Palestina, en los días de Jesús, no era un país estrictamente judío. Era, de hecho, un campo de batalla donde la cultura helénica chocaba con los intereses judíos y semitas. Las influencias griegas se habían infiltrado durante más de tres siglos, y en los días de Jesús había muchas ciudades palestinas cuya organización y conexiones culturales eran definidamente helénicas. Entre éstas, el Nuevo Testamento se refiere a Decápolis —una federación de ciudades grecorromanas, cuyo número, aunque originalmente fué de diez, variaba de tiempo en tiempo. Esta liga, que estaba bajo la protección del gobernador romano de Siria, no sólo servía para ayudar a defender a las ciudades y su comercio de los ataques de los nabateos y los partos, sino que también promovía los intereses de la cultura helénica contra la oposición de los judíos ortodoxos y otros semitas.
Probablemente Jesús conoció algunas de las ciudades de Decápolis. Los Evangelios nos dicen que entre las grandes muchedumbres que seguían a Jesús había habitantes de la región de Decápolis (Mat. 4:25). El endemoniado sanado temprano por la mañana en la costa oriental del lago de Galilea proclamó en Decápolis “cuán grandes cosas Jesús había hecho con él” (Mar. 5:20). Cuando Jesús volvió de su corto retiro a Sirofenicia, pasó “por entre las comarcas de Decápolis” (Mar. 7:31). Sería interesante saber qué ciudades visitó. Decápolis incluía Escitópolis, Filadelfia, Hipoos, Pella, Gádara, Gerasa y otras.
Las impresiones más vividas de la cultura y la vida de estas ciudades grecorromanas de los días de Jesús están representadas por los restos monumentales de Gerasa. Los monumentos arquitectónicos de esta ciudad se han conservado tan bien, que ha sido llamada la Pompeya de Palestina. Es la ciudad palestina mejor conservada de los tiempos grecorromanos.
Gerasa no aparece mencionada en el Nuevo Testamento. Algunos de los mejores manuscritos griegos sitúan el escenario de la curación del endemoniado en el “país de los gadarenos” (Mar. 5:1, VM; Luc. 8:26; cf. Mat. 8:28). Pero, como Gerasa, hoy conocida como Jerash, está a unos 53 km al sudeste del lago de Galilea, es dudoso que éste sea el lugar al que se refieren los escritores evangélicos. Un lugar más probable sería la actual Kersa situada en la costa oriental del lago.
Aun cuando el Evangelio no mencione específicamente a Gerasa en relación con la vida de Jesús, la ciudad es de gran importancia para el estudiante de la Biblia, porque proporciona la mejor ilustración posible acerca de una ciudad grecorromana de Palestina. La visita a este lugar arqueológico proporciona impresiones tan vividas, concretas y reales que hacen revivir la época cuando Jesús estuvo en la tierra.
Durante años me ha interesado Gerasa, y he leído los informes arqueológicos de las excavaciones llevadas a cabo en ese lugar. Además había escrito una monografía acerca de esta elegante ciudad en un seminario de una universidad que versó sobre arqueología cristiana primitiva. De manera que resultó emocionante una visita que hice a ese sitio.
La visita a Gerasa
Cuando nos acercamos a la ciudad por el camino que corre al norte de Ammán (Jordania), el primer monumento que apareció ante nuestra vista fué el Arco Triunfal, de 23 m y con una triple arcada, construido en honor al emperador Adriano que visitó la ciudad en 129/30DC. Esta clase de arco es un rasgo característico de la ciudad grecorromana. Sin embargo, éste está situado a unos 500 m al sur de la muralla de Gerasa. Posiblemente la intención de sus constructores fué unirlo a una nueva muralla, a la que serviría de puerta, pero no se llevó a cabo esta proyectada expansión de la ciudad.
Apenas traspusimos el arco vimos a nuestra derecha los restos del hipódromo, o estadio, construido de piedra caliza, y suficientemente grande como para acomodar a quince mil espectadores. Originalmente había sido construido para carreras. competencias atléticas y combates de gladiadores, pero Rostovtzeff piensa que además servía de mercado de caballos, camellos y ganado.[1]
Mirando hacia el norte, vimos la calle principal de la ciudad, que corre de norte a sur, a todo el largo de ella. Estaba flanqueada por más de quinientas columnas corintias y jónicas, unas 75 de las cuales todavía están en pie. La calle estaba pavimentada con grandes bloques de piedra puestos diagonalmente, y tenía un cordón con perforaciones semicirculares destinadas a conducir el agua de la superficie a las grandes alcantarillas que corrían debajo de la calle. A intervalos de menos de 20 m todavía pueden verse las piedras redondas que sirven de tapa a las bocas de inspección. También notamos las huellas dejadas en las calles pavimentadas por las ruedas de los carros, carretas y vagones que las recorrían hace casi dos mil años.
