La Iglesia Adventista del Séptimo Día acaba de lanzar un plan evangelizador de vastas dimensiones. El autor analiza los objetivos y los métodos para implementar este proyecto ciclópeo.

El tiempo ha llegado para que la Iglesia Adventista haga un avance espectacular, tanto en el número de los nuevos creyentes que sean incorporados al reino como en la profundidad y la amplitud de su relación espiritual con el Señor, quien es la base eterna sobre la cual se apoya nuestra convicción para evangelizar. La Palabra reitera de continuo el privilegio que los creyentes tienen cuando responden positiva­ mente a la voz del Espíritu que les dice: “Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega” (Juan 4: 35). El espíritu de profecía anticipa que “Dios hará pronto grandes cosas por nosotros, si nos allegamos con humildad y confiados a sus pies. . . Viene el tiempo cuando habrá tantas personas convertidas en un día como las hubo en el día de Pentecostés, después que los discípulos recibieron el Espíritu Santo” (El evangelismo, págs. 502, 503, 692, 693).

Por otro lado el Señor les decía: “La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies” (Luc. 10:2). Sabemos que Jesús es el Señor de la cosecha y que Él está enviando a cosechar. Tenemos plena convicción de que el tiempo es propicio para la evangelización. Ciertas evidencias, que se reiteran de continuo, indican que el Espíritu de Dios desea terminar esta obra en un plazo relativamente breve. El gran despertar laico de la iglesia llama a reflexión. Creyentes que logran preparar y llevar al bautismo a cuarenta, cincuenta y hasta cien almas no son una excepción. Más y más los creyentes están asumiendo con gozo, dedicación y seriedad la tarea bendita de salvar almas.

Asimismo, el ministerio profesional de la iglesia se está moviendo con convicción, sentido de misión y consagración al actualizar en maneras diversas las posibilidades evangelizadoras que lo desafían. Sabemos que el anuncio profético se ha hecho actual porque El veía “a centenares y miles de personas visitando las familias y explicándoles la Palabra de Dios… En todas partes las puertas se abrían de par en par para la proclamación de la verdad. El mundo parecía iluminado por la influencia divina” (ibíd., pág. 507), no es más un asunto del futuro, es una realidad que se actualiza gloriosamente en nuestros días. ¡Gracias a Dios por ello! De ahí que el mayor desafío contemporáneo que puede asaltar a un siervo de Cristo es el de inspirar y organizar a los creyentes de la iglesia para lanzarlos a la conquista de las almas para nuestro Señor.

El llamado a evangelizar

Antes que el Señor Jesús enviara a la misión a sus discípulos, los congregó para que estuvieran con El y desarrollaran una experiencia cristiana madura, llena de fe y saturada de convicción (Mar. 3). Porque “el evangelio no ha de ser presentado como una teoría sin vida, sino como una fuerza viva para cambiar la vida” (ibíd., pág. 15). Y esta “obra evangélica, la tarea de abrir las Escrituras a otros, el amonestar a hombres y mujeres acerca de lo que sobrevendrá al mundo, ha de ocupar más y más el tiempo de los siervos de Dios” (ibíd, pág. 16). El espíritu de profecía ha sido enfático en cuanto a nuestra misión. La lista que sigue es apenas una muestra de los muchos consejos que se nos dan en el libro El evangelismo:

1. Deben hacerse esfuerzos definidos para presentar a la gente, en forma descollante, el mensaje para este tiempo.

2. Debemos plantar el estandarte de la verdad en los lugares oscuros del planeta.

3. La proclamación de este mensaje debe ser la obra más sublime y grandiosa.

4. El mensaje debe proclamarse en los campos más difíciles y en las ciudades más pecaminosas.

5. Queda poco tiempo, en todas partes hay necesidad de obreros cristianos.

6. Dios pide que amonestemos a las ciudades porque queda poco tiempo.

7. Hay que enviar a hombres consagrados y talentosos a esas ciudades para que establezcan la obra.

8. Con la abundancia de las hojas del otoño deberían distribuirse folletos que expongan la verdad presente.

9. El mensaje debe ser dado en forma sencilla y decidida para despertar el interés del pueblo.

10. Debemos apartarnos de toda pequeñez y hacer grandes planes para el Señor.

11. Debemos entrar en lugares nuevos.

12. Debemos hacer campañas usando diferentes metodologías y técnicas.

13. Necesitamos a hermanos que quieran mudarse que se radiquen en lugares nuevos y den testimonio.

14. Todos los niveles de nuestra sociedad deben ser alcanzados con el mensaje.

15. Pero la obra debe ser hecha con dignidad, no en forma precipitada sino cuidadosamente.

16. Se debe recordar siempre que, aunque somos reformadores, no somos fanáticos.

17. Las iglesias deben hacer arreglos para liberar a su pastor de las minucias. Él debe predicar el Evangelio.

18. Hay que dejar lugar para que nuestros métodos sean mejorados, y así evitar la rutina.

19. La obra necesita de todos, porque esta obra nunca será terminada hasta que la totalidad de los miembros una sus esfuerzos a los de los ministros.

