Escucha. El Señor te lo ha dicho tantas veces. Esto es lo que requiere. No es una opción; debes hacer lo que es correcto. Como Peterson lo parafrasea en la versión The Message: “Haz lo que es justo y aceptable Miqueas 6:8 se ha convertido en uno de los versículos del Antiguo Testamento más conocidos, citado frecuentemente en la actualidad. Un movimiento internacional de cristianos se refiere a sí mismo como las personas que han aceptado el “Desafío de Miqueas”, ¡en el que desafían a los líderes internacionales a “reducir a la mitad la pobreza global en el año 2015”! Quieren actuar con justicia en el mundo injusto de hoy. Quieren prestar atención a las palabras de Miqueas.

Miqueas, el profeta

No se dice mucho acerca de Miqueas: no hay ningún pasaje introductorio acerca de su trasfondo o su llamado. Solo se nos dice que vino de More- set, una aldea que distaba unos cuarenta kilómetros al sudoeste de Jerusalén. Y sabemos que era contemporáneo de Isaías. Miqueas se dirigió mayormente al Reino del sur, durante el reinado de Jotam y Acaz. Con su libro estructurado de manera levemente diferente de la mayoría de los demás libros proféticos, contiene un ciclo de críticas y acusaciones, por un lado, y promesas de esperanza y restauración, por el otro. Este patrón se repite en muchos escritos proféticos, pero aquí no tenemos solo un ciclo, sino también una triple repetición.

No obstante, cada vez el mensaje es el mismo: Dios odia el pecado (la conducta piadosa no puede compensarlo). Odia al rico cuyo único objetivo es obtener más. Odia la deshonestidad y la violencia. Odia a los falsos profetas que proclaman solo lo que las personas quieren escuchar. Odia a los sacerdotes que cumplen su trabajo solo por dinero y estatus.

Miqueas aborda un asunto en particular: el pobre que es privado de su propiedad, especialmente su tierra. Esto es serio. Va contra los principios básicos de la sociedad israelita. Trastorna toda la estructura social. Como resultado, muchos son abandonados y maltratados, especialmente las mujeres y los huérfanos.

Miqueas tiene una palabra del Señor para el culpable: a Dios no le interesan tanto las acciones piadosas externas. No tiene en cuenta los sacrificios destinados a generar un sentimiento de justicia propia. No está interesado primariamente en los elementos cúlticos de la religión, especialmente cuando han cobrado vida propia.

Quiere que actuemos con justicia, que hagamos mishpat; es decir, que practiquemos los requerimientos de la Ley de Dios al relacionarnos con las demás personas. Esto significa, en la vida real, devolver a las personas lo que es justo, liberar al oprimido y al agobiado, centrarnos en lo que es ético y relacional.

Además, quiere que amemos la misericordia (chesed). Esto enfatiza el pacto de fidelidad. Debemos ejercer la misericordia, no desde un sentido del deber, sino porque amamos actuar de esta manera. También debemos caminar humildemente; es decir, sabia y circunspectamente.

Hacer justicia, hoy

¿Qué hacemos con el mensaje de Miqueas acerca de la justicia y la integridad? ¿Cuáles son las implicancias para nosotros? Probablemente no lo estemos haciendo tan mal. No somos delictivos. No le hemos robado sus tierras a la gente pobre. Muchos de nosotros hacemos nuestra parte por los pobres a través de los impuestos y por medio de la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA). Muchos votamos en las elecciones locales y nacionales teniendo en mente, al menos parcialmente, los principios éticos de los candidatos. ¿No es así?

¿Qué es lo que significa “hacer justicia”? Primero, se nos pide que actuemos. No meramente predicar, escribir artículos, leer libros, dialogar o conducir seminarios; sino actuar. La teoría debe ser llevada a la práctica. Hacer justicia; esto presupone intención. A menudo demanda valor; la disposición a jugarse el pellejo. Significa que hemos de rechazar las soluciones fáciles, evitar posponer indefinidamente y no esperar hasta que todos los obstáculos hayan sido removidos antes de actuar.

Respuesta global

En medio de todo, se encuentra el llamado a la justicia. La justicia a menudo está en contraposición a los intereses humanos. No se trata esencialmente del éxito o las ganancias; más bien, se relaciona primariamente con los principios y las personas. Hacer justicia impacta todos los ámbitos de la vida: mundialmente, nacionalmente, regionalmente, y dentro de nuestras iglesias y nuestras familias.

Oímos hablar de cristianos que buscan la justicia global; quizá no lo suficiente. La pobreza y la inequidad global son un terrible bochorno. ¿Cómo podemos dormir en paz cuando cientos de millones no tienen lo suficiente para comer? ¿Cómo podemos irnos de vacaciones cuando cientos de millones no tienen la atención médica indispensable ni un techo para cobijarse? ¿Cómo podemos sentarnos tranquilos mientras una parte del mundo cada vez es más rica y otra permanece atada a la pobreza?

Aun cuando no veamos la pobreza, Dios lo hace; aun cuando no escuchemos el llanto de los niños hambrientos, Dios lo hace. Aun cuando podamos olvidar que millones encuentran abrigo bajo un par de chapas oxidadas, Dios no lo olvida; ni por un momento.

No es casual que las Escrituras se refieran a la pobreza más de dos mil cien veces. Y recuerda que la única vez que Cristo condenó directamente a las personas fue cuando, en Mateo 25, sentenció a los que habían descuidado e ignorado a los débiles y los desposeídos.

