“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él” (1 Juan 3: 1).
¿Cómo podemos entender a Dios? ¿Cómo podremos conocer a nuestro Padre? Debemos llamarlo por el cariñoso nombre de Padre. ¿Y cómo hemos de conocerlo y conocer el poder de su amor? Por medio de una diligente investigación de las Escrituras. No podemos apreciar a Dios a menos que llevemos a nuestras almas el gran plan de redención. .. Es maravilloso que después de que el hombre violó la ley divina y se apartó de Dios, se divorció de Él, por así decirlo, el Señor hizo un plan para que el hombre no pereciera, sino que pudiera tener vida eterna.
Este artículo es una condensación de un sermón presentado en Minneapolis, el sábado 13 de octubre de 1888 por la tarde. En su diario, el pastor Hottel hace referencia a r esta disertación.
Después de la transgresión de Adán en el Edén, Dios nos dio a Cristo, no para que fuéramos salvados en nuestros pecados, sino para que fuésemos salvados de nuestros pecados; para que pudiéramos volver a nuestra lealtad a Dios y llegar a ser hijos obedientes. Si entregamos nuestras mentes, nuestras almas, nuestros cuerpos y toda nuestra vida al Espíritu controlador de Dios, entonces el Espíritu de verdad estará con nosotros y llegaremos a comprender su gran plan de redención.
Es verdad que Dios dio a su Hijo único para que muriera por nosotros, para que sufriera la penalidad de la [quebrantada] ley de Dios. Hemos de reflexionar en esto y detenernos en esta meditación. Y cuando nuestras mentes estén constantemente considerando el incomparable amor de Dios con la raza caída, comenzaremos a conocer a Dios, a relacionarnos con El, a tener una noción más profunda de Él, y de cómo Jesucristo, cuando vino a nuestro mundo, puso a un lado su manto real y su corona regia y vistió su divinidad de humanidad. Por amor a nosotros se hizo pobre para que por su pobreza fuéramos enriquecidos. El Padre envió al Hijo aquí, y aquí mismo, en este diminuto átomo del universo se representaron las escenas más grandiosas que alguna vez conoció la humanidad.
El universo observa
Todo el universo celestial estaba mirando con intenso interés. ¿Por qué? La gran batalla estaba por librarse entre el poder de las tinieblas y el Príncipe de luz… Satanás deseaba que los hijos de los hombres obtuvieran una idea de su obra maravillosa que los hiciera hablar de su poder magistral. Al hacerlo estaba haciendo aparecer a Dios bajo una luz falsa. Lo estaba presentando como un Dios de injusticia, no como un Dios de misericordia…
¿Cómo se representaría a Dios en forma correcta ante el mundo? ¿Cómo se sabría que Él era un Dios de amor, lleno de misericordia, de bondad y de compasión? ¿Cómo sabría esto el mundo? Dios envió a su Hijo, y El habría de demostrar al mundo el carácter de Dios…
Cristo ha estado en el cielo y traerá la luz del cielo, partirá las tinieblas y permitirá que entre el resplandor de su gloria. Entonces veremos, en medio de la corrupción y de la contaminación la luz del cielo…
Necesitamos mantener ante nosotros al Modelo perfecto. Dios fue tan bueno que nos envió una representación de sí mismo en su Hijo Jesucristo, y necesitamos que la mente y el corazón se abran y se extiendan hacia arriba…
Hermanos, todos han visto en el seno del lago como crece la hermosa y blanca lila. Cuán ansiosos hemos estado, cuánto hemos deseado y trabajado para obtener su capullo. Toda la basura e inmundicia que puedan rodearla no impiden que deseemos poseerla. Seguramente nos preguntamos cómo esa flor puede ser tan hermosa y blanca en un lugar de tanta basura. Pues bien, tiene un tallo que se extiende hacia abajo a las arenas doradas de las que obtiene sólo las sustancias más puras para alimentarse, hasta que se desarrolla como la flor pura e inmaculada que vemos.
¿No debiera esto enseñarnos una lección? Claro que sí. Nos muestra que aunque a nuestro alrededor todo sea iniquidad, no deberíamos contactarnos con ella. No hablen de la iniquidad y de la maldad que hay en el mundo, sino eleven sus mentes y hablen de su Salvador… Hablen de las cosas que dejarán una buena impresión en la mente, y esto elevará a toda alma desde esta inequidad hasta la luz que hay más allá.
Podemos ir a un sótano subterráneo y quedarnos allí y mirar sus rincones oscuros, y hablar de la oscuridad y decir: “Oh, está tan oscuro aquí”, y seguir hablando de ella. Pero, ¿hará que sea menos oscura? ¡Oh no! ¿Qué lo logrará entonces? Salir de allí; salir de la oscuridad a las habitaciones superiores donde brilla claramente la luz del rostro de Dios.
