Agradeced a Dios por la paz en vuestro corazón. —“Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones… y sed agradecidos.’ (Col. 3:15.) Olvidando nuestras propias dificultades y molestias, alabemos a Dios por la oportunidad de vivir para la gloria de su nombre. Que las frescas bendiciones de cada nuevo día despierten la alabanza en nuestros corazones por estas señales de su cuidado amoroso. Al abrir vuestros ojos por la mañana, dad gracias a Dios por haberos guardado durante la noche. Dadle gracias por la paz con que llena vuestro corazón. Que por la mañana, al mediodía y por la noche suba vuestro agradecimiento hasta el cielo cual dulce perfume.”— “Sanidad Moral y Física,” pág. 267.
La gratitud promueve la salud. —“Nada tiende más a fomentar la salud del cuerpo y del alma que el espíritu de agradecimiento y alabanza. Tan positivo deber como el de orar es resistir a la melancolía, y los pensamientos y sentimientos de descontento. Si somos destinados para el cielo, ¿cómo podemos portarnos como una banda de llorones, gimiendo y lamentándonos durante todo el camino que conduce a casa de nuestro Padre?
“Los cristianos de profesión que van siempre lamentándose, y que parecen creer que la alegría y la felicidad sean pecado, desconocen la religión verdadera.”—Id., pág. 266.
El regocijo aumenta la fe. —“Es una ley de la naturaleza que nuestros pensamientos y sentimientos resultan alentados y fortalecidos al darles expresión. Como las palabras expresan los pensamientos, los pensamientos siguen a las palabras. Si diéramos más expresión a nuestra fe, si nos alegrásemos más de las bendiciones que sabemos que tenemos, como son la gran misericordia y el gran amor de Dios, tendríamos más fe y gozo. Ninguna lengua puede expresar, ninguna mente finita puede concebir la bendición resultante de la debida apreciación de la bondad y del amor de Dios. Aun en la tierra podemos tener la alegría como fuente inagotable, porque la alimentan las corrientes que manan del trono de Dios.
“Enseñemos, pues, a nuestros corazones y a nuestros labios a alabar a Dios por su incomparable amor. Enseñemos a nuestras almas a tener esperanza, y a vivir en la luz que irradia de la cruz del Calvario.”—Id., págs. 266, 267.
La ingratitud cierra el corazón. —“Cuando los diez leprosos vinieron a Jesús para ser sanados, les ordenó que fuesen y se mostrasen al sacerdote. En el camino quedaron limpios, pero uno solo volvió para darle gloria. Los otros siguieron su camino, olvidándose de Aquel que los había sanado. ¡Cuántos hay que hacen todavía lo mismo! El Señor obra de continuo para beneficiar a la humanidad. Está siempre impartiendo sus bondades. Levanta a los enfermos de las camas donde languidecen, libra a los hombres de peligros que ellos no ven, envía a los ángeles celestiales para salvarlos de la calamidad, para protegerlos de la ‘pestilencia que ande en oscuridad,’ y de la ‘mortandad que en medio del día destruya’ (Sal. 91:6); pero sus corazones no quedan impresionados. Él ha dado toda la riqueza del cielo para redimirlos; y sin embargo, no piensan en su gran amor. Por su ingratitud, cierran su corazón a la gracia de Dios.”—“El Deseado de Todas las Gentes,” pág. 301.
“Expresad vuestro agradecimiento por las bendiciones de que gozáis; demostrad el aprecio que. os merecen las atenciones de que sois objeto.
Conservad vuestro corazón lleno de las preciosas promesas de Dios, para que de ese tesoro podáis extraer palabras de consuelo y aliento para el prójimo. Esto os envolverá en una atmósfera provechosa y enaltecedora. Proponeos ser motivo de bendición para los que os rodean.” —“Sanidad Moral y Física,” pág. 271.
Estad agradecidos por las dificultades. —“¿No tenemos motivos de continuo agradecimiento, aun cuando al parecer esté sembrado nuestro camino de dificultades?… ‘Dad gracias en todo; porque ésta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.’ (1 Tes. 5:18.) Este mandato es una seguridad de que aun las cosas que parecen opuestas a nuestro bien redundarán en beneficio nuestro.”—Id., págs. 268, 269.
Gratitud en el sufrimiento. —“No obstante la indecible misericordia de Dios hacia nosotros, ¡cuán pocos hay en nuestras iglesias que sean verdaderamente humildes, consagrados y temerosos siervos de Dios! ¡Cuán pocos corazones están llenos de gratitud porque han sido honrados y llamados a hacer algo en la obra de Dios y a participar de los sufrimientos de Cristo!”—Joyas de los Testimonios,” tomo 3, págs. 59, 60.
Expresad gratitud mediante la cortesía celestial. —“Cristo apreciaba los actos de cortesía nacida del corazón. Cuando alguien le hacía un favor, lo bendecía con cortesía celestial. No rechazaba la más simple flor arrancada por la mano de un niño, y ofrecida a él con amor. Aceptaba las ofrendas de los niños, y bendecía a sus donantes, inscribiendo sus nombres en el libro de la vida…
“El deseo que María tenía de prestar este servicio a su Señor era de más valor para Cristo que todo el ungüento precioso del mundo, porque expresaba el aprecio de ella al Redentor del mundo… Era la demostración exterior de un amor alimentado por las corrientes celestiales hasta que desbordaba.”—“El Deseado de Todas las Gentes,” págs. 506, 507.