivo apokaradokia, que denota ‘ansia’, una ‘expectativa’ casi impaciente. Prodoskao y prodoska dan a entender una ‘anticipación medrosa de algo (catástrofe, guerra)’ “.[6]
Proclamación diferente
La Iglesia Adventista del Séptimo Día tiene una propaganda diferente, que incluye a yahal del Antiguo Testamento y a elpis del Nuevo Testamento, es decir, la sólida y buena esperanza. Esto explica el énfasis en la palabra esperanza en nuestras más recientes embestidas evangelizado- ras. Somos conocidos como “el pueblo de la esperanza” De acuerdo con el Diccionario Internacional de Teología del Nuevo Testamento, “en el ámbito de la palabra elpis, su contenido se define como salvación (1 Cor. 15:52)”.[7] Siendo así, nuestro mensaje de esperanza no puede ser egocéntrico, es decir, centrado en lo que el ser humano espera recibir de Dios o de la vida; por el contrario, necesita estar centrado en Cristo. Lo que hace posible nuestra predicación tan auténtica y atractiva es el hecho de que lo que Dios realizó a través de Cristo, en el pasado, garantiza la concreción de las promesas del futuro. Él es “nuestra esperanza” (1 Tim. 1:1).
Ante esto, las ofertas publicitarias del mundo, centradas en el hombre y con sus promesas de mejora de la calidad de vida, la ley del menor esfuerzo, confort, belleza, longevidad y libertad, no pueden satisfacer a sus clientes tan bien como el mensaje bíblico de esperanza.
Como “pueblo de la esperanza”, no podemos solo continuar hablando de esperanza, sino comunicarla cada vez más intensamente. A fin de cuentas, la segunda venida de Cristo, nuestra bendita esperanza, atiende todas las expectativas de un pueblo ávido de transformaciones sociales, políticas, físicas, emocionales y espirituales. ¿Qué será del mundo que nos rodea si descuidamos la proclamación vigorosa de la bendita esperanza? Esta es una pregunta que se aplica a la iglesia en general y, mucho más específicamente, a los pastores
¿Qué sería de nosotros si no fuéramos pastores en misión, si no estuviéramos inflamados por el Espíritu Santo para respirar, hablar y mirar con esperanza? ¿Qué pasaría si nos contentáramos solo con la mediocridad de un ministerio sin propósitos, cuya meta no sea alcanzar el mundo desesperanzado, sino simplemente blancos numéricos limitados? Tendremos, así, un pastorado “casi vivo” y, como escribió Femando Veríssimo, “quien casi vive, ya murió”.
Dwight Moody declara que “el cristiano es la Biblia del mundo”. Así, el pastor debe ser la versión más linda. El mundo se desespera ante la experiencia de una “vida casi mejor”. La incertidumbre del “tal vez” es desestimulante. A fin de cuentas, como Pablo escribió, “si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres” (1 Cor. 15:19). Fuimos llamados a comunicar esperanza. Hacer menos que eso es condenar a miles de hijos de Dios a la convicción de la desesperanza. Que se cumpla en nosotros el deseo del apóstol: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Rom. 15:13).
Sobre el autor: Pastor en la Misión Pernambucana Central, Rep. del Brasil.
Referencias
[1] http://pt.wikipedia.org/wiki/Esperan%C3%A7a_(filosofía).
[2] Barry Black, Sonho Impossível (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 2008).
[3] Luiz Alonso Schökel, Dicionário Bíblico Hebraico- Portugués (Editora Paulos, 1997).
[4] Laird Harris, Cleason L. Archer Jr. y Bruce K. Whatke, Dicionário Internacional de Teología do Antigo Testamento (Editora Nova Vida).
[5] Lothar Coenen, Colin Brown, Dicionário Internacional de Teología do Novo Testamento (Sao Paulo: Editora Vida Nova, 2000), t.1.
[6] Ibíd.
[7] Ibíd.