Ustedes saben que nuestros cuerpos se forman del alimento que asimilan. Lo mismo ocurre con nuestras mentes. Si disponemos que la mente se ocupe de las cosas desagradables de la vida, no nos dará ninguna esperanza, pero necesitamos detenernos en las escenas alegres del cielo. Dice Pablo: “Esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2 Cor. 4:17).
Mientras estuvimos en Suiza recibí muchas cartas de una hermana a quien amo tiernamente y estimo mucho. Cada una de esas cartas estaba teñida de escenas muy sombrías. Parecía solazarse en todo lo objetable. Poco después de recibirlas oré al Señor para que la ayudara a desviar su mente del canal en el cual se encontraba.
Esa noche tuve un sueño que se me presentó tres veces. Estaba caminando por un jardín hermoso, y Marta estaba a mi lado. Tan pronto como ella entró al jardín dije: “Marta, ¿no ves este hermoso jardín? Mira, aquí están los lirios, las rosas y los claveles”. “SI”, me dijo, mientras levantaba la vista, y sonreía. De inmediato miré para ver dónde estaba. Yo estaba mirando los lirios, las rosas y los claveles, y no la veía. Ella estaba en otra parte del jardín, y estaba tomando una planta espinosa. Luego se pinchaba las manos en las zarzas. Ella se quejaba de sus heridas en las manos, y preguntaba: “¿Por qué mantienen todas estas espinas y zarzas en el jardín? ¿Por qué las dejan aquí?”
Entonces apareció ante nosotros un hombre alto y de aspecto noble que dijo: “Junte las rosas, los lirios y los claveles; descarten las zarzas y no las toquen”. Entonces me desperté. Cuando me volví a dormir, soñé lo mismo otra vez. Tres veces tuve el mismo sueño y me levanté —porque no podía dormir— y le escribí a Marta el sueño que había tenido.
“Ahora bien —le decía—, Dios no quiere que recojas todo lo que es objetable; Él quiere que mires sus obras maravillosas y su pureza. Él quiere que contemples su amor incomparable y su poder, que mires hacia arriba a través de las bellezas de la naturaleza al Dios de la naturaleza. Este sueño —le dije— representa exactamente tu caso. Te detienes en las partes oscuras. Estás hablando de las cosas que no dan luz ni traen gozo a tu vida. Pero tienes que dirigir tu mente de esas cosas hacia Dios. Hay suficientes rosas, lirios y claveles en el jardín del amor de Dios, ¿necesitas mirar las zarzas, las espinas y los cardos…? Yo no vi esas plantas, porque me estaba deleitando con las flores y todas las bellezas del jardín”.
Pues bien, eso es lo que necesitamos hacer, hermanos. Necesitamos que nuestras mentes se solacen en la tierra nueva a la cual entraremos. Nuestra ciudadanía no es de este mundo, sino está arriba, y necesitamos considerar qué caracteres debiéramos poseer a fin de llegar a ser habitantes de ese mundo mejor y estar asociados con los santos de Dios en el cielo…
No quiero que Satanás tenga éxito en arrojar sus oscuras sombras sobre mi sendero. Quiero apartarme de la sombra. El Hombre del Calvario arrojará la luz de su amor sobre mi camino y disipará las tinieblas. Él es capaz de hacerlo y lo hará, porque Él es el Señor de todo…
Hable de Jesús
Recuerdo cuando mi hermana Sara, que ahora descansa en su tumba, y que me ayudó en mis primeros viajes, estuvo desanimada. Dijo: “Tuve un sueño extraño anoche. Soñaba que alguien abría la puerta y que le tenía miedo; y cuando lo seguí mirando, aumentó de tamaño hasta llenar todo el espacio desde el piso al techo. Mi temor aumentaba. Entonces, pensé que tenía a Jesús, y dije: ‘Tengo a Jesús; no te tengo miedo’. Entonces él comenzó a achicarse cada vez más hasta que apenas lo podía ver, y salió por la puerta”.
Esto le enseñó una lección. Ella me dijo: “Elena, hablamos mucho más del poder del diablo de lo que debemos. Eso le agrada, y su majestad satánica es honrada; se goza con ello, y lo honramos al hacerlo; pero —siguió diciendo—, yo hablaré de Jesús, de su amor, y hablará de su poder”. Y así sacó su alma de las tinieblas y del desánimo y la llevó a la luz, y dio un testimonio viviente en favor de Dios y del cielo.
