Algunos sermones jamás deberían predicarse. La mayoría de ellos pueden clasificarse bajo los siguientes títulos latinos.

  1. La variedad ad hominem. Esta frase latina significa “dirigido a los sentimientos o los prejuicios de una persona, más bien que a su intelecto”. No decimos esto para promover los sermones intelectuales, sino para identificarnos con la presentación de la verdad hecha mediante argumentos convincentes, inteligentes y bien documentados y la clara exposición de la Biblia con el poder del Espíritu Santo. Jesús siempre debiera estar al frente como el tema supremo. El sermón debe darse como él lo daría, no apelando sólo al intelecto, como los griegos, o sólo a las emociones, como los romanos, sino a la voluntad del hombre. “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca… y soplaron vientos… y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca” (Mat. 7:24, 25).
  2. El discurso addendum. La palabra la- tipa significa “añadidura, suplemento”, podríamos decir, un apéndice. Pero, hablando de apéndices, ¡se trata de un apéndice que debe ser extirpado!

            Existen sermones de esta clase. Quizá todos los hayamos predicado alguna vez, sermones que ojalá nunca se hubieran predicado, superfinos, inútiles, sin propósito ni objetivo específico, como libros añadidos a la Biblia o adornos de fantasía llevados encima de la persona, que sólo añaden brillo y chispa, pero no tienen encanto espiritual, ni hacen vibrar las cuerdas del alma. Ningún predicador debiera jamás entregar un sermón que se convertirá en texto para su propia condena como hombre superficial.

  • La variedad ad infinitum. Esta clara expresión latina significa “sin fin, sin límite”. Todos habremos oído acerca del hombre que estaba sentado en el primer banco de la iglesia con un reloj en la mano, mirando frecuentemente la hora mientras escuchaba el interminable discurso del pastor. Eso no estaba bien, pero, ¿qué me dicen del hombre que también estaba sentado escuchando pacientemente, hasta que finalmente, desesperado, ¡se llevó el reloj pulsera al oído para ver si todavía estaba funcionando! Para completar su evidente protesta, ¡empezó a sacudirlo violentamente! Se necesitan más sermones bien definidos, incisivos, llenos de Cristo.
  • El tipo ad nauseam. Afortunadamente estos sermones son raros, pero de vez en cuando se los escucha. Se trata de los discursos “que enferman”. Todos habremos oído algún sermón durante nuestra vida en el cual el predicador insiste en los detalles de su experiencia demasiado humana anterior a su conversión. Casi parecería que se estuviera jactando de su vida de pecado.

            Y luego están los cada vez más frecuentes y a veces detallados mensajes sobre el “sexo” que ofenden a las personas más sensibles y revuelven el estómago de la mayoría de las personas que reconocen la necesidad de tales explicaciones, pero que son suficientemente cuerdas para saber que no debieran presentarse en público en esa forma.

            Quizá usted pueda citar otras clases de sermones que jamás debieran haberse predicado, aunque no halle la expresión latina para designarlos. Pero esto no es lo principal. Lo que sí importa es llamar la atención hacia los buenos sermones. Por ejemplo, la variedad ad hoc. Esta expresión latina significa “para el caso particular que nos ocupa”. Necesitamos más sermones ad hoc que traten los problemas que afectan en forma inmediata a la congregación. También se necesitan sermones que tengan en cuenta la gloria de Dios y su soberanía. Sermones que recalquen el lugar destacado que ocupa Cristo y el mensaje del tercer ángel, incluso advertencias en contra de las actitudes y costumbres mundanas que están penetrando en la iglesia, son ciertamente necesarios en tiempos como los que vivimos. Sermones que traten situaciones y momentos críticos inmediatos son ciertamente justificables e importantes. Es mejor desarrollarlos, sin embargo, en el contexto de la historia de la salvación tal como la tenemos en las Escrituras.

            ¡Cuán ansioso debe estar Dios de hallar con urgencia predicadores despiertos que sepan cuándo predicar sermones ad hoc, quizá sermones del tipo de la verdad presente que traten acerca de los problemas actuales que está enfrentando la iglesia, la venida del Señor y nuestra preparación para ese suceso.

Sobre el autor: Secretario asociado de la Fundación Elena G. de White.