El año pasado el Comité Nacional para la Prevención del Alcoholismo y la Escuela de Estudios Científicos sobre el Alcoholismo, celebraron su reunión anual en el Hotel Shoreham, ciudad de Wáshington. El orador principal fue el senador Ricardo L. Neuberger, de Oregón.

El senador Neuberger fue directamente a la médula del problema cuando señaló que los Estados Unidos, con todo su excedente alimentario, su vida lujosa y sus autos en cada familia, todavía ocupaba el séptimo lugar entre las naciones en lo que se refiere al standard de salud. Están antes que él, Holanda, el Reino Unido, Dinamarca, Noruega, Suecia y Nueva Zelandia.

Admitiendo que el alcohol y el tabaco sean los factores principales que colocan la salud del pueblo norteamericano en un lugar tan poco favorable entre las demás naciones, el senador dejó asombrados por lo menos a algunos de sus oyentes cuando declaró que dos de los culpables de ese estado de cosas que seguían inmediatamente en importancia a los nombrados al comienzo del párrafo eran el exceso de alimentos y los automóviles. Declaró que el exceso de alimentación y la falta de ejercicio son una maldición para la salud, y están minando la fuerza vital de la población del presente y del futuro.

El orador señaló que uno de los índices de la riqueza de los Estados Unidos era la variedad de alimentos originarios de otros países que podían comprarse en los super mercados. Los norteamericanos han abandonado el régimen sencillo de otros tiempos y ahora dependen de manjares exquisitos y pesados para aplacar su apetito. La riqueza alimentaria de este país podría proporcionar a sus habitantes la mejor alimentación del mundo —adecuada, deliciosa y bien equilibrada. Sin embargo, allí se consume más azúcar, grasa y carne per cápita que en cualquier otro país. Como resultado, el exceso de alimentación ha llegado a ser una de las causas determinantes de la elevada incidencia de la enfermedad coronaria.

Las enfermedades culpables

Consideremos más en detalle lo que está minando la salud nacional: el cáncer, las enfermedades cardíacas, los trastornos mentales, la artritis, la arteriosclerosis, la diabetes, la nefritis, la distrofia muscular, la esclerosis múltiple, la epilepsia y la parálisis cerebral. Estos son los enemigos más peligrosos de la salud pública —son enfermedades misteriosas que están cediendo muy lentamente a la intensiva labor investigadora de miles de hombres de ciencia. Son los agentes que matan y dejan inválidos a millones de norteamericanos, privándolos de la probabilidad de gozar de una vida más larga, más feliz y más saludable. Están haciendo vivir en forma desdichada a más de 40 millones de personas. Cada año ocasionan una muerte prematura a más de un millón de hombres, mujeres y niños. Cada setenta segundos ocurre en los EE. UU. un caso de ataque al corazón: 1.440 ataques diarios. Con este pavoroso registro, los desórdenes cardíacos y circulatorios figuran como el enemigo número uno de la salud. Cada año mueren unas 850.000 personas de estas afecciones.

¿Qué puede decirse del cáncer? Esta enfermedad mata a un hombre, una mujer o un niño cada dos minutos en los EE.UU. —250.000 muertes al año. Si continúa la actual incidencia y mortalidad de la enfermedad, se anticipa que 40 millones de personas que ahora viven contraerán el cáncer durante su vida, y que de éstos, 26 millones tendrán la palabra cáncer figurando en su certificado de defunción. En la actualidad hay más de 700.000 personas que reciben tratamiento contra el cáncer, y en el resto del año unos 450.000 norteamericanos se enterarán por primera vez que padecen de esa enfermedad.

Se estima que 16 millones de personas en los EE.UU., o sea una de cada diez, pasarán alguna parte de su vida en un hospital para enfermos mentales. Una de cada dos camas en todos los hospitales del país está ocupada por un enfermo mental, y cada año ingresan unos 290.000 nuevos pacientes. Este panorama general no es muy animador.

Las causas básicas

¿Habrá estado en lo cierto el senador Neuberger al culpar de este estado de cosas a la intemperancia en el comer y el beber, y a la falta de ejercicio? La Iglesia Adventista es conocida desde hace mucho tiempo como una organización que se interesa en la vida saludable. Hace casi cien años, a través de la pluma de la Hna. White, se dieron instrucciones específicas acerca de los principios de salud que rigen el comer y el beber. Algunos pueden pensar que debido a que esos consejos se escribieron en el siglo pasado, no se adaptan a las condiciones de vida actuales, que fueron escritos para otra generación. ¿Podrá ser que los adventistas han estado siguiendo fábulas astutamente ideadas?

Examinemos algunos de los escritos de la Hna. White acerca del tema de la salud. ¿Han sido refrendados por la investigación moderna? El Dr. Clive M. McCay, profesor de nutrición de la Universidad de Cornell, Itaca (Nueva York), es una destacada autoridad que ha venido enseñando la historia de la nutrición durante un cuarto de siglo. Sus artículos son ampliamente citados. En marzo de 1958, el Dr. McCay leyó una comunicación titulada “Uso y Abuso de la Investigación de la Nutrición”, ante la Convención Nacional de los Asociados de los Alimentos Naturales, celebrada en Menfis, Tennessee.