Ahora bien, pienso que nuestro testimonio sería mucho mejor si habláramos más de Jesús y de su amor, y no rindiéramos tanto honor al diablo. ¿Por qué habríamos de hacerlo? ¿Por qué no permitir que la luz de Jesús brille en nuestros corazones?…
¿No ocurre así con muchos de nosotros? ¿No nos detenemos en trivialidades y hablamos de ellas hasta que nuestros pensamientos se asemejan a ellas? Hasta podemos impulsar a nuestros niños a hacer cosas equivocadas al acusarlos de males de los que no son culpables. Si bien hemos de reprender y exhortar con todo amor, ¿no hemos de exaltar también a Jesús y hablar de su amor?
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”. Es una de las estratagemas de Satanás que tomemos todo lo que es desagradable y que nuestra mente no se espacie en Dios y su amor. Esto es lo que Satanás desea, que ocupemos nuestras mentes con estas cosas de carácter repugnante que no pueden producir paz, gozo y armonía en la vida —nada sino desánimo—, y que no representemos a Cristo.
Cristo nos dejó una tarea cuando se fue al cielo, dijo: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. No se nos dejó solos en las manos del diablo. ¿Piensan ustedes que nuestro Padre celestial nos dejaría solos para llevar adelante la obra de la redención y elevar a la raza caída, que nos dejaría sin ayuda y sin apoyo en un mundo abrumado por el mal después de haber soportado la agonía de la cruz? ¿Piensan que nos abandonará ahora? ¡No! El Salvador dice: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Y también. .. “Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré” (Juan 14:14). Afirma esto con la condición de que obedezcamos sus mandamientos. ¿No es una bendita promesa? ¿Por qué no hablamos más de ella y alabamos a Dios por ella?…
Si tuviéramos un sentido de la bondad de Dios al enviar a su Hijo para morir por el hombre pecador, y si lo guardásemos entretejido en nuestra experiencia y afianzado en nuestra mente, tendríamos tal amor por quienes Cristo murió que no habría en nosotros deseos de supremacía. Satanás es quien introduce estas diferencias. Mientras adoramos a Dios no habrá odio, ni envidia, ni malas sospechas. Hermanos, no tenemos tiempo para estas cosas. No podemos pensar en ellas. Hay otra cosa ante nosotros. Es el eterno peso de gloria, el plan de la salvación. Deberíamos entenderlo desde el principio hasta el fin, para que lo podamos presentar con justeza al mundo.
¿Cuál es nuestra obra aquí? Hemos de retomar de la obra exactamente donde Cristo la dejó. ¿Cuál fue su tarea? Revelarnos al Padre. ¿Cuál es nuestra obra? Revelar a Cristo al mundo. ¿Cómo podemos hacerlo? ¿Hablando del diablo? Oh no, tenemos una tarea mejor por delante. Necesitamos hablar del Salvador crucificado y resucitado. Oh, qué terrible sería para cualquiera de nosotros que profesáramos ser seguidores de Jesucristo y actuásemos con torpeza, y Él nos encontrara con caracteres manchados de impurezas. (Qué terrible responsabilidad pesa sobre nosotros) ¿Cómo se revelará a Cristo al mundo si no es por medio de los que se aferran de sus méritos, que creen en Jesucristo para la salvación de sus almas?…
Cuando me despierto por la noche comienzo a orar. Hace unas tres semanas me desperté y dije: “Oh Dios, ten piedad de mí”. Apenas había dicho eso cuando me pareció oír una voz que decía: “Estoy contigo, no te he abandonado”. Eso fue todo para mí, y puede ser lo mismo para ustedes. Jesús dice: “Estoy a tu lado, vivo contigo; tú no estás solo”. Ese fue el gozo que experimenté, y para mí valió más que montañas de oro. He aprendido a confiar en mi Salvador, y quiero decirles que tengo un Salvador que vive; y porque vive yo también viviré.
Escondidos con Cristo
Nuestras vidas están escondidas con Cristo en Dios, y cuando el que es nuestra vida aparezca, apareceremos con El en gloria. No necesitamos estar desanimados. Cristo vino para salvar a su pueblo de sus pecados. El diablo vendrá a ustedes y les dirá que son pecadores y no pueden ser salvos. Pero Cristo dice que vino para salvar a los pecadores… Cristo puede perdonar los pecados de ustedes. Él dice: “Venid… y estemos a cuenta: si vuestro pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isa. 1:18).
