Un dirigente eclesiástico, no de nuestra fe, dijo cierta vez: “Los jóvenes son el orgullo, la esperanza y la desesperación de la mayoría de las iglesias. Tenemos derecho a estar orgullosos de ellos porque su presencia nos revela que estamos cumpliendo nuestro cometido de alcanzar a los que han sido tocados todavía por el Evangelio. Nos brindan esperanza porque tenemos la maravillosa oportunidad de desarrollar en ellos cristianos activos. Constituyen nuestra desesperación porque demasiados, entre ellos, se apartan de nosotros antes que lleguen a la feminidad o a la virilidad.”
Los jóvenes de la iglesia adventista son el orgullo y la esperanza de la organización, pero no su desesperación, porque la mensajera del Señor nos ha dado ánimo una y otra vez, mediante las instrucciones recibidas del Cielo:
“La comisión dada a Pedro por Cristo… ‘apacienta mis corderos;’ es dada a todo predicador. Al decir a sus discípulos: ‘Dejad a los niños, y no les impidáis de venir a mí…’ Cristo hablaba a sus discípulos de todos los siglos… ¿Por qué no ha de considerarse como trabajo misionero de la clase más elevada la obra hecha en pro de los jóvenes que están en nuestras filas? Requiere el tacto más delicado, la consideración más atenta, las más fervientes oraciones por la sabiduría celestial… Un corazón lleno de amor hacia Jesús conquistará su confianza, y los salvará de muchas trampas del enemigo… Debe dedicarse más estudio al problema de cómo tratar a la juventud.”— “Obreros Evangélicos” págs. 219, 220.
Los adventistas tienen razón al ser optimistas con respecto a sus esfuerzos por salvar a los jóvenes. No obstante, hay evidencias de que muchísimos de nuestros jóvenes se pierden en el mundo sin que, los que están íntimamente ligados con ellos, se preocupen demasiado del asunto. ¿Qué podemos hacer para ganarlos a fin de que constituyan una fuerza poderosa en favor de Cristo?
Desde el mismo comienzo deben entenderse claramente algunas cosas relativas a por qué la iglesia y la Sociedad de Jóvenes Misioneros Voluntarios deben trabajar como una unidad para hacer frente a este problema. La Sociedad de Jóvenes Misioneros Voluntarios no es sencillamente una organización dirigida por jóvenes. Es una organización por medio de la cual la iglesia puede hacer lo que es necesario en favor de los jóvenes. Brinda a la iglesia la oportunidad de dirigir a sus jóvenes en una obra continua, organizada y sistemática, de orientarlos en su vida social para bien de la iglesia y de ellos mismos, de conducirlos en la lectura sistemática de libros francamente buenos, de alentarlos en la lectura de la Biblia y ayudarles a aprender a vivir la vida de oración. En base a este breve resumen de las responsabilidades que recaen sobre la iglesia y la Sociedad de Jóvenes Misioneros Voluntarios en la obra de encaminar a los jóvenes veamos lo que puede realizarse asociadamente, teniendo en vista este fin.
La lista de los jóvenes miembros de la iglesia en perspectiva
Cada sociedad de jóvenes misioneros voluntarios debiera mantener una lista de miembros en perspectiva, bien al día. Mediante una tarjeta preparada a propósito, se puede saber, de un vistazo, quién es un miembro en perspectiva, cuándo se lo visitó en su hogar por última vez, quién hizo la visita y qué impresiones recibió. Toda sociedad de jóvenes debiera tener por lo menos el triple de tarjetas de miembros en perspectiva en relación con el número de miembros activos. No hay mayor satisfacción que la de ver pasar los nombres que figuraban en las listas de miembros en perspectiva, a la de miembros de la sociedad de jóvenes en plena comunión o a la de miembros de iglesia. Uno de los pasos que se deben dar en cuanto a la preparación consiste en hacer una lista de miembros en perspectiva y escribir toda la información pertinente en tarjetas.
¿Dónde podemos conseguir los nombres de los jóvenes para ponerlos en las tarjetas de los miembros en perspectiva? Aunque parezca extraño, éste es un verdadero problema. Una forma fructífera de obtener nombres consiste en dedicar cinco minutos de la reunión para pedir a todos los presentes que escriban todos los nombres de jóvenes que han dejado de relacionarse con la iglesia. Resultará asombroso descubrir cuántos nombres se pueden reunir de esta manera. Por lo general los jóvenes saben dónde están estos compañeros suyos pero nunca se les ha ocurrido que debieran tratar de ganarlos o de hablar al pastor acerca de ellos. El director de jóvenes de visión presentará estos nombres a su grupo de jóvenes por lo menos una vez al mes, y enviará grupos de ellos para que visiten a los nuevos miembros en perspectiva.