Pero antes de avanzar por esta calle, seguimos hacia la izquierda (oeste), junto a las murallas, para ver el templo de Zeus, erigido en los años 161-166 DC. Cerca de allí, hacia el oeste, estaba el teatro del sur, con capacidad para tres mil personas. Está muy bien conservado. Al recorrer sus asientos de piedra pudimos ver los números esculpidos en ellos.
Luego visitamos el gran Foro circular, situado en el extremo sur de la calle principal. Estaba rodeado por pórticos sostenidos por columnas jónicas, y hermosamente pavimentado con grandes bloques. Probablemente se reunían en él para celebrar las fiestas y las ceremonias públicas. Rostovtzeff cree que el Foro era un lugar de mercado donde descargaban las caravanas de camellos, almacenaban las mercaderías, y donde los viajeros cambiaban sus ropas polvorientas por vestidos limpios antes de entrar a la limpia y elegante ciudad.[2]
Notamos que la calle principal estaba interceptada casi en ángulos rectos por otras dos calles de unos cinco metros de ancho, llenas de columnas, que corrían de este a oeste. En las intersecciones originalmente había dos puertas cuádruples —el tetrapilon, tan característico de los pueblos sirios. La mayor parte de los edificios de la ciudad estaban en su mitad occidental.
Gerasa gozaba de un abastecimiento abundante y constante de agua. Al norte de la ciudad había una excelente fuente; y el Chrysorhoas, un tributario del Jaboc, alimentado por copiosas fuentes en el lejano norte, corría hacia el sur pasando por el centro de la ciudad a través de un estrecho canal. La aparentemente inexpugnable boca de salida por la que surgía la corriente de agua al sur de la ciudad, estaba formada por una compuerta defendida por dos torres. El agua corría por un estrecho canal y desembocaba en una escarpa rocosa de unos diez metros de altura.[3]
La cuidadosa atención que se le prestaba al abastecimiento de agua y a los servicios sanitarios en esta ciudad heleno-romana, la hacen parecer muy moderna. Excavaciones realizadas al oeste de la calle principal han revelado la existencia de una colina perforada por numerosas cañerías de agua y desagüe.[4] En este sentido, la ciudad de los días de Jesús estaba más adelantada que la moderna aldea de Jerash, construida mayormente con los materiales extraídos de las antiguas ruinas.
La religión de Gerasa
El punto focal del plan arquitectural de Gerasa era el majestuoso templo dedicado a su deidad tutelar: Artemis, o Diana, la diosa reina y patrona de la ciudad. Este templo, edificado en una espaciosa colina al oeste de la calle principal, dominaba todo el paisaje. Todavía quedan de pie doce columnas de su imponente estructura. Un camino procesional sagrado del este conducía hacia el templo a través de complicadas vías de acceso. Artemis era la diosa de la fecundidad y de la caza, y los ritos más degradantes formaban parte de su culto.
Al sur del templo de Artemis había otro templo que probablemente estaba consagrado al dios Baco o Dionisio. Cerca del templo había una fuente que. durante la Fiesta de Baco, se suponía que vertía vino.[5] Posteriormente, cuando Gerasa se convirtió al cristianismo, se edificó una catedral rodeando esa fuente, y se pretendía que cada año se repetía el mismo milagro de la conversión del agua en vino.[6]
El espacio no permite la descripción de otros edificios, como los templos menores, la fuente de agua conocida como el Ninjeum. el teatro del norte, y los magníficos baños. Pensamos que hemos presentado material suficiente para demostrar que las ciudades grecorromanas eran centros urbanos bien planeados y lujosos de la civilización helénica.
El estudiante de la historia de la iglesia cristiana primitiva también puede encontrar muchas cosas de interés en Gerasa. Se han descubierto en ella por lo menos nueve iglesias. Algunas de éstas reemplazaron los antiguos templos y santuarios paganos y ocuparon sus edificios. Una iglesia está superpuesta a una sinagoga judía. Numerosas inscripciones dan testimonio del poder que el cristianismo obtuvo en esa ciudad. En el pabellón central del hipódromo, por ejemplo, se encontró un bloque ornamental que a cada lado tenía esculpida una cruz de Malta encerrada en un círculo. En el centro había una cruz más grande con la siguiente inscripción en los cuatro ángulos: “Hay un solo Dios, Cristo conquista”.[7]
Referencias:
[1] M. Rostovtzeff, Caravan Cities, pág. 75.
[2] Id., págs. 74, 77.
[3] Carl H. Kraeling, Gerasa, City of the Decapolis, págs. 12, 13.
[4] C. C. McCown, The Ladder of Progress in Palestine, pág. 317.
[5] Kraeling, op. cit., pág. 63: pág. 37, nota al pie.
[6] Epiphanius, Panarion, Haer. LI 30.
[7] Kraeling, op. cit., pág. 490.