“En 1915 —dijo— a la avanzada edad de 85 años, murió una de las mujeres más notables que han producido los Estados Unidos. Su nombre era Elena G. de White. Aunque tuvo sólo pocos meses de instrucción formal cuando niña, el número de los libros escritos por ella alcanza a unos 70 [hay en circulación 53 de ellos]. Algunos de éstos son libros acerca de ella, o compilaciones de sus conferencias. Desafortunadamente, esos escritos están enterrados en unos pocos centros relacionados con libros religiosos, y figuran en un catálogo titulado Libros del Espíritu de Profecía. El libro principal de Elena G. de White que trata de la nutrición se titula Counsels on Diet and Foods [Consejos sobre el Régimen y los Alimentos]. Esta obra consiste en extractos que arrancan en 1863, en la época de nuestra guerra entre los estados, y se extiende hasta 1909, o sea casi hasta la primera guerra mundial.

“Durante la primera parte de su vida, la Sra. White sufrió mucho debido a su mala salud. Probablemente este hecho la condujo, casi un siglo atrás, a adoptar una firme convicción de que existía una relación entre el alimento que comemos y nuestro bienestar físico y espiritual. Estoy seguro de que también ella comprendía mejor que lo que comprende mucha gente de hoy, que la disposición física y la actitud espiritual tienen una profunda influencia sobre la utilización del alimento que comemos.

“Los escritos de Elena G. de White han sido citados porque proporcionan una guía a la nutrición que abarca todo el organismo. Gran parte de esta sabiduría del pasado no es comprendida en la actualidad, cuando tratamos de obtener milagros comiendo pastillas de vitaminas, mixturas de vestigios minerales, o concentrados de proteínas. Elena de White murió antes que la moderna ciencia bioquímica hubiera descifrado muchos de los mecanismos de la química del organismo y de la composición de los alimentos, pero si la gente sigue su plan, aun en la actualidad, estará mucho mejor alimentada de lo que está ahora que se esfuerza por seguir malos regímenes y compensar las deficiencias con alimentos milagrosos. Ella propugnaba los regímenes sencillos y naturales, con pocas grasas, con poca sal, bien preparados, en poca cantidad. Gradualmente se convirtió en vegetariana, pero incluía los huevos y la leche en su plan de alimentación”.

El Dr. McCay prosiguió discutiendo el uso y el abuso de la investigación de la nutrición. Sin embargo, al final de su conferencia, volvió sobre los escritos de la Sra. de White, y declaró: “También podemos considerar con mucho provecho más acerca de la naturaleza y menos acerca de las obras del hombre. Podemos leer una y otra vez los escritos de dirigentes como Elena G. de White, quien enseñó la importancia del buen alimento para la salud y lo esencial que es un organismo sano si queremos tener una mente sana”’.

Tributo

Cerca de un mes después el Dr. McCay pasó toda una tarde en la Iglesia Unitaria de Itaca, Nueva York, analizando el libro Counsels on Diet and Foods a la luz de la moderna ciencia de la nutrición. Comenzó su conferencia diciendo:

“Durante un cuarto de siglo el autor ha enseñado un curso de la historia de los alimentos y la nutrición, para alumnos graduados”. A continuación habló acerca del comienzo de la historia de la nutrición.

“Sin embargo, entre los escritores del siglo pasado —prosiguió—, los que hoy se preocupan del mejoramiento de la salud humana tienen que pagar tributo a los escritos de Elena G. de White, porque ella comprendió la importancia de la selección de los alimentos debidos y la relación del resto del régimen de vida con la debida alimentación y la salud vigorosa. Estas notas han sido preparadas por un bioquímico especializado en la nutrición con la esperanza de que otros, fuera de los adventistas, obtengan una apreciación mayor del genio de esta pionera de la nutrición, Elena G. de White. Cualquiera sea la creencia religiosa de un lector, él o ella, no puede dejar de obtener mucha orientación para lograr una manera mejor y más saludable de vivir, a través de la lectura de las obras principales de Elena G. de White.

“Cada especialista moderno en nutrición, cuya vida esté dedicada al bienestar humano, quedará impresionado en cuatro sentidos por la lectura de los escritos y por la dirección de Elena G. de White.

“En primer lugar, sus conceptos básicos acerca de la relación entre el régimen y la salud han sido comprobados hasta un grado desusado por los adelantos científicos del siglo pasado.

“En segundo término, cada persona que se propone enseñar la ciencia de la nutrición, difícilmente puede concebir una dirección como la de la Sra. de White, que logró inducir a un considerable número de personas a mejorar sus regímenes.

“En tercer lugar, uno solamente puede especular acerca del número de personas enfermas que vivieron en el siglo pasado, y que pudieron haber mejorado su salud si hubieran aceptado las enseñanzas de la Sra. de White.

“Finalmente, uno se pregunta en qué forma difundir más sus enseñanzas, a fin de beneficiar al superpoblado mundo que se vislumbra en el mañana, si no disminuye la velocidad del aumento de la población del globo”.

