No hay duda de que durante los cien años de la Asociación Ministerial se han logrado avances significativos hacia una visión más consistente y relevante del ministerio. Las diversas áreas cubiertas por esta asociación han crecido en números que habrían sorprendido a los pioneros adventistas. Esto no significa, sin embargo, que ya no haya desafíos. Hay nuevos caminos por seguir para que el diaconado, el ancianato y el pastorado sigan creciendo eficazmente para la obra del Señor.

Los diáconos y las diaconisas sirven a la iglesia local con una dedicación impresionante y una disposición incansable, y estamos agradecidos por su desinterés y pasión. Uno de los grandes retos que tenemos es reafirmar su papel bíblico como uno de los más importantes en la congregación local. Son líderes que no deben limitar su llamado a actividades en el edificio de la iglesia, sino expandir su ministerio sirviendo y ayudando a la iglesia a cumplir su misión.

Al igual que el diaconado, es necesario enfatizar el papel bíblico de los ancianos de la iglesia; llevan a cabo un trabajo que en su naturaleza es similar al del pastor. El ministerio de los ancianos y las ancianas en aspectos litúrgicos, administrativos y de pastorado es fundamental para una iglesia fuerte que siga creciendo. Con el diaconado, el anciano puede “planificar sabiamente, y educar individualmente a los miembros de la iglesia para hacer su parte utilizando los talentos de su Señor. Al hacer un uso correcto de sus talentos, pueden aumentar su eficiencia en la causa de Dios. La iglesia puede ser visitada ocasionalmente por un ministro, y aun ser una iglesia creciente, pues Jesús es nuestro ministro y nosotros nunca hemos de pensar que estamos solos. Jesús nunca abandona la manada de sus pastos. ‘Mas este [Jesús], por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable’” (Elena de White, Review and Herald, 28/2/1893).

Finalmente, entre los desafíos actuales está el recordatorio constante de que tanto los pastores como sus esposas están llamados al ministerio. Cuando el matrimonio ministerial olvida su llamado, pierde el espíritu de servicio, porque el llamado es la mayor motivación para su entrega. Los pastores y sus esposas siempre deben recordar que son amados a pesar de sus imperfecciones, utilizados a pesar de sus limitaciones y aceptados a pesar de sus defectos. ¡Somos instrumentos en las manos de un Dios poderoso, que nunca deja de usarnos!

Además del llamado, los pastores y sus esposas necesitan crecer para servir mejor, y ese es el propósito de las competencias ministeriales y del proyecto Con todo mi corazón; es decir, ambos proyectos apuntan a generar un perfil que sirva de referencia para el desarrollo y la realización de la pareja pastoral. Según Elena de White, “Nuestro primer deber hacia Dios y nuestros prójimos es desarrollar todas nuestras facultades. Debiera cultivarse hasta el máximo grado de perfección cada facultad con que el Creador nos ha dotado […] para que podamos realizar la mayor cantidad de bien que seamos capaces” (The Signs of the Times, 17/11/1890). ¡El ministerio es para toda la vida, y debemos dar lo mejor de nosotros a Dios para toda la vida!

Sobre el autor: secretario ministerial para la Iglesia Adventista en América del Sur