Bono, el líder de la famosa banda de rock U2, no produce la clase de música que me gusta. Pero su interés por los pobres es un ejemplo sobresaliente. Él está en lo correcto cuando dice: “Dios está en las villas, en las cajas de cartón que los pobres usan como casa. Dios está en el silencio de la madre que ha infectado a su hijo con un virus que terminará con la vida de ambos […]. Dios está en los despojos de las vidas y las oportunidades desperdiciadas”.[1]

No está dirigido solo a los gobiernos y a las compañías multinacionales. No es solo para el presidente Bush y Gordon Brown, el primer ministro inglés; aunque también es para ellos, se den cuenta o no. Los políticos tienen una pesada responsabilidad.

Hace unos cincuenta años, el presidente estadounidense Eisenhower declaró: “Cada arma que se fabrica, cada buque de guerra botado, cada cohete disparado, significa, a fin de cuentas, un robo a los que sienten hambre y no son alimentados, a los que sienten frío y no son abrigados”.[2]

Pero, también es un mensaje para cada uno de nosotros, que profesamos ser discípulos de Cristo. Hacer justicia significa que entendemos que algunas cosas están total y absolutamente mal; entender que algunas cosas sencillamente no son negociables; entender que la vida que tenemos es un don de Dios y que debemos ser buenos mayordomos de ese don; entender que los recursos de esta tierra deben ser compartidos de una manera justa y equitativa.

También debemos ser coherentes, lo que significa algo más que meramente firmar adhesiones para el grupo que hace de “perro guardián” en el mundo: Amnistía Internacional. Significa que debemos abstenernos de invertir nuestros ahorros en fondos vinculados a compañías que oprimen a las personas o fabrican armas. Y, por supuesto, debemos apoyar a las organizaciones que ayudan a las personas que están en necesidad.

Cerca del hogar

Pero hacer justicia también debería llevarnos al círculo íntimo del hogar. ¿Y con respecto a nuestra iglesia: las congregaciones locales o las asociaciones? ¿Hacemos justicia? ¿Sabemos lo que significa compartir nuestros recursos? ¿O solo buscamos nuestro propio bienestar y el de nuestra propia iglesia?

¿Nos preocupamos por los débiles y los vulnerables de nuestra congregación? Nuestros pastores y nuestros empleados, ¿pueden estar seguros de que siempre serán tratados con justicia? ¿Votamos en nuestra junta de iglesia por lo que es justo o a menudo elegimos lo más fácil, lo más barato o lo menos controversia!? Como pastor, ¿estoy seguro de que hacer justicia es siempre mi mayor preocupación? ¿O a veces estoy tentado a apoyar a personas con recursos económicos y estatus, en lugar de hacer lo que es correcto?

Como administrador, ¿soy conocido como alguien que actúa correcta y justamente? ¿Me conocen por cumplir mis promesas? ¿Cómo alguien que busca el interés de las personas que tiene a cargo? Nuestros obreros ¿siempre reciben lo que se merecen? ¿O, a veces, por conveniencia, no les informamos de algunos de sus derechos y privilegios?

Como persona, en mi familia, hacia mi esposa, mis hijos, mis amigos, ¿hago justicia? ¿Pueden confiar en mí? ¿Siempre hago lo que es correcto y justo?

Recuerda, esto no es solamente un consejo. Es lo que Dios requiere de mí.

También, hacer justicia no siempre es solo asegurarse que se ejecute lo justo. Hacer justicia no está separado de lo que sigue: chesed, que es misericordia y bondad. Dios no está interesado en la mera obediencia externa a un conjunto de normas. Es verdad que nos ha dado reglas, y no pueden ser pasadas por alto sencillamente porque así lo sentimos. Pero Cristo nos enseñó a buscar los principios y siempre aplicar la justicia combinada con la misericordia.

Como administrador, nunca he sentido que la letra del Manual de reglamentos es la respuesta final a cada situación. En algunas circunstancias, una aplicación estricta del reglamento no sería justa. En algunos casos, estaría mal tomar al pie de la letra el Manual de reglamentos. Hacer justicia demanda no solo severidad y determinación, sino también inteligencia y amor misericordioso.

¿Qué diremos acerca del rey Salomón y las dos prostitutas? Ambas mujeres habían dado a luz. Un bebé murió, pero las dos reclamaban ser la madre del que había quedado vivo. Salomón tenía que tomar una decisión. Tenía que hacer justicia. La hizo.

Lee la historia. ¿Qué inciso del Manual de reglamentos podría haber seguido allí? ¿Ninguno? No había reglas escritas para esa situación. En su lugar, usó la sabiduría y tomó una determinación que no estaba tipificada. Y lo hizo con misericordia y justicia.

Conclusión

El mensaje de Miqueas, aunque fue escrito en otro tiempo y para otro lugar, continúa siendo el mismo. Nos dice, a las personas religiosas, a las personas que practican rituales y tienen tradiciones, reglas y reglamentos: “No se olviden de los oprimidos, los necesitados, los pobres y los lastimados entre ustedes”.

“¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo?

“¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año?

“¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite?

“¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma?” (Miq. 6:6, 7).

No, él quiere que la justicia, la misericordia y la bondad fluyan de los que profesan su nombre.

Sobre el autor: Recientemente retirado, fue presidente de la Iglesia Adventista en Holanda.


Referencias

[1] Paul J. Carling, “Prophets in the Plains”, Saint Luke’s Parish, http://www.saintlukesdarien.org/sermons/02262906.

[2] Jones Johnson Lewis, “Dwight Eisenhower”, Wisdom Quotes, http://www.wisdomquotes.com/00147.html