Luego tomó algunos principios específicos expuestos en los escritos de la Hna. White, y mostró cómo la ciencia moderna los ha refrendado. Al terminar su disertación presentó las siguientes conclusiones:

“El problema que nos preocupa actualmente es disciplinar nuestros hábitos de alimentación y nuestra manera de vida, para asegurarnos la mejor salud posible. A pesar del hecho de que las obras de la Sra. de White fueron escritas mucho antes del advenimiento de la moderna nutrición científica, en el presente no es posible encontrar una guía completa mejor. Hay una gran necesidad de personas que dediquen sus esfuerzos a leer más los buenos libros”.

¿Podríamos encontrar una recomendación mejor procedente de una autoridad en el campo de la nutrición? “En el presente no es posible encontrar una guía completa mejor”.

Cuando quise saber quién le había enviado los libros del espíritu de profecía al Dr. McCay, me enteré de que el Dr. Philip S. Chen, profesor de química del Colegio de la Unión del Atlántico, le había enviado varios libros. Entre ellos figuraban El Ministerio de Curación, Counsels on Health y Counsels on Diet and Foods. Posteriormente le envió otros libros. La respuesta del Dr. McCay fue significativa: “Le agradezco por los libros adicionales que me envió. Casi he terminado de leerlos, y trataré de devolvérselos esta semana. He pasado momentos agradables leyéndolos. En una de las reuniones del miércoles de noche que celebramos en la Iglesia Unitaria, me propongo presentar la notable vida de la Sra. de White. He pedido a nuestro pastor que invite al ministro adventista local a esa reunión. No necesitaré por ahora el libro que habla de la Sra. de White y de sus críticos. Creo que sus propios escritos la colocan muy por encima de la crítica”.

Consideremos esta declaración del Dr. McCay: “Creo que sus propios escritos la colocan muy por encima de la crítica”. Toda persona que analice la obra de la Hna. White con una mente receptiva, se ve compelida a sacar idéntica conclusión. El Dr. McCay ha trabajado mucho con personas adultas y con los problemas de la edad. El libro Counsels on Diet and Foods figura entre las obras que recomienda a las personas interesadas en consumir los alimentos que les aseguren una larga vida. Al hablar de la obra de la Hna. White, afirma que la religión y el credo no interesan si uno tiene los hechos de un dirigente cuya “verdad” ha sido certificada por la experiencia humana y por la prueba crítica de la ciencia.

En el número de julio de 1957 de la revista Consumers Bulletin encontré un artículo titulado “La grasa en su régimen”, que abogaba por menos grasa en la comida y por la elección de la clase debida, como medio para alargar la vida. Transcribo uno de sus párrafos: “Uno debiera evitar en lo posible comer jamón, tocino y otras clases de carne de cerdo. Asimismo debiera suprimirse el pescado graso.

Muchas personas debieran limitar cuidadosamente su consumo de jugo de carne y salsas, sopas recargadas, condimentos, pasteles, pastas, helados, tapioca y chocolate. No se fría la carne en la grasa o manteca (mantequilla), y evítese toda clase de alimentos fritos… El freir, aunque facilita mucho la preparación de alimentos, es el menos deseable de todos los procedimientos de cocinar. Los alimentos horneados, asados, tostados y hervidos son más sanos que los fritos”. ¡Nunca pensé que la revista Consumer’s Bulletin llegara a recomendar un régimen similar al que les fué dado a los adventistas hace tantos años!

A comienzos de 1958, el Dr. Loyd Rosenvold publicó un libro titulado Science and Modern Manna. En esta obra analiza principios de salud tomados de los escritos de la Hna. White y muestra cómo la ciencia moderna los ha refrendado. Una de sus declaraciones es ésta:

“Parece que hay algunas personas que temen que las declaraciones acerca de la nutrición que aparecen en el espíritu de profecía no sean exactas y científicas. A los tales diré que en muchos años de investigación en este campo de estudio no hemos encontrado en los escritos del espíritu de profecía ni una sola declaración que sea científicamente incorrecta. Hemos encontrado muchas afirmaciones que la ciencia todavía no ha probado, pero ninguna que haya desaprobado. Asimismo, en nuestra corta vida hemos visto que la ciencia ha verificado, mediante descubrimientos nuevos y asombrosos, diversas aserciones de esos escritos”.

Dios ha bendecido mucho a la Iglesia Adventista al hacerla depositaría de este maravilloso mensaje sobre la salud. Uno no puede dejar de concluir que Dios se proponía que los que siguieran estas instrucciones llegaran a ser el pueblo más sano del mundo actual.

Los adventistas poseen el mensaje de la salud que el mundo espera hoy. Cuando una autoridad en nutrición tan notable como el Dr. McCay declara que “en el presente no es posible encontrar una guía completa mejor” que la que proporcionan los escritos de la Sra. Elena G. de White, podemos tener la seguridad de que no hemos estado siguiendo fábulas astutamente ideadas.

Sobre el autor: Dietista de la Fundación Internacional de Investigación de la Nutrición