Oh, yo quiero tomar las ricas promesas de Dios y colgarlas en las salas de mi memoria. ¿Qué más podríamos desear que esa promesa? Tenemos la seguridad de que una madre puede olvidar a su niño de pecho pero que Él no nos olvidará. Oh, yo quiero que las promesas de Dios sean los cuadros vivientes en las paredes de mi memoria, para que ustedes puedan contemplarlos. Entonces, sus corazones podrán ser llenados por su gracia y podrán exaltar a Jesús y coronarlo Señor de todos. Ese es el privilegio de ustedes.
Ahora quiero leer Colosenses 1:12: “Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz”. Hay algo acerca de lo cual debemos ser pacientes y sufridos: “el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas”. Sí, deberíamos hablar de liberación, no de esclavitud; debiéramos estar gozosos y no aplastados. “Y trasladado al reino de su amado Hijo” ¿Por qué no podemos actuar como súbditos de su reino? Arda el amor de Cristo en el altar de nuestros corazones, y amemos a Cristo como nuestro Salvador, y a nuestros hermanos como a nosotros mismos.
“En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de los pecados”. Necesitamos actuar como personas redimidas por la sangre de Cristo; hemos de regocijarnos en la sangre de Cristo y en el perdón de los pecados. Esto es lo que hemos de hacer, y que Dios nos ayude a quitar de nuestras mentes los cuadros tenebrosos y a pensar en las cosas que nos den luz…
Ahora bien, cada vez que se vea algo alentador, póngaselo en el periódico [la Review], y háblese de ello… Hablen del amor de Dios y espáciense en este tema; agradezcan a Dios por este amor. Abran las puertas de sus corazones y muestras su gratitud y amor. Quiten toda la basura que Satanás ha apilado frente a las puertas de sus corazones y permitan que Jesús entre en ellos… Hablen de su bondad y poder…
Hermanos y hermanas, esperemos en Dios. Permitamos que la gratitud llene nuestros corazones. Y aunque tengamos que dar un testimonio claro de tener que apartarnos del pecado y de la iniquidad, no vamos a desear tocar esa cuerda para siempre. Necesitamos elevar esas almas que están abrumadas; necesitamos que capten el amor de Dios y sepan que El pondrá sus brazos eternos debajo de ellos… Necesitamos mirar hacia arriba, no hacia abajo; hacia arriba, elevando el alma cada vez más alto. Yo quiero estas bendiciones y no descansaré satisfecha hasta que esté llena de toda la plenitud de Dios. Nada puede ser más grande que esto, ¿verdad?
Necesitamos desarrollar un carácter cristiano perfecto y representar a Cristo ante el mundo. Cristo fue enviado como nuestro modelo, ¿y no hemos de mostrar que tenemos todo su amor y bondad y todos sus encantos? Y el amor de Jesucristo tomará posesión de nuestros caracteres y de nuestras vidas, y nuestra conversación será santa, y nos espaciaremos en las cosas celestiales…
Dios no es un enemigo
“No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino” (Luc. 12: 32). El Señor no es el enemigo de ustedes, es el mejor amigo, y desea que mostremos al mundo que tenemos un Dios. Él quiere que mostremos que tenemos a Jesús con nosotros, que Él es más fuerte que los hombres fuertes armados. Por lo tanto, elevemos nuestras mentes y nuestras conversaciones y busquemos el cielo y las cosas celestiales. Dios nos ayudará cuando estemos en esta situación, para que no busquemos las cosas terrenales, sino que quedemos encantados con las cosas del cielo. Necesitamos mirar “cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.
Contemplo esta congregación y los veo como personas desanimadas, como personas que han estado luchando con los poderes de las tinieblas; pero, ¡ánimo, hermanos! ¡Hay esperanza!…
Oh, ámenlo a Él. Yo lo amo, porque es mi amor. Yo veo en El encantos incomparables y, oh, cuánto anhelo que entremos por las puertas en la ciudad. Entonces cada corona será quitada de la cabeza y arrojada a los pies del bendito Redentor. Él la ha comprado para mí; la ha comprado para ustedes, y lo reconoceremos como el Señor de todo. Y arrojaremos todo nuestro honor a sus pies y lo coronaremos Señor de todo. Gritaremos: “Gloria a Dios en lo alto”.
Deseo que aprendamos a alabar más a Dios. “El que sacrifica alabanza me honrará” (Sal. 50:23), dice Dios. Quisiera que hablaran de esto. Quisiera que educasen sus corazones y sus labios a su alabanza, para que hablen de su poder y su gloria. Quisiera que hablen de su poder. Cuando lo hagan estarán enalteciendo al Salvador, y cuando eleven el estandarte contra su enemigo él huirá de ustedes. Dios nos ayude a alabarlo más y a ser hallados sin mancha. [i]
Referencias
[i] Manuscrito 7, 1888