Los que reciben esas tarjetas hacen frecuentemente comentarios como éstos: “¡Pero, yo conozco a esa persona!” o “Yo viajo en el ómnibus todos los días con ella.” “Somos condiscípulos.” “Trabaja en la oficina contigua a la mía.” Pero cuando a estas personas se les pregunta: “¿Se ha acercado alguna vez a esta persona presentándole lo que Cristo pide de ella y lo que su iglesia reclama de ella en esta vida?” la respuesta es frecuentemente negativa.
La segunda fuente de nombres puede ser la lista de miembros de la iglesia. ¡Es trágico realmente permitir que los que están desanimados se vayan de la iglesia! Jesús cierta vez formuló esta pregunta a sus discípulos: “Si tuviese algún hombre cien ovejas, y se descarriase una de ellas, ¿no iría por los montes, dejadas las noventa y nueve, a buscar la que se había descarriado? Y si aconteciese hallarla, de cierto os digo que más se goza de aquella, que de las noventa y nueve que no se descarriaron.” (Mat. 18:12, 13.)
Cierto autor, para ilustrar este versículo escribe que en muchas oportunidades durante su infancia, que transcurrió en una estancia, la fría lluvia del invierno comenzaba a la caída de la tarde y el rebaño se reunía entonces junto a la puerta del corral esperando que alguien les abriera para entrar. En ese momento se daban cuenta de que una oveja o un cordero faltaba. Nadie pensaba en esperar hasta el otro día ni siquiera hasta que hubiese dejado de llover. Alguien partía inmediatamente ascendiendo las escarpadas colinas en busca de la que se había perdido. ¿No será acaso la responsabilidad de los jóvenes de nuestra iglesia el hacer una lista de los nombres de sus compañeros jóvenes que se han apartado y hacer planes adecuados para ganarlos para la sociedad de jóvenes y la iglesia?
Una tercera fuente de miembros en perspectiva puede constituir la lista de personas a quienes visita el pastor. Si la iglesia mantiene un libro de visitas en el vestíbulo para registrar las asistencias a cualquiera de los servicios, se encontrarán allí nombres que conviene trasladar a la lista de miembros jóvenes en perspectiva. Entonces los jóvenes deben estar alerta en todos los servicios de la iglesia para acercarse a cualquiera que dé la impresión de ser un pródigo que regresa.
Mantengamos en la Iglesia a los que hemos ganado
Cuando se realiza un esfuerzo especial para ganar a los jóvenes para Cristo, ¿qué tenemos que ofrecerles? ¿Son nuestras reuniones atractivas e inspiradoras? ¿Encontrarán en ellas algo que les inspirará a volver vez tras vez? Por todos los medios proporcionémosles algo que puedan entender y de lo cual puedan gozar.
Uno de los primeros secretos en el arte de retener a nuestros jóvenes consiste en darles responsabilidades. Tan pronto como sea posible hágaseles sentir que están dando algo al mismo tiempo que reciben. Muchos jóvenes se ponen indiferentes y desatentos debido a que siempre actúa el mismo grupo y la razón por que esto ocurre es que los directores sólo dan parte a sus amigos. Debemos dar énfasis nuevamente a la importancia de esforzarnos por hacer un uso mejor de nuestras oportunidades y recursos en lugar de tratar de reemplazarlos. Los métodos nuevos y originales son buenos a menudo. pero no siempre son mágicos en sus resultados. Los métodos de que disponemos, mejorados y enriquecidos, son adecuados para enriquecer la fe de nuestros jóvenes y ganarlos para Cristo. Hacer algo en favor de nuestros jóvenes es bueno, pero hacer algo en favor de ellos y con ellos es mucho mejor para la empresa de ganarlos para el Señor.
Las iglesias deben estar siempre alertas en su tarea de ganar a los jóvenes. Tienen energía, originalidad y voluntad. Aunque no se desempeña tan bien un joven como una persona mayor, la cosecha de los años futuros sobrepujará los defectos de menor cuantía, temporarios en el desempeño de sus actividades y deberes en la iglesia.
Los jóvenes son originales y a menudo emplean los mejores métodos. Se puede incorporar a los jóvenes en el programa de la iglesia más frecuentemente de lo que se hace. A menudo jóvenes de más de veinte años que podrían estar desempeñando cargos en la iglesia, no lo hacen porque se los considera poco maduros. Las responsabilidades añadirán altura a su estatura y a sus servicios. La iglesia ganará más jóvenes y los mantendrá en su seno si está dispuesta a confiar a los jóvenes algunos puestos que requieran iniciativa y contribuyan a desarrollarla. Requerirá más trabajo y pensamiento de parte de la iglesia el ganar, mantener y salvar a los jóvenes; pero ¡vale la pena hacerlo! Hay una gloriosa empresa junto a nuestra puerta.