20. Todos, laicos y ministros, deben presentar con voz certera un mensaje afirmativo, elevando a Cristo, al hombre del Calvario, cada vez más alto, porque existe poder en la exaltación de la cruz de Cristo.

Objetivos de la Gran Cosecha 90

Gran Cosecha 90 es un poderoso llamamiento para dar prioridad absoluta y total a la terminación de la obra en esta generación. El programa se inició el 1o de julio de 1985 y continuará hasta el 30 de junio de 1990. Eso significará que disponemos de cinco años, o 20 trimestres, o 260 semanas, o 1.825 días. Los resultados numéricos serán computados comenzando con el tercer trimestre de 1985, culminando con el segundo trimestre de 1990. He aquí algunas de las metas principales:

1. Renovación y crecimiento de la vida espiritual mediante el estudio de la Palabra y los Testimonios, la oración intercesora, la oración y el compañerismo cristiano.

2. Revitalización de la religión en el hogar para que nuestras familias sean núcleos de amor y fe, y centros de testimonio.

3. Reafirmación de la validez de los principios y normas que la iglesia ha aceptado para la vida en sociedad. Insistir en la necesidad de que nuestra apariencia exterior refleje en verdad una vida interior centrada en Cristo.

4. Énfasis en el valor prioritario de la iglesia local como centro permanente de irradiación evangelizadora.

5. Búsqueda de aquellos creyentes que se hayan alejado o que estén inactivos, reintegrándolos a la vida activa de la iglesia.

6. Movilización de las fuerzas vivas de la iglesia para penetrar en los lugares geográficos y niveles sociales que aún no hayan sido alcanzados.

7. Que el contenido de nuestra proclamación se centre en Cristo nuestro Señor, como la fuerza de atracción más poderosa del universo. Las notas distintivas del mensaje adventista serán subrayadas.

8. Hacer de Gran Cosecha 90 la más dinámica, inteligente, esforzada, espiritual, cristocéntrica y romántica aventura evangelizadora de todas las que hayamos emprendido hasta ahora.

9. Dedicar el plan, la puesta en marcha del mismo y los resultados parciales y finales la mayor gloria de Dios.

10. Iniciar el programa inmediatamente.

La metodología

Se han sugerido ciertas dinámicas para la implementación del programa Gran Cosecha 90, que vamos a enumerar:

1. Que los administradores, en particular los presidentes en todos los niveles de la estructura eclesiástica, se encarguen de promover con entusiasmo los objetivos evangelizadores de Gran Cosecha 90.

2. Que se tracen planes amplios y optimistas para la evangelización, y que en esos planes se involucre tanto a los laicos como a la totalidad del cuerpo de obreros.

3. Que se motive al ministerio profesional de la iglesia a desarrollar un vigoroso y agresivo programa evangelizador, procurando que se incorpore al mismo la totalidad de la feligresía.

4. Que los objetivos que se elijan sean claros, de modo que todos puedan entenderlos y contribuir positivamente a su logro.

5. Que se insista en el plan laico de trabajo en grupos o células con blancos bautismales adecuados.

6. Que se provean más fondos para la evangelización realizada por ministros o laicos. Ya lo sabemos: invertir en la salvación de las almas es, de todas las inversiones, la mejor.

7. Que haya disponibilidad de recursos materiales, como folletos, libros, diapositivas, proyectores, revistas, etc. No sólo es necesario variedad, sino también cantidad y calidad.

8. Que se mantenga siempre visible que ésta es una empresa espiritual y misionera, y por lo tanto las personas son más importantes que las cosas.

9. Que se procure, en lo posible, movilizar al sector femenino y a los niños de la iglesia, ya que se ha demostrado que su participación en la evangelización es un factor decisivo.

10. Recuérdese siempre que la obra no será terminada “hasta que la totalidad de los miembros de la iglesia unan sus esfuerzos a los de los ministros”.

En conclusión, digamos con la inspiración que la obra de proclamar el mensaje de salvación es la más bella, significativa, desafiante y romántica que jamás haya sido intentada. Por lo tanto, nuestra participación en el programa Gran Cosecha 90 es un privilegio al que no podemos ni queremos renunciar.